Haidé Daiban
JERUSALEM
Al principio era el
caos.
Ahora
¡Oh! Jerusalem
¿quién ordena
tus incontables signos milenarios:
paloma y estrella
cruz y luna
león y daga
escarnio y hambre,
muerte y resurrección,
Diáspora y retorno?
Sobre cada piedra
Cada paso con su historia,
Un antes de Cristo y un ahora
irreconocible
Bajo un cielo de fuego,
O bajo copos níveos
Que congelan la imagen
Para una posteridad imprevista.
Caos fue el universo
Como caos es la vieja Jerusalem
¿Quién elige sólo una
lengua?
¿Quién una sola
vestimenta?
¿Quién un mismo
destino?
¿Quién?
¿Quién un mismo dios?
¡Oh! Jerusalem de las
colinas,
de pergaminos y libros
de fantásticas leyendas,
de incienso y especias,
tu sabor es aún de
canto y sangre,
de lágrimas y de Fe.
.
JERUSALEM
Tus brazos,
tus invisibles brazos
se abren y me llaman
Y soy
nómade milenaria
de paso ajado
y memoria desgarrada.
Mi historia
se engarza al Muro
que cobija lágrimas,
a tus calles serpenteantes,
a tus gentes,
mosaico de las
razas.
Tus brazos
aprisionan mis raíces
y se forja el grito de Masada
en cada alborada
que le crece
y en cada gesto
de mi cara.
Y siento un himno semítico
Imbricado
En la tierra que te abarca,
que clama el silencio
de los templos,
y una nueva,
luminaria.
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