
ANTONIO PORPETTA
por Diego Vadillo López
El pasado ocho de febrero tuvo lugar en la Embajada de Serbia, con la  presencia de la embajadora, la Excelentísima Señora doña Jela Bacovic,  la presentación del libro, en edición bilingüe serbio-castellano,  “Definitivamente: sí”, del célebre escritor alicantino Antonio Porpetta,  quien dedicó su discurso de bienvenida a los asistentes haciendo  hincapié en sus estrechas relaciones con este país, como muestra su  entrañable amistad con la presidenta de la Asociación Cultural Casa  Serbia, doña Dusica Nikolic Dann, organizadora y moderadora del evento,  la cual ha hecho también sus pinitos en la poesía con el libro “Otro  modo de tristeza” (2010).
Fue sin duda para mí (tercero de los ponentes) un honor asistir no sólo  por el hecho de que ello me había otorgado la oportunidad de disfrutar  previamente de la poesía impresa de Antonio, de quien ya había tenido  ocasión de leer su tesis doctoral sobre el también alicantino Gabriel  Miró, aun antes que sus poemas, extremo este, por otro lado, que me  había predispuesto muy bien ante Porpetta; además, el día de marras,  tras haber disfrutado en mi trayecto hacia la Embajada de un hermoso  crepúsculo, en una jornada tan gélida como luminosa, el día halló  magnífico colofón en la récita a dos idiomas de Dusica y Antonio.
Y es que “Definitivamente: sí” (2011) es una deliciosa edición de  elegante cubierta que acoge poemas nuevos del autor unidos a otros  pertenecientes a algunas de las obras que conforman su luenga  trayectoria.
Comienza el libro con un simpático poema sin título que, paradojas del  destino, ostenta el más longitudinal de los títulos aparecidos a lo  largo del poemario:
“POEMA SIN TÍTULO EN EL QUE UN RACIMO DE UVAS CUENTA  SU ALUCINADA BIOGRAFÍA”.
Con un animismo frutícola que remite al Arcipreste de Hita y a la  simpática serie infantil de dibujos animados, “Los Fruitis”, Porpetta  teje una pieza de gran hondura, no en vano quien nos habla en primera  persona ha brotado de las profundidades telúricas.
Aúna el poema un cierto humorismo (la empatía con lo vegetal no queda  exenta de audacia) con claro trasfondo existencial, del cual claro  ejemplo son los versos “todos unidos ya en una sola lágrima…” y “amasijo  de llantos” (página 9). Al final, somos conscientes de que todo el  sufrimiento al menos ha servido para suscitar la humana alegría.
En definitiva, comprobamos que, con viticultor lirismo, se ha dado cuenta de un tránsito sorprendente pese a lo consabido.
A continuación nos encontramos con un poema titulado “LA CLAVE” en el  que la voz poética no es otra que la voz de la experiencia, como prueban  los siguientes versos:
“Tras un largo camino,/ con miles de paisajes en  mis ojos,/ tantos ebrios futuros derrotados/ tanto lento horizonte en  mi memoria/ tantos surcos de lluvias en mi piel…” (página 15).
Es el poema todo una búsqueda de sentido vital; una ímproba indagación  que no es otra cosa que el proceso en sí, una zanahoria inalcanzable  que, a la vez, propicia esa lucha agotadora en la que se nos va la vida.
Seguidamente, nos encontramos con “VIDA COTIDIANA”, una declaración de  bienes artísticos en toda regla, sí, una declaración de bienes, eso que  se les exige a los diputados y que nunca nos es del todo esclarecido;  mas en este caso se trata de la declaración de unos bienes de  incuantificable excelsitud…
De idéntica procedencia que “LA CLAVE” (del libro “La mirada  intramuros”, 2007), “HEMOS DE HACER LIMPIEZA” es un crepuscular poema  con firme espina dorsal rítmica (radicada, vértebra a vértebra, en la  sílaba sexta de cada verso), en el que se da cuenta, al final, de dos  elementos que trascienden el derruido ajuar donde habitó un tiempo que  fue:
“Barramos todo de una vez, barramos todo…/ pero salvemos, os lo  ruego,/ ese par de memorias o de sombras/ que en un rincón perduran  abrazadas,/ ajenas a la muerte y al olvido” (página 25).
En “SABER QUE UNA MAÑANA…” se busca la sobreposición al luctuoso y  democrático desenlace por la vía del consuelo que ofrece la  identificación espiritual con el entorno. Se conectan en dicho poema el  paisaje interior y el exterior. Se posibilita en la pieza el traspaso  paisajístico desde los reductos de lo interno/eterno.
Hacia la mitad de la edición, Porpetta incluye catorce poemas de otro de  sus libros, “Silva de extravagancias” (2000), que vienen a ser una  suerte de greguerísticos apotegmas los cuales quedan muy cercanos a la  “humorada” de Campoamor. Un ejemplo es el que sigue: “me reconozco en  todos mis poemas./ Pero son mis poemas los que han hecho/ que sea como  soy” (página 35).
También incluye, en último lugar, “Definitivamente: sí”, unos cuantos poemas de su libro “Adagio mediterráneo” (1997), y es que no podía faltar en el libro de un alicantino como es Porpetta la referencia al mar, máxime cuando el autor entra en el perfil de un contemplativo en la línea de tantos otros como nos ha dado el levante español: Sorolla, Azorín, Gabriel Miró, Miguel Hernández, Manuel Vicent
Tiene de ellos la capacidad gráficamente plástica del lenguaje, cualidad a través de la cual se nos muestran instantáneas altamente sugestivas, como ocurre en el poema “LAS MUCHACHAS Y EL MAR”, un sugerente poema en el que con la más exacta de las exactitudes (la obtenida poéticamente) y a través de un finísimo sensualismo nos va dando cuenta de una paulatina inmersión marítima sublimada por la fe trascendental del poeta, aquella que compartiera Altolaguirre cuando convertía las barcas en “sandalias del viento”.
FUENTE: http://www.azayartmagazine.com/principal/?p=1962

 
 






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