Marcos Silber nació el 4 de agosto de 1934 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. A partir de 1958 ha publicado los poemarios “Volcán y trino”, “Las fronteras de la luz”, “Libertad” (poema escénico), “Sumario del miedo”, “Dopoguerra”, “Ella” (Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores), “Suma poética”, “Historias del oeste”, “Primera persona”, “Boca a boca: cuaderno del resucitado”, “Thrillers (Historias en “16”)” (finalista en certamen de Casa de las Américas, Cuba), “Bajo continuo”, “Noticia sobre el incendio en la nave mayor”, “Doloratas” (con Carlos Levy), “Cono de sombra y casa de pan”, “Preposiciones y buenos modales” (primer premio en Mérida, España), “Roca viva” (Primer Premio Concurso de Poesía “La Luna Que”), “Cabeza, tronco y extremidades”. En 2010, la Editorial Monte Ávila, de Venezuela, editó “Convocados”, antología de su obra poética. El volumen “Visita guiada” es otra selección de sus textos, desde 1968 hasta 2012 más algunos inéditos, por él realizada y con prólogo de Ivonne Bordelois (Ediciones Desde la Gente, Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 2013). Además de ser incluido en numerosas antologías de su país y de Francia, Venezuela, Colombia, Perú y Cuba, colaboró en innumerables diarios y revistas soporte papel, y muestras de su poética es hallable en la Internet. Es uno de los fundadores de la Sociedad de los Poetas Vivos (integrada por Carlos Carbone, Eugenio Mandrini, Santiago Espel, Hugo Toscadaray, Carlos Levy…). Participó en el Programa de Lecturas del Ciclo “Poetas del ‘60”, desarrollado durante 2004 en bares notables, invitado por la Secretaría de Educación del Gobierno de su ciudad. Obtuvo el Primer Premio Municipal en el género poesía, correspondiente al bienio 1998-1999.
1 –
“Nací en un barrio donde el lujo fue un albur…” (primer verso del maravilloso tango
“El corazón al sur” de nuestra compatriota Eladia Blázquez; ella se refería a
un barrio pobre de la ciudad de Avellaneda, del otro lado del Riachuelo,
lindando con la Capital Federal; y nos cedía allí un esbozo sobre su infancia,
su entorno familiar, su nostalgia, su devenir). Te transfiero, Marcos, aunque
sea en prosa y a vuelapluma la inquietud: “Nací…”
MS - Nací pegado al
Mercado de Abasto: ese universo que define a la época: algo así como el hotel
de inmigrantes del trabajo. La polifonía representativa del hervor social
-1930-1940-; la infancia o los juegos (que es lo mismo) se desarrolló en un
campo de batalla, el escenario mundial de entonces. Jugábamos a la guerra, a la
vida y a la muerte. Mamá, la mensajera del incendio europeo, con las cartas
cada vez más espaciadas, hasta que cesó. Por entonces, la memoria visual se
remonta hasta la mesa de la cocina, ella y yo; el silencio, la noche donde se
repetiría la ceremonia de la lectura de ella para los dos. Por eso siento a
veces que escribo para ella que leyó por mí. Me nutrió con alimento del mayor
valor calórico: Dostoievsky, Tolstoi, Puskin, Chejov, Gorki… Oigo su voz
todavía, apenas cascada, su dulce afonía. No es posible precisar por qué
ventanal ingresó el entusiasmo, el trabajo con la palabra, su necesidad. Sí
debo señalar esos encuentros como nacimientos, puntos de partida, fuente de
emociones, destino de una travesía ineludible. Marea fatal, forzosa, que se
instaló y va conmigo, convive conmigo y completa mi identidad. Si uno no asume
esa realidad, no la atiende, padecerá un fatal desvelo como castigo por
“incumplimiento del deber de creador”. Mi cabeza no dejó de generar y fraguar
imaginerías, invenciones, fantasías que consiguieron se me premie con el título
de mentiroso. Ignorancias y confusiones de entonces. Mi ser y mi quehacer
asumieron la sobrecarga de la pulsión creativa. Pinté y no prosperó; toqué el
violín y tampoco. Cada intentona se derrumbaba ante la ansiedad de la conquista
del “absoluto”, lo grande y definitivo. Y las empresas se vieron interferidas
por la oleada incontenible del desvelo y la imperiosa proclividad a cantar
presente y expresarlo. La provisión materna de literatura convivió con la dura
limitación de papá analfabeto. “Suma
poética” abre con lo siguiente: “NOTICIA – Papá era analfabeto y durante toda
su esforzada vida padeció esa infame condición. Tal vez, de allí, provenía esa
veneración, ese como culto reverencial por la palabra impresa. Cierta vez
descubrí el faltante de algunos ejemplares de un título que acababa yo de
publicar. A mi requisitoria, mamá, no sin previo juramento de reserva, me
confesó: ‘Es tu papá que se los lleva al mercado (donde trabajaba), allí los
reparte’. Con el tiempo, una de mis más caras aspiraciones, apunta a que cada
una de las palabras escritas por mí, acuda al espacio desierto de cada una de
las palabras no escritas por él. Ése, tal vez se constituya en el lugar más
intenso del encuentro, el del deseo satisfecho, el del consuelo y la
reparación; al fin, el de la victoria de la palabra de los dos sobre los hielos
del silencio.” Se fueron sucediendo trabajos variados en un contexto de agitado
transcurrir. Siempre perturbado por la visita infalible de la pulsión
“escribidora”. Como mandato, como fiera hambrienta que nunca abandonó el centro
del ring. En el revés del papelerío laboral se apuntaba la idea urgente, una
sola palabra espontánea, resumen de una ráfaga emocional o una evocación.
Persistía la impronta de construir la “gran sinfonía”, la sonoridad, esa voz,
ese tono de cada vocablo, y el ritmo, la marcha musical, la cadencia acosándome
(con gusto). Sobre el papel escribo –con pretensión de escritor- pero el
dictado proviene del adentro del compositor. La poesía –amante inmortal-
actuará como dueña, con rigurosa presencia soberana. Sobre mis veinte años el
contacto con el periodismo militante permite que participe con notas y
entrevistas. Se destaca –foto mediante- la realizada a Nicolás Guillén. Y fue
Raúl González Tuñón quien me condujo hasta el “último de los editores románticos”,
como lo denominó a don Manuel Gleizer. El último título de su sello fue mi
primer poemario. (Suelo repetir con Julio Rutman, periodista de la provincia de
Mendoza, y nieto de Gleizer, que el editor murió por la publicación de mi
trabajo…) A esos tiempos corresponde la lectura sembradora y generadora de
Vladimir Maiakovski, Serguéi Esenin, Miguel Hernández, César Vallejo, los
chilenos Vicente Huidobro y Pablo Neruda, Juan L. Ortiz, T. S. Eliot, Whitman,
Fernando Pessoa, Eluard, Aragón, Ungaretti, Quasimodo, Eugenio Montale, los
norteamericanos. El vértigo aluvional de éstos acompañaron mis años juveniles.
Ingreso a la Facultad de Medicina con el sueño de una profesión de entusiasta
sentido solidario y el mandato de “mi hijo el Doctor”. Todo se dispone y
propone como labor poética central. En la casa del sentimiento conviven la
anécdota callejera, el guión doméstico, la expectante mirada sobre el mundo.
Con pedido de ubicación preferencial aterriza mi fascinación por el cine, que
se me instala e incorpora con inusitada intensidad y seguirá presente en toda
mi obra. La pantalla parroquial del barrio me ganó con vigor de fe. El “biógrafo”
del barrio con “las de convoy”…
2 –
Aprovechemos la cámara, encendámosla, e improvisá unos acercamientos sin afán
cronológico ni exhaustivo, una “panorámica” sobre tus libros y algún apunte de
contexto.
MS - “Las de convoy” me remiten a “Historias del oeste”; la pasión
amorosa, no sin alguna incursión atrevida: “Dopoguerra”.
Un episodio histórico provoca el poema escénico “Libertad”, representado varias veces y dedicado a don David Álvaro
Siqueiros (de quien atesoro carta desde su prisión). Con papeles especiales
aparece la carpeta “Las palomas”, ilustrada por Mabel Rubli y con tirada
reducida para bibliófilos. Es mientras aparece “Cono de sombra y casa de pan” cuando me integro al Grupo
Barrilete, con los poetas Carlos Patiño (1934-2013), Alberto Costa, Horacio
Salas, Martín Campos, Rafael Alberto Vásquez, Roberto Santoro (1939; director
de la revista “Barrilete” y detenido-desaparecido
en 1977 por la última dictadura cívico-militar), Miguel Ángel Rozzisi, y otros
cercanos al Grupo, como Humberto Costantini. Aquello supuso un fuerte
compromiso político-cultural. Del que surgió la colección conformada por siete
separatas cuyo título fue “Informes”. A través del sello Ediciones El Barrilete
aparece “Sumario del miedo”. “Doloratas” es una suerte de oratorio
que memora el Holocausto. “Noticia sobre
el incendio en la nave mayor” surge desde los cuentos de piratas que le
contaba a mi nieto. “Bajo continuo” se distribuyó acompañando, en un sobre de plástico,
una edición de la revista de poesía “La Guacha”, por lo que llegó a unos 2500
lectores. “Cabeza, tronco y extremidades”
vale como pago de asignatura pendiente saldada con el médico –yo- que desertó.
3 -Estoy
casi seguro que debo haber leído tu poema escénico “Libertad” … ¿Cuál es el hecho histórico que provocó su
concepción? ¿Quién o quienes lo representaron? Imagino que si lo has dedicado a
Siqueiros, gravitará en la obra la figura del gran muralista. ¿Qué te dice en
la carta que te envió?
MS - La carta es de agradecimiento. “Libertad” fue generado a raíz de la
detención de él, que parece que había liquidado a un tipo a los tiros. Fue
editado por “El Barrilete” y lo representaron los actores Adriana Aizemberg,
Hugo Álvarez y Jorge Amosa en la primavera de 1963.
4
-Me encantaría que nos cuentes sobre una experiencia que conozco desde la
excelente edición en C. D.: textos de “Thrillers” que con tu lectura y en
contrapunto con el saxo de Sergio Paolucci, se representó en unas cincuenta
ocasiones y no sólo en nuestra ciudad. ¿En qué ámbitos se representó, en qué
localidades, alguna anécdota?
MS - Así es: además de
dar funciones, la mayoría en nuestra ciudad y en el Gran Buenos Aires, las
dimos en las provincias de Mendoza, Córdoba y Tucumán. Un episodio que recuerdo
aconteció cuando ofrecimos el espectáculo en la sala central de la Biblioteca
Nacional: Paolucci solía entonarse un
tantito antes de cada función. Esa vez llegaba la hora de inicio y no apareció
sino recién cuando yo ya estaba a punto de suicidio público. De lo más exultante copó el centro del escenario
acostándose en el piso, desde donde la emprendió con lo suyo. Los espectadores,
sorprendidos, habrán pensado que actuaba. Cuando se puso se pie, lo
ovacionaron.
5
-No ignoro que asististe como invitado a encuentros internacionales de poesía
en algunos países. ¿Qué ha caracterizado a cada uno de ellos? ¿Nos precisarías
cuáles han sido, en qué años, si hallaste alguna marcada diferencia con los que
se realizan en estas pampas…? Si llegaras a colaborar en la organización de
uno, ¿qué propondrías? ¿Qué “le faltan” a los festivales?
MS - Estimo que las motivaciones
organizativas son semejantes: auténtico interés cultural y de difusión de una
honesta minoría y afán de protagonicidad en el resto (la condición humana,
¿vio?). El festival de mayor peso y nivel en el que participé fue el de Medellín,
en junio de 1993. Luego concurrí al de Bogotá, en dos ocasiones. Funcionaba la
Casa de Poesía Silva, fundada por Belisario Betancurt (excelente poeta él mismo
y ex presidente de Colombia). La Casa estaba dirigida por la poeta María
Mercedes Carranza, quien en 2003 llegó a quitarse la vida en la misma
habitación donde José Asunción Silva lo había hecho. Ella y yo estuvimos en el
Festival de Poesía Internacional de Lima. Impactante resultó el Festival
Mundial de Poesía en Caracas, en el Teatro “Carreño” (equivalente a nuestro
Teatro “Colón”): lectura individual en un escenario enorme. Además, lecturas en
varios estados de Venezuela: conmovedor. Conocí al Nobel caribeño Derek
Walcott, de quien me traje un texto con su firma. Los encuentros que se conciben
en nuestras pampas, básicamente, conllevan similares virtudes y defectos. ¿Qué
propondría yo?: que los organizadores se abstengan de incluirse en la
programación. No considero ético que lo hagan. Los festivales carecen de
dinamismo, sentido crítico (mirada y oído de espectador / oyente). Debieran
ingeniárselas para no mortificar ni aburrir. Imbuirse del cómo juega la imagen
y la actuación y operar en consecuencia.
6
- Atmósfera de homenajes y reconocimientos explícitos o implícitos –y no sólo
por tu trayectoria de seis décadas- es la que advertimos alrededor tuyo, desde
hace un largo rato, los que estamos atentos.
MS - Homenajes y
reconocimientos sospechosos de avisos de esos que señalan la recta final y que
resultan, por lo menos, inquietantes. Con Joaquín Giannuzzi jodíamos: “estamos
en lista de espera”. Procuro ubicarme en términos existenciales y soy conciente
de ello: prolongar el recorrido con trabajo poético como resistencia, como
vital expresión afirmativa.
7 – Siempre quise preguntarte sobre aquella
intervención tuya –creo que única-, sobre los sesentas, como co-adaptador al
castellano nuestro, el de los porteños, junto con Jorge Hacker, de “Raíces”, la
pieza teatral del prolífico inglés (ahora Sir) Arnold Wesker, que inicia la
trilogía que prosigue con “Sopa de pollo” y “La cocina”. Yo fui espectador de
las tres (asistía a todos los espectáculos del grupo “Nuevo Teatro” de Pedro
Asquini y Alejandra Boero).
MS - La primera
traducción de esa pieza fue en la Argentina a través de Ediciones Nueva
Visión, en 1966. En 1971 salió con el sello del Centro Editor de América
Latina. Se representó, con la dirección de Jorge Hacker y actuaciones de Norma
Aleandro, Héctor Alterio, Rubens Correa, Alejandra Boero… Tres años en cartel.
Eso fue comenzar a bailar con la más linda: “no conveniente”, porque lo que
sigue queda por debajo…
8
– A varias personas –y probablemente no a vos- les he referido lo mucho que me
quedó grabado nuestro primer encuentro (fue en el bar “La Ópera”, de la esquina
de las avenidas Callao y Corrientes).
Habrá sido alrededor de 1990, días después de recibir yo una carta tuya,
manuscrita, en la que me trasmitías tus impresiones tras la lectura de mi
primer poemario (yo rondaría mis 45 años), y hasta tus asociaciones con cierto
sesgo de uno de tus libros. Fue mi primera verdadera conversación –casi lo
juraría- con uno de los poetas que yo más seguía desde mi adolescencia. Todo
este prologuito lo instalo para inquirir sobre tus primeros encuentros
personales con escritores que más se te hayan grabado.
MS - De impacto emocional: con Olga Orozco
(también ella había sido invitada a Colombia, pero se negó a concurrir en
nombre de no sé qué conjuro que la esperaba para atentar contra ella; en vano
–me lo habían encomendado- procuré disuadirla). Con gran placer charlé con Juan
L. Ortiz, Raúl González Tuñón, Marco Denevi, Nicolás Olivari (en un cabarute del barrio de La Boca),
Leopoldo Marechal (a quien visité con Roberto Santoro). Por teléfono te conté
que de jovencito yo me paseaba como novio –presuntuoso, ¿no?- con Lila
Guerrero, la notable traductora al español de Vladímir Maiakovski: ella me
introdujo en el mundo social de la literatura. Con Bernardo Ezequiel Koremblit,
fallecido en 2010, tuve una especial amistad y profundo afecto. Talentoso como
pocos e ingenioso como ninguno: arrancó con la presentación de uno de mis
poemarios declarando: yo este libro no lo
leí para evitar que influya en mi opinión… ¿Otros?: Sábato había dejado en
mi casa una copia del todavía inédito “Informe sobre ciegos” y se me extravió entre
tanto papelerío. A Neruda lo conocí donde vivía Margarita Aguirre, su
secretaria. Y en Santa Fe, en ocasión de aquel largometraje memorable, “Los
inundados”, charlé con Juan José Saer.
9
– Una noche de abril de 2007, en el hermoso departamento de la recientemente
fallecida poeta Graciela Wencelblat, estábamos comiendo, bebiendo y chacoteando,
la dueña de casa, nosotros, los escritores Alfredo Palacio, Alicia Grinbank, el
venezolano Luis Gilberto Caraballo, Beatriz Shaefer Peña, Roberto Glorioso, el
español Antonio Quiroga, Emilce Strucchi y tu hijo Ramiro; yo, después de
canturrear un tramo de la milonga “Yo soy Graciela oscura” -letra de Ulises
Petit de Murat y música de Astor Piazzola-, te pregunté si habías llegado a
tratar a Petit de Murat. Vos hiciste un chiste, tipo “¿qué se creen, que soy
tan mayor como para haber conocido a Esteban Echeverría o Florencio Sánchez o
Miguel Cané?”, y me quedé sin saber siquiera si te habías cruzado con él. Y
bueno, pues: aquí estoy con el
interrogante. Y como también recuerdo que algunos jóvenes poetas de tu
generación fueron a visitar a Antonio Porchia, en una época de mucha difusión
de sus aforismos, me gustaría saber si lo visitaste y qué recuerdo conservás.
MS - De Ulises Petit
de Murat tengo presente que me contó no pocas intimidades de su amigo Jorge
Luis Borges. (Estela Canto, que visitó mi casa –cabe destacar-, jamás me contó
nada de su relación con Borges.) A Porchia no llegué a conocerlo: le había
enviado uno de mis primeros poemarios y me respondió con manuscritos de sus
textos originales –que me dedicó- y que también atesoro. Tanto como cartas
manuscritas de Vicente Alexandre y Carlos Fuentes.
10
– Fuiste uno de los responsables de la colección de poesía Elefante en el Bazar,
que a través de ediciones de La Sociedad de los Poetas Vivos promovió
certámenes –Concurso Nacional de Poesía “Ramón Plaza”- y ediciones no sólo de los ganadores de dichos
certámenes. ¿Cuáles fueron los objetivos de ese grupo?
MS - La Sociedad de
los Poetas Vivos surge, claro, después de ver el film de Peter Weir con Robin
Williams: “La sociedad de los poetas muertos”, decadente y desalentador. Con una
práctica político-cultural, el grupo encaró la impresión y difusión de miles de
pequeños volantes con poemas breves y ocasionales. El concurso homenaje al
poeta Ramón Plaza resultó un acierto: participación masiva y nivel creativo.
11
-¿Algún suceso que vos consideres que ha incidido muchísimo en tu inmersión en
la vida literaria?
MS - Uno de los dos que
ha sido determinante en mi vida literaria –que es mi única y elegida vida-, es
éste: Sobre los ’80 yo llevaba ya varios años como representante de ventas –o
como se nos denominaba: corredor- en
el rubro textil, con zona de privilegio. Gané suficiente dinero como para
convertirme en propietario de varias viviendas y otros bienes. En el ’84, a la
salida de un Banco, me asaltaron. Fue muy cruento. Terminé internado con serias
lesiones craneanas. La tomografía (“desgracia con suerte” asevera el vulgo)
detectó un tumor hipofisario con mal pronóstico. Fui operado durante ocho horas
y el postoperatorio demandó quince días en
terapia intensiva. La empresa me jubiló por incapacidad y por la tremenda
depresión que me invadió. Aspirando a eludir interpretaciones sicologistas de
ocasión y sin atribuirme “mano mágica” o fatalismo, sigo creyendo que los
acontecimientos tendieron a ubicarme en la centralidad de mi pasión creativa,
sobre todo con la poesía. Gracias (vale la ironía) a la depre fui perdiendo los bienes. Al punto de sólo quedarme con mi
pequeño departamento, y ninguna otra cuestión más que atender fuera del trabajo
poético. Y sin percibirme contrariado, en la medida en que prevalece la
satisfacción, tras haber logrado conciliar el ser y el quehacer. Dentro del
laburo poético estoy vivo, presente y digno. Fuera de él: huérfano en el
desierto.
*
Marcos
Silber selecciona para esta entrevista, en 2014, cinco poemas de su autoría:
Un cabello
apareció en el lavatorio;
suficiente para interrumpir el inmaculado paisaje,
suficiente para quebrar su casta blancura.
Vaya a saberse qué asuntos lo afligían,
qué pesadumbre lo abatió.
porqué decidió saltar, vaya a saberse.
Allí aparece ahora el moribundo, vencido, entregado.
Pero no se exhibirá más de la cuenta
su ya esmirriado cadáver. Alguien irá por agua
y el desdichado rodará y entrará
en tinieblas de abismos sin retorno.
Un cabello.
También fue vida.
Es todo.
suficiente para interrumpir el inmaculado paisaje,
suficiente para quebrar su casta blancura.
Vaya a saberse qué asuntos lo afligían,
qué pesadumbre lo abatió.
porqué decidió saltar, vaya a saberse.
Allí aparece ahora el moribundo, vencido, entregado.
Pero no se exhibirá más de la cuenta
su ya esmirriado cadáver. Alguien irá por agua
y el desdichado rodará y entrará
en tinieblas de abismos sin retorno.
Un cabello.
También fue vida.
Es todo.
(De “Primera persona”)
*
TRES
La
pelirroja se para en medio de la pista
como en el trono del centro del mundo.
Los hombres susurran y ella lo sabe
por eso avanza las tetas,
el mascarón de su proa.
La rubia de pelito corto sonríe,
los hombres susurran y ella lo sabe,
por eso todo el tiempo sonríe
con dibujo de tonta felicidad.
La morena planta en la escena
su cabeza de mar nocturno que perturba,
y ella lo sabe.
Los hombres apuntan
al camino de seda negro de su pelo
después que pone el cielo en el grito:
"el que no se desnuda bajo la lluvia
no juega;
el que no trepa hasta la cocina de la pasión
no juega.
Vamos muchachos, vamos,
hasta la victoria siempre" !...
como en el trono del centro del mundo.
Los hombres susurran y ella lo sabe
por eso avanza las tetas,
el mascarón de su proa.
La rubia de pelito corto sonríe,
los hombres susurran y ella lo sabe,
por eso todo el tiempo sonríe
con dibujo de tonta felicidad.
La morena planta en la escena
su cabeza de mar nocturno que perturba,
y ella lo sabe.
Los hombres apuntan
al camino de seda negro de su pelo
después que pone el cielo en el grito:
"el que no se desnuda bajo la lluvia
no juega;
el que no trepa hasta la cocina de la pasión
no juega.
Vamos muchachos, vamos,
hasta la victoria siempre" !...
(Inédito incluido en “Visita guiada”)
*
LLUVIA
La lluvia es Dios.
Con mano una de piedad
y de furia la otra.
Si la lluvia se retira
la tierra abandona la tierra
el mar cierra la boca
y toda la palidez se cita
para caerle a la soñadora del ventanal.
La lluvia es Dios.
Si se niega la lluvia
encallan los barquitos de papel,
ningún corazón se dibuja en los cristales
y se queda sin bendición
el pelo de las mujeres de la casa.
Si se retira la lluvia
cómo se lava el demasiado dolor del mundo
y a la carne de la tontita
echada sobre las lozas del patio
quién la lava?
Si se queda la lluvia, si no sale,
se miran perdidos los amantes
debajo del cinc difunto.
Dios es la lluvia.
Si la lluvia se retira
qué será de la sin rostro
que viene cada vez que agua
y no sabe que canta para mí.
Con mano una de piedad
y de furia la otra.
Si la lluvia se retira
la tierra abandona la tierra
el mar cierra la boca
y toda la palidez se cita
para caerle a la soñadora del ventanal.
La lluvia es Dios.
Si se niega la lluvia
encallan los barquitos de papel,
ningún corazón se dibuja en los cristales
y se queda sin bendición
el pelo de las mujeres de la casa.
Si se retira la lluvia
cómo se lava el demasiado dolor del mundo
y a la carne de la tontita
echada sobre las lozas del patio
quién la lava?
Si se queda la lluvia, si no sale,
se miran perdidos los amantes
debajo del cinc difunto.
Dios es la lluvia.
Si la lluvia se retira
qué será de la sin rostro
que viene cada vez que agua
y no sabe que canta para mí.
(Inédito incluido en “Convocados”)
*
LA MOJADITA
(A la sagrada de su entrepierna)
Allí vive, allí, en el centro
del arco de triunfo de sus caderas;
al pie de los terciopelos del horizonte pubiano.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
Habla la siempreviva o lo que es lo mismo
deja oír sus correntadas.
Con mi nave a la vista
se aluviona, se anega,
y a mi mano responde con sus fuentes termales.
Ni pensar cuando el llamado del timbre divino;
entonces ocurren olas de una marea incontenible.
Juega. Juego. Jugamos.
Los disparos que dan en el blanco
agitan el carrillón de su cielo.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
La insaciable, la voraz
muerde el collar que la visita
y en cada pequeña muerte me devora.
Lavas nacidas en el centro de la tierra
trepan hasta la caldera
de una y otra boca de los dos.
A la conclusión
la mojadita va a decir y dice:
que haya paz, una breve tregua.
Yo, el amador voy a decir y digo:
estamos vivos y esto que sucede es la felicidad.
Ella, la amada, va a decir y dice:
me dio un poquito de frío,
tápame por favor.
Allí vive, allí, en el centro
del arco de triunfo de sus caderas;
al pie de los terciopelos del horizonte pubiano.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
Habla la siempreviva o lo que es lo mismo
deja oír sus correntadas.
Con mi nave a la vista
se aluviona, se anega,
y a mi mano responde con sus fuentes termales.
Ni pensar cuando el llamado del timbre divino;
entonces ocurren olas de una marea incontenible.
Juega. Juego. Jugamos.
Los disparos que dan en el blanco
agitan el carrillón de su cielo.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
La insaciable, la voraz
muerde el collar que la visita
y en cada pequeña muerte me devora.
Lavas nacidas en el centro de la tierra
trepan hasta la caldera
de una y otra boca de los dos.
A la conclusión
la mojadita va a decir y dice:
que haya paz, una breve tregua.
Yo, el amador voy a decir y digo:
estamos vivos y esto que sucede es la felicidad.
Ella, la amada, va a decir y dice:
me dio un poquito de frío,
tápame por favor.
(Inédito incluido en “Convocados”)
*
Estampida, fogonazo; los dos dieron en el blanco.
Para que todo se corra, se retire.
Abrió sus ventanas el cielo. Y apareció el Arco Iris.
Allí, en la noche. En el cielo de la noche.
(Vale, adentro de la caja del sueño).
Vértigo, luego vahído, desarreglo, sismo.
Nada deja de temblar.
Cada algo se asusta, huye, se guarda.
Impasible el Arco. El de la noche.
En el cielo de la noche.
Y continúa fantasmal con luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que allí canta
(y tiene, no sé...)
Que ocurrió ? Por qué ruta llegó el hechizo?
Se dislocó el destino?
Se le fue la mano a la razón?
(Tomó de más, seguro)
Afónica, la vitrola alumbra el entonces.
No cuenta preguntar: en la noche,
en el cielo de la noche, qué ocurrió?
Se amotinó el sentido?
De todos modos, a quien le importa.
Dejémoslo así.
Estampida hubo y fogonazo.
En la noche. En el cielo de la noche.
Con Arco Iris y luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que allí canta
( y tiene, no sé...)
(Inédito)
*
En la ciudad de Buenos Aires, Marcos Silber y R. R., en 2014.
*
fuente: recibido directamente del autor, al que felicito y agradezco por su confianza.
JOSE PIVIN
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