IDILIO DE NUBES
Manuel Quiroga Clérigo
SEGORBE
Al fin nos detenemos
cuando es mediodía
en una encrucijada de
otoños y de cúpulas.
Vivimos un octubre
vestido de verano
y hay un color de estaño
en antiguos jardines.
En medio de vidrieras
luminosas, cercanas,
surgen revoloteos de
los sufridos pájaros,
algunos regresando de
los mares de sombras.
En Segorbe la tarde
es un silencio alegre
donde surgen almenas
anunciando silencios
con alondras y mirlos
llegando a los balcones.
Por el éter regresan
obsesivas libélulas
lo mismo que algún
niño que viene del colegio
tras dejar ignoradas
unas aulas dormidas.
Las cigüeñas de nieve
y estampa de horizonte
viven sin presentirlo
un idilio de nubes
como si compusieran
fragmentos de plumaje.
Unos parques de seda,
respirando jilgueros,
se mecen lentamente
al compás de la brisa
aunque imposibles
vientos enturbian las veletas.
Hay algunos rumores,
adolescentes, tibios
llegados de los
montes con olor a naranjos.
Cuando ya queda lejos
el olor del verano
un perfume de jaras
aniquila las horas
cerca de algún
murmullo musical deslumbrante.
Las notas esparcidas
en un sopor de espejos
se enredan en
geranios de recónditas plazas.
Segorbe permanece con
su fervor de fuentes
y por sus callejuelas
de espuma innecesaria
paseamos despacio al
lado de su ritos
prolongados,
solemnes, imprevistos y pálidos:
esforzados lanceros,
los bravos caballistas,
los toros en tropel
atravesando el tiempo,
la existencia
naciendo tras estatuas de bronce.
Nos sigue acompañando
el favor de la vida.
Segorbe, 18-10-2013.
SOBRE HILERAS DE
ACACIAS
Me asomo a la ventana
y hay grillos cantando
en un contorno
oscuro, deshabitado, leve.
Sólo es medianoche de
humedad inasible
en acacias, palmeras,
fuentes, luna, fachadas.
A la derecha el monte
duerme su regocijo
de un otoño impensado
con esquinas de menta:
Desierto de las
Palmas, travesía infinita
hacia laderas firmes
y nidos de alacranes.
Desde estas alturas
de luces fragmentadas
y a la izquierda del
agua con su costumbre húmeda
respiramos silencios
del Mar Mediterráneo,
vitalista, oreado, febril y desnortado
como si contuviera brisas del mediodía
o esperara impaciente tener su madrugada.
Una sombra indecisa cobija la llanura
por donde a veces pasan algunos trenes rápidos
ignorando los siglos de apacible silencio.
Horadando los campos son veloces luciérnagas,
rayos carbonizados asaltando los cítricos,
saltamontes de acero despertando la costa.
Con sonidos de espanto disfrazados de viento
contemplamos lo breve de todo lo creado.
Aún sigo en la ventana sobre hileras de acacias.
Oropesa del Mar, 20-10-2013.
DELTA DEL EBRO
En Poble Nou del Delta hay infinitas aves,
algunas relucientes, otras alboratadas;
ocupan
los jardines, buganvillas y fuentes;
vuelan
bajo las nubes con lentitud insólita,
picotean
sin pausa entre los arrozales.
Viven
el día entero en medio de las aguas,
a
veces se encaraman en algunos veleros
o
aterrizan prudentes en canales y acequias.
En
el centro del pueblo hay una iglesia triste
con
su torre cuadrada, sin vitrales ni gracia,
desconchada
pintura de cal llena de sombras,
solitario
contorno de inútiles campanas
como
faro desierto en medio del paisaje.
Hay
arbustos, hibiscos, hierbabuena, geranios,
alegres
restaurantes, los invitados, niños,
patios
llenos de gente, vino, celebraciones,
señoras
opulentas con su belleza a cuestas.
El
Ebro se ha expandido, ha creado marismas
inventando
tesoros en la planicie amable.
Estas
inmensidades de coloridos pájaros
son
grandes extensiones de blancos cereales,
atardeceres
de oro y puertos elevados.
Una
infantil calima oculta el horizonte
donde
ya se olvidaron moreras y otros árboles
lejos de algunas tardes que llegan del verano.
Alrededor de todo brilla una niebla verde,
los trenes confundidos con laderas distantes,
la tarde y sus olores, los infantiles juegos,
unos muelles de seda donde pronto atardece.
En Poble Nou del Delta la vida es apacible
como si se tratara de un edén palpable.
En todo el horizonte de distendidas aguas
hay un ambiente dulce, soleado, pletórico
exento de fatigas, vocerío, rumores
habitado tan solo por esas aves de oro
a quienes acompañan mariposas, libélulas
en una sucesión de escasos vendavales.
Poble Nou del Delta del Ebro, 20-10-2013.
EL EBRO POR TORTOSA
El Río Ebro en Tortosa es un Danubio alegre
avanzando sin tregua hacia el Mediterráneo
vadeando la estatua de acero vigilante
del águila florida con su porte imponente.
Aguas mansas, inquietas, renacidas, pletóricas
dividen una villa paciente, indescifrable,
el lugar del trabajo, de la industria y los barrios,
de la antigua muralla donde el tiempo se duerme.
en los puentes persisten olores de otras tierras,
tal vez esas que arrastran los redimidos cauces,
las voces de culturas llegadas del silencio,
el incierto fraseo de cigüeñas y barcos.
La Catedral nos muestra su claustro complaciente,
recogido, solemne, tan desnudo, aireado
donde el tiempo reduce su sabor a nostalgia;
la espuma como lava de su fuente central
y esos corredores, sus ventanales, gárgolas
son todo un episodio de santidades laicas.
Luego, ya, recorremos las calles cenicientas,
sus fachadas latinas, derruidos palacios,
el sueño desterrado a miradores sucios,
los parques como dehesas y rincones minúsculos.
Al pie de las murallas donde vive el estío
una placita ardiente va uniendo a los filósofos,
barbudos pensadores que adoctrinan sin pausa
a emigrantes cansados, musulmanes solícitos,
desocupadas sombras de idiomas variados.
Hay una turbulencia de desiertas terrazas
en derruidas casas, en territorios lentos
junto a la cercanía de refugios frutales.
En patios interiores donde ya nadie habita
siguen creciendo higueras, las carcomidas zarzas,
emparrados con eco de vides imposibles.
El Ebro, riguroso, deja atrás el Mercado;
le acompañan las aves en su fiesta de aire
hacia Amposta y El Delta que es el Mediterráneo.
Hay nubes florecidas en medio del paisaje.
Después verá las garzas, tórtolas duplicadas,
los charranes, gaviotas, unos ansiosos ánades…
Tortosa, 20-10-2013.
MIEL
Ese pezón de miel
es el mejor regalo
para quien esperaba
tanto paisaje inédito.
Así que la mirada,
voluptuosa y feliz,
ahora invade tus pechos
de golosina impávida;
se dirige enseguida
al azúcar constante,
tiembla al sentirse cerca
del dulzor imprevisto
donde la maravilla
de tan bello espectáculo
se hacia gloria bendita
como el mayor milagro.
La superficie tersa
del jardín necesario
tiene el sabor incierto
del paraíso ansiado
y es el mejor destino
para el fulgor y el beso
llegado
de los labios.
Oropesa,
20-10-2013.
LA
FIGURA ESPERADA
Está
la calle llena
de
acacias intensivas,
de
montañas recientes
llegando
a la ventana,
de
mares desiguales
rodeando
la noche.
Entonces
se ilumina
tu
figura sin límites,
el
espacio perfecto
de
la pasión de siempre.
Cuando
sea mediodía
y
los trenes se alejen
seguirán
en la calle
intensivas
acacias;
seguirás
siendo luego
la
figura esperada.
Oropesa,
20-10-2013.
HORAS
Desde
el mar nos visita la luz estrangulada
como
faro constante en medio de la niebla.
En
las aguas tranquilas hay reflejos lunares
igual
que barcos tristes navegando en silencio.
Seguimos
asomados a la terraza alegre
sobre
varias docenas de inéditas acacias.
Es
una noche oscura de sombras reducidas
con
escasos gorjeos de las cercadas aves.
De
la Sierra de Irta nos llegan resplandores
y
de las autopistas que corren paralelas
a
este Mediterráneo de un otoño cálido
surgen
continuamente faros como luciérnagas;
interrumpen
las horas de dormidas presencias,
llenan
con sus rumores los cauces mutilados
o
quedan reducidos a sonidos sin causa.
Músicas
escondidas interrumpen el sueño
de
apacibles poetas tal vez ensimismados
que
nunca se arrepienten de ser tan sólo libres.
Al
fin cruzan los trenes delante de los árboles
y
las horas se alargan con brillo itinerante.
Oropesa,
20-10-2013.
TRENES
Hay
trenes y mastines recorriendo los campos.
¿Dónde
van esos trenes, qué viajeros transportan,
de
qué niebla se hicieron sus vagones oscuros?.
A
su paso se asustan los pájaros celestes,
los
reptiles se esconden, huyen las comadrejas,
saltan
los saltamontes, las orugas despiertan.
A
distancia les siguen mariposas, insectos
con
sensación ferviente de recorrer la nada.
Los
cítricos se inclinan como cañaverales
y
los olivos tiemblan desechando sus frutos.
Siempre
los trenes, siempre, recorren humedales
llevando
en sus rieles ruinas del pasado,
asaltando
las vides, violentando los valles;
van
dejando la estela de prisa indeseada.
Pasajeros
tranquilos observan los castillos,
orientan
su mirada al mar omnipresente,
contemplan
nubes blancas o cielos azulados,
sueñan
con sus amadas con emoción constante.
Si
algún tren se detiene cerca de las acacias
Descienden
señoritas con escotes de reina,
caballeros
antiguos con flor en la solapa
o
niños bulliciosos en busca de cometas.
Hay
trenes y mastines recorriendo los campos.
Oropesa,
20-10-2013.
Manuel
Quiroga Clérigo
Manuel Quiroga Clérigo.
(Madrid, 1945).
Licenciado en Psicología Social, Estudios de Derecho ( U.C. de Madrid).
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología (Universidad Complutense de Madrid).
Tesis Doctoral: LA CRITICA LITERARIA COMO FENÓMENO SOCIOLÓGICO).
Crítico literario y de cine, narrador, autor dramático. Poeta.
Ha participado en Congresos, Simposios y Encuentros en todo el mundo.
Conferenciante, prologuista e invitado en seminarios, cursos de poesía, literatura y de ciencias sociales.
Fundador del Grupo Poético “Enero” (Madrid, 1969).
Consejero de la ASOCIACIÓN COLEGIAL ESCRITORES.
Miembro de:C.E.D.R.O.,
ASOCIACIÓN ANDALUZA DE CRITICOS LITERARIOS (CRÍTICOS DEL SUR),
COLEGIO NACIONAL DE DOCTORES Y LICENCIADOS EN CC.PP Y SOCIOLOGIA, ASOCIACIÓN CASTELLANO-MANCHEGA DE SOCIOLOGÍA,
ACADEMIA CERVANTINA DE GUANAJUATO (MÉXICO),
S.G.A.E.,
PEN CLUB DE ESPAÑA.
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