Su bajo coste y su efecto poco duradero pero extremedamente virulento la convierten en la sustancia más adictiva. Hace estragos en barrios marginales de Suramérica, pero desde instancias oficiales, se asegura que hoy por hoy no está en nuestro mercado
ÉRIKA MONTAÑÉS / MADRID
abc
A los sistemas de detección habituales de un nuevo
consumo de estupefacientes entre la población, el basuco, también
llamado «teke» o paco (pa-sta de co-caína)
no les ha disparado ninguna alerta roja. En román paladino, el perfil
de marginalidad que envuelve esta droga que hace estragos en barrios
pobres de Brasil, Colombia y, sobre todo, Argentina provoca que, de
haber ciudadanos en España fumando en pipa -por lo general, de
fabricación casera empleando hasta latas agujereadas, desechos de coches
o antenas de televisión- esta sustancia, la más impura que existe con
el principio activo de la cocaína, hace que el basuco «esté fuera del
sistema».
«No hay datos ni indicios ni evidencias constatables de
que el basuco se esté consumiendo en España», es la frase más repetida
cuando hablamos con la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional
sobre Drogas. Si bien, su responsable, la delegada Carmen Moya, matiza a
ABC que «siempre están en pie
todas las alertas ante cualquier tipo de consumo, por incipiente que
éste sea». No obstante, abunda Moya en que tampoco la Dirección General
de Salud Pública cataloga al basuco como una sustancia «de uso común»,
así que sería necesaria la confirmación por parte de un laboratorio de
que la droga incautada a algunos politoxicómanos por parte de
instituciones en contacto a pie de calle con el consumo como ONG,
centros de desintoxicación y las Fuerzas de Seguridad es, en realidad,
basuco.
No confundir la pasta con la cocaína base
La razón del matiz estriba en que a menudo se presta la
confusión de la pasta de coca con la cocaína base, como el crack,
proviniendo de distintos procedimientos de «tratamiento» en la
maceración de la cocaína. Tal y como explica la doctora Amparo Sánchez,
de la Unidad de Drogodependencias que la Generalitat Valenciana tiene en
Paterna, el basuco es el residuo químico resultante de mezclar las
hojas secas de coca con productos intermedios, como el ácido sulfúrico,
el queroseno...
Es decir, a la pasta de coca se le unen adulterantes que
van desde la cafeína, ácidos, herbicidas, amoniaco, plomo, solventes
como la acetona hasta residuos de hidrocarburos, que provocan que el
basuco sea la droga más nociva y tóxica para la población vulnerable.
Esta profesional explica que «en realidad, los efectos de la toma, de la
forma en que se inhalan los humos del basuco, el tiempo en que se
alcanzan esos efectos y la intensidad de estos serían los mismos que
para cualquier otro clorhidrato de cocaína».
El paco, una bomba para el organismo
Es esa cantidad de adulterantes ocultos la que convierte
al paco en una bomba. Como un torrente, se introduce vía sanguínea
directamente al cerebro y ocasiona trastornos psicóticos de máxima
magnitud, además de problemas pulmonares, cardiacos y vasculares.
Su consumo en barrios marginales hacen que el basuco esté «fuera del sistema»
«Casi de forma provocadora
puedo decir que me preocupa más el basuco por lo que tiene de síntoma,
en esa situación de marginalidad, que por lo que tiene de problema su
consumo real», afirma Megías, quien establece, como la delegada del
Gobierno Carmen Moya, dos destinatarios enganchados al basuco: la
población «lastrada» por otros tipos de consumo, que buscan en esta
sustancia un estímulo rápido para saciar su politoxicomanía, y los
jóvenes sumamente pobres de áreas periféricas de las grandes ciudades a
los que el dinero no alcanza para un estupefaciente más puro. Con 50
euros en el bolsillo, el consumidor de basuco se procura las 20-25 dosis
diarias que requiere.
Y es que el basuco, que se suele consumir por vía
respiratoria a través de pipas o sobre la marihuana en forma de
cigarrillo, proporciona una estimulación del sistema nervioso central
que no dura más de cinco minutos (entre dos y cinco con una dosis menor
normal, la conocida en Suramérica como «chasqui»), por lo que el adicto
suele adquirir varias papelinas de 1 a 2 gramos a 10 euros cada una, lo
que hace de ella la droga más adictiva del mercado.
Una imagen «degradante»
«No creo que vaya a extenderse el consumo de basuco en
España porque tiene una imagen muy negativa, similar a la que adquirió
-después de su “boom” de los 80- el heroinómano, es una sustancia
sumamente degradante como para que la gente quiera que se le identifique
con ello», tranquiliza Eusebio Megías.
Pero, ¿cuál es esa imagen, cómo se reconoce al consumidor
de basuco? Movimientos espasmódicos en la cabeza y, de forma muy
visual, las pupilas dilatadas hasta el extremo son síntomas gráficos de
un consumidor de basuco en los instantes de euforia. También son
tendentes a la agresividad, a la disforia o principio de angustia y
depresión, padecen insomnio y agotamiento, no tienen control en la
conducta sexual, llegan a sufrir paranoias y alucinaciones, hasta el
punto de que en Argentina, donde la sustancia se hizo popular en las
villas más míseras tras el cataclismo financiero de 2001, se conoce a la
droga como «el ladrón de cerebros» y a los enganchados a ella, «muertos
vivos» debido a su apariencia física quebrada.
También, los «petardos» o
«pitillos» de basuco inflaman las encías de los consumidores y ablandan
los dientes hasta su caída.
El consumo habitual de paco puede producir la muerte
cerebral en un periodo que oscila entre los 6 meses y los dos años. La
organización argentina Madres en Lucha, conocida porque aglutina a unas
150 mujeres con hijos afectados por el consumo de esta pasta de coca,
radiografía la virulencia letal del basuco hablando de que mueren «dos
jóvenes por semana» debido a causas relacionadas directamente con el
basuco.
fuente: diario ABC.MADRID
fuente: diario ABC.MADRID
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