LA MADRE DE TODOS LOS VIVIENTES
“Y llamó el hombre el nombre de
su mujer, Eva; por cuanto ella era madre de todos los vivientes.
“Y Jehová Dios hizo al hombre y
a su mujer túnicas
de pieles, y vistiólos.
“Y dijo Jehová Dios: He aquí el
hombre es como uno
de Nos sabiendo el bien y el mal: ahora pues, porque no
alargue su mano, y tome también del árbol de la vida,
y coma, y viva para
siempre:
“Y sacólo Jehová del huerto de
Edén, para que labrase la tierra de la que fue tomado.
“Echó, pues, fuera al hombre, y
puso al oriente del huerto de Edén
querubines y una espada encendida que
se revolvía a todos lados, para guardar
el camino
del árbol de la vida.” (Génesis, Cap. 3, vs. 20-24).
Al
día siguiente de ser arrojados, vestidos con las túnicas de piel que Jehová
Dios les proporcionara, Adán y Eva amanecen su primera jornada al Este del
Paraíso.
Adán
está trabajando la tierra, mientras solloza quedamente. Eva, con su mirada
perdida hacia occidente,lo escucha en silencio.
-Heme
aquí, procurando el sustento con el sudor de
mi frente, cuando hasta ayer
bastaba que alargara
mi brazo para coger de los árboles las delicias frutales
con que Jehová Dios nos obsequiara. Ya no podremos bañarnos en las cristalinas
aguas del Pisón, ni en los torrentes del Gihón, ni retozaremos como ciervos
gozosos y ociosos entre el Hiddekel y el Eufrates. No hay ya piedra cornalina
ni bdelio para agasajar nuestros sentidos; sólo espinas y cardos lastiman mis
manos. Con dolor comeremos de la tierra todos los días de nuestra vida y
sabemos ya que hemos de morir, pues de polvo fuimos hechos y al polvo
volveremos. Pero a ti, que me tentaste a comer de donde no debía, a ti, maldita
seas, hueso de mis huesos y carne de mi carne, Jehová Dios tiene aún reservados sufrimientos privativos: se
multiplicarán tus dolores y tus preñeces, con dolor parirás nuestros hijos,
serás pronta a mi deseo, y yo me enseñoraré sobre ti. Pero no compensa eso mi
aflicción. Homo y humus éramos, hombre y hembra éramos, criatura y Creador
éramos, en armonía plena de antemano,
sin la angustia de la duda, sin el temor de tomar la decisión equivocada, sin conocer
siquiera el cansancio y el dolor que producen el esfuerzo. Todo nos era dado, y
por ti todo lo perdimos. ¡Anda! ¡Comencemos nuestra jornada! ¡Ve a buscar agua
para nuestro huerto!
Eva
lo mira entrecerrando los ojos. Un gesto ensombrece el bello rostro.
-Perdóname,
oh señor mío. Pronta estaré a tu deseo, compensaré con mis mieles tus
desdichas. Mírame: soy codiciable, pero no tendrás que vivir el infortunio de
los celos. Mi saliva tibia te hará olvidar las cristalinas aguas del Pisón;
cuando al conocerme tú, entres a mí según la costumbre que inauguraremos en la tierra, cuando yo te
muerda en éxtasis y acelere tu llegada a lo más hondo de mí, los torrentes del
Gihón parecerán las quietas aguas de un lago al lado del otro torrente que
navegaremos hasta quebrarnos juntos, y llegar al dulce sosiego luego. No
retozarás entre el Hiddekel y el Eufrates, pero lo harás gozosamente entre mis
piernas y mis pechos, entre mi lengua y mi garganta, entre mis grietas y mis
montes, y conoceremos otro Edén más magnífico que el que Él nos ofreció.
Así
habló Eva, y su rostro tembló y la punta de sus pechos turgieron la túnica con
que Jehová Dios la recubriera.
Adán
la mira. Siente ebullecer su sangre de una manera que nunca antes. Presto está
a sumergirse con ella en el torrente prometido, cuando el recuerdo de lo
perdido vuelve a aquejarlo.
-Ya
me tentaste una vez, varona, y caí. ¿Me estás tentando de nuevo, para perder ya
qué? Nada me queda por delante, salvo llanto, esfuerzo y añoranza de lo
perdido.
Eva
lo mira ahora con ternura.
-Varón
mío, soy hueso de tus huesos y carne de tu carne. Sólo uniéndote a mí te realizarás
plenamente, liberándote del vínculo primordial que te liga a la madre tierra de
la que fuiste hecho. No te equivoques, como seguramente muchos se
equivocarán en el devenir de los tiempos
al juzgar nuestra conducta: no caímos, sino que fuimos salvos. ¿Acaso no fue
dicho “dejará el hombre a su padre y a su madre, y allegarse ha a su mujer, y
serán una sola carne”? ¿Quién es tu padre, sino Jehová Dios? ¿Quién es tu
madre, sino la tierra de la que Te Hizo? ¿Quién es tu mujer, sino yo? Pues has
dejado la tierra donde te hicieron y has dejado a Jehová Dios que te hizo, cumpliendo
así lo que Él estableció, aunque luego Él Se Enojare, evidenciando su Poca Consistencia.
Sólo falta que te allegues a mí. Piénsalo un momento: nos hizo a Su imagen y
Semejanza, y por eso mismo, para ser
a Su Imagen y Semejanza, comimos del árbol de la Ciencia, y desde entonces somos como dioses, sabiendo el bien y el mal.
Y si nos sacó de Edén fue para que no alargáramos nuestra mano y tomáramos
también del árbol de la vida y vivamos para siempre, pues entonces no seríamos como dioses, sino que seríamos dioses.
Adán
frunce ahora el entrecejo.
-Tienes el verbo fácil, Eva, pero me confundes. ¿Has tomado
acaso la astucia de la serpiente? Me dices que somos como dioses, pero no somos
dioses. ¡Qué somos, entonces!
-Somos
humanos, Adán, humanos. Varón y varona, hombre y mujer. Somos como dioses, pero
no somos dioses. No estamos terminados. De cada cosa que hizo Jehová Dios, vio y
dijo que era bueno. Pero no lo dijo de nosotros. Porque no somos bueno ni malo.
Estamos abiertos. No nos está todo dado, habremos de conquistar o de perder
nuestro albedrío y libertad, lograremos o derrocharemos nuestra capacidad de
decidir por nosotros mismos, sin tutelas. Nos liberaremos con miedo de ataduras
o nos ataremos creyendo estar así más seguros. Sí, nos espera la duda y el
error, la angustia y la esperanza, el logro y el fracaso, lo sublime y lo
bastardo, lo ubérrimo anhelado, y lo siniestro abominado. Lo humano, Adán, todo
lo humano. ¡El destino incierto que habremos de forjar! Seremos lo que seamos
capaces de hacer con lo que Jehová Dios hizo de nosotros. ¡Nos espera una expectativa
ávida, dudosa, precaria, fortuita; vinimos de la nada y hacia la nada vamos,
hacia lo que no sabemos todavía qué será, hacia lo que no sabemos que habremos de conquistar… o
de perder!
Adán
la mira, ahora estupefacto.
Y Adán y Eva se acercaron entonces el uno al otro, como si
un imán los atrajera, descorrieron las túnicas con las que Jehová Dios cubriera
sus jóvenes cuerpos y celebraron su nacimiento humano, sumergiéndose en saliva
tibia, en grietas y protuberancias, en semen mítico y semítico entre piernas y
pechos sudados, lenguas gozosas, gargantas cobijantes, montañas erguidas, montes enmarañados excitantes y excitados, encajes rítmicos, jadeantes, jubilosos. “Mi lu, mi luar, mi mito, mi lubisita nimia,
mi lubísnea, mi golocidalobe…” musita Adán, alucinado, y no sabe de dónde
le nacen esas expresiones que pronuncia como un rezo.
Una inútil espada flamígera se revuelve a todos lados, guardando tontamente -junto a innecesarios querubines-
una entrada que Adán y Eva jamás intentarán trasponer. Jehová Dios los mira,
pensativo.
fuente: recibido directamente del Autor, al que agradezco y felicito por su labor literaria-cultural en las provincias del Noroeste argentino, especialmente Salta.
fuente: recibido directamente del Autor, al que agradezco y felicito por su labor literaria-cultural en las provincias del Noroeste argentino, especialmente Salta.
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