Rogelio Alaniz
Existiría una base de entendimiento entre
Israel y Hamas. Es difícil pero no imposible. Los acuerdos son claros y
sencillos: Hamas deja de lanzar cohetes a Israel y éstos ponen punto
final a los bombarderos sobre la Franja de Gaza y renuncian a la
ejecución selectiva de los líderes de Hamas. Hay otras exigencias. El
gobierno de Netanyahu debería comprometerse a levantar el bloqueo contra
la Franja de Gaza, habida cuenta que por compromisos adquiridos en su
momento, el abastecimiento de luz, agua y combustible lo provee Israel,
quien por su parte plantearía otra exigencia: que el presidente de
Egipto, Mohamed Morsi, sea el garante político del acuerdo, de un
acuerdo de paz de por lo menos quince años.
Desde el punto de vista racional, ésta debería ser la
base de un plan de paz ventajoso para ambos. Liberados de la angustia
del terror, los pueblos de uno y otro lado podrían dedicarse a vivir
como mejor les parezca, tal como lo hacen la mayoría de los países
vecinos. El acuerdo -insisto- no debe descartarse, pero no sería sincero
con los lectores si no dijera, al mismo tiempo, que no va a ser
sencillo lograrlo. ¿Por qué? Porque la paz para Hamas es una consigna
propagandística y, en el mejor de los casos, una tregua, una tregua para
reanudar la guerra contra Israel no bien recuperen fuerzas o crean que
las han recuperado. ¿Es así?
Lamentablemente es así. Se diga lo que se
diga, no es Israel quien quiere la desaparición de Hamas, sino Hamas
quien desea la desaparición de Israel. Hamas, pero también la Jihad
Islámica y cada una de las pequeñas bandas terroristas que pululan en
ese territorio devastado por el fanatismo, la pobreza y el dolor.
Un breve repaso histórico se hace necesario. Después
de la guerra de 1948, la Franja de Gaza quedó bajo el control de Egipto.
Entonces, a nadie se le ocurrió levantar allí un estado palestino.
Durante veinte años la Franja fue algo así como una provincia de Egipto,
hasta que se produjo la “Guerra de los Seis Días” y el territorio fue
ocupado por Israel. En 2005, el rey de los halcones judíos, Ariel
Sharon, decidió desocupar la Franja para dársela a los palestinos. Sólo
él podía hacerlo. Por primera vez en su historia, militares de Israel
salieron a la calle para reprimir a colonos judíos que se negaban a
abandonar tierras que ocupaban desde hacía casi cuarenta años.
Finalmente, gracias a la voluntad de Sharon, el objetivo se cumplió y la
Franja quedó en manos de los palestinos.
Y es en este punto cuando la señora historia
protagoniza una de sus célebres astucias. Se suponía que Al Fatah se
haría cargo de la dirección política de la Franja, pero los que lo
hicieron fueron los integrantes de Hamas, el grupo más belicoso. No sólo
ganó el poder, sino que ilegalizó a los seguidores de Arafat. Israel
descubrió de pronto que la concesión realizada para promover la
distensión en el sur, provocaba un efecto inverso. Es decir, el
territorio liberado se transformaba al ritmo de las feroces milicias de
Hamas, en la base militar del terrorismo islámico financiado por Irán.
Conclusión: Israel quiso sacarse un problema de encima y terminó
comprando un problema mayor. La guerra interna entre los palestinos
terminó constituyendo el peor de los escenarios posibles.
Curiosamente, las primeras víctimas de ese cambio
fueron los grupos palestinos moderados, quienes fueron asesinados,
encarcelados o debieron optar por el exilio en Cisjordania. Las
tropelías y barbaridades cometidas por Hamas contra sus compañeros de Al
Fatah fueron de una crueldad deliberada y sádica. Que yo sepa, ninguna
de las instituciones de derechos humanos que alzan la voz contra Israel
cuando ataca, aquella vez levantó la voz para defender o proteger a los
que padecieron torturas y ejecuciones.
La Franja de Gaza es un territorio de alrededor de
360 kilómetros cuadrados. Allí viven, repartidos en diferentes ciudades y
aldeas, alrededor de un millón y medio de personas. La frontera con
Israel es la más importante y supera los cincuenta kilómetros. La otra
frontera es con Egipto y suma algo así como once kilómetros. La Franja
no está comunicada con Cisjordania, el otro territorio palestino.
Históricamente, una ha dependido de Egipto y la otra de Jordania. Tal
vez la solución política en el futuro sea que cada una de ellas se
incorpore como provincia a esos Estados. Por lo pronto, los palestinos
no quieren saber nada con eso, pero el futuro todavía no está escrito.
Para Hamas y la Jihad, la destrucción de Israel no es
un deseo difuso, la manifestación histérica de algún descontrolado.
Nada de eso. Destruir a Israel, echar a los judíos al mar, es su
programa central, la razón de ser de su existencia. En las escuelas, las
mezquitas y los centros asistenciales, predican estos propósitos todos
los días. Los niños se educan desde su más tierna infancia en el odio a
Israel. Su pobreza y sus desgracias tiene un autor exclusivo: los
judíos. Nada es más importante para sus jefes políticos que destruir a
Israel. Si no lo han hecho no es porque no han querido, sino porque no
los han dejado, porque Israel se ha defendido, a pesar incluso de los
“occidentales” que le exigen que no se defienda.
La Franja de Gaza es hoy una sociedad militarizada e
intimidada por bandas armadas que ejecutan sin piedad a los que
califican como traidores. El temor y la impotencia del hombre común
encuentran un cauce de manifestación en el odio al judío. En sus
folletos y textos se jactan de la movilización de niños y mujeres en la
lucha contra el “perro sionista”. El terrorismo palestino, en sus
versiones más fanáticas, fue el que incorporó la táctica perversa de
poner a los niños y a las mujeres delante de la barricadas o de las
líneas de combate. Un cometarista porteño decía que Israel iba a la
guerra porque tenia elecciones en enero. ¡Original aporte a la teoría
política! Aporte que se podría completar con la siguiente reflexión:
elecciones libres con candidatos de diferentes signos conviviendo en
democracia, es un obstáculo del que Hamas y la Jihad se pueden dar el
lujo de prescindir en la Franja de Gaza.
A esos problemas ellos los
resuelven de un modo más expeditivo. No va a ser una elección, o el
ejercico abusivo de las libertades, o la práctica de la tolerancia, lo
que les va a impedir tomar decisiones.
Digámoslo de una buena vez. Hamas y la Jihad no
ocuparon la Franja para construir una nación fundada en principios de
paz, trabajo y democracia. Para ellos, la concesión de Sharon fue más un
síntoma de debilidad que de grandeza. Inmediatamente que ocuparon el
poder político se prepararon para lanzar la ofensiva final. No fue
Israel el que inició el lanzamiento de cohetes al otro territorio. Todo
lo contrario. El operativo “Plomo fundido“ se lanzó cuando todas las
otras instancias se agotaron. Importa saberlo. Se decidió una invasión
por tierra para reducir al mínimo la muerte de civiles, siempre más
expuestos en un bombardero aéreo.
Creo que a nadie escapa que si Israel
quisiera exterminar a cualquier costo la rebelión en la Franja, lo haría
en pocas horas. Dispone de armas y tecnología para lograrlo.
Insisto: el que quiere la guerra es Hamas, no Israel.
Al respecto, la pulsión belicista de Hamas y la Jihad es evidente. En
siete años arrojaron alrededor de nueve mil cohetes sobre el territorio
judío, y en todos los casos contra la población civil. ¿No fueron muy
efectivos? No lo fueron porque los sistemas de defensa de Israel son muy
eficaces y porque la tecnología que disponen los terroristas todavía no
está del todo desarrollada. ¿Hay que esperar que dispongan de mejores
armamentos para movilizarse? se preguntan los dirigentes político
judíos.
¿Tenemos o no derecho a defendernos? se preguntan a
continuación. ¿O debemos esperar estar con el cuchillo en el cuello para
recién empezar a protestar?
Por supuesto que cuando los cañones inician su
letanía, se producen situaciones desagradables. En la guerra la gente
muere. En el caso que nos ocupa, hay más muertos palestinos que judíos.
¿Es esa una falta? Que Israel disponga de mejor tecnología, es un motivo
de condena? ¿se pretende, acaso, un Israel indefenso ante sus enemigos,
un Israel que dé la otra mejilla o judíos que marchen mansos al
degolladero como lo hicieron en tiempos de Hitler? ¿eso es lo que
quieren los progresistas que no dicen una palabra cuando Israel es
atacado, pero claman al cielo cuando Israel se defiende?
Para finalizar, que nunca se pierda de vista a la
hora de las evaluaciones un dato decisivo: Israel es el único país en el
mundo cuya existencia como nación está amenazada. La consigna de tirar a
los judíos al mar se aplicará no importa quién gobierne y sin importar
que el primer ministro sea de derecha, de izquierda o de centro. El odio
a Israel no es el odio a un gobierno, es el odio al judío, el viejo,
ancestral y renovado odio al judío, responsable desde tiempos
inmemoriales, como muy bien lo enseñaron los nazis, de matar niños,
traficar oro y corromper a las razas.
fuente: diario EL LITORAL
SANTA FE, 20 DE NOVIEMBRE 2012
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