jueves, 22 de noviembre de 2012

Israel y la Franja de Gaza





Rogelio Alaniz


Existiría una base de entendimiento entre Israel y Hamas. Es difícil pero no imposible. Los acuerdos son claros y sencillos: Hamas deja de lanzar cohetes a Israel y éstos ponen punto final a los bombarderos sobre la Franja de Gaza y renuncian a la ejecución selectiva de los líderes de Hamas. Hay otras exigencias. El gobierno de Netanyahu debería comprometerse a levantar el bloqueo contra la Franja de Gaza, habida cuenta que por compromisos adquiridos en su momento, el abastecimiento de luz, agua y combustible lo provee Israel, quien por su parte plantearía otra exigencia: que el presidente de Egipto, Mohamed Morsi, sea el garante político del acuerdo, de un acuerdo de paz de por lo menos quince años.

Desde el punto de vista racional, ésta debería ser la base de un plan de paz ventajoso para ambos. Liberados de la angustia del terror, los pueblos de uno y otro lado podrían dedicarse a vivir como mejor les parezca, tal como lo hacen la mayoría de los países vecinos. El acuerdo -insisto- no debe descartarse, pero no sería sincero con los lectores si no dijera, al mismo tiempo, que no va a ser sencillo lograrlo. ¿Por qué? Porque la paz para Hamas es una consigna propagandística y, en el mejor de los casos, una tregua, una tregua para reanudar la guerra contra Israel no bien recuperen fuerzas o crean que las han recuperado. ¿Es así? 

Lamentablemente es así. Se diga lo que se diga, no es Israel quien quiere la desaparición de Hamas, sino Hamas quien desea la desaparición de Israel. Hamas, pero también la Jihad Islámica y cada una de las pequeñas bandas terroristas que pululan en ese territorio devastado por el fanatismo, la pobreza y el dolor.

Un breve repaso histórico se hace necesario. Después de la guerra de 1948, la Franja de Gaza quedó bajo el control de Egipto. Entonces, a nadie se le ocurrió levantar allí un estado palestino. Durante veinte años la Franja fue algo así como una provincia de Egipto, hasta que se produjo la “Guerra de los Seis Días” y el territorio fue ocupado por Israel. En 2005, el rey de los halcones judíos, Ariel Sharon, decidió desocupar la Franja para dársela a los palestinos. Sólo él podía hacerlo. Por primera vez en su historia, militares de Israel salieron a la calle para reprimir a colonos judíos que se negaban a abandonar tierras que ocupaban desde hacía casi cuarenta años. Finalmente, gracias a la voluntad de Sharon, el objetivo se cumplió y la Franja quedó en manos de los palestinos.

Y es en este punto cuando la señora historia protagoniza una de sus célebres astucias. Se suponía que Al Fatah se haría cargo de la dirección política de la Franja, pero los que lo hicieron fueron los integrantes de Hamas, el grupo más belicoso. No sólo ganó el poder, sino que ilegalizó a los seguidores de Arafat. Israel descubrió de pronto que la concesión realizada para promover la distensión en el sur, provocaba un efecto inverso. Es decir, el territorio liberado se transformaba al ritmo de las feroces milicias de Hamas, en la base militar del terrorismo islámico financiado por Irán. Conclusión: Israel quiso sacarse un problema de encima y terminó comprando un problema mayor. La guerra interna entre los palestinos terminó constituyendo el peor de los escenarios posibles.

Curiosamente, las primeras víctimas de ese cambio fueron los grupos palestinos moderados, quienes fueron asesinados, encarcelados o debieron optar por el exilio en Cisjordania. Las tropelías y barbaridades cometidas por Hamas contra sus compañeros de Al Fatah fueron de una crueldad deliberada y sádica. Que yo sepa, ninguna de las instituciones de derechos humanos que alzan la voz contra Israel cuando ataca, aquella vez levantó la voz para defender o proteger a los que padecieron torturas y ejecuciones.

La Franja de Gaza es un territorio de alrededor de 360 kilómetros cuadrados. Allí viven, repartidos en diferentes ciudades y aldeas, alrededor de un millón y medio de personas. La frontera con Israel es la más importante y supera los cincuenta kilómetros. La otra frontera es con Egipto y suma algo así como once kilómetros. La Franja no está comunicada con Cisjordania, el otro territorio palestino. Históricamente, una ha dependido de Egipto y la otra de Jordania. Tal vez la solución política en el futuro sea que cada una de ellas se incorpore como provincia a esos Estados. Por lo pronto, los palestinos no quieren saber nada con eso, pero el futuro todavía no está escrito.

Para Hamas y la Jihad, la destrucción de Israel no es un deseo difuso, la manifestación histérica de algún descontrolado. Nada de eso. Destruir a Israel, echar a los judíos al mar, es su programa central, la razón de ser de su existencia. En las escuelas, las mezquitas y los centros asistenciales, predican estos propósitos todos los días. Los niños se educan desde su más tierna infancia en el odio a Israel. Su pobreza y sus desgracias tiene un autor exclusivo: los judíos. Nada es más importante para sus jefes políticos que destruir a Israel. Si no lo han hecho no es porque no han querido, sino porque no los han dejado, porque Israel se ha defendido, a pesar incluso de los “occidentales” que le exigen que no se defienda.

La Franja de Gaza es hoy una sociedad militarizada e intimidada por bandas armadas que ejecutan sin piedad a los que califican como traidores. El temor y la impotencia del hombre común encuentran un cauce de manifestación en el odio al judío. En sus folletos y textos se jactan de la movilización de niños y mujeres en la lucha contra el “perro sionista”. El terrorismo palestino, en sus versiones más fanáticas, fue el que incorporó la táctica perversa de poner a los niños y a las mujeres delante de la barricadas o de las líneas de combate. Un cometarista porteño decía que Israel iba a la guerra porque tenia elecciones en enero. ¡Original aporte a la teoría política! Aporte que se podría completar con la siguiente reflexión: elecciones libres con candidatos de diferentes signos conviviendo en democracia, es un obstáculo del que Hamas y la Jihad se pueden dar el lujo de prescindir en la Franja de Gaza.

 A esos problemas ellos los resuelven de un modo más expeditivo. No va a ser una elección, o el ejercico abusivo de las libertades, o la práctica de la tolerancia, lo que les va a impedir tomar decisiones.

Digámoslo de una buena vez. Hamas y la Jihad no ocuparon la Franja para construir una nación fundada en principios de paz, trabajo y democracia. Para ellos, la concesión de Sharon fue más un síntoma de debilidad que de grandeza. Inmediatamente que ocuparon el poder político se prepararon para lanzar la ofensiva final. No fue Israel el que inició el lanzamiento de cohetes al otro territorio. Todo lo contrario. El operativo “Plomo fundido“ se lanzó cuando todas las otras instancias se agotaron. Importa saberlo. Se decidió una invasión por tierra para reducir al mínimo la muerte de civiles, siempre más expuestos en un bombardero aéreo.


Creo que a nadie escapa que si Israel quisiera exterminar a cualquier costo la rebelión en la Franja, lo haría en pocas horas. Dispone de armas y tecnología para lograrlo.

Insisto: el que quiere la guerra es Hamas, no Israel. Al respecto, la pulsión belicista de Hamas y la Jihad es evidente. En siete años arrojaron alrededor de nueve mil cohetes sobre el territorio judío, y en todos los casos contra la población civil. ¿No fueron muy efectivos? No lo fueron porque los sistemas de defensa de Israel son muy eficaces y porque la tecnología que disponen los terroristas todavía no está del todo desarrollada. ¿Hay que esperar que dispongan de mejores armamentos para movilizarse? se preguntan los dirigentes político judíos. 

¿Tenemos o no derecho a defendernos? se preguntan a continuación. ¿O debemos esperar estar con el cuchillo en el cuello para recién empezar a protestar?
Por supuesto que cuando los cañones inician su letanía, se producen situaciones desagradables. En la guerra la gente muere. En el caso que nos ocupa, hay más muertos palestinos que judíos. ¿Es esa una falta? Que Israel disponga de mejor tecnología, es un motivo de condena? ¿se pretende, acaso, un Israel indefenso ante sus enemigos, un Israel que dé la otra mejilla o judíos que marchen mansos al degolladero como lo hicieron en tiempos de Hitler? ¿eso es lo que quieren los progresistas que no dicen una palabra cuando Israel es atacado, pero claman al cielo cuando Israel se defiende?


Para finalizar, que nunca se pierda de vista a la hora de las evaluaciones un dato decisivo: Israel es el único país en el mundo cuya existencia como nación está amenazada. La consigna de tirar a los judíos al mar se aplicará no importa quién gobierne y sin importar que el primer ministro sea de derecha, de izquierda o de centro. El odio a Israel no es el odio a un gobierno, es el odio al judío, el viejo, ancestral y renovado odio al judío, responsable desde tiempos inmemoriales, como muy bien lo enseñaron los nazis, de matar niños, traficar oro y corromper a las razas.

fuente: diario EL LITORAL
SANTA FE, 20 DE NOVIEMBRE 2012 

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