Pero la vida se sustenta sobre el paso del tiempo, ya sea existente o imaginario. El tiempo, la percepción del paso del tiempo, para cada ser humano comienza con el inicio de su propia existencia y termina con el fin de la misma. El mundo tiene principio con el nacimiento y se acaba con la muerte, que es cuando concluye el tiempo.
Escribió san Agustín: «¿Pues qué cosa es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, yo lo sé para entenderlo; pero si quiero esplicárselo á quien me lo pregunte, no lo sé para esplicarlo»
El místico cristiano sostiene en sus Confesiones que el pasado existe en la memoria, el futuro en la expectación y el presente dura tanto como lo que dura el sostenimiento de la atención. En ese punto uno se pregunta si alguna vez ha vivido el momento presente habiendo excluido de él la memoria y la expectación. Sí, hubo al menos una vez, pero en las ocasiones que recordé aquel instante éste se hizo parte del pasado, y lo supe cuando esa cumbre ya había quedado atrás.
En el gran poema gauchesco de José Hernández se presenta un contrapunto guitarreado entre un negro sagaz y Martín Fierro. Pregunta el negro :
«¿Cuándo formó Dios el tiempo/ Y por qué lo dividió?»
A lo que responde Martín Fierro:
«Moreno, voy a decir/ Sigún mi saber alcanza:/ El tiempo sólo es tardanza/ De lo que está por venir;/ No tuvo nunca principio/ Ni jamás acabará./ Porque el tiempo es una rueda,/ Y rueda es eternidá;/ Y si el hombre lo divide/ Sólo lo hace en mi sentir, / Por saber lo que ha vivido/ O le resta que vivir.»
Me remito a unos versos de quien, en mi entender, ha sido el más grande poeta argentino. Esto escribió Jorge Luis Borges :
«El hoy fugaz es leve y eterno/ otro cielo no esperes, ni otro infierno.»
fuente: DIARIO EL MUNDO - ESPAÑA, 30 DE DICIEMBRE DE 2009
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