por David Jiménez (Corresponsal) | Asia
Estaba viendo la televisión en Singapur cuando di con lo que parecía
un reality. Solo que no había macarras metiéndose mano bajo las sábanas
ni aspirantes a famosos regodeándose en su zafiedad. Los concursantes
eran todos estudiantes que iban siendo eliminados en una competición por ver quién desarrollaba el mejor proyecto de ciencia. Gran Hermano, pero de la excelencia. En horario de máxima audiencia.
Por supuesto el concurso solo podía ser emitido en un país que ha creado uno de los mejores sistemas de educación del mundo.
Los estudiantes de Singapur se encuentran en el top cinco del informe
PISA en comprensión lectora, matemáticas y ciencias, unos 30 puestos por
delante de los españoles. No es que los jóvenes del pequeño país
asiático sean más listos que los nuestros, sino que cuentan con un
sistema basado en el esfuerzo y dotado de los mejores recursos. Centrado
en la enseñanza, no en el politiqueo y el sectarismo.
Los profesores de Singapur están entre los mejor pagados con sueldos
que superan a los de sus abogados e ingenieros, según la consultora
McKinsey. El gobierno sondea cada año los salarios medios de la
población para asegurarse de que los maestros cobran el doble. Un profesor de secundaria con 10 años de experiencia y un buen currículo puede ganar 60.000 euros al mes,
a los que hay que sumar cursos gratuitos de formación y varios miles de
euros más en bonus. El mensaje: nadie tiene mayor responsabilidad ni
merece más apoyo que los encargados de formar a las generaciones
futuras.
Haber escogido el camino contrario traerá consecuencias para España
más allá de la presente crisis. Ni la prima de riesgo ni la deuda. El
mayor drama del país es la coincidencia en los últimos años del auge de la telebasura y el desmoronamiento de la educación.
El resultado es un culto a la mediocridad que, tras abandonar la escuela, se instala en la vida laboral y finalmente queda reflejada en una casta política sin preparación ni ambición
de llegar preparada a puestos de responsabilidad. La misma casta
política que después de 13 reformas educativas desde 1970, muchas de
ellas emprendidas sin más motivación que el tanto político, ha decidido
que nuestras escuelas, institutos y universidades -no tenemos ninguna
entre las 100 mejores del mundo- bien pueden permitirse unos cuantos
recortes más. Clases con más alumnos. Cierre de colegios. Profesores
despedidos o pagados indignamente.
Los políticos españoles aseguran que no hay alternativa a los recortes educativos. Pero los 22.000 millones que cuestan las diputaciones,
de las que nadie ha sabido explicar su utilidad más allá de la
colocación de políticos afines, suponen cinco veces el gasto educativo
de la Comunidad de Madrid.
Autonomías como la valenciana no tienen ni para lápices,
pero pasean la F1 por sus calles a un coste de 20 millones de euros
anuales. Y aunque es posible que algunos bancos se hundieran sin los
miles de millones que van a recibir, en Singapur le dirán que invertir
ese dinero en educación sería una mejor inversión a largo plazo.
Evitaría, para empezar, sucesivas generaciones de dirigentes ignorantes y
las crisis que sin duda nos traerán en el futuro.
fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/07/05/internacional/1341471719.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario