Ricardo Yáñez
–En Hidalgo existe un buen número de ejercitadores de la literatura. Aclarando que no todos los nombrados son hidalguenses de nacimiento, y reconociendo, eso sí, su búsqueda constante, su dedicación y su labor literaria en general, el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo (Cecultah) tiene en sus registros a alrededor de treinta escritores de distintas épocas. La lista, a la que se puede acceder por internet, incluye a Agustín Cadena, Antonia Cuevas Naranjo, Arturo Trejo Villafuerte, Daniel Fragoso Torres, Daniel Olivares Viniegra, Diego Castillo Quintero, Diego José, Efrén Rebolledo (†), Enrique Olmos, Elisa Vargaslugo Rangel, Fernando Rivera Flores, Gonzalo Martré, Guadalupe Ángeles, Ignacio Rodríguez Galván (†), Ignacio Trejo Fuentes, Javier Said, Estrella García, Ilallalí Hernández, Jorge Antonio García Pérez, José Antonio Zambrano, Luis Rubluo Islas, Margarita Michelena (†), Mariano Morales y Nancy Ávila Márquez. No están enlistados Abraham Chinchillas, Jorge Contreras, Venancio Neria, Alfonso Valencia, Alejandra Craules, Ramsés Villanueva, Eduardo Hidalgo, Antonio Hernández, Pilar Cheín, Virgilio Guzmán, Ana María Vázquez, Rafael Tiburcio, Armando Muñoz, Anel Ortega y Ricardo Luqueño, por mencionar algunos.
–Los mencionados, casi sin
excepción, al menos una vez habrán “visitado” un taller literario.
Antes del concepto taller ya se practicaba el intercambio de
impresiones: en grupo, de manera epistolar o de otras formas, lo que da
una idea sobre la importancia del diálogo y la discusión en la
recreación literaria, y de la existencia y permanencia de estos
lugares. Para un mejor y mayor acercamiento a lo poético se hace
ineludible acudir a un taller, aunque en muchos de ellos existan y
persistan equívocos mentores que contagian su ceguera respecto a lo
esencial poético, estableciéndose sólo en la construcción del poema. En
mi caso he tenido la fortuna de que mis maestros me hayan llevado por
intensos derroteros poéticos hasta comprender que la poesía no se
enseña ni se aprende: se aprehende, está allí, lista a revelarse a la
aguzada mirada.
–Lo que hace un buen
maestro o tallerista literario es enseñar a observar, a observar-nos
como parte de un todo: yo y el entorno, yo y el universo, yo el
universo. Poeta es aquel que se asienta y habla y escribe desde la
poesía, siendo parte, causa y efecto de la misma. Para ello recurre a
lo que se conoce como poema, pero también se expresa en otras formas.
–El arte es una virtud
inherente al hombre, cuya tendencia natural, de acuerdo con el viejo
Aristóteles, es hacia el bien; el practicante del arte debe producir
actos bien hechos que obren el bien común. Este principio debería
diferenciar al artista del simple escritor, pues no es suficiente
escribir bien o bonito; para lograr un texto sustancialmente literario y
poético se debe reflexionar sobre qué se escribe y para qué.
–La palabra es herramienta
que permite entablar un diálogo uno mismo y con los demás a partir de
la mirada introspectiva del entorno para revelar la entidad que es, que
somos. La poesía habita al hombre, es su médula y contexto.
–El arte debería irrumpir
siempre en la conciencia colectiva, pues el verdadero artista explora y
conjura para explicarse lo que de la naturaleza humana reverbera: más
maravilloso que encontrar a un unicornio bebiendo en una fuente es ver
el paso del hombre yendo hacia la muerte. Aunque la poesía está en
todas partes no influye en todos. Núcleo que pervive en el profundo
misterio de la vida y la muerte, para entenderlo a profundidad es
necesario adentrarse en un conjunto ilimitado de signos capaces de
revelar una realidad cercana a lo inasible, una otra posibilidad de
religarse al entorno, a la divinidad y al conocimiento.
–Aunados a los sustentados
por Cecultah, que funcionan según una programación establecida, debe
haber en Hidalgo alrededor de veinte talleres sostenidos de manera
independiente, de los cuales sólo se conocen quizá tres en la capital,
dos en Tulancingo, uno o dos en algún otro punto del estado. Hace falta,
por parte de las autoridades culturales y académicas, reconocer su
importancia en la formación no sólo de posibles escritores, poetas o
artistas en general, sino también de profesionistas.
–Existen en el estado
grupos dedicados a la práctica literaria que, en conjunto, logran una
comunidad, aunque distanciada. Internet ayuda a que ese distanciamiento
no sea tanto, pero habría que preguntarse qué tan valioso es, qué tan
riesgoso para lo literario, pues si bien propicia rápidamente el
intercambio de textos, un gran porcentaje de esos escritos son
triviales: cualquiera con dos grados de necesidad expresiva y sin la
menor reflexión, el menor adiestramiento en la escritura, da a conocer
sus “obras”. Y nada como abrir un libro, percibir su olor, su textura y
adentrarse en su contenido.
–Institucionalmente se
editan al año alrededor de cuatro libros referentes a lo creativo o
recreativo literario; de manera independiente quizá otro tanto. Hace
falta mucha promoción de lo que realmente los escritores hidalguenses
hacen, lo que es difícil cuando no se cuenta con una universidad que
prevea esa formación. El practicante literario en Hidalgo ha tomado
siempre la actitud de ser al mismo tiempo escritor y promotor de su
obra –sin o con apoyo de las instituciones, y a veces, a pesar de
ellas. A mi ver la poesía, esencia del hombre, en el estado de Hidalgo y
en el país se encuentra confundida, ignorada, maniatada, manipulada,
secuestrada y traicionada, pero viva.
Poeta,
periodista, tallerista y promotor cultural, Omar Roldán Rubio nació en
Tulancingo, Hidalgo, en 1960. Ha publicado los poemarios Sueño de
miércoles y mayo, Del viento y la mirada y Para acabar el año; su
trabajo se ha incluido en diversas antologías y actualmente es
instructor de teatro en el Instituto de Ciencias Agropecuarias de la
UAEH
FUENTE: http://www.jornada.unam.mx/2012/06/03/sem-ricardo.html
Omar Roldán Rubio
Fue la mayor de cincoy a los diez perdió la infancia;a los once su madre era un recuerdo
sus hermanos sus hijos
y su padre uno más.
Cuando doce huyó
(hundida en el sofoco de la tarde
contempla, con la mirada fija, el horizonte
no avista más que un profundo dolor, un eterno misterio.
Absorta en la lejanía no escucha, no teme la ira de Dios
ya no importa.
Sin saberlo, se esculpe su destino
y dirige sus pies a cumplir la encomienda)
Al siguiente día
en aquella casa de un sólo cuarto
entre maizales y monte
la niña y mujer
morena y rota
comenzó a ser pabilo y cera requemados.
La puntual voz de alerta
corta el rutinario insomnio
las pupilas se abren y reflejan
el camastro paredes barrotes son.
Otra vez levantarse despabilar el paso
bajo un cielo engañoso salir a la fajina
a la ciudad que es patio y fábrica
donde los días se forjan a golpes de tiempo
de llanto y de recuerdos.
Hoy
como las últimas mil noches
se acostará vestida
y evadirá aquel sueño
que la devuelve al día
en que sucedió todo.
Hoy tampoco habrá luna ni marea.
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