domingo, 30 de diciembre de 2012

Falleció a los 103 años la Dra. Rita Levi-Montalcini. La científica italiana, premio Nobel de Medicina, soltera y feminista perpetua. Era Senadora Vitalicia de Italia desde 2001

Muere la científica italiana Rita Levi-Montalcini, premio Nobel en 1986

 

Una de los científicas más importantes de Italia, Rita Levi-Montalcini, quien fue la ganadora en conjunto del Premio Nobel de Medicina, murió en Roma a los 103 años.
Levi-Montalcini compartió el premio en 1986 con Stanley Cohen por su trabajo pionero sobre los factores de crecimiento nervioso.

 La investigación arrojó una nueva luz sobre el desarrollo y la supervivencia de las células humanas, lo que ayuda a mejorar el tratamiento de una variedad de condiciones, incluyendo cáncer y enfermedad de Alzheimer.


La científica italiana fue la persona de más edad que quedaba con vida de los galardonados con un Premio Nobel y fue nombrada senadora vitalicia en Italia en 2001.

fuente: http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2012/12/121230

 

 

 

 

 

Dra. Rita Levi-Mintalcini a

punto de cumplir 100 años.

 

 

"Cuando ya no pueda pensar, quiero que me ayuden a morir con dignidad"


El 22 de abril cumple 100 años Rita Levi-Montalcini. La científica italiana, premio Nobel de Medicina, soltera y feminista perpetua -"yo soy mi propio marido", dijo siempre- y senadora vitalicia produce todavía más fascinación cuando se la conoce de cerca. Apenas oye y ve con dificultad, pero no para: investiga, da conferencias, ayuda a los menos favorecidos, y conversa y recuerda con lucidez asombrosa.
Sobrada de carácter, deja ver su coquetería en las preciosas joyas que luce, un brazalete que hizo ella misma para su gemela Paola, el anillo de pedida de su madre, un espléndido broche también diseñado por ella. Desde sus ojos verdes vivísimos, Levi-Montalcini escruta a un reducido grupo de periodistas en la sede de su fundación romana, donde cada tarde impulsa programas de educación para las mujeres africanas.

"Decidí no casarme cuando era adolescente. Nunca habría obedecido a un hombre, como mi madre a mi padre"

Por las mañanas visita el European Brain Research Institute, el instituto que creó en Roma, y supervisa los experimentos de "un grupo de estupendas científicas jóvenes, todas mujeres", que siguen aprendiendo cosas sobre la molécula proteica llamada Factor de Crecimiento Nervioso (NGF), que ella descubrió en 1951 y que juega un papel esencial en la multiplicación de las células, y sobre el cerebro, su gran especialidad. "Son todas féminas, sí, y eso demuestra que el talento no tiene sexo. Mujeres y hombres tenemos idéntica capacidad mental", dice.

Con ella está, desde hace 40 años, su mano derecha, Giuseppina Tripodi, con quien acaba de publicar un libro de memorias, La clepsidra de una vida, síntesis de su apasionante historia: su nacimiento en Turín dentro de una familia de origen sefardí, la decisión precoz de estudiar y no casarse para no repetir el modelo de su madre, sometida al "dominio victoriano" del padre; el fascismo y las leyes raciales de Mussolini que le obligaron a huir a Bélgica y a dejar la universidad; sus años de trabajo como zoóloga en Misuri (Estados Unidos), el premio en Estocolmo -"ese asunto que me hizo feliz pero famosa"-, sus lecturas y sus amigos (Kafka, Calvino, el íntimo Primo Levi), hasta llegar al presente.

Sigue viviendo a fondo, come una sola vez al día y duerme tres horas. Su actitud científica y vital sigue siendo de izquierdas. Pura cuestión de raciocinio, explica, porque la culpa de las grandes desdichas de la humanidad la tiene el hemisferio derecho del cerebro. "Es la parte instintiva, la que sirvió para hacer bajar al australopithecus del árbol y salvarle la vida. La tenemos poco desarrollada y es la zona a la que apelan los dictadores para que las masas les sigan. Todas las tragedias se apoyan siempre en ese hemisferio que desconfía del diferente".

Laica y rigurosa, apoya sin rodeos el testamento biológico y la eutanasia. Y no teme a la muerte. "Es lo natural, llegará un día pero no matará lo que hice. Sólo acabará con mi cuerpo". Para su centenario, la profesora no quiere regalos, fiestas ni honores. Ese día dará una conferencia sobre el cerebro.

Pregunta. ¿Cómo es la vida a los cien años?
Respuesta. Estupenda. Sólo oigo con audífono y veo poco, pero el cerebro sigue funcionando. Mejor que nunca. Acumulas experiencias y aprendes a descartar lo que no sirve.
P. ¿Se arrepiente de no haber tenido hijos?
R. No. Era adolescente cuando decidí que nunca me casaría. Nunca habría obedecido a un hombre como mi madre obedecía a mi padre.
P. ¿Recuerda el momento en que decidió estudiar? ¿Qué dijo su padre?
R. Era el periodo victoriano. Mi padre era una persona de gran valor intelectual y moral, pero un victoriano. Desde niña estaba contra eso, porque veía a mi padre dominar todo, y decidí que no quería estar en un segundo plano como mi madre, a la que adoraba. Ella no mandaba. Dije a mi padre que no quería ser ni madre ni esposa, que quería ser científica y dedicarme a los otros, utilizar las poquísimas capacidades que tenía para ayudar a los que necesitaban. Que quería ser médica y ayudar a los que sufrían. Él me dijo: "No lo apruebo pero no puedo impedírtelo".
P. ¿Qué momentos de su vida han sido más emocionantes?
R. El descubrimiento que hice, que hoy es más importante que entonces. Cuando cada experimento confirmaba mi hipótesis, que iba completamente contra los dogmas de ese tiempo, viví momentos emocionantes. Quizás el más emocionante. Por el resto, el reconocimiento de Estocolmo me dio mucho placer, claro, pero fue menos emocionante.
P. Su tesis demostró que, de los dos hemisferios del cerebro, uno está menos desarrollado que el otro.
R. Sí, el cerebro límbico, el hemisferio derecho, no ha tenido un desarrollo somático ni funcional. Y, desgraciadamente, todavía hoy predomina sobre el otro. Todo lo que pasa en las grandes tragedias se debe al hecho de que este cerebro arcaico domina al de la verdadera razón. Por eso debemos estar alerta. Hoy puede ser el fin de la humanidad. En todas las grandes tragedias se camufla la inteligencia y el razonamiento con ese instinto de bajo nivel. Los regímenes totalitarios de Mussolini, Hitler y Stalin convencieron a las poblaciones con ese raciocinio, que es puro instinto y surge en el origen de la vida de los vertebrados, pero que no tiene que ver con el razonamiento. El peligro es que aquello que salvó al australopithecus cuando bajó del árbol siga predominando.
P. En cien años usted ha conocido esos totalitarismos. ¿Cómo se puede evitar que vuelvan?
R. Hay que comenzar en la infancia, con la educación. El comportamiento humano no es genético sino epigenético, el niño de dos o tres años asume el ambiente en el que vive, y también el odio por el diferente y todas esas cosas atroces que han pasado y que pasan todavía.
P. ¿Qué aprendió de sus padres? ¿Qué valores le transmitieron?
R. Lo más importante era comportarse de una manera razonable, saber lo que vale de verdad. Tener un comportamiento riguroso y bueno, pero sin la idea del premio o el castigo. No existía la idea del cielo y el infierno. Éramos religiosos, pero la actitud ante la vida no tenía que ver con la religión. Existía el sentido del deber, pero sin compensación post mortem. Debíamos comportarnos bien, eso era una obligación. Entonces no se hablaba de genética, pero era ese espíritu. Sin premio ni miedo.
P. Su origen es sefardí. ¿Hablaban español en casa?
R. No, nunca tuvimos mucha relación con esa lengua. Sabíamos que veníamos de la parte sefardí y no de la askenazi, pero no se hablaba de ello, no nos importaba mucho ser de una u otra. Spinoza me hacía feliz, era un gran referente cultural, y todo lo que sabíamos procedía de los grandes pensadores hebreos, pero no había un sentido de orgullo, de ser mejores, nunca pensamos así.
P. ¿Basta un siglo para comprender a Italia?
R. Es un país maravilloso, por el clima, por la historia del Renacimiento, y por sus enormes contribuciones, su historia formidable de capacidad y descubrimientos. Me sentí siempre judía e italiana, las dos cosas al 100%. No veía dificultad en eso.
P. ¿Cómo ve a Italia hoy?
R. Tiene un fortísimo capital humano, capacidad innovadora y de convivencia, orgullo del pasado, y no se siente demasiado afectada por las cosas negativas, como la mafia. Siempre sentí que era un país del que era una suerte formar parte y haber nacido. Ser italianos era parte de nosotros, nadie nos preguntaba si éramos italianos o no. También era una suerte ser judía. No conocí la Biblia, no tuve una educación religiosa, y me reflejaba en el capital artístico y moral italiano y judío. No pertenecí a una pequeña minoría perseguida, sabía que eso ocurría, pero no me sentía parte de ello. Desde niña me sentía igual que los demás. Cuando me preguntaban "¿cuál es tu religión?", contestaba: "Yo, librepensadora", y nadie sabía qué era eso. Y tu padre qué es: ingeniero.
P. ¿Cómo vivió el fascismo?
R. No siento rencor personal. Sin las leyes raciales, que determinaron que los judíos éramos una raza inferior, no hubiera tenido que recluirme en mi habitación para trabajar, en Turín y luego en Asti. Pero nunca me sentí inferior.
P. ¿Así que no sintió miedo?
R. Miedo, no; desprecio y odio sí, netamente por Mussolini. A mi profesor Giuseppe Levi lo seguí paso a paso y era feliz por lo que él valientemente osaba hacer y decir. Nunca sentí la persecución porque mis compañeros de universidad católicos me consideraban igual. Y no tuve sensación de peligro. Cuando empezaron las persecuciones, eran tan inmundas las cosas que se decían que no me daba por aludida. Estaba ya licenciada en 1936, había estudiado con Renato Dulbecco, católico, y Salvatore Luria, judío, y no tenía sensación de ser distinta.
P. ¿Cree que hay peligro de que vuelva el fascismo?
R. Sí, en los momentos críticos prevalece más la componente instintiva del cerebro, que se camufla de raciocinio y anima a los jóvenes a razonar como si fueran parte de una raza superior.
P. ¿Ha seguido la polémica sobre el Papa, los preservativos y el sida?
R. No comparto lo que ha dicho.
P. ¿Y qué piensa del poder que tiene la Iglesia? ¿Es demasiado?
R. Sí. Fui la primera mujer admitida en la Academia Pontificia y tuve una buena relación con Pablo VI y con Wojtyla, también con Ratzinger, aunque menos profunda que con Pablo VI, al que estimaba mucho. No la tuve en cambio con aquel considerado el Papa Bueno, Roncalli (Juan XXIII), que para mí no era bueno, porque era muy amigo de Mussolini y cuando comenzaron las leyes antifascistas dijo que había hecho un gran bien a Italia.
P. ¿Ha cambiado mucho su pensamiento a lo largo de la vida?
R. Poco, poco. Siempre pensé que la mujer estaba destruida porque el hombre imponía su poder por la fuerza física y no por la mental. Y con la fuerza física puedes ser maletero, pero no un genio. Lo pienso todavía.
P. ¿Le importó alguna vez la gloria?
R. Para mí, la medicina era la forma de ayudar a los que no tenían la suerte de vivir en una familia de alto nivel cultural como la mía. Esa línea recta no ha cambiado. La actividad científica y la social son la misma cosa. La ayuda a las mujeres africanas y la medicina son lo mismo.
P. ¿El cerebro sigue siendo un misterio?
R. No. Ahora es mucho menos misterioso. El desarrollo de la ciencia es formidable, sabemos cómo funciona desde el lado científico y tecnológico. Su estudio ya no es un privilegio de los expertos en anatomía, fisiología o comportamiento. Los anatomistas no han hecho gran cosa, quitando algunos. Ahora ya no hay barreras. Físicos, matemáticos, informáticos, bioquímicos y biomoleculares, todos aportan cosas nuevas. Y eso abre posibilidades a nuevos descubrimientos cada día. Yo misma, a los 100 años, sigo haciendo descubrimientos que creo importantes sobre el funcionamiento del factor que descubrí hace más de 50 años.
P. ¿Hará fiesta de cumpleaños?
R. No, me gustaría ser olvidada, ésa es mi esperanza. No hay culpa ni mérito en cumplir 100 años. Puedo decir que la vista y el oído han caído, pero el cerebro no. Tengo una capacidad mental quizá superior a la de los 20 años. No ha decaído la capacidad de pensar ni de vivir...
P. Díganos el secreto.
R. La única forma es seguir pensando, desinteresarse de uno mismo y ser indiferente a la muerte, porque la muerte no nos golpea a nosotros sino a nuestro cuerpo, y los mensajes que uno deja persisten. Cuando muera, solo morirá mi pequeñísimo cuerpo.
P. ¿Está preparada?
R. No hace falta. Morir es lógico.
P. ¿Cuánto desearía vivir?
R. El tiempo que funcione el cerebro. Cuando por factores químicos pierda la capacidad de pensar, dejaré dicho en mi testamento biológico que quiero ser ayudada a dejar mi vida con dignidad. Puede pasar mañana o pasado mañana. Eso no es importante. Lo importante es vivir con serenidad, y pensar siempre con el hemisferio izquierdo, no con el derecho. Porque ése lleva a la Shoah, a la tragedia y a la miseria. Y puede suponer la extinción de la especie humana.


Esta entrevista pertenece al suplemento 
Domingo del 19 de abril de 2009
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2009/04/18/actualidad/
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wikipedia:
 

Rita Levi-Montalcini (Turín, 22 de abril de 1909 - Roma, 30 de diciembre de 2012) era una neuróloga y política italiana. Obtuvo la licenciatura en Medicina doctorándose en Neurocirugía. Al término de la Segunda Guerra Mundial emigró a Estados Unidos donde trabajó en el laboratorio Viktor Hamburger del Instituto de Zoología de la Universidad Washington en San Luis.
Sus trabajos, conjuntos con Stanley Cohen, sirvieron para descubrir que las células sólo comienzan a reproducirse cuando reciben la orden de hacerlo, orden que es trasmitida por unas sustancias llamadas factores de crecimiento.
Obtuvo el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en el año 1986 que compartió con Cohen.
Fue senadora vitalicia, designada por el presidente italiano Carlo Azeglio Ciampi.

Índice

Biografía

Nacida en Turín, fue la menor (junto con su hermana melliza Paola) de cuatro hijos de una familia sefardí. Su padre, Adamo Levi, bien dotado para las matemáticas, era de profesión ingeniero eléctrico y su madre, Adele Montalcini, una pintora con gran talento. Trabajó en una panadería para costearse los estudios hasta 1929, a pesar de su alergia a la levadura. Haciendo caso omiso a las exigencias paternas de no estudiar, para ser buena madre y esposa, en 1930 Levi-Montalcini se matriculó en la Facultad de Medicina de Turín. Se licenció con los máximos honores en 1936. Trabajó como ayudante del famoso histólogo italiano Giuseppe Levi hasta que en 1938 Benito Mussolini publicó el Manifesto per la Difesa della Razza que le prohibía a toda persona judía acceder a alguna carrera académica o profesional. Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, montó un laboratorio en el dormitorio de su propio hogar, donde estudiaba el crecimiento de las fibras nerviosas en embriones de pollo, lo que le sirvió como base para futuras investigaciones. En 1943 su familia se trasladó a Florencia, y con ella se llevó su laboratorio. En 1945 volvieron a Turín.
En septiembre de 1946 aceptó una invitación de la Universidad Washington en San Luis, bajo la supervisión del profesor Viktor Hamburger. Aunque en un principio la estancia debía de ser por un solo semestre, se quedó 30 años. Fue aquí donde hizo su trabajo de mayor importancia, sobre el factor de crecimiento nervioso (nerve growth factor, o NGF), por el que en un futuro recibió junto a Stanley Cohen el premio Nóbel de Medicina. Se hizo profesora en 1958 y en 1962 estableció una unidad de investigación en Roma teniendo así que dividir su tiempo entre Roma y Saint Louis.
De 1961 a 1969 dirigió el Centro de Investigación Neurobiológica de Roma y de 1969 hasta 1978 el laboratorio de biología celular.
El 16 de octubre de 1999, Rita Levi Montalcini fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
En el año 2000 muere su hermana gemela, la artista Paola Levi-Montalcini.
El 1 de agosto de 2001, Carlo Azeglio Ciampi, entonces presidente de la república italiana, la designó senadora vitalicia.
Murió en su casa de Roma, el 30 de diciembre de 2012 a los 103 años de edad.2

Premios y honores

En 1968 fue la décima mujer elegida para la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
En 1983 fue premiada con el premio Louisa Gross Horwitz de la Universidad de Columbia junto a Stanley Cohen y Viktor Hamburger.
En 1986 recibió junto a su colaborador Stanley Cohen el premio Nóbel de fisiología y medicina.
En 1987 recibió la Medalla Nacional de la Ciencia, el máximo reconocimiento de la comunidad científica estadounidense.
En el año 2001 fue designada senadora vitalicia por el presidente de la república italiana Carlo Azeglio Ciampi.
En 2006 fue investida doctora "honoris causa" en ingeniería biomédica por la Universidad Politécnica de Turín, en su ciudad natal.
El 23 de octubre de 2008 fue investida doctora "honoris causa" por la Universidad Complutense de Madrid.
El 23 de febrero de 2011 fue investida doctora "honoris causa" por la Universidad McGill.

Bibliografía

Referencias

  1. Aloe, Luigi (2004), «Rita Levi-Montalcini: the discovery of nerve growth factor and modern neurobiology.», Trends Cell Biol. 14 (7): 395–9, julio de 2004, doi:10.1016/j.tcb.2004.05.011, PMID 15246433
  2. «La Nobel de Medicina Rita Levi-Montalcini muere a los 103 años». EMOL (30 de diciembre de 2012). Consultado el 30 de diciembre de 2012.

Enlaces externos


LA MADRE DE TODOS LOS VIVIENTES, del conocido escritor David Slodky, salteño y argentino.



LA MADRE DE TODOS LOS VIVIENTES


“Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva; por cuanto ella era madre de todos los vivientes.

“Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas 
de pieles, y vistiólos.

“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno
 de Nos sabiendo el bien y el mal: ahora pues, porque no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, 
y coma, y viva para siempre:

“Y sacólo Jehová del huerto de Edén, para que labrase la tierra de la que fue tomado.

“Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de  Edén querubines y una espada encendida que 
se revolvía a todos lados, para guardar el camino 
del árbol de la vida.” (Génesis, Cap. 3, vs. 20-24).





Al día siguiente de ser arrojados, vestidos con las túnicas de piel que Jehová Dios les proporcionara, Adán y Eva amanecen su primera jornada al Este del Paraíso.

Adán está trabajando la tierra, mientras solloza quedamente. Eva, con su mirada perdida hacia occidente,lo escucha en silencio.

-Heme aquí, procurando el sustento con el sudor de
mi frente, cuando hasta ayer bastaba que alargara 
mi brazo para coger de los árboles las delicias frutales con que Jehová Dios nos obsequiara. Ya no podremos bañarnos en las cristalinas aguas del Pisón, ni en los torrentes del Gihón, ni retozaremos como ciervos gozosos y ociosos entre el Hiddekel y el Eufrates. No hay ya piedra cornalina ni bdelio para agasajar nuestros sentidos; sólo espinas y cardos lastiman mis manos. Con dolor comeremos de la tierra todos los días de nuestra vida y sabemos ya que hemos de morir, pues de polvo fuimos hechos y al polvo volveremos. Pero a ti, que me tentaste a comer de donde no debía, a ti, maldita seas, hueso de mis huesos y carne de mi carne, Jehová Dios tiene aún  reservados sufrimientos privativos: se multiplicarán tus dolores y tus preñeces, con dolor parirás nuestros hijos, serás pronta a mi deseo, y yo me enseñoraré sobre ti. Pero no compensa eso mi aflicción. Homo y humus éramos, hombre y hembra éramos, criatura y Creador éramos,  en armonía plena de antemano, sin la angustia de la duda, sin el temor de tomar la decisión equivocada, sin conocer siquiera el cansancio y el dolor que producen el esfuerzo. Todo nos era dado, y por ti todo lo perdimos. ¡Anda! ¡Comencemos nuestra jornada! ¡Ve a buscar agua para nuestro huerto!

Eva lo mira entrecerrando los ojos. Un gesto ensombrece el bello rostro.

-Perdóname, oh señor mío. Pronta estaré a tu deseo, compensaré con mis mieles tus desdichas. Mírame: soy codiciable, pero no tendrás que vivir el infortunio de los celos. Mi saliva tibia te hará olvidar las cristalinas aguas del Pisón; cuando al conocerme tú, entres a mí según la costumbre que  inauguraremos en la tierra, cuando yo te muerda en éxtasis y acelere tu llegada a lo más hondo de mí, los torrentes del Gihón parecerán las quietas aguas de un lago al lado del otro torrente que navegaremos hasta quebrarnos juntos, y llegar al dulce sosiego luego. No retozarás entre el Hiddekel y el Eufrates, pero lo harás gozosamente entre mis piernas y mis pechos, entre mi lengua y mi garganta, entre mis grietas y mis montes, y conoceremos otro Edén más magnífico que el que Él nos ofreció.

Así habló Eva, y su rostro tembló y la punta de sus pechos turgieron la túnica con que Jehová Dios la recubriera.

Adán la mira. Siente ebullecer su sangre de una manera que nunca antes. Presto está a sumergirse con ella en el torrente prometido, cuando el recuerdo de lo perdido vuelve a aquejarlo.

-Ya me tentaste una vez, varona, y caí. ¿Me estás tentando de nuevo, para perder ya qué? Nada me queda por delante, salvo llanto, esfuerzo y añoranza de lo perdido.

Eva lo mira ahora con ternura.

-Varón mío, soy hueso de tus huesos y carne de tu carne. Sólo uniéndote a mí te realizarás plenamente, liberándote del vínculo primordial que te liga a la madre tierra de la que fuiste hecho. No te equivoques, como seguramente muchos se equivocarán  en el devenir de los tiempos al juzgar nuestra conducta: no caímos, sino que fuimos salvos. ¿Acaso no fue dicho “dejará el hombre a su padre y a su madre, y allegarse ha a su mujer, y serán una sola carne”? ¿Quién es tu padre, sino Jehová Dios? ¿Quién es tu madre, sino la tierra de la que Te Hizo? ¿Quién es tu mujer, sino yo? Pues has dejado la tierra donde te hicieron y has dejado a Jehová Dios que te hizo, cumpliendo así lo que Él estableció, aunque luego Él Se Enojare, evidenciando su Poca Consistencia. Sólo falta que te allegues a mí. Piénsalo un momento: nos hizo a Su imagen y Semejanza, y por eso mismo, para ser a Su Imagen y Semejanza, comimos del árbol de la Ciencia, y desde entonces somos como dioses, sabiendo el bien y el mal. Y si nos sacó de Edén fue para que no alargáramos nuestra mano y tomáramos también del árbol de la vida y vivamos para siempre, pues entonces no seríamos como dioses, sino que seríamos dioses.

Adán frunce ahora el entrecejo.

-Tienes el verbo fácil, Eva, pero me confundes. ¿Has tomado acaso la astucia de la serpiente? Me dices que somos como dioses, pero no somos dioses. ¡Qué somos, entonces!

-Somos humanos, Adán, humanos. Varón y varona, hombre y mujer. Somos como dioses, pero no somos dioses. No estamos terminados. De cada cosa que hizo Jehová Dios, vio y dijo que era bueno. Pero no lo dijo de nosotros. Porque no somos bueno ni malo. Estamos abiertos. No nos está todo dado, habremos de conquistar o de perder nuestro albedrío y libertad, lograremos o derrocharemos nuestra capacidad de decidir por nosotros mismos, sin tutelas. Nos liberaremos con miedo de ataduras o nos ataremos creyendo estar así más seguros. Sí, nos espera la duda y el error, la angustia y la esperanza, el logro y el fracaso, lo sublime y lo bastardo, lo ubérrimo anhelado, y lo siniestro abominado. Lo humano, Adán, todo lo humano. ¡El destino incierto que habremos de forjar! Seremos lo que seamos capaces de hacer con lo que Jehová Dios hizo de nosotros. ¡Nos espera una expectativa ávida, dudosa, precaria, fortuita; vinimos de la nada y hacia la nada vamos, hacia lo que no sabemos todavía qué será, hacia lo  que no sabemos que habremos de conquistar… o de perder!

Adán la mira, ahora estupefacto.

Y Adán y Eva se acercaron entonces el uno al otro, como si un imán los atrajera, descorrieron las túnicas con las que Jehová Dios cubriera sus jóvenes cuerpos y celebraron su nacimiento humano, sumergiéndose en saliva tibia, en grietas y protuberancias, en semen mítico y semítico entre piernas y pechos sudados, lenguas gozosas, gargantas cobijantes,  montañas erguidas, montes enmarañados  excitantes y excitados,  encajes rítmicos, jadeantes, jubilosos. “Mi lu, mi luar, mi mito, mi lubisita nimia, mi lubísnea, mi golocidalobe…” musita Adán, alucinado, y no sabe de dónde le nacen esas expresiones que pronuncia como un rezo.  

Una inútil espada flamígera se revuelve a todos lados,   guardando tontamente -junto a innecesarios querubines- una entrada que Adán y Eva jamás intentarán trasponer. Jehová Dios los mira, pensativo.

fuente: recibido directamente del Autor, al que agradezco y felicito por su labor literaria-cultural en las provincias del Noroeste argentino, especialmente Salta.


Venezuela: Américo Gollo Chávez nos trae " EN AQUEL TIEMPO Y EN ESTE"



EN AQUEL TIEMPO Y EN ESTE.

        
Américo Gollo Chávez.


A mi sobrina Carol, aventada de estas tierras y que en la dura España lucha por realizar los sueños que aquí imposible hicieron. Y a quienes se van tras la esperanza de lo bueno y bello. 


            En aquel tiempo dispuso el Faraón que  las parteras  Sifra y  Fùa   garantizasen que cada niño parido de hebreas fuera muerto  al nacer y que dejasen vivir a las niñas, según fuese el caso. Por estas  cosas del amor, las parteras  desobedecieron las órdenes y ante la pregunta del porqué no ejecutaron  su mandato, respondieron que las mujeres hebreas eran más fuertes y parían  antes de que llegasen ellas.  Ocurría  entonces que el pueblo hebreo se multiplicaba  de varones y temeroso de lo posible el Faraón amplió su orden,  de modo que todo niño nacido de hebreas fuese  echado al río,  las niñas permanecerían con vida.  Las razones del Faraón para exterminar a los varones eran sencillas,  claras, si los varones hebreos crecieran y multiplicasen sus bienes y rebaños,  crecería con sus obras su poder y, por tanto,   mañana podrían levantarse con fuerza y buenas razones ante las inmensas, crueles, bárbaras injusticias, vejámenes, trabajos forzados,  que recibían y, lo que era también obvio,  disminuía el poder del Faraón,   mientras las  mujeres  podrían seguir prestando  los servicios que la cultura  egipcia les imponía hacer.  Ruego al lector me perdone la audacia, creo que ahí, en ese detalle, empezó la historia hebrea de cuanto han hecho con su trabajo, su capacidad y sabiduría y sus luchas por preservarse y crecer y todo cuanto ha sido por ellos hecho y  contra ellos se ha  hecho. Cosas propias  de las cosas del poder.

            Pero, volvamos a Egipto. La historia no termina allí. Cada madre, quién puede dudarlo, trata de proteger a su hijo  con mayor celo según sean las amenazas que pesan sobre él, así fue ayer, así es hoy y así será  por siempre, hasta donde posible fuera si con ello garantiza su existencia. Fue así entonces como la mamá de uno de ellos, Jacabed, al no poder mantener oculto a su hijo decidió construirle un  botecito, como una cesta cuidadosamente tratada  y ponerlo  en algún remanso del Nilo,  con la esperanza de que  la hija del Faraón,  de quien sabía que se bañaba en ese lugar, se enterase y pudiese  tomar el niño para sí y criarlo.  Pensaba que la Princesa, mujer y la esencia de la mujer, su instinto natural  es ser madre,  digo mejor mamá, creo que así se  pensaba ayer, como hoy, pues sí,  ella tendría esa cualidad, el instinto de ser mamá y así podría asumirlo.   Por esos recovecos bíblicos  que nadie  como yo puede descifrar,  muy cercana a la Princesa había una hermana, no tengo la certeza, de la mama de Moisés, o del propio Moisés (¿?) quien ejercía decisiva influencia sobre su “ama”  y logró persuadir a la Princesa y fue así como  además de salvar  al niño de la segura muerte en las aguas del Nilo,  se las arregló para que la hebrea  Jacabed no solo fuese  su cuidadora, sino mucho más,   amamantarlo y cuidarlo hasta crecer.  Y así se hizo.

            El lector tendrá posibilidades de ver  con cuidado El Éxodo,  pero sea cualquiera la bella leyenda en torno a Moisés,  quien será luego el más grande de todos los grandes Judíos, su legislador, su conductor, en fin, no se si sea exagerado afirmar que si Abraham es y seguirá siendo el gran patriarca,  Moisés es y será el gran conductor, el gran líder… de los judíos todos y, no se por qué de nosotros también, como el gran símbolo del liderazgo creador, brillante, superior, justo, sabio,  en fin Moisés,  salvado de las aguas, el Salvador del pueblo hebreo, su Libertador, pero quizá no sea eso lo que  deseo tratar sino  algo más distinto,  tal vez menos glorioso, pero denso y profundo en lo humano, tal fue el inmenso sacrificio, el inmenso  dolor que hubo de padecer la madre al  deprenderse de su hijo, aun sin nombre, a  consciencia  de que ese acto era menos   fatídico   que  la muerte segura por las aguas del Nilo, y fue así como optó  por  el  azar con la fe de que era probable  el milagro de ser rescatado de esas aguas y con esa esperanza, la mas alta, la fe en la vida, en su Dios,   construyó su botecito y  Dios la contempló y vio que era bueno lo que Jacabed hizo e hizo de Moisés el salvador, libertador de su pueblo y así fue según fue su  voluntad y decisión de Dios.

            La historia de la llegada de los hebreos a Egipto y cuanto allí hicieron hasta su salida, bajo el liderazgo de Moisés, es un complejo problema siempre abierto,  pero  que no deja lugar a dudas sobre las relaciones de poder que  allí tuvieron lugar, de manera inequívoca quedaron bien detalladas en  Éxodo 1.  Como tampoco deja lugar a dudas el reconocimiento egipcio  a los hijos de Israel  “pueblo es más numeroso y poderoso que nosotros” y, obvio es, nadie se hace poderoso  sin el trabajo, la constancia, su dedicación,  la corresponsabilidad,  el cultivo de la ciencia, de la técnica  tal como diríamos hoy.  Y más que ello, la solidaridad que surge de principios y metas claros que, para el caso de este pueblo,  adquirirían sus formas más perfectas  con la asunción y respeto y acatamiento a  La Ley y que de manera  más sencilla se resumieron en los Diez Mandamientos.  Y en este modo de adelantar su historia la esencia misma de esta conducta es alcanzar  la libertad y esta es inalcanzable si no se lucha por lograrla, si no se lucha por mantenerla.  Así fue y así será!

            Pues bien, la situación hoy de mi país, si algo de él me queda, de esta tierra llena de todo cuanto requería para hacerla el más apto, lucido, lúdico, bello, bueno  y perfecto paraíso, con los frutos todos que saborear se pueda,  con sabios inmensos para transitar todos los caminos, uno de ellos, Andrés Bello, el Moisés de nuestra lengua,  otro inmenso con algo de Moisés, Libertador también, Bolívar, anduvieron con muchísimos otros  buscando la libertad para la gente de esta tierra, para los que aquí nacimos y de afuera vinieran cohabitar pudiéramos libres, buscar la verdad, hacerla crecer y multiplicar y el bien verdad fuera, hechos fueran, tuvimos de pronto, como si el destino de algunos dioses inventaran  lo que nunca antes en ninguna parte de la tierra hubo, que nos invadieran y que los invasores se recibieran en sana paz y bajo toda obediencia y alegría  y, finalmente, felices fuésemos de  ser esclavos de ellos.   Y llegaron y habrá que escribir una historia extraña que jamás se ha escrito, que  los venezolanos  hagamos nuestro propio Éxodo, une éxodo invertido, huimos de nosotros mismos, nos vamos de  cuanto nuestro es o era y les dejamos todo a los invasores que estarán a sus anchas  hasta que nada quede.

            Nadie podrá lograr deshacer el misterio. No llegaron  como al Egipto de aquella era seres que sabían cultivar, que criaban y cuidaban sus rebaños, que hiciesen extremos sacrificios pada lograr se les diera el espacio y garantías de actuar, de trabajar, de reunirse, multiplicarse, crecer,  y pagaban muy bien por estar ahí, No, de esos no vinieron.  Los que aquí llegaron ni siquiera vinieron, los invocamos, los llamamos, los trajimos, los invitamos a que llegaran  e hicieran cuanto a ellos en gana les viniera.  Eran  y son grandes maestros de la destrucción, acabada su tierra, nos llegaron para acabar la nuestra con el aplauso nuestro. De Cuba vinieron, trajeron los hábitos de los hunos perversos, pero no  trajeron ni una de sus  obras buenas. Sus únicos éxitos  son los que surgen de la prostitución, el gigoló, la promiscuidad, la mentira, la trampa, la manipulación, el culto idolátrico al Supremo.  Arrancaron las extremidades  a tantos  de los nuestros como aquellos hunos hicieron con sus enemigos;   pero cuanto ellos han hecho es muy peor, esquilmaron, mutilaron, desterraron de las almas de muchos de los nuestros lo que durante siglos se llevaba por dentro, el amor a la libertad y así hechos, fueron convertidos en otros seres distintos a lo que ellos ayer  fueron, se convirtieron en esclavos  y felices se hicieron y felices son  de estar así muertos.   La esclavitud perfecta es la sumisión en el más hondo de todos los silencios. Y la muerte absoluta es el olvido de todo cuanto bueno se ha hecho.           

            En estas circunstancias  muchos de los nuestros se han ido.  Prefiero la libertad  de que mis hijos allá lejos laven platos,  si con ello libres están para hablar, soñar, querer. Prefiero la libertad de estar lejos para  buscar la posibilidad de lograr cuanto aquí  me es negado alcanzar.  Prefiero la posibilidad de caminar las calles  aun bajo las miradas de quienes me desprecian, pero con la posibilidad de llegar vivo al lugar donde me hospedo.  Así dicen otros, conscientes de que ser extranjero es la tragedia de ser extraño, ajeno al mundo y de no tener nada que en el fondo sea nuestro. Uno se hace ajeno de sí  mismo pues la consciencia de sí  mismo es saber qué  se es, qué  se tiene y que puedo hacer libre de miedos. Aun si se es propietario de su propio inmueble,  el propio inmueble gritará eres extranjero.  Sea esa una más de las lecciones del pueblo hebreo, que aun  conscientes del poder que puedan alcanzar en la diáspora, que aun conscientes de ser necesarios mas que útiles, empero guardan consigo  como su mas bella y trascendente meta, alcanzar la paz en la identidad de su tierra, en esa que desde Abraham buscan con celo.

            Mas ahora  se nos ha multiplicado el miedo.  A la desesperanza se le hicieron sin fondos sus fronteras, ya no hay esperanzas. Y por doquiera empiezan  a aparecer las Jacabed. Con todas las angustias y todas las esperanzas lanzan a sus hijos al Nilo. Mas este mundo de hoy es mas  riesgoso, mas voraz, mas vil, mas cruel, mas inhumano que el de todos los tiempos que no fueron buenos. Ya no se trata  de varones que  bajo las aberraciones del Faraón habían de ser muertos  para garantizarse su permanencia sin riesgo alguno en el poder,  porque acá, bajo nuestro propio jeque funesto (los faraones a pesar de sus yerros hicieron Pirámides y más hicieron, creían  en la grandeza de  Egipto)  las damas, las hijas, las niñas corren mayores peligros  de cuanto nunca antes fueron y se  vieron.  La Juez Alfiuni, valga ese  ejemplo, violada por sus propios custodios, las niñas cuyo destino, en  el menos trágico de los casos es ser novicias de esa religión sin dios que llaman socialismo y bendecir y postrarse al Ídolo. Las jóvenes profesionales imposibilitadas de ejercer sus oficios  si no se suman al coro de Gorgonas que desde el CNE, la defensoría del Pueblo, La fiscalía,  el TSJ,  inmolan su existencia ante su césar y al servicio de sus mandatos se entregan  sumisas,  obedientes…pero, siempre dispuestas a cumplir la voluntad de su señor y satisfacer a plenitud sus exigencias. 

            Así entonces el dolor de la ausencia  y de los riesgos de ese viaje que empieza en ese Nilo de hoy mas tenebroso que  el que ayer era  se trueca en esperanza y las Jacabed  sueltan a sus hijos, a sus hijas, al rio de tempestades pleno,  con la ilusión de que cuanto se llevan de avío  alcance para el viaje, que timoneles sean de su propio barquito y conscientes del viaje arriben a su anhelado puerto  y  en  esa tierra nueva puedan alcanzar  sus propias metas.  Siempre con la esperanza, la ilusión también, de que  disponga Dios de una princesa o de un príncipe buenos que ayuden  y la mano dispuesta se abra y en guías honorables se conviertan. Y si algún Mefistófeles  con su sabiduría impone sus apuestas,  que sea el alma del doctor Fausto  la que al final del viaje prevalezca.

fuente: recibido directamente del Autor, al que felicito y agradezco.