EN AQUEL TIEMPO Y EN ESTE.
Américo
Gollo Chávez.
A mi sobrina Carol, aventada de estas tierras y que en
la dura España lucha por realizar los sueños que aquí imposible hicieron. Y a
quienes se van tras la esperanza de lo bueno y bello.
En aquel tiempo dispuso el Faraón
que las parteras Sifra y
Fùa garantizasen que cada niño parido de hebreas
fuera muerto al nacer y que dejasen
vivir a las niñas, según fuese el caso. Por estas cosas del amor, las parteras desobedecieron las órdenes y ante la pregunta
del porqué no ejecutaron su mandato, respondieron
que las mujeres hebreas eran más fuertes y parían antes de que llegasen ellas. Ocurría entonces que el pueblo hebreo se multiplicaba de varones y temeroso de lo posible el Faraón
amplió su orden, de modo que todo niño
nacido de hebreas fuese echado al río, las niñas permanecerían con vida. Las razones del Faraón para exterminar a los varones
eran sencillas, claras, si los varones
hebreos crecieran y multiplicasen sus bienes y rebaños, crecería con sus obras su poder y, por
tanto, mañana podrían levantarse con fuerza y buenas razones
ante las inmensas, crueles, bárbaras injusticias, vejámenes, trabajos
forzados, que recibían y, lo que era
también obvio, disminuía el poder del
Faraón, mientras las mujeres
podrían seguir prestando los
servicios que la cultura egipcia les
imponía hacer. Ruego al lector me perdone
la audacia, creo que ahí, en ese detalle, empezó la historia hebrea de cuanto
han hecho con su trabajo, su capacidad y sabiduría y sus luchas por preservarse
y crecer y todo cuanto ha sido por ellos hecho y contra ellos se ha hecho. Cosas propias de las cosas del poder.
Pero, volvamos a Egipto. La historia
no termina allí. Cada madre, quién puede dudarlo, trata de proteger a su hijo con mayor celo según sean las amenazas que
pesan sobre él, así fue ayer, así es hoy y así será por siempre, hasta donde posible fuera si con
ello garantiza su existencia. Fue así entonces como la mamá de uno de ellos,
Jacabed, al no poder mantener oculto a su hijo decidió construirle un botecito, como una cesta cuidadosamente
tratada y ponerlo en algún remanso del Nilo, con la esperanza de que la hija del Faraón, de quien sabía que se bañaba en ese lugar, se
enterase y pudiese tomar el niño para sí
y criarlo. Pensaba que la Princesa,
mujer y la esencia de la mujer, su instinto natural es ser madre, digo mejor mamá, creo que así se pensaba ayer, como hoy, pues sí, ella tendría esa cualidad, el instinto de ser
mamá y así podría asumirlo. Por esos recovecos bíblicos que nadie
como yo puede descifrar, muy
cercana a la Princesa había una hermana, no tengo la certeza, de la mama de Moisés,
o del propio Moisés (¿?) quien ejercía decisiva influencia sobre su “ama” y logró persuadir a la Princesa y fue así
como además de salvar al niño de la segura muerte en las aguas del
Nilo, se las arregló para que la
hebrea Jacabed no solo fuese su cuidadora, sino mucho más, amamantarlo y cuidarlo hasta crecer. Y así se hizo.
El lector tendrá posibilidades de
ver con cuidado El Éxodo, pero sea cualquiera la bella leyenda en torno
a Moisés, quien será luego el más grande
de todos los grandes Judíos, su legislador, su conductor, en fin, no se si sea
exagerado afirmar que si Abraham es y seguirá siendo el gran patriarca, Moisés es y será el gran conductor, el gran
líder… de los judíos todos y, no se por qué de nosotros también, como el gran
símbolo del liderazgo creador, brillante, superior, justo, sabio, en fin Moisés, salvado de las aguas, el Salvador del pueblo
hebreo, su Libertador, pero quizá no sea eso lo que deseo tratar sino algo más distinto, tal vez menos glorioso, pero denso y profundo
en lo humano, tal fue el inmenso sacrificio, el inmenso dolor que hubo de padecer la madre al deprenderse de su hijo, aun sin nombre, a consciencia de que ese acto era menos fatídico que la
muerte segura por las aguas del Nilo, y fue así como optó por el azar con la fe de que era probable el milagro de ser rescatado de esas aguas y
con esa esperanza, la mas alta, la fe en la vida, en su Dios, construyó su botecito y Dios la contempló y vio que era bueno lo que Jacabed hizo e hizo de Moisés el salvador, libertador de su pueblo y
así fue según fue su voluntad y decisión
de Dios.
La historia de la llegada de los
hebreos a Egipto y cuanto allí hicieron hasta su salida, bajo el liderazgo de
Moisés, es un complejo problema siempre abierto, pero
que no deja lugar a dudas sobre las relaciones de poder que allí tuvieron lugar, de manera inequívoca quedaron
bien detalladas en Éxodo 1. Como tampoco deja lugar a dudas el
reconocimiento egipcio a los hijos de
Israel “pueblo es más numeroso y
poderoso que nosotros” y, obvio es, nadie se hace poderoso sin el trabajo, la constancia, su dedicación, la corresponsabilidad, el cultivo de la ciencia, de la técnica tal como diríamos hoy. Y más que ello, la solidaridad que surge de
principios y metas claros que, para el caso de este pueblo, adquirirían sus formas más perfectas con la asunción y respeto y acatamiento a La Ley y que de manera más sencilla se resumieron en los Diez
Mandamientos. Y en este modo de
adelantar su historia la esencia misma de esta conducta es alcanzar la libertad y esta es inalcanzable si no se
lucha por lograrla, si no se lucha por mantenerla. Así fue y así será!
Pues bien, la situación hoy de mi
país, si algo de él me queda, de esta tierra llena de todo cuanto requería para
hacerla el más apto, lucido, lúdico, bello, bueno y perfecto paraíso, con los frutos todos que
saborear se pueda, con sabios inmensos
para transitar todos los caminos, uno de ellos, Andrés Bello, el Moisés de
nuestra lengua, otro inmenso con algo de
Moisés, Libertador también, Bolívar, anduvieron con muchísimos otros buscando la libertad para la gente de esta tierra,
para los que aquí nacimos y de afuera vinieran cohabitar pudiéramos libres,
buscar la verdad, hacerla crecer y multiplicar y el bien verdad fuera, hechos
fueran, tuvimos de pronto, como si el destino de algunos dioses inventaran lo que nunca antes en ninguna parte de la
tierra hubo, que nos invadieran y que los invasores se recibieran en sana paz y
bajo toda obediencia y alegría y,
finalmente, felices fuésemos de ser
esclavos de ellos. Y llegaron y habrá
que escribir una historia extraña que jamás se ha escrito, que los venezolanos hagamos nuestro propio Éxodo, une éxodo
invertido, huimos de nosotros mismos, nos vamos de cuanto nuestro es o era y les dejamos todo a
los invasores que estarán a sus anchas
hasta que nada quede.
Nadie podrá lograr deshacer el
misterio. No llegaron como al Egipto de
aquella era seres que sabían cultivar, que criaban y cuidaban sus rebaños, que
hiciesen extremos sacrificios pada lograr se les diera el espacio y garantías
de actuar, de trabajar, de reunirse, multiplicarse, crecer, y pagaban muy bien por estar ahí, No, de esos
no vinieron. Los que aquí llegaron ni siquiera
vinieron, los invocamos, los llamamos, los trajimos, los invitamos a que
llegaran e hicieran cuanto a ellos en
gana les viniera. Eran y son grandes maestros de la destrucción,
acabada su tierra, nos llegaron para acabar la nuestra con el aplauso nuestro.
De Cuba vinieron, trajeron los hábitos de los hunos perversos, pero no trajeron ni una de sus obras buenas. Sus únicos éxitos son los que surgen de la prostitución, el
gigoló, la promiscuidad, la mentira, la trampa, la manipulación, el culto
idolátrico al Supremo. Arrancaron las
extremidades a tantos de los nuestros como aquellos hunos hicieron
con sus enemigos; pero cuanto ellos han
hecho es muy peor, esquilmaron, mutilaron, desterraron de las almas de muchos
de los nuestros lo que durante siglos se llevaba por dentro, el amor a la
libertad y así hechos, fueron convertidos en otros seres distintos a lo que
ellos ayer fueron, se convirtieron en
esclavos y felices se hicieron y felices
son de estar así muertos. La
esclavitud perfecta es la sumisión en el más hondo de todos los silencios. Y la
muerte absoluta es el olvido de todo cuanto bueno se ha hecho.
En estas circunstancias muchos de los nuestros se han ido. Prefiero la libertad de que mis hijos allá lejos laven platos, si con ello libres están para hablar, soñar,
querer. Prefiero la libertad de estar lejos para buscar la posibilidad de lograr cuanto aquí me es negado alcanzar. Prefiero la posibilidad de caminar las
calles aun bajo las miradas de quienes
me desprecian, pero con la posibilidad de llegar vivo al lugar donde me
hospedo. Así dicen otros, conscientes de
que ser extranjero es la tragedia de ser extraño, ajeno al mundo y de no tener
nada que en el fondo sea nuestro. Uno se hace ajeno de sí mismo pues la consciencia de sí mismo es saber qué se es, qué se tiene y que puedo hacer libre de miedos.
Aun si se es propietario de su propio inmueble,
el propio inmueble gritará eres extranjero. Sea esa una más de las lecciones del pueblo
hebreo, que aun conscientes del poder
que puedan alcanzar en la diáspora, que aun conscientes de ser necesarios mas
que útiles, empero guardan consigo como
su mas bella y trascendente meta, alcanzar la paz en la identidad de su tierra,
en esa que desde Abraham buscan con celo.
Mas ahora se nos ha multiplicado el miedo. A la desesperanza se le hicieron sin fondos
sus fronteras, ya no hay esperanzas. Y por doquiera empiezan a aparecer las Jacabed. Con todas las
angustias y todas las esperanzas lanzan a sus hijos al Nilo. Mas este mundo de
hoy es mas riesgoso, mas voraz, mas vil,
mas cruel, mas inhumano que el de todos los tiempos que no fueron buenos. Ya no
se trata de varones que bajo las aberraciones del Faraón habían de
ser muertos para garantizarse su
permanencia sin riesgo alguno en el poder,
porque acá, bajo nuestro propio jeque funesto (los faraones a pesar de
sus yerros hicieron Pirámides y más hicieron, creían en la grandeza de Egipto)
las damas, las hijas, las niñas corren mayores peligros de cuanto nunca antes fueron y se vieron.
La Juez Alfiuni, valga ese ejemplo,
violada por sus propios custodios, las niñas cuyo destino, en el menos trágico de los casos es ser novicias
de esa religión sin dios que llaman socialismo y bendecir y postrarse al Ídolo.
Las jóvenes profesionales imposibilitadas de ejercer sus oficios si no se suman al coro de Gorgonas que desde
el CNE, la defensoría del Pueblo, La fiscalía,
el TSJ, inmolan su existencia
ante su césar y al servicio de sus mandatos se entregan sumisas, obedientes…pero, siempre dispuestas a cumplir
la voluntad de su señor y satisfacer a plenitud sus exigencias.
Así entonces el dolor de la ausencia y de los riesgos de ese viaje que empieza en
ese Nilo de hoy mas tenebroso que el que
ayer era se trueca en esperanza y las
Jacabed sueltan a sus hijos, a sus
hijas, al rio de tempestades pleno, con
la ilusión de que cuanto se llevan de avío
alcance para el viaje, que timoneles sean de su propio barquito y
conscientes del viaje arriben a su anhelado puerto y en esa tierra nueva puedan alcanzar sus propias metas. Siempre con la esperanza, la ilusión también,
de que disponga Dios de una princesa o
de un príncipe buenos que ayuden y la
mano dispuesta se abra y en guías honorables se conviertan. Y si algún
Mefistófeles con su sabiduría impone sus
apuestas, que sea el alma del doctor
Fausto la que al final del viaje
prevalezca.
fuente: recibido directamente del Autor, al que felicito y agradezco.
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