Por: Rodrigo Duarte
El prestigioso escritor
y médico habló con Infobae sobre su nuevo libro, la
autobiografía "La novela de mi vida", su decepcionante paso por la
política durante el gobierno de Alfonsín y por qué es tan difícil escribir
ficción sobre los últimos doce años de la Argentina
—Después
de decenas de novelas, ensayos y biografías de otros personajes, decide ahora
publicar su autobiografía. ¿Por qué?
—Este libro lo terminé de
escribir hace muy poquito, ahora que he cumplido 82 años, pero en realidad me
está dando vuelta hace años, debido a que editores, libros y amigos insisten en
que yo he tenido muchas vidas en una sola vida, y que tendría que contar mi
historia. Yo nunca lo pude explicar, pero siempre sentí deseos de expresarme,
de experimentar, de vivir. A lo largo de todo este tiempo viví muchos momentos
de felicidad, y muchas frustraciones; hubo momentos de temeridad y de temor.
Comencé con mis actividades artísticas de chico, luego actividades científicas,
me he manejado en esos dos andariveles al mismo tiempo. Siempre recuerdo una
frase del gran escritor ruso Anton Chéjov: "La medicina es mi esposa, pero
la literatura es mi amante". Puede parecer algo poco serio, pero es muy
divertido, y yo he tenido relaciones simultáneas con la ciencia y el arte, y me
han dado ambas muchas satisfacciones.
—Su
historia es la de alguien que se hizo desde muy bajo, un caso ejemplar de la
cultura del esfuerzo del siglo XX en la Argentina.
—Es importante recordar que
hay dos palabras que no se suelen diferenciar bien pero son muy diferentes:
instrucción y educación. Instrucción es el cúmulo de información, pero
educación es el cúmulo de valores. Yo desde chico tuve las dos cosas de mis
padres. Mi mamá era una inmigrante europea, que sabía muchos idiomas pero que
no pudo estudiar, mientras que mi padre era un hombreador de bolsas en Dock
Sud. De manera que yo conocí el esfuerzo y al mismo tiempo los valores: el
valor del estudio, del trabajo, pero al mismo tipo de la instrucción. Me
estimulaban a leer. Cuando era chico me llevó mi madre de las orejas a la
biblioteca pública que estaba a lado de la casa y le encargó a la bibliotecaria
que controlara que yo leyera. Empecé con historietas, como todos los chicos,
pero después avancé y a los 15 años ya había leído toda la biblioteca. El
esfuerzo fue siempre algo permanente en mi vida y eso llevó a que en muchos
momentos corriera grandes riesgos por defender esos valores
—Denos
un ejemplo.
—Por ejemplo, a poco de
haberse producido la última dictadura, yo organicé un coloquio de plurarismo
cultural, a fines de 1976, en el Centro Cultural San Martín, que recién se
inauguraba, con voces y discursos muy fuertes. Luego, antes que cayera la
Dictadura, en 1982, publiqué un libro, "Carta esperanzada a un
general", en el que hice una disección muy cruel sobre la mente militar,
que provocó un gran estremecimiento. Los editores no se animaron a publicarlo
ni en Brasil, que estaba en plena dictadura, ni en España, donde había ocurrido
hace poco el "Tejerazo".
—Reconoce
en el libro que su paso por la política durante el gobierno de Alfonsín no fue
satisfactorio. ¿Por qué?
—No pude hacer todo lo que
quise. Hubo obstáculos, envidias y sabotajes. Sin embargo, fue importante
ganarme el apoyo de algunos funcionarios de antigüedad en la Secretaría de
Cultura, especialmente de dos, ambos peronistas, que me dijeron que confiara en
ellos, que me iban a ayudar para que no me equivocase. Muchas veces yo estaba
por firmar cosas y me decían "Doctor, no firme". Pero no me puedo
olvidar que fui saboteado y que ejercí el cargo de Secretario de Cultura la
mitad del tiempo del que debía hacerlo. Es la mezquindad típìca de la política,
por eso no puedo decir que haya sido lo más satisfactorio de mi vida, pero
sucedió durante un momento muy especial que muchos argentinos ya han olvidado.
Fue una verdadera primavera cultural, el pais salía de la oscuridad de la
Dictadura y había un estallido de júbilo, de alegría y de libertad.
—Uno de
los pasajes más fuertes del libro, con el que elige abrir y cerrar su relato,
es el recuerdo de haber visto llorar a su padre cuando se entera por carta que
su abuelo había sido asesinado por los nazis.
—Me marcó mucho. Yo admiraba
a mi padre, era un hombre fuerte, alegre, que me narraba muchas historias, y
verlo llorar me conmovió. Pero eso fue acompañado de ser testigo de otras
manifestaciones de discriminación, y eso llevó que yo desarrollara otros
valores, en honor a la igualdad, a la democracia, que fueron marcando mi vida.
—Un
aspecto extraordinario de su trayectoria es que siempre fue un autor muy
prolífico, incluso durante los años en los que ejercía la profesión de
neurocirujano y psiquiatra. ¿Cómo encontraba tiempo para
realizar todas estas actividades?
—Efectivamente
no sé cómo encontraba el tiempo para escribir los libros, porque muchas veces
no era solo escribirlos, sino también hacer largas investigaciones previas. Te
cuento una anécdota de cómo escribí "La cruz invertida". En esa época
yo estaba trabajando muchísimo, y era prácticamente el único neurocirujano de
todo el sur de la provincia de Cordóba. Yo estaba radicado en Río Cuarto, donde
estaba el sanatorio grande en el que trabajaba, y de allí me llamaban y yo iba
con mi autito a atender, a operar. Y en esos viajes iba imaginando los
capítulos de esa novela. En otros momentos he sufrido mientras escribía. Por
ejemplo, en "La gesta del marrano", cuando tenía que describir las
torturas que realizó la Inquisición, yo realmente la pasaba mal.
—Usted
abordó el kirchnerismo desde el ensayo, pero nunca desde la novela. ¿Tiene
planeado escribir una ficción sobre estos doce años, como lo hizo sobre otros
momentos históricos del país?
—El kirchnerismo es muy
tentador, porque supera todo lo que se ha visto, pero el problema es que han
cometido tal nivel de tropelías, de barbaridades, que se ha debilitado nuestra
capacidad de asombro. Todos los días se conocen nuevos abusos, nuevos robos, y
esa debilidad en el asombro lleva a una debilidad en la indignación. Y pienso
¿qué podría escribir sobre el kirchnerismo? Si es una especie de circo que
supera a Calígula, que supera a Nerón, ¿qué voy a inventar? No hay espacio para
la fantasía, supera lo que uno puede imaginar.
Fuente: http://www.infobae.com/2016/04/03/
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