martes, 24 de agosto de 2010

Falleció en Buenos Aires Rodolfo Fogwill, un grande de la narrativa contemporanea



por Rubén Moncada

Publicado el Aug 22 2010

El sábado pasado será recordado por la terrible pérdida de un grande de la literatura argentina y de la literatura mundial, Rodolfo Fogwill falleció, un grande de la narrativa contempóranea, a los 69 años, solo comparable en su país con Maradona y Charlie García, según la escritora, Silvina Friera. Fogwill nos dejó tras ser hospitalizado por una enfisema pulmonar como consecuencia de su adicción al cigarrillo.



Escritor, sociólogo y publicista argentino, Rodolfo Fogwill, fue de esos pocos escritores críticos y mordaces amado y odiado a la vez, sus libros nos pueden horrorizar o nos pueden mostrar la realidad desde una perspectiva que ya no poseen autores contemporáneos.

Uno de los rasgos más sobresalientes de sus novelas es la alta referencialidad espacial y temporal de sus relatos. Sus obras reafirman la idea de que la ficción es una construcción originada en medio de los relatos que conforman la realidad social en la cual el autor ocupa un cierto lugar de enunciación. Con Muchacha Punk, Fogwill se haría conocido pero fue con Los Pichiciegos, libro sobre la guerra de las Malvinas, y que escribió bajo los influjos de doce gramos de cocaína, que él alcanzaría el reconocimiento del público y la crítica.

Fogwill era además un crítico provocador, por lo que terminaba peleado con todo el mundo, incluído las editoriales donde él publicaba sus libros. Sin dudas se peleó con muchos, como las Madres de Plaza de Mayo, con las campañas a favor del aborto, con el divorcio (él, que se separó muchas veces), con los propulsores del matrimonio gay (el matrimonio es “la institución más mierda que produjo la sociedad contemporánea”, argumentó) y con la legalización de la droga (que no se privó de consumir).

“La provocación era para él una variedad del pensamiento, una esgrima intelectual que forzaba la inteligencia a superarse, a pensar en ocasiones lo que no podía ni debía ser pensado”, señaló el crítico literario Pablo Gianera.

En la narrativa de Fogwill se daba una combinación de distintos niveles del habla, códigos culturales, marcas comerciales, personajes con actividades marginales, entre otros, que planteaban un vínculo entre la realidad del universo simbólico presentado en la novela, y la realidad desde la cual se lee.



La referencialidad espacio-temporal de ese universo está fuertemente marcada por elementos que van desde las marcas de cigarrillos, de ropa, autos, nombres de barrios, de perfumes, actitudes de consumo, formas de hablar, nombres de escritores, hasta la descripción de algunos espacios institucionales como las Fuerzas Armadas y los hospitales públicos. Estas características de la narrativa de Fogwill contribuyeron a que sus novelas
tuvieran un estilo directo, es decir, que no requieran de ejercicios de lectura basados en el desciframiento de alusiones.

Transitó también por la poesía, con obras como “Partes del todo” y “Lo dado“. Sus escritos fueron publicados en múltiples países e idiomas, además fue profuso autor de crónicas periodísticas y columnas sobre comunicación, literatura y política.

En su última columna en el diario Perfil, publicada el pasado día 13, prometía “chismes e infidencias” del mundillo editorial que finalmente se llevó a la tumba. “Falleció un escritor de los que escasean, alguien que sabía disfrutar del placer estético y que ponía a la belleza y a la perfección estilística por sobre todas las cosas, incluídos los compromisos políticos, los códigos de convivencia y la buena educación”, señaló el escritor y periodista Guillermo Piro. Sin dudas es una de las pérdidas más grandes de la literatura actual, descanse en paz, Don Rodolfo Fogwill, un grande de la narrativa contemporánea.

Fuente: Papel en Blanco
http://www.otrastardes.com/2010/08/22/fallecio-rodolfo-fogwill-un-grande-de-la-narrativa-contemporanea/






Rodolfo Enrique Fogwill

Años atrás, Fogwill contó que había escrito Los pichiciegos en lo que tardan en consumirse dos días y medio y doce gramos de cocaína, a partir de un comentario de su madre sobre el hundimiento de un barco inglés, en Malvinas. La anécdota se hizo muy conocida. En una visita a su madre, ella le dijo: "¡Hundimos un barco!". Fogwill convirtió: Mamá hundió un barco. La frase dio origen a la novela.

Casi 30 años después, ya sin recurrir a los estimulantes ("cero absoluto, hace más de diez años que no me drogo"), Fogwill escribe entre las seis y las siete de la mañana ("cuando me despierta la vejiga") y no precisa más que treinta o cuarenta minutos para producir entre tres y cuatro carillas. "Me burlo de los que temen a la página en blanco. Antes que a la página en blanco, yo le temo a la página en negro, a preguntarme: ¿cómo pude haber escrito esta estupidez?"

No escribe a mano porque no entiende su letra y es un precursor entre los escritores argentinos que redactan en computadora. "Yo pude acceder a la máquina IBM con bochita en 1976, que para mí era como para otros tener una Mont Blanc. Me sentí globalizado. En 1979 tuve mi primer procesador de palabras. Y escribo en computadora desde que apareció la Commodore." Hoy utiliza una notebook y una configuración del procesador de palabras, por lo menos singular. "Trabajo con fondo oscuro, azul, en Word. En Linux, fondo negro y letra blanca. En Word, uso tipografía automática. Tamaño 10, formato Arial. La letra la ves blanca sobre azul." El uso intensivo de la computadora, sin embargo, le produce una curiosa reacción cutánea. "A pesar de que uso el fondo oscuro, cuando escribo me tengo que poner Bagovit A en la cara porque la luz de la pantalla te reseca la piel", dice.

En cuanto a la composición de la trama y de los personajes, Fogwill se declara un escéptico. "No existen los personajes. Invento en el momento. No soy de los que saben la última frase, ni soy de los que les ponen nombre a los personajes. Ahora todos tienen un nombre y un apellido. ¡¿Por qué no les ponen el DNI también?!"

Tampoco le gusta la idea de redactar en las mesas de café. "Ése es un goce perverso y burgués del escritorzuelo", dice. Sin embargo, no necesita la comodidad y el silencio de un estudio para producir. "Puedo escribir en lugares públicos, como en aeropuertos o el Club Ciudad. Pero mi mejor cuento lo escribí en un barco. Cuando salió la Smith Corona a pila, me compré un transformador, la conecté en la batería del barco y escribí ?Muchacha punk? en la noche de Navidad de 1978."

Sabado 12 de junio 2010- La Nacion.Com

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