Quince segundos es aproximadamente el
tiempo que un lector emplea en leer una frase como esta tres veces. Pero para
un millón de civiles en el sur de Israel es el lapso de tiempo que, desde hace
12 años, tienen para buscar refugio cuando suena una sirena. De día o de noche.
En cualquier momento. Doce años organizando la vida cotidiana en torno a esos
15 segundos. La compra diaria, el traslado al colegio o un simple paseo. Cuando
suena la sirena es seguro que a los quince segundos (tres frases) se oirán al
menos dos explosiones. No hay un objetivo militar designado, ni un lugar seguro
donde las bombas no caerán. Da igual un descampado, el patio de una guardería,
una vivienda o un aparcamiento. El ataque es aleatorio con un solo denominador
común: es contra población civil.
Basta darse una vuelta por ciudades
como Sderot o Ashkelon para confirmar que el ser humano se adapta a todo tipo
de situaciones. Todas las paradas de autobús son refugios, en los parques
infantiles algunos de los columpios pintados con colores chillones son
refugios, todas las viviendas tienen un anexo con una mínima ventana. Refugios.
Los colegios tienen unos descomunales techos de hormigón y los patios de recreo
son interiores. Refugios.
Las personas que viven esta situación
cotidiana, muchas de las cuales son adolescentes que no han conocido otra cosa
en su vida, habitan en el interior de las fronteras delimitadas para Israel por
Naciones Unidas en 1947. Y son de cualquier religión o grupo. Judíos o
musulmanes, comerciantes o beduinos, escolares o jubilados. Hasta inmigrantes
indocumentados. Civiles. Nadie puede acusarlos de ocupar nada ni de disparar
contra nadie. Son civiles que viven de acuerdo a la legalidad internacional. Y
son civiles que en doce años apenas han conocido un periodo de 60 días seguidos
en los cuales no cayó ningún cohete.
Al igual que en otros lugares se
pueden identificar las líneas de autobús o del metro por sus colores, los
civiles de Sderot saben quién les dispara según el color de los restos del
cohete. Verde, amarillo o negro tienen un significado muy preciso: Hamás, Yihad
Islámica, Al Qaeda y otra miríada de organizaciones para las que la palabra
negociación ni siquiera existe y la palabra paz pasa necesariamente por el
aniquilamiento del Estado instituido por Naciones Unidas en el que viven ese
millón de civiles bajo el fuego.
La cuestión es que cuando se colocan
sobre la mesa todos los condicionantes que pueden impulsar un proceso de paz
entre Israel y los palestinos se tiende a olvidar esos 15 segundos como si
fueran un asunto menor. Curiosamente, muchos de quienes proponen soluciones los
consideran una parte prescindible de la ecuación. Y cuando los ataques con
cohetes se producen contra Jerusalén o Tel Aviv, como de hecho ha sucedido ya,
se consideran una mera anécdota. Y un millón de civiles bajo fuego constante
merecen, al menos, que se repare en ellos. Aunque sea durante 15 segundos.
Fuente: EL PAIS.ES= 3 de
Julio 2013
*
Jorge Marirrodriga (1968)
Licenciado en periodismo por la Universidad de Navarra. Tras trabajar en medios de comunicación en Roma y Bruselas ingresó en 1996 en la plantilla de El País en el equipo fundador del sitio web. Desde 1997 está vinculado a la sección de Internacional. Ha realizado coberturas en Kosovo, Irak, Afganistán, Gaza, Cisjordania, Israel y Siria entre otros lugares. Entre diciembre de 2004 y diciembre de 2008 fue corresponsal en Buenos Aires teniendo Sudamérica como área de cobertura informativa. En 2009 regresó a la redacción como uno de los responsables de la Edición Global. Giallorosso y colchonero a partes iguales.
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