domingo, 26 de mayo de 2013

LOS SUBRAYADOS DE GOMBROWICZ: Sobre héroes y tumbas” Cía. General Fabril Editora 1961



 

"LOS SUBRAYADOS DE 

GOMBROWICZ"




“Sobre héroes y tumbas”

  de Ernesto Sabato  

Cía. General Fabril Editora  1961


Los subrayados han sido 
publicados en Polonia por 
“Twórczosc” en julio de 1999




Pag.18 –Que no siempre suceden cosas, que casi nunca suceden cosas, (...) tuve la sensación nítida de que acababa de suceder algo (...) ya no era la misma persona que antes. Y nunca lo volveré a ser.

Pag.20 –Ya que no bastan –pensaba– los huesos y la carne para construir un rostro (...) por todo ese conjunto de sutiles atributos con que el alma se revela a través de la carne (...) en el instante mismo en que alguien muere, su cuerpo se transforma bruscamente en algo distinto (...) Pues no son las paredes ni el techo ni el piso lo que individualiza la casa sino esos seres que la viven con sus conversaciones, sus risas, con sus amores y odios (...) ya que el alma no puede manifestarse a nuestros ojos sino por medio de la materia, y eso es una precariedad del alma pero también una curiosa sutileza. Y de esa inevitable manifestación carnal del alma, de esta incapacidad del alma para vivir al estado puro quizá sea posible concluir que es algo esencialmente distinto del espíritu, ya que éste sí, desde su olímpico y ascético reducto, allá arriba, en el mundo de las puras ideas, de la pura belleza y de la verdad pura, eterno y solitario, tiene existencia propia y mira seguramente con desdén nuestra propia carne. Y acaso también con asco y espanto.

Pag.21 –Espanto, desdén y asco que no sólo han de referirse al cuerpo sino, y sobre todo, al alma, pues muy a menudo, por no decir casi siempre, el alma es arrastrada por las tempestades del cuerpo o quizás sea la causa misma de esas tempestades. O, más probable, ambos como cómplices inseparables, son a la vez causantes y actores de esos impuros y generalmente atroces movimientos de los hombres.

Pag.25 –(...) es el resultado de una combinación monstruosa de hechos suficientemente dolorosos como para producir el llanto (y aún el desconsolado llanto) y de acontecimientos bastante grotescos como para querer transformarlo en risa.

Pag.29 –(...) pesimista en cierne como corresponde a todo ser purísimo y preparado a esperar Grandes Cosas de los hombres en particular de la Humanidad en general.

Pag. 30 –(...) sufren en silencio y con dignidad suprema su muerte de auténticos desdichados. Como esos hombres silenciosos y solitarios que a nadie piden nada y con nadie hablan, sentados y pensativos en los bancos de las grandes plazas y parques de la ciudad (...) que meditan y a su manera acaso replantean los grandes problemas (...) En virtud de ese notable atributo que tiene el universo de independencia y superposición, de modo que mientras un banquero se propone realizar la más formidable operación (...) un pajarito, a cien pasos de distancia de la Poderosa oficina, anda a saltitos sobre el cesped del parque Colón.

Pag.31 –(...) resulta milagroso que tantas especies de seres puedan nacer, desenvolverse y morir sin conocerse, sin odiarse ni estimarse, en las mismas regiones de universo...

Pag.32 –(...) que el absoluto no existe (...) y su propia soledad ante la muerte.

Pag.35 –(...) en ese presente prematuro (como si el tiempo se divirtiese presentándose antes de lo debido), para que la gente haga representaciones tan grotescas.

Pag.42 –(...) ésos son los que sufren por el resto. Y el resto son nada más que hichapelotas, hijos de puta o cretinos ¿sabés?

Pag.52 –Su memoria está compuesta de fragmentos de existencia, estáticos y eternos: el tiempo no pasa, en efecto, entre ellos, y cosas que sucedieron en épocas muy remotas entre sí están unas junto a otras vinculadas o reunidas por extrañas antipatías y simpatías...

Pag.97 –Me gusta la gente fracasada. El triunfo... tiene siempre algo de vulgar y horrible.

Pag.109 –(...) casi feliz. Pero inmensamente.

Pag.132 –(...) pues nunca (sostenía) somos la misma persona para diferentes interlocutores, amigos o amantes.

Pag.137 –(...) ¿cómo saber quién va a encarnarse en el cuerpo de nuestros hijos?

Pag.138 –Pero que raramente las palabras pronunciadas responden con exactitud a lo que sentimos en lo más recóndito de nuestro espíritu.

Pag.139 –La verdad, se decía, sonriendo con ironía La verdad... Bueno, digamos : Una verdad.

Pag.140 –(...) y pensando enseguida, como ante un abismo, qué poco, qué miserablemente poco restaba de aquella marcha hacia la nada. Y entonces ¿para qué? Y cuando llegaba a ese punto y cuando parecía que ya nada tenía sentido, se tropezaba a caso con uno de esos perritos callejeros, hambriento y ansioso de cariño, con su pequeño destino (tan pequeño como su cuerpo y su pequeño corazón que valientemente resistirá hasta el final de aquella vida chiquita y humilde como desde una fortaleza diminuta), y entonces recogiéndolo, llevándolo hasta una cucha improvisada donde al menos no pasase frío, dándole algo de comer, convirtiéndose en sentido de la existencia de aquel pobre bicho, algo más enigmático pero más poderoso que la filosofía parecía volverle a dar sentido a su propia existencia. Como dos desamparados en medio de la soledad que se acuestan juntos para darse mutuamente calor.

Pag.154 –Porque hay veces que los amantes no se quieren... o en que uno de ellos no quiere al otro, o lo odia, o lo menosprecia.

Pag.155 –(...) pero yo soy nada más que eso: un hombre de puros proyectos (...) En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza (...) Y si no digo todo, absolutamente todo, estoy mintiendo. Pero decir todo es imposible (...) ¿Somos, acaso, siempre la misma persona?

Pag.163 –¿Qué quieren, una originalidad total y absoluta? No existe. En el arte ni en nada. Todo se construye sobre lo anterior. No hay pureza en nada humano (...) Todo lo demás es desarrollo (...) Los verdaderos ateos son los indiferentes, los cínicos...

Pag.169 –Pues a medida que nos acercamos a la muerte también nos acercamos a la tierra (...) Y entonces recordamos un árbol, la cara de algún amigo, un perro, un camino polvoriento (...) No grandes cosas sino pequeñas y modestísimas cosas.

Pag.177 –Porque si prevaleciese la desesperación, todos nos dejaríamos morir o nos mataríamos, y eso no es de ninguna manera lo que sucede (...) la poca importancia de la razón, ya que no es razonable mantener esperanzas en este mundo en que vivimos.

Pag.178 –Y si la angustia es la experiencia de la Nada, algo así como la prueba ontológica de la Nada ¿no sería la esperanza la prueba de un Sentimiento Oculto de la Existencia, algo por lo cual vale la pena luchar?

Pag.185 –Es curioso que uno pueda fijarse en cosas así, indiferentes, en momentos tan decisivos.

Pag.191 –Pero ¿qué máscara nos ponemos o qué máscara nos queda cuando estamos en soledad...?

Pag.227 –(...) análisis y conceptos que valen para nosotros (...) pero en realidad todos estos conceptos tiene un valor relativo, pues estamos aplicando conceptos y valoraciones humanas a entes inconmensurables con nosotros; del mismo modo que es imposible para los hombres imaginar dioses que no tengan ciertos caracteres humanos, hasta el punto grotesco que los dioses griegos se metían los cuernos.

Pag.228 –Tuve de pronto la revelación de que la realidad podía empezar a deformarse si no concentraba toda mi voluntad para mantenerla estable.

Pag.229 –¿Acaso Parménides no había probado que la verdadera realidad no es la que vemos sino una esfera inmóvil y que toda esta fantasmagoría que nos rodea no es, en efecto, más que una perversa fantasmagoría? (...) como una garantía de que soy “algo” (...) sino por algo más profundo de índole espiritual (...) ¿qué impide que en ese cuerpo tabulado en mi libreta de enrolamiento no pueda de pronto, en virtud de algún cataclismo, habitar el alma del portero o del espíritu de Sade? ¿Hay alguna inviolable relación, acaso, entre mi cuerpo y mi alma? Siempre me pareció portentoso que alguien pueda crecer, tener ilusiones, sufrir desastres, ir a la guerra, deteriorarse espiritualmente, cambiar sus ideas, transformar sus sentimientos y sin embargo seguir recibiendo el mismo nombre.

Pag.230 –(...) “algo” entre mi cuerpo y mi voluntad se interpone.

Pag.232 –(...) ese tipo de enemigo de la sociedad que siempre me atrajo (...) (por la repugnancia de vivir de la muerte de un ser viviente) y tenía ese género de fantástica esperanza de que el mundo iba a ser alguna vez una cariñosa comunidad de libres y fraternales cooperadores.

Pag.234 –(...) cuando uno se propone enérgica y sistemáticamente un fin (...) se termina por crear un campo de fuerzas telepáticas (...) y hasta se producen episodios que en apariencia son casuales pero que en rigor están determinados por esa invisible potencia de nuestro espíritu.

Pag.235 –(...) del universo en que nacen y crecen nuestras más turbias obsesiones.

Pag.251 –Como si ese defecto pudiese ser motivo de elogio. Ya que como le expliqué a Norma (que se enfurecía) elogiar a un militar porque no lo parece, o porque no lo es tanto, es como encontrar méritos en un submarino que tiene dificultades para sumergirse, y creer que es una virtud el que pueda andar en la superficie casi tan bien como un barco de carga.

Pag.298 –¡Delirio de persecución! Siempre los realistas, los famosos sujetos de las “debidas proporciones”. Cuando por fin se quemen, recién entonces se convencerán; como si hubiera que medir con un metro el diámetro del sol, para creer lo que afirman los astrofísicos (...) la vanidad es tan fantástica , tan poco “realista” que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados. ¿Una especie de prueba de la inmortalidad del alma?

Pag.335 –(...) que nada de lo que se refiere a seres humanos debería causar jamás asombro y sobre todo porque, como decía Proust, los “aunque” son casi siempre “porqués” (...) en virtud de ese afán que tienen los hombres de aferrase a cualquier despojo de alguien que quisieron mucho (...) esos pequeños objetos que de ese modo alcanzan un valor simbólico y desmesurado...

Pag.336 –(...) encontrar esa presunta clave...

Pag.337 –(...) constituía algo así como la prueba de la inmortalidad del alma (...) ¿qué conocemos en definitiva del misterio último de los seres humanos?

Pag.378 –Porque es un error imaginar, como a menudo suponen los que ven a un movimiento revolucionario,

Pag.379 –(...) desde lejos o desde afuera, que todos sus integrantes ofrecen un tipo definido de personas (...) Pero la gama era infinita. Había el tolstoiano que se negaba a comer carne porque era enemigo de toda muerte violenta, y que muy a menudo era esperantista y teósofo; y el partidario de la violencia hasta en sus formas más indiscriminadas, ya porque sostuviera que el Estado sólo puede combatirse mediante la fuerza, ya porque como en el caso de Podestá, daba así salida a sus instintos sádicos. Había el intelectual o el estudiante que llegaba al movimiento a través de Stirner y Nietzsche, como Fernando, generalmente individualistas acérrimos y asociales, que muchas veces terminaron apoyando el fascismo; y obreros casi analfabetos que se acercaban al anarquismo en busca de una esperanza instintiva. Había resentidos que volcaban así su odio contra el patrón o la sociedad, y que a menudo terminaban convirtiéndose en despiadados patrones cuando lograban alguna fortuna o en miembros del cuerpo policial; y seres purísimos llenos de bondad y grandeza, y que aún siendo bondadosos y puros eran capaces de llegar al atentado y a la muerte, como en el caso de Simón Radowistky, llevados por un cierto tipo de espíritu justiciero, al destruir al hombre que juzgaban culpable de la muerte de mujeres y niños inocentes. Existía el vividor que con el cuento del anarquismo la pasaba muy bien, comiendo y durmiendo gratuitamente en casa de compañeros, a los que en ocasiones terminaba robándole algo o quitándole a la mujer, y que cuando por sus excesos recibía alguna tímida recriminación del dueño de casa contestaba con desprecio “pero qué clase de anarquista es usted camarada”. Y existía el linyera, partidario de la vida libre del pájaro, del contacto con el sol y el campo, que salía con su bultito al hombro a recorrer países y a predicar la buena nueva, trabajando en alguna cosecha, arreglando algún molino o algún arado, y de noche en el galpón de la peonada, enseñando a leer y a escribir a los analfabetos, o explicándoles en palabras sencillas pero fervientes el advenimiento de la nueva sociedad donde no habrá ni humillación ni dolor ni miseria para los pobres,

Pag.380 –o leyéndoles páginas de algún libro que llevaba en el hatillo: páginas de Malatesta a los campesinos italianos, o de Bakunin; mientras sus interlocutores silenciosos, tomando mate en cuclillas o sentados sobre algún cajón de kerosén, cansados por la jornada de sol a sol, acaso rememorando alguna remota aldea italiana o polaca, se entregaban a medias a aquel sueño maravilloso, queriéndolo creer pero (instigados por la dura realidad de todos los días) imaginado su imposibilidad, en forma semejante a los que abrumados de desdichas sin embargo a veces sueñan con el paraíso final; y acaso entre aquellos peones, algún criollo, que pensaba que Dios había hecho el campo y el cielo con sus estrellas para todos por igual, esa clase de criollo que añoraba la vieja y altiva vida libre de la pampa sin alambrados, ese paisano individualista y estoico, hacía finalmente suya la buena nueva de aquellos remotos apóstoles de nombres raros y, ya para siempre, abrazaba con ardor la doctrina de la esperanza. Pues criollos de éstos yo vi muchos en los sindicatos anarquistas del puerto o en las playas de los frigoríficos, y entre ellos aquél llamado Vallejos que se desvaneció de hambre en la calle y a quien la policía, al registrarlo y encontrarle un billete de cien pesos, le preguntó por qué con tanto dinero pasaba hambre y él le respondió con tranquila dignidad “porque esa plata, señor, es del sindicato”. Sí, había anarquistas como Vallejos. Como también hubo anarquistas como Di Giovani que, aunque editaba con el dinero de sus asaltos las obras completas de Reclus, también vestía al fin de su vida camisas de seda; mientras que pistoleros como Ascaso y Durruti, austeros y honestos hasta su muerte al pie de sus ametralladoras en la guerra española, no guardaron para sí un solo centavo de lo que obtuvieron en sus asaltos.

Pag.385 –(...) que contra la fuerza organizada del estado burgués sólo era eficaz la fuerza organizada del proletariado...

Pag.387 –Exupéry cuenta como después de una angustiosa lucha con los elementos, perdido en el Atlántico, cuando ya él y su mecánico no conservaban esperanzas de llegar a tierra, alcanzaron a divisar una débil lucecita en la costa africana y con el último litro de combustible alcanzaron finalmente la ansiada costa; y cómo entonces aquel café con leche que tomaron en una cabaña fue el humilde pero trascendental signo del contacto con la vida entera, el pequeño pero maravilloso reencuentro con la existencia. Del mismo modo, cuando retornamos de aquel universo del sueño, una mesita cualquiera, un par de zapatos gastados, una simple lámpara familiar, son conmovedoras luces de la costa que ansiamos alcanzar, la seguridad. Razón por la cual nos angustiamos cuando uno de esos fragmentos de la realidad que empezamos a distinguir no es el que esperábamos.

Pag.388 –Me producía extrañeza encontrar en las calles y en los cafés tanta gente despreocupada y libre de problemas (...) había miles de personas que pensaban o sentían lo que yo sentía (...) Puesto que los animales no lo necesitan: les basta con vivir.

Pag.389 –Mientras que el hombre, al levantarse sobre las dos patas traseras y al convertir en un hacha la primera piedra filosa, instituyó la base de su grandeza pero también los orígenes de su angustia (...) habrá dejado de ser un simple animal pero no habrá llegado a ser el Dios que su espíritu le sugiera (...) Ese ser dolorido y enfermo del espíritu que se preguntará por primera vez sobre el porqué de la existencia. Y así las manos, y luego aquella hacha, aquel fuego, y luego la ciencia y la técnica habrán ido cavando cada día más el abismo que los separa de su raza originaria y de su felicidad zoológica. Y la ciudad será finalmente la última etapa de su loca carrera, la expresión máxima de su orgullo y la máxima forma de su alienación.

Pag.390 –(...) y sin embargo de pronto transmitimos algo misterioso e indefinible (...) de ese mundo que muy probablemente seguirá permaneciendo, indiferente y helado, cuando hayamos muerto...

Pag.391 –Porque en realidad esos objetos pintados no son los objetos de aquel universo indiferente, sino objetos creados por aquel ser solitario y desesperado...

fuente: recibido directamente de Juan Carlos Gómez ("Goma"), el amigo más cercano a Witold Gombrowicz durante su larga estada en Argentina.
J.C.Gomez falleció en 2012.

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