lunes, 21 de enero de 2013
VENEZUELA Y HUGO CHAVEZ: "Nido de Víboras"
Por: Fernando Londoño Hoyos
A Chávez le llegó su hora. Sus cómplices temen que la
suya también. y eso explica la opereta y la furia de las
víboras.
Sí, queridos lectores: es de la famosa novela de
François Mauriac de donde tomamos prestado el
nombre de estas líneas. Porque viene como anillo al
dedo a la opereta con fondo trágico que se
representa en Venezuela.
No cabe duda de que el Comandante se la buscó.
Pudo conseguir el consuelo de un final digno para
su turbulenta carrera de mal militar y eficiente
demagogo.
Prefirió llevar al extremo su pasión narcisista por el
mando, ceder ante sus odios y aspirar a la pompa
mundana de una apoteosis que lo semejara a Bolívar.
Pero se va a quedar con los dolores del prócer, sin un
ápice de su grandeza.
Lo que hay en torno suyo, esa carrera por los restos
de la piñata que va a romperse, es lo que tiene
merecido su memoria. Los que conspiran en silencio
para alzarse con trozos del poder tienen
comprometida su conciencia y justos temores por
el examen de su conducta. Porque saben que se
robaron a Venezuela, que la condenaron a cien años
de abandono y que ha llegado la hora de que
respondan ante la Historia.
Ese país perdió, porque se la robaron, la mayor
bonanza que ha tocado a las puertas de cualquier
nación latinoamericana. Tres millones de barriles de
petróleo a cien dólares, para simplificar cuentas,
montan trescientos millones de dólares diarios, más
de cien mil millones de dólares por año. De lo que no
hay ni especies náufragas.
Después de 14 años de producir semejante fortuna, a
Venezuela no le ha quedado nada. Y eso era lo que
tapaba Chávez con su agresividad de “rufián de barrio”
y sus maromas de populachero de tercera categoría.
Se va con el mérito de no haber permitido que esa
pregunta se la hicieran en serio, con lo que se
economizó el costo de una respuesta imposible.
Venezuela no tiene un camino, ni un puerto, ni una
fábrica, ni un colegio ni un hospital para mostrar
como resultado de esa danza millonaria. En cambio,
arruinó lo que tenía de industria y lo que producía
de comida.
Y se gastó hasta el último barril de petróleo, dejando
la pesada carga de una deuda que tardará muchos
años en pagar. Nada de eso es enteramente atribuible
a la improvisación y a la ineptitud de un régimen
comandado por un sujeto clamorosamente
incompetente.
Descontado ese fardo, surge patente que a Venezuela
se la robaron y las víboras sobrevivientes no quieren
enfrentarse a la gran cuestión que alguien, algún día,
les propondrá a nombre de ese adolorido país:
¿dónde están mis reales?
Los aspirantes a mandar saben todo lo que tienen que
ocultar. Y saben que no podrán hacerlo si el poder se
les escapa. Un poder judicial digno, una opinión
independiente, una Fiscalía decorosa y todo volará en
átomos. Lo que no es permisible ni aceptable. Las
víboras se lanzarán implacables contra cualquiera
que pretenda penetrar en su nido de maldades. La
cuestión es de supervivencia, que genera
solidaridades feroces, y odios y recelos incontenibles.
Chávez era el mago que lo tapaba todo. Muerto
Chávez, como está muerto, cada uno se preocupa por
lo suyo y lo defenderá a dentelladas.
Los hermanos Castro serán los primeros. Esa cifra
que fluctúa entre cinco y diez mil millones de dólares
por año, regalo del locato de Caracas, explica que
Cuba no haya tenido que rendirse. Y queda lo que
Chávez regaló a Nicaragua y comprometió en Bolivia,
en Ecuador y en Argentina. Y lo que se alzó la
boliburguesía,de militares corruptos y civiles
arribistas que mandan y roban en Venezuela.
Faltaría el balance del narcotráfico para medio
completar las cuentas. Esas que nadie se atreve a
pedir y que todos temen que un pueblo enfurecido
llegue a demandar. No se puede robar tanto, tan
impunemente.
A Chávez le llegó su hora.
Sus cómplices temen que la suya también. Y eso
explica la opereta y la furia de las víboras.
fuente: El Tiempo, Bogotá.
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