miércoles, 22 de agosto de 2007
CLARA ANAHI MARIANI, TU ABUELA TE SIGUE BUSCANDO
Búsqueda de la Nieta de Chicha Mariani, Abuela de Plaza de Mayo
Hola
Para las que no lo recuerdan o no lo saben Chicha está perdiendo la vista o ya la perdió y quiera al menos conocerla lo antes posible dada su avanzada edad .
Gracias por difundirlo
Conce
MANDO UNA NUEVA CARTA DE CHICHA PARA SU NIETA.
Chicha Mariani, fundadora de Abuelas
"No se hace lo necesario para hallar a los chicos"
Con 83 años, Chicha va a dedicar hasta el último día de vida para encontrar a su nieta Clara Anahí, secuestrada en La Plata en 1976. Estuvo en Rosario para ser homenajeada y dijo estar convencida de que el Estado "no puso ni pone lo necesario para encontrar a los chicos desaparecidos".
Por Alicia Simeoni, 2006
"Estoy convencida de que el Estado no puso ni pone lo necesario para encontrar a los chicos desaparecidos, algo así como lo que sucede con el caso de Jorge Julio López. Se me ocurre pensar que hay mucha gente a la que se le paga un sueldo buscándolo y no tienen logros", dijo a Rosario/12 María Isabel "Chicha" Chorobik de Mariani, la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo. A los 83 años y después de 30 sin descanso, Chicha Mariani continúa buscando a su nieta Clara Anahí, secuestrada en La Plata en 1976, cuando tenía 3 meses y de la casa de sus padres, a quienes mataron. El viernes pasado esta Abuela fue declarada visitante distinguida de la ciudad a partir de una iniciativa del edil socialista Juan Rivero. Mariani estuvo en Rosario para asistir a la presentación del libro Chicha, la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, una biografía escrita por Juan Martín Ramos Padilla. "Tengo que seguir buscando antes de quedarme del todo sin vista y ahora me voy a empezar a cuidar. Necesito seguir buscando y luchando por restituir la identidad a mi nieta". Muchos años atrás, en 1977, cuando con Alicia de la Cuadra (otra abuela) fundó la organización, trabajó en equipo con mucha fuerza pero además con "serenidad y planificación" explicó a este diario. "Era necesario hacerlo así, y hasta 1989 encontramos 59 nietos", un logro que -aún con lo que siguió haciendo la institución- le parece "mínimo". Y señala una y otra vez que el Estado no hizo ni hace lo que debe para restituir la identidad a "esas personas que son ciudadanos privados de su historia y de la verdad".
Mataron a su nuera Diana Teruggi, secuestraron a su nieta de 3 meses el 24 de noviembre de 1976 cuando arrasaron la casa donde vivían en calle 30 entre 55 y 56 en La Plata y 8 meses más tarde asesinaron a su hijo Daniel. Esa misma noche las bandas llegaron hasta su casa, pero ella y su esposo se habían ido. El matrimonio de Diana y Daniel militaba en la organización Montoneros y tenía una imprenta clandestina en la vivienda que en el 2004 fue declarada patrimonio histórico nacional y su mantenimiento de interés provincial y municipal. Allí se conservan todavía las terribles marcas de los disparos de Itakas y otras armas y desde 1996 funciona la Asociación Anahí, el nombre de su nieta a la que sigue buscando.
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-Se cumplieron 30 años del secuestro de Clara Anahí.
-Sí, yo tengo una larga vida de 83 años dividida en tres partes y uno de esos tercios fue ocupado en la búsqueda de mi nieta. Hace 30 años de su secuestro. Todavía no pude dar con ella, pero buscando a Clara Anahí llegué hasta otra abuela que supe que tenía una nieta desaparecida, Alicia de la Cuadra. Nos encontramos, decidimos buscar a otras abuelas que integraban otros organismos y formamos Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos que luego fue cambiado por el nombre de Abuelas de Plaza de Mayo, de la que fui presidenta hasta 1989. Me fui por diferencias y unos años después, en el '95, '96, mis compañeros de trabajo me plantearon que no desperdiciara la experiencia realizada en Abuelas y así fundamos la Asociación Anahí, creada para promover, sostener y defender la vigencia de los derechos humanos, la reconstrucción y preservación de la memoria y la defensa de la niñez y la adolescencia.
-Usted dice que planificaban las acciones de búsquedas.
-Van 30 años de desesperación, de búsqueda alocada y no alocada, porque lo primero que pensé es que había que buscar con calma y sistemáticamente. Utilicé mi experiencia como docente y jefa del departamento de estética del Liceo Víctor Mercante de La Plata perteneciente a la universidad. Allí si uno quería trabajar bien debía ser ordenado y concreto porque integraba un plantel de 20 docentes. Esto me sirvió en Abuelas y ahora en la Asociación Anahí. Armábamos organigramas con lo que había que hacer, programábamos la visita a los jueces de a tres de nosotras para llevarles las demandas. La carpeta con denuncias crecía cada vez más hasta que llegamos a encontrar 59 niños cuando yo renuncié y Abuelas siguió con este trabajo. Entonces me dediqué a buscar a mi nieta y a otras personas cuya identidad no estaba necesariamente deshecha por la dictadura, sino gente que es abandonada y luego busca saber cual es su origen, quiénes son sus padres. En eso trabajábamos también en la Asociación Anahí desde 1996.
-¿Cómo evalúa los logros en las acciones por el encuentro y la restitución de tantos niños secuestrados?
-Los chicos que están denunciados son muchos, pero hay también otros que no fueron denunciados por distintos motivos. A veces los abuelos viven muy al interior y no han llegado a conectarse. Además también influyeron el miedo, la ideología. Me consta que hay chicos sin denunciar y que los casos deberían llevarse a Abuelas pero hasta ahora las familias no aceptaron. La cantidad se sigue calculando en 500 pero son más. Cuando me fui habíamos localizado 59 y se siguió. Sin embargo creo que el logro es muy mínimo y que el Estado no puso lo que debía poner para encontrar a estos chicos que son ciudadanos desaparecidos. Hay gente que sigue pensando 'Y bueno, ya crecieron, están por ahí, los quisieron, les dieron de comer'. Pero son personas secuestradas, desaparecidas, con una vida y no hablo del pasado sino también del presente. A veces pienso que a Julio López también hace 3 meses que lo están buscando y no lo encuentran y me pregunto: `Tanta gente dedicada a buscarlo, a los que se les paga un sueldo, ¿qué hacen?'. También pienso en lo que hicimos y hacen Abuelas, se recorren todos los puntos y conseguimos algunos logros. Entonces ¿no puede el Estado trabajar con todas sus fuerzas devolviéndoles la vida y la identidad a estas criaturas. ¿Tenemos que hacerlo las viejas que ya nos estamos muriendo?
-Se podrían hacer más cosas para encontrar a los chicos.
-Por supuesto que sí. Sólo que desde el Estado no se ponen a buscarlos y creen que los demás tienen que hacerlo y no ellos, pero es el Estado el que tiene ese deber, se trata de ciudadanos a los que se les robó su identidad y, en el caso de López, de un desaparecido. Esto va también para el actual presidente Néstor Kirchner, tiene que buscar, preguntar. Él es el comandante de las Fuerzas Armadas y si se pone firme y exige que le digan donde están los niños, que los militares saben dónde están, algo se conseguirá. Porque él es su jefe. Eso es lo más elemental que pienso.
-¿Hay nuevos indicios sobre el paradero de su nieta Clara Anahí?
-Este año avancé bastante, fue un período repleto de datos y movimientos, de gente que nunca habló y ahora lo hizo. Treinta años a la espera de algunos testigos que ahora llegaron. Creo que estoy en buen camino pero luchando siempre contra la inutilidad de los miembros de las Fuerzas Armadas y policiales que van a la Justicia con los viejos y perimidos discursos y están produciendo falsos testimonios. No sé qué les puede costar más adelante. Siguen diciendo que mi nieta murió y está completamente comprobado que fue sacada viva de su casa en La Plata. Yo lo supe siempre pero había muchas personas que sabían y callaron. Ahora están hablando. ¡Si en algún momento hasta me la quisieron vender!, pero no llegué hasta ella. El diplomático que me ayudaría a salir del país con la nena fue a preguntarle a (Ramón) Camps si era cierto y por supuesto se terminó todo: la entrega, el negocio de ellos y toda mi esperanza.
-¿Qué reflexión tiene en cuanto a la situación de las organizaciones que trabajan en el área de los derechos humanos, la dispersión y las divisiones que existen?
-Desde hace años se produjeron diferencias que son muy lógicas. Eramos personas que trabajábamos juntas, llegadas de distintos lugares y con ideas dispares. Convivimos durante años, todos los días, y surgieron las diferencias y las asperezas. Ocurrió en todos, también en Abuelas y en Madres en la que hay dos líneas. Cuando me fui yo no quise hacer nada porque el respaldo a los niños restituidos debía continuar muy firme en la institución y era muy feo dividir. Pasaron muchos años hasta que después creamos la Fundación Anahí con objetivos distintos. Mucha gente piensa que somos Abuelas línea-fundadora pero no es así.
-Y en cuanto a la relación con el Estado y los gobiernos.
-A mi modo de ver los organismos deben estar separados de líneas partidistas. No se puede atar las organizaciones a compromisos partidarios o económicos, sea el que sea. Pero esto no siempre es así. Son 30 años de lucha y trabajo, hay cansancio y cambio de orientaciones en los organismos. Yo no juzgo a nadie, ni a los que traicionaron a sus compañeros en los campos de concentración, tampoco a los organismos. Pero me gustaría que se hubiesen superado las diferencias porque de lo contrario cada uno va por su propio camino cuando se deben aunar todos los esfuerzos.
-¿Qué le produjo escuchar a Hebe de Bonafini cuando desapareció Julio López y habló de un complot para perjudicar al presidente Néstor Kirchner?
-Admiré mucho a Hebe porque fue muy valiente, estuve muy cerca de ella al principio, después nos separamos para siempre pero nos respetamos mutuamente. No entiendo porqué dijo todas esas cosas. Tampoco comprendo el acercamiento al gobierno, nunca lo hubiera esperado de ella. Puede tener toda la simpatía o amistad sin tener que jugar en lo público. Pero bueno Hebe es Hebe.
-¿Y sobre la situación integral de la vigencia de los derechos humanos?
-Se habla mucho de los derechos humanos, está todo en un mismo punto. Yo soy crítica respecto de algunas situaciones, como las que se producen alrededor de los planes sociales al estilo del que fue el Trabajar. Esa es una forma de implementar el no trabajo que es sagrado. Uno de los valores que tiene una persona es su trabajo. Los hijos se van, no son nuestra propiedad. Los padres también, pero el trabajo es el resultado de todo lo que uno pone. Me parece fundamental que la gente tenga trabajo, sepa qué es, gane su dinero y no lo haga con la firma de un papel. Claro que es imprescindible ayudar a la gente en una situación de miseria como vive pero hay que crear nuevas fuentes fundamentalmente y que aparezca de nuevo la cultura del trabajo.
Fuente: Página/12, 25/12/06
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Chicha Mariani: "Me robaron todo...¿cómo tener miedo?
Por Lalo Painceira
El 12 de agosto, Clara Anahí Mariani Teruggi cumplió 30 años. Exactamente lo que lleva de secuestrada y el tiempo de búsqueda de su abuela, Chicha Mariani. Su nieta fue robada el 24 de noviembre de 1976 por las fuerzas de la dictadura como parte del "botín de guerra" después de arrasar y saquear la vivienda en la que vivía el matrimonio Mariani-Teruggi, en donde funcionaba una imprenta oculta. "Yo busco a alguien que vive; no se puede perder tiempo", sigue clamando Chicha mientras trata de apurar la marcha de la Justicia.
"Siempre supe que estaba viva". Lo dice así, categórica, con una voz pausada que no alcanza a disimular su indoblegable carácter ni la fortaleza de sus convicciones. María Isabel Chorobik de Mariani, conocida por todos como Chicha Mariani, fundadora y primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, enfrentó con un admirable coraje a la dictadura desde el 24 de noviembre de 1976, cuando desapareció su nieta de 3 meses y medio, después del desproporcionado y brutal ataque de las fuerzas represivas contra una vivienda en la que funcionaba la imprenta de Montoneros.
Video de la sentencia a Etchecolatz
En ese momento estaban en la casa de calle 30 entre 55 y 56, cuatro jóvenes: Diana Esmeralda Teruggi de Mariani, de 25 años, a una materia del título de Letras en la Facultad de Humanidades; Daniel "Gulliver" Mendiburu Eliçabe, de 24, estudiante de Arquitectura; Roberto Porfidio, de 32, profesor de Literatura y Juan Carlos Peiris, de 28, antenista de oficio. Los cuatro fueron asesinados después de resistir heroicamente por tres horas y media, defendiéndose del ataque de más de 100 profesionales de la guerra, que portaban un armamento poderoso, desde el simple de mano, como pistolas, ametralladoras y los FAL, hasta granadas Energa, blindados, artillería liviana, helicópteros. De los cuatro, sólo surgen datos que permiten asegurar que Diana fue asesinada por la espalda, en el patio trasero de la vivienda y muy posiblemente, llevando a su hija en brazos. Esto se afirma en función de los testimonios brindados por quienes atacaron la casa, ya que ese día murieron todos sus habitantes adultos.
Pero en esa cacería brutal, hubo una sobreviviente: la pequeña hija de Diana que tenía sólo tres meses y medio. Se llama Clara Anahí y fue robada. Desde entonces permanece en manos de sus captores. Su papá y dueño de casa, Daniel Mariani, 28, licenciado en Economía, se encontraba ese 24 de noviembre en Buenos Aires, pero el 1 de agosto de 1977 murió acribillado a tiros al ser emboscado por las fuerzas de la dictadura en una vivienda de nuestra ciudad.
El primer paso
Chicha se enteró de lo sucedido en calle 30, "escuchando radio Colonia, al otro día. Yo había viajado a City Bell para visitar a mi padre que no andaba bien de salud y casi me muero. No dieron los nombres pero por la descripción, me di cuenta que era donde vivían Daniel y Diana. Y me largué a La Plata desesperada porque las primeras noticias decían que entre los muertos estaba el matrimonio dueño de casa. Pasé primero por mi casa, en calle 44 y 21, y también la habían saqueado y baleado. Los vecinos me dijeron que la noche anterior había pasado una patota de los represores. Ametrallaron la puerta y entraron, cargando todo en un camión. Me rompieron lo que no pudieron llevarse. De allí me fui a lo de Mario Teruggi y Kewpie, los padres de Diana, y los tres marchamos a la comisaría 5ª, porque era la que correspondía a la casa de calle 30. Un oficial sumariante nos dijo que no había sobrevivientes entre los habitantes de la casa y que no tenían registrada la presencia de menores. Cuando Mario pidió el cuerpo de Diana, el policía le respondió que el cadáver estaba totalmente carbonizado, que no era identificable y que se encargarían de enterrarla ellos como NN. Después nos enteramos, cuando se recuperaron los archivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de Provincia, que sabían perfectamente quién era, pero lo mismo la enterraron a los pocos días como NN".
"No me puedo permitir morir : tengo que encontrar a mi nieta"
"Clara Anahí, mi chiquita, hoy 12 de agosto es tu cumpleaños. Cumples 5 años, mi vida, y yo solo puedo imaginarte".
"Hace cuatro años y nueve meses, oscuras fuerzas te llevaron. Eras apenas un bebé con batita rosa, con una boca grandota que reía y reía, y unos ojitos espiones que buscaban ansiosos las caras de papá y mamá, para reír al estar llena de amor. ¡Y cómo reías cuando yo te cantaba el arrorró, tan desafinada como siempre! La familia, gozosa, opinaba que demostrabas muy buen oído y gran inteligencia".
"El espanto, el horror, aquél 24 de noviembre de 1976. Los tiros, la muerte…y desapareciste. Te llevaron solita. Tenías tres meses. El tiempo se detuvo. Nunca más la vida".
"Te he buscado, mi Anahí, sin descanso. Por sobre el desgarrante dolor de mis muertes, ignorando las armas, las amenazas y las injurias, te busqué un día y otro día y otro, y un mes y muchos meses. Un año y muchos años. Apretando los dientes, quemándome las lágrimas, con rabia y desesperación; estallando el corazón, pensaba en tu primer dientito, en tus primeros pasos. Crecías y yo debía encontrarte ya mismo, enseguida".
"Fui imaginando tus primeros vestiditos y tus muñecos y el Jardín de Infantes. Y no te puedo encontrar, mi chiquitita: ‘Se ignora tu paradero’".
"Te compro muñecas, ¿sabes? Las tengo en cajas que ya tuve que cambiar por otras más grandes. Se acumulan muñecas, y no te encuentro. Te busco sin descanso, ¿Qué hicieron con mi bebita, con mi Anahí? ¿Dónde estás? Tengo que apurarme, tengo que encontrarte antes que sigas creciendo lejos de mí, de lo que queda de mi familia. Todo mi tiempo y las energías que me quedan, son para buscarte. Te encontraré un día, pero por Dios, que sea pronto".
"Te encontraré, Anahí mía, no temas. Tu abuelita te reconocerá porque te lleva en la sangre. Sos la hija de mi hijo muerto".
"Y sus ojitos, mi amor. ¡Quisiera tanto que no guardes la visión del horror! Que no haya quedado en tu interior el ruido de la metralla, el grito de la muerte de Diana, tu maravillosa madrecita".
"Dios, si estás ahí, escuchame: diles que me devuelvan a mi nieta. Ayúdame a no odiar, porque no sé si son hombres o hienas los que se la llevaron indefensa, con su pañal y su batita rosa.
"Y a mi Anahí dile, por favor, que su abuelita está aquí, buscándola, arañando puertas herméticas. Que la encontrará un día, que no tenga miedo. Díselo, por favor, para que no asome esa infinita tristeza a sus ojitos cuando esté sola, cuando le roce el recuerdo lejano del despojo".
"Anahí mía, mi chiquitita, espera un poquito más. Estoy buscándote. Mientras llego, ¿sientes que te abrazo? ¿Oyes no sólo un corazón, sino tres latiendo juntos, bendiciéndote?".
"Anahí, Anahí mía, Anahí nuestra, confía, ya nos encontraremos. Confía en tu abuelita que se ha convertido en acero para buscarte, pero que volverá a ser nido y tibieza cuando te encuentre, chiquitita mía".
N. de la R: Esta carta, que fue escrita por Chicha Mariani en 1981 cuando Clara Anahí cumplió cinco años, es lanzada el 12 de agosto de cada año con globos blancos para que llegue a destino
Retoma el relato de los pasos iniciales de la búsqueda de Clara Anahí: "cargando en el alma ese padecimiento inimaginable, los tres volvimos a la casa de los Teruggi en donde me quedé por unos días. Mario, que ya murió y que era un científico eminente, llamó al entonces rector de la Universidad, Guillermo Gallo, para que averiguara lo que había pasado con la nena. Gallo le encomendó al decano de Derecho, doctor Ves Lozada, que hablara con el entonces coronel Ramón Camps, jefe de la Policía de la Provincia, que además había comandado en persona el ataque a la casa de los chicos junto a su segundo, Etchecolatz. La respuesta que recibieron y que nos transmitieron, fue que la nena había muerto. Y nos quedamos los tres con ese dolor enorme que compartimos. A los dos días pasé por la casa de calle 30 y lo que encontré fue desolador. Todavía había policías y me dejaron entrar. Se habían llevado todo y parecía un basural. Me dijeron que habían muerto todos los que estaban en la casa. Sin embargo, cuando me iba, aguantando el llanto, se acercó una chica del barrio y me dijo que la nena estaba viva. Que una tía de ella había visto cómo se la llevaban. Me ilusionó, pero después no pensé más en eso, temiendo que no fuera cierto".
No obstante, la sangre se hizo escuchar y el ritmo de su pulso se convirtió en golpes y ansiedad. Chicha empezó a dudar. ¿Por qué no podía ser cierto? Y si lo era, ¿en dónde estaba Clarita? No dijo nada y decidió volver a su casa de calle 44. A las pocas horas de llegar tuvo que soportar otra visita de la patota. La encerraron en un cuarto, la amenazaron y la interrogaron. El objetivo era amedrentarla, pero como ocurrió en los otros intentos, no la atemorizaron. Chicha se quedó en su casa tratando de acomodarla, de transformarla nuevamente en habitable, de reparar lo roto o sustituirlo, encontrar papeles, documentos, recortes valiosos sobre su marido, reconocido director de orquesta que se encontraba trabajando en Italia. En ese momento de plena limpieza, la llamó una colega de la docencia "y me dijo que nos encontráramos. Fui a verla y me contó casi en secreto que el comisario Sertorio, jefe de la comisaría 5ª, le debía grandes favores a su esposo. Que lo fuera a ver de parte de él, que por ahí tenía novedades. Y le hice caso. Sartorio me recibió y me contó en privado, lamentablemente sin testigos, que Clarita vivía. Que tenía que ir enseguida a la Unidad Regional y que preguntara por la nena, no por su nombre, porque ya tendría otro, sino por la ropita que llevaba puesta. Lo hice, pero en la Regional negaron todo y dijeron que no sabían nada".
Y hace un silencio para calmar su ansiedad. Porque no hace mucho se enteró que aquél primer impulso, buscando a su nieta, está íntimamente ligado con el último paso, como si su búsqueda estuviera llegando al fin. Porque aquél envío a la Unidad Regional, hoy cobra otro valor. Y debe ser cierto que el fin no debe estar tan lejos porque los ex represores y sus cómplices, de golpe se han puesto inquietos. Tanto como para hacerlos pasar un burdo papel con amenazas por debajo de la puerta de calle 30: "Mariani – Teruggi, Montoneros, Están bien muertos", firmado de manera ignota, anónima, como si no se supiera quién envió el burdo mensaje, esa mano de obra desocupada y en libertad gracias a los decretos de Obediencia Debida y Punto Final, hoy anulados.
¿Último paso?
Como se ha difundido con amplitud en todos los medios, Chicha Mariani logró sentar de nuevo frente a los jueces, al represor y ex comisario Miguel Etchecolatz, segundo de Ramón Camps en tiempos de la dictadura. Se lo acusa de haber participado en el asesinato de Diana Esmeralda Teruggi. Paralelamente a este juicio, en otro juzgado federal de nuestra ciudad, el doctor Arnaldo Corazza instruye una causa relacionada al ataque que el 24 de noviembre de 1976 se perpetró a la casa de calle 30. Ya hay dos detenidos: a uno se lo vincula con la muerte de Diana y al otro, a la desaparición de Clara Anahí. En el entrecruzamiento de datos, averiguaciones últimas y la aparición de nuevos testigos, surgieron elementos que acorralan a quienes robaron a Clara Anahí.
Chicha logró contarlo en el juicio a Etchecolatz, en una larga declaración ante los jueces Carlos Rozanski, Horacio Insaurralde y Norberto Lorenzo en donde dio hasta el nombre y el apodo del oficial de policía que se había llevado a Clarita. Estas novedades que habrían surgido en la causa que se instruye en otro juzgado federal, involucran a dos altos jefes policiales en tiempos de la dictadura, hoy retirados. Uno, que cumple detención domiciliaria al tener 74 años, cuenta una larga historia represiva. Se trata de Juan Fiorillo, que se retiró ostentando el más alto cargo en la policía provincial. Como recordó la página web de Clarín del 31 de mayo pasado, se lo acusó en 1962 de ser uno de los responsables en el caso Felipe Vallese, el primer desaparecido. Así también consta en la investigación realizada en aquellos años por Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, y que luego publicaran en un libro imperdible, "Felipe Vallese", a mediados de esa década. También se lo acusa en la misma nota, de haber integrado la Triple A en 1974 y a partir del 76, haber dirigido en nuestra región, los terroríficos COT (Comandos de Operaciones Tácticas) o grupos de tareas.
Cuando se le recuerda a Chicha el homenaje recibido, cuando subió al estrado llevada del brazo por una compañera debido a sus problemas de visión, sonríe. El público, que colmaba el salón dorado de la Municipalidad en donde se realiza el juicio a Etchecolatz, se puso de pie para aplaudirla. Fue un reconocimiento a su coraje y a su lucha contra la dictadura en los años de fuego. "Eso me dio coraje para hablar tanto", bromea. Sin embargo, allí contó un dato fundamental: "Yo sé quién tiene a mi nieta o sabe a quién se la entregó: es el comisario CG". (ella dio el nombre, el apellido y hasta el apodo, pero deben omitirse en la publicación al no estar todavía imputado por la Justicia).
¿Quién es CG? Un policía íntimamente vinculado a Fiorillo en ese tiempo. En la causa que se sigue en el juzgado del doctor Corazza, el otro detenido es el que era chofer de Etchecolatz en épocas de la represión, además de pertenecer a su grupo de confianza. Tanto él como Fiorillo, se declararon "ajenos" a los hechos que se les imputan.
A Fiorillo y CG se los relaciona con la desaparición de Clara Anahí Mariani Teruggi a partir de la declaración de un nuevo testigo. Este hombre, que se acercó recién ahora, observó en la tarde el 24 de noviembre de 1976 en la esquina de 51 y 30 cuando un oficial de policía le entregaba a otro colega, que estaba al volante de un móvil de la repartición, un bebé. Cuando notaron que alguien los estaba mirando, lo amenazaron con armas y lo hicieron alejar. Hace un mes, ese hombre reconoció fotográficamente a CG como el oficial corpulento y morocho que recibió a la nena y que partió a toda marcha para tomar calle 31.
Una mujer, vecina del barrio, también se decidió a hablar. Lo hizo ante los jueces confirmando que ella vio cuando un policía sacaba a la nena en brazos y trepaba a un auto para partir velozmente por 30 hacia 51.
Los dos tuvieron el coraje de hablar. ¿Cuántos vieron lo mismo o más y todavía callan? El miedo a la dictadura que impuso un plan de tortura y exterminio de los que resistían y el robo sistemático de bebés, todavía hace sentir su influencia.
El 24 de noviembre del ’76, un bombardeo de cuatro horas a una casa de la calle 30 mantuvo despierta a toda La Plata. Al frente del operativo del Ejército, la Policía Bonaerense y la Armada estaba el comisario Miguel Etchecolatz. Tenía entonces cuarenta y siete años y ya era conocido como la mano derecha de Ramón Camps. Su blanco de esa noche era la vivienda de Daniel Mariani, un economista de veintiocho años; de su mujer, Diana Teruggi (26) y de la hija de ambos, Clara Anahí, de dos meses. En el lugar funcionaba oculta una imprenta montonera, aunque con la apariencia de una fábrica de conejo en escabeche. Bajo el ataque del grupo paramilitar, la casa fue acribillada hasta que las paredes quedaron negras por la pólvora de los disparos y el humo de las bombas. Menos Mariani, que ese día estaba ausente, los adultos que estaban dentro –tres hombres y Diana– fueron muertos. Diana intentó huir por el patio del fondo con su niña en brazos, pero fue ametrallada. Cayó junto a un limonero, protegiendo con su cuerpo el de la beba. Se sabe que un policía se llevó viva a Clara Anahí; su abuela Chicha todavía la busca. En el lugar quedaron solamente cuatro cuerpos carbonizados por una última bomba de fósforo. Para borrar todo dato que vinculase a Clara Anahí con sus orígenes, su madre fue ingresada a la morgue como NN; después sería asesinada su obstetra. La muerte de Diana es uno de los ocho casos por los que ayer comenzó a ser juzgado Etchecolatz, en el primer proceso oral y público contra un represor luego de ser anuladas la obediencia debida y el punto final.
¿Cerca del final de la historia?
Como se sabe, esta historia comenzó el 24 de noviembre de 1976 a mediodía, en calle 30 entre 55 y 56, una cuadra de barrio, con veredas arboladas pero angostas, para dar lugar a las zanjas que acompañaban en su tendido a la calle de tierra. Seguramente a la hora de almorzar la cuadra estaba vacía, en silencio, con los sonidos familiares de cada vivienda. En 30 Nº 1134/36, cuatro jóvenes almorzaban. Fue entonces cuando se les advirtió por parlantes que se entregaran y a los pocos minutos, casi sin dar tiempo a acatar la orden, se desencadenó un ataque feroz, desproporcionado, llevado a cabo por más de cien militares y policías contra esa casa.
No buscaban un arsenal de guerra, tampoco una "cárcel del pueblo". El objetivo era localizar una imprenta en donde se editaba "Evita Montonera", y escribirlo sumerge en la historia de las primeras luchas obreras de fines del siglo XIX, de anarquistas y socialista, cuando se perseguía la difusión de las ideas, a las que la burguesía temía más que a las armas. Pero el tiempo había transcurrido y Montoneros y sus imprentas fueron legales hasta un año antes del ataque. Lo fueron durante el gobierno de Cámpora y el del general Perón, exactamente hasta fines de 1974 cuando, enfrentándose al gobierno de Isabel y a la derecha peronista encaramada en el poder, pasó por propia voluntad a la clandestinidad. Recién en 1975, la pusilánime Presidenta que manejaba López Rega, la declaró ilegal.
Por eso, Montoneros empezó a proteger sus imprentas y a ocultarlas, como en la casa de calle 30. Allí vivía el matrimonio compuesto por el licenciado en Economía Daniel Mariani, con chapa en la puerta de calle que lo acreditaba, y Diana Esmeralda Teruggi. Tenían una hija de tres meses y medio y una pequeña fábrica, en el mismo domicilio, de escabeches de conejo que en realidad, era una cobertura para justificar el movimiento de la casa. A la imprenta se accedía por un sofisticado mecanismo disimulado en un bajo mesada de un galpón trasero.
La casa fue arrasada y cargaron en los camiones hasta los pisos y los techos. Todo. Parte de ese botín fue Clara Anahí, que en este agosto cumple 30 años. No lo sabe, pero está en manos de sus captores. Chicha está ansiosa. Aquella primera visita a la Unidad Regional preguntando por la nena y los testimonios actuales, tienen que ver. También importa la reacción de los ex represores que renovaron sus amenazas. "He sufrido tantas, que no me dan miedo" y agrega: "yo tengo toda mi confianza en el juez Arnaldo Corazza y cómo está llevando el caso. También en la Cámara Oral que juzga a Etchecolatz. Él dirigió, junto a Camps, a las fuerzas que atacaron la casa de la calle 30. Hoy tengo confianza".
Y lo dice quien ha sufrido muchos desengaños por haberse entusiasmado por casos en los que creyó llegar a Clara Anahí. "En cada uno pensé que llegaría a Clarita. Siempre tuve la esperanza y por eso el golpe fuerte de cada desengaño. Ahora no. Quiero dejar la mente limpia para lo que venga".
Reconoce que no sabe "si CG tiene a la nena, a quién se la dio. ¿Será alguien tan poderoso al que las autoridades no pueden llegar? Porque llevamos más de 20 años de vida democrática y ningún gobierno pudo localizarla ni a Clarita ni a otros muchos chicos robados. Parece que Clarita estuviera en un lugar que no se puede tocar".
La ansiedad que siente ahora le hace reconocer que "me siento con 30 años menos. Tengo ese entusiasmo. Hay tantos datos nuevos que manejamos, datos que se comprueban, que me rejuvenecieron. Por eso no temo. El otro día me llamaron por teléfono y pasaron toda una conversación que uno de los chicos que trabaja en la Asociación había mantenido con otra persona. Era intrascendente. Pero me mostraban que nos están espiando y siguiendo".
Y Chicha concluye con la firmeza que la caracteriza: "Nunca les tuve miedo. En los tiempos de la dictadura, sí sentía desesperación cuando escuchaba en las noches las itakas y los tiros porque sabía que los destinatarios eran siempre nuestros jóvenes… Me han robado todo. No puedo sentir miedo".
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Clara Anahí cumple 30 años en cautiverio
Clara Anahí Mariani con su mamá, Diana Teruggi
Clara Anahí Mariani cumple 30 años el 12 de agosto. Fue secuestrada y desaparecida por la dictadura cívico militar el 24 de noviembre de 1976, después de asesinar a su madre Diana E. Teruggi de Mariani en su casa de la calle 30 Nº 1134 de la ciudad de La Plata. Ocho meses después asesinaron a su papá Daniel E. Mariani, también en La Plata.
Clara Anahí tenía tres meses de edad y desde entonces la dictadura ocultó su destino a pesar de nuestra tenaz e incansable búsqueda en el país y en el exterior. Recurrí a la justicia, los gobiernos, la iglesia, entidades, políticos, pero nunca tuve respuestas.
Hoy hago un pedido mas a quién tenga información sobre mi nieta. No tengo dudas que hay quienes saben y ocultan el destino que le dieron quienes la secuestraron y la mantienen en cautiverio.
Como todos los años, este 12 de agosto nos encontraremos a las 14.30 hs. en la Casa Mariani-Teruggi (calle 30 Nº 1134 de La Plata) para conmemorar su cumpleaños con un suelta de globos, uno por cada año cumplido. Esta vez, caminaremos unas cuadras siguiendo el camino por el que ahora sé que se la llevaron.
Espero que una vez más me acompañen en este nuevo pedido de noticias de mi nieta.
María Isabel Chorobik de Mariani
Tel.:(0221) 421 2681
E-mail: mariaisabelchorobik@sinectis.com.ar
Chicha
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"Tantas veces he querido tomarme un descanso"
"Estaban matando mucha juventud"
"Diana era una estudiante de Letras de 26 años, casada con mi hijo Daniel". Vivían en la calle 30, entre 55 y 56, junto con su beba, nacida en agosto de 1976. En los fondos de aquella casa, funcionaba una pequeña imprenta clandestina: "Acababan de publicar, en octubre de 1976, que en la ESMA había un campo de concentración, y que se tiraban cadáveres al río".
El 24 de noviembre de ese año, Daniel había salido, y en la casa se encontraban Diana, su beba de tres meses, y tres de sus compañeros de militancia : Juan Carlos Peiris, Daniel Mendiburu Eliçabe y Roberto Porfirio. Al mediodía, se lanzó el ataque: un operativo represivo del que formaron parte diversas fuerzas -Policía de la provincia, Policía Federal, Ejército, Gendarmería, Marina-, con tanques, bazukas, camiones militares y helicópteros.
El ataque a la casa fue de tal magnitud que el barrio entero quedó conmocionado, y hoy lo recuerda con precisión. Los cuatro adultos fueron asesinados a balazos, y se sospecha que sus cuerpos fueron quemados dentro de la casa, para dificultar su posterior reconocimiento. Lo que pasó con Clara Anahí sigue siendo una incógnita hasta el día de hoy. Casualmente, el sumario que se había instruido al respecto en la comisaría 5º desapareció en aquellos años.
En el procedimiento, participaron varios jerarcas de la represión ilegal: entre otros, el jefe de la Policía provincial Ramón Camps; el Director de Investigaciones de la fuerza, Miguel Etchecolatz, y su chofer, Hugo Guallama; el titular de la comisaría 5º, Osvaldo Sertorio; el jefe del Regimiento 7 de La Plata, Roque Presti; el jefe del Primer Cuerpo de Ejército, Carlos Guillermo Suárez Mason. "Estuvo toda la plana mayor de todos lados", sostuvo la abuela.
Chicha estaba en su casa, en la esquina de 44 y 21, tejiendo una batita para su nieta, cuando escuchó pasar los tanques. "Me aterroricé, porque en esa época estaban matando mucha juventud", pero no se imaginó "que se dirigían a la casa de mis hijos". "Pensé: a quién estarán matando ahora", recordó.
Más tarde ese día, Chicha tuvo que dejar su casa para ir a cuidar a su padre enfermo. Cuando volvió, al día siguiente, vio a todos los vecinos reunidos en la puerta de su vivienda. El lugar estaba destrozado: la casa había sido baleada y saqueada, había escombros por todas partes y muebles destruidos. "Además se habían robado todo lo robable", indicó, y añadió que fue en esa misma casa que sufrió, un mes después, otro allanamiento violento. Entre los represores que lo perpetraron, había uno a quien sólo reconoció años después, en los diarios: Luis Abelardo Patti.
Chicha Mariani no llegó a enterarse de los asesinatos de la calle 30 hasta el día siguiente del operativo. Aunque no pudo entrar a la vivienda hasta varias semanas después -"la casa estuvo llena de policías de civil durante un año", contó-, hizo una primer denuncia en la comisaría 5º, cuya jurisdicción abarcaba ese domicilio, para poder recuperar los cuerpos. "Me dijeron: 'No le vamos a entregar a su hija porque está carbonizada, no se la reconoce, nosotros nos vamos a ocupar de su cadáver'. Cuando les pregunté por mi nieta, me dijeron '¿qué nieta?', y que no figuraba en ninguno de los papeles".
El primer dato respecto de Clara Anahí lo obtuvo por medio de un amigo que conocía al entonces comisario Osvaldo Sertorio, el titular de la comisaría 5º, "que ha pasado a la historia por el campo de concentración que tenía al otro lado del pasillo de su escritorio". El policía le había confirmado al amigo de Chicha que Clara Anahí había sobrevivido al ataque a la casa de sus padres.
La abuela se dirigió entonces a la dependencia policial, para hablar con el comisario "Me dejó parada en el medio de la habitación y él, sentado, empezó a expresar su desprecio por mí, que era la madre de unos subversivos". Pero como le debía un favor a aquel conocido en común, terminó diciéndole, en voz casi inaudible: "La nena está viva, búsquela por la ropa porque ya le deben haber cambiado la identidad. Y búsquela rápido, porque ha perdido demasiado tiempo". El policía la derivó a la Unidad Regional de la Policía de la provincia, "pero allí me negaron que supieran algo, y me sacaron con cara de nada".
Las familias Teruggi y Mariani nunca pudieron recuperar el cuerpo de Diana. Recién en 1984 Chicha se enteró de una comunicación del director del cementerio de La Plata, según la cual la joven había sido enterrada como NN, y que en 1982 esa tumba había sido "levantada y tirada a la fosa común".
En esta causa consta que en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la provincia de Buenos Aires (DIPPBA) -cuyos archivos están hoy bajo custodia de la Comisión Provincial por la Memoria- existían fichas en las que figuraba el operativo del 24 de noviembre de 1976 y, en relación a él, una serie de actas en las que se identificaba con nombre y apellido a las personas asesinadas ese día, incluida Diana. Pero luego la fuerza confeccionó actas de defunción en las que los cuerpos figuraban como NN : fue otro paso que apuntaba a borrar toda huella respecto de cómo fueron las muertes.
De esa misma Dirección de Inteligencia se extrajo otro legajo de 1979, en el que la hija de Daniel y Diana, dos años después de la muerte de sus padres, era catalogada de "extremista". La carátula de aquella carpeta, confeccionada por la fuerza policial, rezaba : "Factor de extremismo: Clara Anahí Mariani".
El nacimiento de las Abuelas
"A todos lados iba sola, y no siempre era bien recibida", recordó. Hasta que se contactó con Alicia "Licha" Zubasnabar de De la Cuadra, otra abuela que buscaba a su nieta desaparecida : "Licha está presente hoy acá, tiene 90 años, y hemos trabajado en la búsqueda de los niños y de nuestros nietos hasta hoy". Fue junto a ella que comenzaron a acompañarse en sus gestiones, y que se conectaron con otras madres y abuelas, que recién estaban empezando a conocerse y organizarse.
"Licha buscó a las otras abuelas que ya conocía de la Plaza de Mayo, nos reunimos y decidimos empezar a trabajar juntas. Éramos 12 en ese momento", relató, y añadió : "A mi me asombró verlas con tanta serenidad ; yo era un guiñapo, un llanto continuo, las veía a ellas tan serenas y decía 'tengo que ser como ellas' ".
Primero se dieron a conocer como « Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos ». "Pero fuimos creciendo, la gente empezó a conocernos y a llamarnos las Abuelas de Plaza de Mayo", rememoró. Finalmente, adoptaron ese nombre.
A Chicha la esperaba aún otro golpe, poco tiempo después : el 1 de agosto de 1977 fue asesinado su hijo, Daniel Mariani : "No se había querido ir del país por su hijita, por Diana y por lealtad a sus compañeros militantes. Y se quedó hasta que lo mataron, en la calle 132 y 35".
Policías, curas, jueces
Por recomendación de un juez, Chicha y su marido realizaron una denuncia ante la Policía Federal : el efectivo que les tomó declaración, mientras redactaba el acta, "llamaba a los gritos a todos los que pasaran por ahí y les decía que vengan a ver a los padres de los guerrilleros de la calle 30". Cuando ella le intentó corregir un error de ortografía en su apellido, el policía le respondió : "Estoy acostumbrado a tomarle declaración a las prostitutas. Ahí mi marido se levantó y tuve que pisarle el pie para que se quedara callado", rememoró, y añadió : "Cuando estábamos saliendo nos dijo 'no busquen a la nena, porque hizo puf y desapareció' ".
Luego, hizo innumerables gestiones ante autoridades eclesiásticas. Al primero que consultó fue a Monseñor Emilio Graselli : "Me dijo que la nena estaba muy alto, que tendríamos que haber ido antes y ya era demasiado tarde, que ya no la podía conseguir". Luego, se contactó con Monseñor Antonio Plaza, en la Catedral. "Plaza me interrogó más que ayudarme", recordó, y agregó que el obispo la derivó a Monseñor Montes, que trabajaba con él en la Catedral.
"La primera vez, Montes me atendió muy bien y me dijo 'yo se la voy a conseguir' -reconstruyó Chicha-. Pero la segunda vez, estaba serio, muy enojado. Me dijo que me dejara de molestar, que no buscara, que me quedara quieta. 'Déjela en manos de los que la tienen, no los ponga en peligro'. Cuando le respondí que era mi nieta a la que estaba buscando, me señaló la puerta y me dijo : 'señora, le falta fe. Rece' ".
Luego, Chicha recordó que, junto a las Abuelas de Plaza de Mayo, visitó el Vaticano en 18 oportunidades : nunca consiguieron que las reciban. "Yo no tengo nada que agradecerle a la Iglesia, más bien tengo muchos reproches. No les debo nada, sólo dolores y amarguras", sintetizó.
Lo mismo sintió respecto a sus reclamos ante la Justicia. "Íbamos siempre a visitar a jueces, una vez por mes, de a dos o de a tres -describió-. La Justicia no significó para mí ningún aporte. Y hablo en pasado porque tengo esperanza en este juicio".
"Espero que de aquí salga la verdad"
Las hipótesis sobre el posible destino de Clara Anahí son varias, de acuerdo a las versiones y testimonios que Chicha pudo ir recogiendo durante estos 30 años.
El primer dato significativo con el que dio, lo obtuvo por un matrimonio amigo, Elvira y Omar Cerutti. Ellos le contaron que una sobrina suya estaba de novia con Daniel Del Arco, un policía que prestaba servicios en la comisaría 2º de La Plata y en la DIPPBA : cuando se enteró de que eran amigos de Chicha, el policía les contó que él había participado en operativo del 24 de noviembre de 1976 y que sabía que la niña estaba viva. "Saber eso me devolvió la vida", contó hoy la abuela, que a esa altura ya estaba perdiendo las esperanzas de encontrarla.
"Le dije a los Cerutti : 'pídanle si me puede entregar la nena, que yo le doy lo que sea, mi casa, todo. Pero que sea la nena' ", indicó hoy Chicha. A partir de allí, comenzó una suerte de negociación con Del Arco, a través de los Cerutti. Aparentemente, el policía sabía que Clara Anahí estaba en manos de otro miembro de la fuerza.
Pero al poco tiempo el matrimonio la llamó, para decirle que Del Arco se había comunicado con ellos : "Les dijo que lo había descubierto Camps, y que andaba disparando por los campos con gran peligro para su vida. Les dijo que no quería saber más nada, y que si seguían averiguando, el matrimonio Cerutti iba a terminar en un zanjón".
La pareja, llorando, se negó a seguir ayudándola. "Eso fue otra muerte para mí", sostuvo Chicha. En los '80, Elvira Cerutti murió en un accidente automovilístico en la ruta a Mar del Plata. "Murió ahogada en un zanjón, como le había dicho este hombre", remarcó. El policía Daniel Del Arco declaró, en 2004, en el Juicio por la Verdad : "lo negó todo ; transpiró muchísimo, nervioso, pero lo negó todo".
Ese mismo año, le avisaron desde la Comisión por la Memoria que una persona se había presentado allí y que quería hablar con Chicha. Era la mujer de Hugo Guallama -chofer de Etchecolatz-, que había participado del ataque a la casa Mariani-Teruggi. "Me dijo que Guallama la llevó a la casa de calle 30, le mostró dónde habían estado ellos, y le dijo que él había estado con Etchecolatz arriba del techo", narró la abuela, y agregó un dato que, en el marco de este juicio, cobra singular importancia : Guallama admitió que fue él quien disparó contra Diana Teruggi, y que lo hizo por orden de Etchecolatz. "Le dijo : 'dale, Negro, tirale que va saliendo', y era Diana, que salía con la nena en brazos. Esto lo cuenta la concubina de Guallama". El otro dato significativo tenía que ver con Clara Anahí : según el policía, la habían sacado viva desde abajo del cuerpo de su madre.
Actualmente, el ex chofer del represor se encuentra procesado y con prisión preventiva, en el marco de la causa sobre la comisaría 5º de La Plata que instruye el juez federal Arnaldo Corazza. "Primero negó todo, pero después de dos meses en (el penal de) Marcos Paz, mandó una nota al juez, diciendo que ahora recordaba todo", ironizó Chicha.
El otro elemento que aportó Guallama fue que, después de pasar por varias manos, quien se llevó a Clara Anahí del lugar del operativo fue el comisario Juan Fiorillo, con su lugarteniente, Carlos "El Oso" García.
Los antecedentes de ambos son más que oscuros. Fiorillo fue el responsable de la desaparición de Felipe Vallese en 1962, fue jefe de la Unidad Regional de la policía provincial y del Comando de Operaciones Tácticas (COT) durante la dictadura, y tenía una oficina en la comisaría 5º cuando la dependencia funcionó como centro clandestino de detención. "Para mí es el monje negro de la represión", comentó Chicha. Hoy, también está procesado y con prisión preventiva en la causa sobre la comisaría 5º, pero cumple arresto domiciliario por ser mayor de 70 años.
Carlos "El Oso" García había sido custodio de Monseñor Antonio Plaza. Luego de su actuación como represor en la dictadura, estuvo involucrado en una "comisión policial" que proveyó durante meses información falsa al juez Galeano en la causa AMIA. Y tiempo después, ya retirado de la fuerza, fue jefe de custodia del Banco Provincia.
Varias de las personas que a lo largo de estos 30 años fueron aportando datos a la búsqueda de Chicha están citadas a declarar en este juicio oral. Es por eso que la abuela de Clara Anahí tiene expectativas en torno a lo que pueda surgir de la conjunción de todas estas declaraciones, que hasta ahora están dispersas en el tiempo y en los despachos de diversas oficinas judiciales. "Espero que de este juicio salga la verdad", expresó hoy ante el Tribunal.
"Yo acuso a Etchecolatz ; lo acuso de la muerte directa de mi nuera, de la desaparición de mi nieta, de lo que ha significado para ella 30 años de estar viviendo en la ignorancia de su identidad -manifestó Chicha Mariani-, y también lo culpo del sufrimiento que me ha dado a mí y a todas las familias, que nos han mantenido 30 años buscando con uñas y dientes un rastro de un hueso de un hijo para tenerlo, o un rastro de un nieto para criarlo y decirle quienes fueron sus padres".
Y añadió : "Lo veo al policía Etchecolatz con el rosario, y yo le quisiera pedir que, en vez de rezar el rosario, alivie su conciencia diciendo dónde está Clara Anahí. Porque él sabe. Y sabe que mataron a Diana por su orden o con su mando".
El represor, nuevamente, no estuvo presente en la sala de audiencias para escuchar el testimonio de Chicha Mariani : está detenido en el penal de Marcos Paz, y pidió no asistir a esta etapa del juicio por supuestas razones de salud. "Yo no me puedo dar el permiso de morirme -pareció responderle hoy Chicha-. Tengo que encontrar a mi nieta".
Fue un largo suspiro: "Ahhh.... Es tan difícil...". Parecía aflojar. El Presidente del Tribunal que juzga a Etchecolatz, tan cálido y correcto como siempre, intervino: "Señora de Mariani, ¿desea tomarse un descanso y que reanudemos después de un cuarto intermedio?". Chicha contestó rápido y con tono reflexivo: "Tantas veces he querido tomarme un descanso y nunca lo he tenido. Puedo seguir".
Y siguió declarando con la fuerza que acumuló durante estos 30 años y que forjó junto a las Abuelas de Plaza de Mayo: "Éramos sólo doce. Yo era un llanto continuo y las veía a ellas tan serenas que me decía: tengo que ser como ellas". Y lo es. Y lo fue ante el Tribunal:
Incansable como una Abuela, porque "tengo demasiada información y quiero contarla hoy".
Tierna como una abuela, cuando orgullosa dijo que "mis hijos" hacían escabeche de conejo "con mi receta".
Valiente para acusar a los genocidas de "no haber tenido nunca la valentía de decir una verdad".
Memoriosa e irónica: "Los curas católicos me alejaron de la religión. Fui dieciocho veces al Vaticano y el Papa nunca hizo nada. (...) Creo que Juan Pablo segundo practicó el castellano con nuestra carpeta".
Precisa para describir el rostro de uno de los represores que la "visitó" en su casa y que recién supo quién era cuando tomó notoriedad por el caso de María Soledad Morales: "La cara de ese hombre no se me olvidó nuca", dijo en referencia a Luis Abelardo Patti.
Cuando su testimonio no era lineal, cuando sentía que juntaba las cosas y que era confusa, explicó con sabiduría: "En la casa de 30, la sangre de los chicos está mezclada en las paredes... Entonces no puedo separar".
Valiente: "Yo acuso a Etchecolatz. Lo acuso de la muerte directa de mi nuera, de la desaparición de mi nieta, de lo que ha significado para ella 30 años de estar viviendo en la ignorancia de su identidad y también lo culpo del sufrimiento que he padecido y que ha padecido mi familia durante estos 30 años".
Ilusionada: "Clara Anahí cumple 30 años el 12 de agosto y tengo una esperanza. No me puedo dar el permiso de morir: tengo que encontrar a mi nieta".
La vimos tan serena... Aplaudimos fuerte.
Carlos Sahade
LOS ATACANTES
El 24 de noviembre de 1976 participaron del ataque a la casa Mariani – Teruggi, las siguientes fuerzas militares: Regimiento 7 de Infantería y X Brigada de Infantería. Fuerzas de la Policía de la Provincia: comisaría 5ª, Regional IV, División de Investigaciones, Cuerpo de Infantería Motorizada. Además había integrantes del Comando Táctico Operacional (COT), de Gendarmería, Paramilitares y del Cuerpo de Bomberos.
Fue tal la magnitud del ataque que lo dirigió personalmente el jefe de la Policía, ex coronel Ramón Camps y su hombre de confianza, ex comisario Miguel Etchecolatz, jefe de la División de Investigaciones de la Provincia. Pero además se hicieron presentes los más altos jefes militares de la región: generales Carlos Guillermo Suárez Mason y Adolfo Sigwald y el coronel Carlos Alberto Presti.
Entre los jefes policiales, estuvieron el ex comisario Osvaldo Sartorio, comisario mayor Miguel Ioppolo, entre otros.
Fue considerado, por su magnitud y la cantidad de efectivos utilizados, el mayor operativo realizado en La Plata.
Fuente: La Pulseada
T.E.: (0221) 453-2516
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59 N°1515 e/25 y 26 - La Plata
www.lapulseada.com.ar
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"Sueño con encontrar a mi sobrina y poder abrazarla"
Bernardo Teruggi perdió a su hermana en 1976, víctima de un insólito operativo que incluyó bazucas y tanques. La casa como memoria viviente. La culpa de Etchecolatz.
Una vez más Bernardo Teruggi recorre la casa en donde el 24 de noviembre de 1976 Miguel Etchecolatz junto a miembros del ejército y la policía bonaerense perpetraron uno de los más escalofriantes actos represivos ocurridos durante el último proceso militar. Aquella noche se encontraba en la casa de 30 entre 55 y 56 de la ciudad de La Plata, Diana Teruggi (hermana mayor de Bernardo), su hija Clara Anahí Mariani de tres meses de edad, actualmente desaparecida y al menos tres personas más que murieron después del ataque.
TIROS
"Recuerdo que a las siete de la mañana sonó el teléfono, ahí nos dicen que habían atacado la casa donde estaba mi hermana, enseguida nos dimos cuenta de que los tiros que habíamos escuchado la noche anterior eran los de la casa. Mi padre fue a reconocer el cadáver pero no se lo mostraron. Solamente le dieron el documento de identidad", recuerda Bernardo.
La casa conserva los signos de la desproporcionada magnitud de aquel operativo, en el que se utilizaron desde tanques y bazukas hasta camiones y helicópteros militares. También se exhiben las fotos de las personas que murieron aquella noche y la de la pequeña Clara, quien luego de 30 años sigue siendo buscada por sus familiares.
"En aquel momento estudiaba en Bellas Artes y era compañero de María Claudia Falcone, desaparecida el 16 de septiembre en el hecho que se conoció como ‘La noche de los Lápices’, ella era mi mejor amiga. A los meses sucedió lo de mi hermana, a mis 16 años me costaba mucho entender lo que estaba pasando y el miedo que me generaron esos acontecimientos me duró 15 años, es algo muy difícil de explicar".
ALEGRE
Diana era la mayor de cuatro hermanos y, según la recuerda Bernardo, era una chica muy alegre y media obstinada a la hora de discutir "Nosotros fuimos criados por mi abuela porque mis padres viajaban mucho, por eso para mí que soy el menor, Diana era mi referente en la casa, ella me acercó a la música clásica". Quizás como símbolo de aquella anécdota hoy se dedica a la música. En 1998 formó junto a un colega la Camerata Académica del Teatro Argentino de la ciudad de La Plata y es docente desde hace 11 años.
Cómo a tantos familiares de desaparecidos Bernardo cuenta que el miedo de esos años se instaló en su cuerpo y lo determinó en muchos ámbitos de su vida "me tuve que cambiar de colegio, después le llegó a mi padre la noticia de que mis dos hermanos y yo también estábamos en una lista y por lo tanto corríamos peligro. No sabía de qué me culpaban, si lo único que había hecho era tocar temas de los Beatles en el piano, pero iigual tuvimos que irnos para que nada pasara".
Después de eso, increíblemente a Bernardo le tocó la colimba. "En el ‘79 ingresé al servicio militar y como tenía conocimientos de música fui a la banda. Hacía todo bien para salir lo antes posible. De todos modos la baja me llegó a último momento. Lo más increíble fue que me ofrecieran seguir la carrera militar, no acepté y al tiempo me dieron la baja".
JUICIO
El de Miguel Etchecolatz es el primer caso de juicio oral y público por violaciones de los derechos humanos celebrado tras la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. El ex policía fue condenado en 2004 a 23 años de prisión por haber sido encontrado culpable de 73 casos de torturas, pero después de ese fallo consiguió el beneficio del arresto domiciliario por razones de edad, al superar los 70 años. En mayo de 2000, el juez federal Humberto Blanco inició un proceso contra Etchecolatz por el homicidio de Diana Teruggi y la desaparición de su bebé Clara Anahí Mariani.
Bernardo asegura que no sigue muy de cerca lo que sucede con el juicio "Lo único que quiero es que Etchecolatz aporte los datos para encontrar a mi sobrina, no puedo creer como sigue mintiendo. Hoy mis dos hijos y mis sobrinos son los continuadores de esta historia, ellos acercaron para presenciar el juicio y se interesan por todo lo que sucede. A mí personalmente esto me sigue causando un dolor muy grande que me quiebra".
ATENCIÓN
Bernardo vuelve una y otra vez sobre lo ocurrido con su hermana "Entré a la casa seis años después de que pasara todo. Recuerdo que me llamó la atención la pared doble en el fondo, donde funcionaba la imprenta, tenia una puerta que se abría con un motor. Al ver el estado de la casa y del auto que se encontraba adentro cuando ocurrió el ataque, me descompuse".
La lucha por encontrar a Clara la hija de Diana Teruggi y Daniel Mariani está siendo impulsada por María Isabel ‘Chicha’ Chorobik de Mariani, madre de Daniel "Lo de Chicha es increíble tiene mucha fuerza y sigue adelante con todas las investigaciones, tiene un archivo muy grande sobre todo lo ocurrido , valoro mucho lo suyo y trato de ayudarla en todo lo que puedo".
El lugar funciona como sede de la Asociación Anahí, a modo de recordatorio del ataque terrible de novimebre del ‘76.
A pesar de todo Bernardo no pierde la fe "Aunque sé que es muy difícil después de treinta años, sueño con encontrar a mi sobrina y poder abrazarla".
Fuente: www.semana.uolsinectis.com.ar
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Mario Teruggi
COMUNICACIÓN ACADÉMICA N° 1570
[Palabras pronunciadas por Oscar Conde el 7 de septiembre de 2002 en la Academia Porteña del lunfardo]
HOMENAJE A MARIO TERUGGI
Señor Presidente:
El pasado jueves 22 de agosto de 2002 murió a los 83 años en la ciudad de La Plata el científico y escritor Mario Teruggi, que había nacido en Dolores el 18 de febrero de 1919. Tempranamente fue doctor en Ciencias Naturales especializado en Geología y se perfeccionó en Petrología en la Real Escuela de Minas de la Universidad de Londres. A su regreso al país, durante una larga y fructífera trayectoria científica, el doctor Teruggi fue investigador del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y posteriormente tuvo a su cargo la dirección de esta institución. Paralelamente, realizó una brillante carrera docente en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, donde llegó a ser profesor titular, jefe de departamento, decano y profesor emérito.
Su labor científica se condensa en más de ciento veinte trabajos de investigación y cinco libros publicados sobre su especialidad. Sedimentología y Petrología fue reconocido en todo el mundo. Prueba de ello es que en 1968 dos investigadores de la Universidad de Harvard, en su honor, le dieron el nombre de "teruggita" a un mineral desconocido hasta entonces, un arsenoborato hallado en la Puna. En 1971 recibió del gobierno de la República Italiana la Orden del Mérito por su actuación científica. Fue, además, miembro del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Consejo de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). En los últimos años todavía se desempeñó como Jefe del Departamento de Mineralogía y Petrología del Museo de Ciencias Naturales de la Plata, uno de los diez más importantes del mundo.
Sin embargo, no son estos abrumadores méritos los que quiero hoy rescatar de Mario Teruggi, sino su amor por las letras y su estudio paciente y sesudo del habla popular rioplatense. Porque, además de todo lo que precede, Teruggi se hizo tiempo para escribir ficciones, ensayos y hasta un diccionario de lunfardo. Entre sus novelas se cuentan La túnica caída (1977), Casal de patitos (1982), El Omnium de las cornucopias (1987), Prohibido tocar los gauchos (1994) El meteorólogo y Shakespeare (1998) y Pozo negro (2001). También escribió un libro de relatos, Armiño y yuyos, publicado en 1981, y un ensayo colosal sobre la última novela de James Joyce: El Finnegam´s Wake por dentro, que lo reveló como el mayor especialista argentino sobre el escritor irlandés.
Días antes de morir, Teruggi terminó una novela titulada Mi pariente Tarisio (1796-1854). Hasta el último momento fue un apasionado del lenguaje y de las palabras. Ese amor quedó atestiguado en su Diccionario de voces lunfardas y rioplatenses, que dio a conocer en 1998, y sobre todo en una obra capital para los estudios sobre nuestra habla popular, Panorama de lunfardo, cuya primera edición se había publicado en 1974. En ella, Teruggi supo desmontar los mecanismos lingüísticos de los lexemas lunfardos y clasificar y explicar – siempre de modo sencillo, pero con altísima precisión– los fenómenos fonéticos y morfológicos que hacen a la conformación de los términos que integran este repertorio léxico. Este libro constituye uno de los pocos estudios teóricos serios relativos al lunfardo, junto a Lunfardía, Nueva Lunfardía y Aproximación al lunfardo de José Gobello; El lunfardo de Buenos Aires, de José Barcia; Lunfardología, de Enrique del Valle; El habla popular de Buenos Aires, de Arturo López Peña, y El lunfardo en Salta, de Susana Martorell de Laconi.
Todo lo que le dije –sin contar lo que no dije y lo que ignoro– creo yo que alcanza para que lo admiremos y hoy lamentemos profundamente su muerte.
Ignoro si Mario Teruggi hubiese querido integrarse a esta Academia, aunque es probable que sí. Creo que haberlo tratado, haberlo conocido y haber discutido con él es algo que cualquiera de nosotros se hubiese merecido. Al menos yo debo confesar que me quedé con las ganas.
Buenos Aires, 7 de septiembre de 2002
OSCAR CONDE
Fuente: http://ar.geocities.com/lunfa2000/1570.html
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