TECNOLOGÍA PIRAMIDAL (1) por José Alvarez López
UN PROYECTO JAPONÉS
En
el año 1979 un grupo de científicos japoneses decidió poner término a
la milenaria discusión sobre cómo se habían erigido las pirámides
levantando una en Egipto, por los mismos métodos supuestamente empleados
en la Antigüedad.En
efecto una cadena de televisión de Tokio recolectó fondos para la
construcción de una réplica de la Gran Pirámide pero de sólo unos
treinta metros de altura.
Podrá parecer sorprendente este interés del
lejano Japón por las pirámides egipcias, pero hay muchas disposiciones
japonesas asociadas a ellas desde la más remota Antigüedad, como las
Pagodas, los templos budistas y hasta el famoso “Ikebana” que es una
disposición floral de estructura piramidal.Yo
fui consultado en ese momento por personal de la embajada de Japón, que
vino a verme a mi casa de Córdoba, en relación a esta empresa.
Mi opinión fue francamente desfavorable, por entender que una exacta réplica a escala de la Gran Pirámide es imposible de hacer en nuestra época, pues nuestra presente civilización todavía no ha alcanzado el nivel tecnológico requerido para ello.No obstante, la empresa prosiguió, pero al final debió ser abandonada por un cúmulo de circunstancias técnicas y políticas que se suscitaron, entre ellas la oposición del gobierno egipcio hacia la referida construcción, siguiendo en ello la ancestral animadversión de los habitantes de Egipto hacia las pirámides.
Todos sabemos que el Egipto de hoy es musulmán intransigente, y ese pasado pagano (no árabe) no tiene arraigo entre ellos.Pero la mayor dificultad de los japoneses fue el no encontrar una carretera apropiada para el transporte de las piedras desde las canteras de Assuán hasta El Cairo. Es cierto que una gran parte del trayecto (unos 1000 km.) puede ser transitado por vía fluvial unos cuatro meses del año, pero los restantes kilómetros exigen una carretera que no se encuentra por ninguna parte.
Quedaba para los japoneses la alternativa de construir la carretera o transportarlas por vía aérea. Pero cualquiera de las dos soluciones implicaba no construir la pirámide exactamente como lo habían hecho los egipcios.El problema quedó una “charada” para los técnicos y científicos de tan grave significación que recientemente un grupo de técnicos franceses —en el afán de superar este escollo conceptual de la arqueología— han imaginado que las piedras de la Gran Pirámide fueron estructuras sintéticas formadas de arena colocada en encofrados de medidas convenientes sobre la cual se vertía un líquido que transformaba automáticamente la arena en granito.
Esta idea que no puede caber en la cabeza de ningún estudiante de química o geología, ha alcanzado difusión universal, lo cual prueba lo acuciante del problema del transporte de piedras en el Antiguo Egipto, un verdadero desafío para lo que suponemos la avanzada Era Atómica.Para el lector no especializado debemos aclarar que el granito está compuesto de cuarzo, feldespato y mica. Por efecto de las lluvias y el viento, el granito es erosionado y el anhídrido carbónico y el ácido nítrico de las aguas de lluvia disuelve o arrastra en forma de arcilla la mica y el feldespato, dejando solamente la sílice o sea la arena. Pensar que rociando un líquido se puede reconstruir el primitivo granito es inaceptable. Por otra parte, aunque fuera posible dicha transmutación, el argumento ignora el hecho de que estudios químicos cristalográficos e isotópicos, llevados a cabo por los arqueólogos, han mostrado con seguridad, que el granito rosa de la Gran Pirámide proviene de Assuán.
Estudiando de cerca el problema del transporte de las piedras, se hace evidente la poca atención prestada al mismo por la mayoría de los arqueólogos. Algunos de ellos, sin embargo, han enfocado el problema con criterio técnico-prático como por ejemplo el egiptólogo Clarke —de Oxford— y Ponce Sanguines —del Centro de Investigaciones de Tiahuanaco— quien ha demostrado en ensayos de campo que un bloque de 4 toneladas requiere la fuerza de 150 hombres para ser transportado sobre un trineo a lo largo de una calzada bien pavimentada y a razón de 4 km por día. Con este dato concreto, calculando la distancia de El Cairo a Assuán en 2000 km y teniendo en cuanta que el Egipto de aquel tiempo no podía disponer de una fuerza de trabajo mayor a 200 mil hombres, llegamos a la conclusión que cualquiera puede verificar que el transporte de los dos millones y medio de bloques constitutivos de la Gran Pirámide no pudo insumir menos de 2604 años.
Mi opinión fue francamente desfavorable, por entender que una exacta réplica a escala de la Gran Pirámide es imposible de hacer en nuestra época, pues nuestra presente civilización todavía no ha alcanzado el nivel tecnológico requerido para ello.No obstante, la empresa prosiguió, pero al final debió ser abandonada por un cúmulo de circunstancias técnicas y políticas que se suscitaron, entre ellas la oposición del gobierno egipcio hacia la referida construcción, siguiendo en ello la ancestral animadversión de los habitantes de Egipto hacia las pirámides.
Todos sabemos que el Egipto de hoy es musulmán intransigente, y ese pasado pagano (no árabe) no tiene arraigo entre ellos.Pero la mayor dificultad de los japoneses fue el no encontrar una carretera apropiada para el transporte de las piedras desde las canteras de Assuán hasta El Cairo. Es cierto que una gran parte del trayecto (unos 1000 km.) puede ser transitado por vía fluvial unos cuatro meses del año, pero los restantes kilómetros exigen una carretera que no se encuentra por ninguna parte.
Quedaba para los japoneses la alternativa de construir la carretera o transportarlas por vía aérea. Pero cualquiera de las dos soluciones implicaba no construir la pirámide exactamente como lo habían hecho los egipcios.El problema quedó una “charada” para los técnicos y científicos de tan grave significación que recientemente un grupo de técnicos franceses —en el afán de superar este escollo conceptual de la arqueología— han imaginado que las piedras de la Gran Pirámide fueron estructuras sintéticas formadas de arena colocada en encofrados de medidas convenientes sobre la cual se vertía un líquido que transformaba automáticamente la arena en granito.
Esta idea que no puede caber en la cabeza de ningún estudiante de química o geología, ha alcanzado difusión universal, lo cual prueba lo acuciante del problema del transporte de piedras en el Antiguo Egipto, un verdadero desafío para lo que suponemos la avanzada Era Atómica.Para el lector no especializado debemos aclarar que el granito está compuesto de cuarzo, feldespato y mica. Por efecto de las lluvias y el viento, el granito es erosionado y el anhídrido carbónico y el ácido nítrico de las aguas de lluvia disuelve o arrastra en forma de arcilla la mica y el feldespato, dejando solamente la sílice o sea la arena. Pensar que rociando un líquido se puede reconstruir el primitivo granito es inaceptable. Por otra parte, aunque fuera posible dicha transmutación, el argumento ignora el hecho de que estudios químicos cristalográficos e isotópicos, llevados a cabo por los arqueólogos, han mostrado con seguridad, que el granito rosa de la Gran Pirámide proviene de Assuán.
Estudiando de cerca el problema del transporte de las piedras, se hace evidente la poca atención prestada al mismo por la mayoría de los arqueólogos. Algunos de ellos, sin embargo, han enfocado el problema con criterio técnico-prático como por ejemplo el egiptólogo Clarke —de Oxford— y Ponce Sanguines —del Centro de Investigaciones de Tiahuanaco— quien ha demostrado en ensayos de campo que un bloque de 4 toneladas requiere la fuerza de 150 hombres para ser transportado sobre un trineo a lo largo de una calzada bien pavimentada y a razón de 4 km por día. Con este dato concreto, calculando la distancia de El Cairo a Assuán en 2000 km y teniendo en cuanta que el Egipto de aquel tiempo no podía disponer de una fuerza de trabajo mayor a 200 mil hombres, llegamos a la conclusión que cualquiera puede verificar que el transporte de los dos millones y medio de bloques constitutivos de la Gran Pirámide no pudo insumir menos de 2604 años.
Lógicamente
podemos rebajar la cifra aduciendo que cuatro meses al año reducimos el
recorrido terrestre en unos mil kilómetros. Pero tampoco podemos
olvidar que los bloques no se encuentran tallados a la orilla del río
...la extracción y tallado de los bloques insumiría casi tanta mano de
obra como de transporte.
Cualquier
lector tiene derecho a preguntarse cómo es que a ningún arqueólogo se
le ocurrió verificar este simple ejercicio escolar y prefirieron en
cambio aceptar el dicho de Heródoto de que la Gran Pirámide fue
construida en 20 años..
.A
pesar de todo, este asunto del transporte de las piedras de la Gran
Pirámide es uno de los menores problemas que se presentan para la
construcción de una réplica a escala, como fue el proyecto japonés.
Tenemos `problemas mucho más graves que sitúan la construcción de la
Gran Pirámide completamente fuera del alcance de nuestra moderna
tecnología.
KHEOPS, UN FARAÓN DESCONOCIDO por José Alvarez López
KHEOPS, UN FARAÓN DESCONOCIDO
por José Alvarez López
Cuando los primeros “homo sapiens” aparecieron sobre la Tierra ya había pirámides. Cuando nos remontamos a los tiempos más antiguos, a los primeros hombres que poblaron el planeta, encontramos pirámides. Todos los hombres de todos los tiempos convivieron con pirámides. No tiene por lo tanto nada de extraño que hoy reconozcamos en los diversos continentes más de trescientas pirámides, todas procedentes de una remota antigüedad. En Méjico, por ejemplo, tenemos la pirámide de Cuicuilco, una parte de la cual se halla sepultada por lava volcánica. La datación de esta lava —es decir, la determinación de la fecha de la erupción volcánica— puede realizarse por métodos conocidos por la geología, y el resultado del estudio ha señalado una antigüedad de ocho mil años. La cultura maya —cuya existencia no tiene más de dos mil años— habría sido muy posterior a la fecha de la edificación de esta pirámide. Inclusive sería una pirámide muy anterior a las más antiguas dinastía egipcias.
En efecto, la arqueología egipcia sostiene que las más antiguas pirámides de aquel país no tienen una antigüedad mayor de cinco mil años. Se atribuye la edificación de la Gran Pirámide al rey Kheops que vivió alrededor del 2800 a. C.
Pero no todos los egiptólogos están de acuerdo con esta cronología, y un destacado piramidólogo (Pochan) sostiene que Kheops vivió hacia el 4800 a. C. Lo cual haría pensar que la edificación de la Gran Pirámide ocurrió dos mil a&nt! ilde;os antes o sea hace siete mil años, acercán! donos de este modo a las fechas de Cuicuilco.
Pero el análisis aquí esbozado en cuanto a la fecha de edificación de la Gran Pirámide contiene un punto obscuro y es que no existe ninguna razón científica aceptable que establezca que fue Kheops quien edificó la Gran Pirámide. El problema de la edificación de la Gran Pirámide s! e maneja, dentro de la arqueología, en una atmósfera de incertidumbre y obscuridad. Como lo señalan numerosos arqueólogos (Meyer, Driotton, etc.) la IV Dinastía —a dinastía a la cual pertenecía Kheops— nos es totalmente desconocida y de la misma no solamente carecemos de información general, sino que ni siquiera podemos estar seguros de la sucesión de sus reyes.
Se conocen numerosas listas de reyes egipcios! (las listas de Abidos, Sakkara, Turín, Palermo, El Cairo, Alejandría, etc.) pero no coinciden entre ellas por lo que la confusión arqueológica es aquí total. No ocurre lo mismo con las demás dinastías egipcias que son perfectamente conocidas tanto en sus personajes, la vida de ellos, como la historia general del país. Por una sorprendente paradoja, conocemos bastante bien la vida e historia de faraones que reinaron muchos años antes de la IV Dinastía, como, por ejemplo, los faraones de la I, II y III Dinastía. Reyes como Narmer, Udimu, etc. Correspondientes a la I Dinastía, son perfectamente conocidos por los egiptólogos.
En cuanto a la historia de Kheops el desconocimiento arqueológico es tan grande que todo lo que podemos decir —hablando con fundamento— es que para egiptología... “Kheops es un desconocido”. Este desconocimiento es subrayado por la circunstancia de que, a diferencia de los otros faraones, no se conocen de Kheops ni sus estatuas, ni sus pictografías, ni tampoco sus ed! ificios, ni sus tumbas, ni siquiera su templo mortuorio. Y esto es algo que el público desconoce.
El conocimiento arqueológico de Kheops —aparte su escueta mención de algunas listas reales que ya vimos— se reduce a dos textos en los cuales se hace alusión a este faraón. El primero de estos textos está referido a la “puerta falsa” de una mastaba del Imperio Medio (posterior en mil años al Antiguo Imperio de la IV dinastía) en donde una inscripción alude a la princesa! Meritiotes de la cual se dice que fue amante de Kheops, Khefrén y Micerino. La “mastaba” era un túmulo funerario cuadrangular en cuyo interior se encontraban textos y pictografías pintados o grabados en las paredes, a los cuales debemos la mayor parte del conocimiento arqueológico del antiguo Egipto.
La “puerta falsa” era una puerta simplemente pintada en el muro de la mastaba por la cual se suponía que podría entrar y salir el Ka, el alma inmortal del difunto (el alma mortal era llamada Ba y finalizaba con su vida terrestre). En cuanto al texto en sí, la arqueología estable hace una separación mayor de cien años entre Kheops y Micerino (Menkara en lengua egipcia), lo cual permitiría atribuir a la aludida princesa una longevidad que competiría ventajosamente con cortesanas históricas, que se hicieron famosas en las cortes europeas por su prolongada juventud.
El segundo texto pertenece al “papiro Westcar” que corresponde a la Dinastía XII (también del Imperio Medio que siempre provee de novelas y es la fecha de la llegada de Abraham a Egipto) en donde se narra el cuento antológico egipcio denominado “Kheops y los Magos”. En el citado papiro se dice que un día en que Kheops se aburría fueron llevador a palacios tres magos para entretenerlo. El primero de ellos, organizó una serie de juegos de salón que mantuvieron muy entretenidos a Kheops y sus hijos. El segundo mago aterrorizó al Faraón haciendo aparecer un cocodrilo que se achicaba a voluntad del mago, pero que también podía agrandarse hasta infundir miedo. El tercer mago adivinó secretos de los asistentes y, finalmente, hizo la profecía de que en la tercera generación sus descendientes serían reemplazados por una Dinastía nacida de Ra.
Aparentemente, la profecía se cumplió pues la V Dinastía se constituyó en el tiempo anunciado por el mago, con sacerdotes procedentes del monasterio de Heliópolis conocidos por su culto solar (más adelante maestros de Akhenatón, pues Ra es el Sol) que ocuparon el faraonato, que hasta entonces había estado ejercido por faraones laicos y militares. Pero hay que advertir que al momento de la confección del papiro Westcar ya habían transcurrido ocho dinastías más, de modo que la historia egipcia era bien conocida por los escribas de la Dinastía XII.
En estas pocas alusiones a Kheops de la literatura egipcia se puede uno sorprender de que el gran constructor de la pirámide más célebre del mundo, tuviera tiempo de aburrirse. El cuento del papiro Westcar hace más bien pensar que Kheops tuvo poco que ver con la Gran Pirámide.
Nos queda por examinar el único testimonio histórico en donde se afirma que la Gran Pirámide fue construida por Kheops. Se trata del relato de un viajero griego que por accidente llegó a Egipto durante la dominación persa (que siguió a la invasión asiria), y conversó allí con gente que encontraba en la calle. En efecto, Heródoto nos dice que fue a Egipto para aclarar un asunto del que le habían hablado en Persia y que era algo que despertó su curiosidad... la demostración de que Frigia era el más antiguo reino de la Tierra.
El propósito inicial de Heródoto fue escribir una historia de Persia (entonces predominante en Oriente), pero llegado allí le narraron que un rey habiendo decidido averiguar cuál era el lenguaje más antiguo de la tierra hizo aislar a dos niños recién nacidos de modo que nunca oyeran pronunciar una sola palabra. La primera palabra que pronunciaron fue “becos” que, después! se aver iguó, quería decir “pan” en Frigio. De lo cual concluyó el susodicho investigador, que el frigio era el más antiguo idioma hablado por el hombre. El viaje a Egipto de Heródoto obedeció a su interés —realmente científico— de obtener más información sobre el aludido experimento.
Como entre unas y otras cosas Heródoto visitó casi todo el mundo antiguo, terminó por escribir su famoso “Nueve Libros de la Historia” que dedicó a las nueve musas, que como es sabido estaba cada una consagrada a un arte. Hoy todavía las nueve musas siguen teniendo vigencia y es así que usamos a “Melpómene” para designar a la tragedia, “Talía” para designar a la comedia y a “Euterpe” para referirnos a la música. A esta Euterpe, precisamente, dedicó Heródoto la parte de su libro que se ocupa de Egipto.
En estos pasaje del “Padre de la Historia” es evidente que el viajero recoge las más diversas opiniones y no precisamente las de los sacerdotes, pues dice expresamente que los s acerdotes egipcios eran reticentes en mencionar los nombres de los reyes que habían edificado las pirámides, y que cuando se referían a ellas las llamaban, genéricamente, “las pirámides del pastor Filitis” por ser este pastor, aclara Heródoto, el que apacentaba sus ovejas en el lugar donde se hallaban las pirámides. Es evidente por el nombre griego, que este pastor vivía ya en época tardía.
La pregunta obvia es de dónde obtuvo Heródoto la información sobre la existencia de estos reyes y su pretendida participación en la edificación de las pirámides. La arqueología hasta hoy no tiene confirmación alguna ni de lo uno ni de lo otro y ha debido confiar, por falta de información, en la veracidad de Heródoto. Y aquí aparece otro inconveniente pues cualquiera que lea a Heródoto, muy pronto se dará cuenta de que no puede prestarse mucha fe a un autor que constantemente confunde la historia con la mitología. Evidentemente el Padre de la Historia era incapaz de distinguir entre una y otra cosa. Por esto y por otras cosas ya Plutarco —el fidedigno historiador grecorromano— acusaba a Heródoto de charlatán. Pero Heródoto, aparte su natural tendencia mitificante, se veía compelido por otros factores.
No queremos disminuir los méritos indudables del narrador y viajero griego que ha dado con su información la base de importantes investigaciones históricas, pero en la época en que él se paseaba por Egipto había transcurrido mucho más tiempo desde la edificación de las pirámides, que el pasado desde época de Heródoto hasta nosotros. Es el período egipcio llamado Epoca Baja, cuando el país del Nilo pasa por las sucesivas influencias asirias, persas, griegas, algunas veces por invasión y otras por fundación de colonias de las mismas en su territorio. Especialmente cuando este Egipto que visita Heródoto se halla bajo la dominación de Persia (de la que lo rescatará Alejandro) y en realidad está convertido en una “satrapía” o gobernación del Gran Rey (como le llamaban los griegos). A un mismo tiempo en su territorio habíanse fijado colonias griegas, motivo por el cual los macedonios un siglo después, se interesaron en liberar a Egipto. La información de Heródoto desde este punto de vista, tiene tanto valor como la que podría obtener un turista moderno, a quien un taxista de Roma le informara sobre la fecha de la erección del Capitolio.
Por otra parte en la época del narrador sucedían las cosas de muy distinta manera que hoy. En este sentido un conocido arqueólogo señala que Heródoto “que vio en su viaje por Egipto tantas cosas que no existían, no vio muchas de las allí existentes”. En efecto, no menciona en ningún momento la presencia de la Esfinge como si durante su paso por Egipto tal monumento no hubiera estado allí. O sea que Heródoto, el cual vio tantas cosas con respecto a las Pirámides, no vio sin embargo a la Esfinge.
Haciendo un ajuste valorativo de la información de Heródoto, no debemos olvidar tampoco sus silencios deliberados... En Euterpe nos dice a cada rato “...pero de esto no me está permitido hablar”. Tal vez el tema de la esfinge fuera un tema “tabú”, y su deformada información sobre las pirámides tenga mucho que ver con esto.
Como los sacerdotes no hablaban ¿quién informó a Heródoto sobre los nombres de Kheops, Kefrén y Micerino?
Poco tiempo después de Heródoto aparece el historiador griego Diodoro de Sicilia quien dice sobre el tema... “Con respecto a las pirámides hay un desconocimiento total entre los egipcios, pues mientras unos las atribuyen a Kheops, Kefrén y Micerino, otros dan como autores a Armaeus, Amosis e Inarón”. Los tres primeros corresponden a la IV dinastía del Antiguo Imperio, y los tres últimos a la dinastía XVII del Nuevo Imperio, con el cual finaliza el período de los reyes Hiksos, pues Amosis fue su expulsor. Hay más de mil años de diferencia entre los dos grupos.
Ahora transcribiremos algunos pasajes de Heródoto (quien como dijimos visitó Egipto bajo la dominación persa), comenzando por el capítulo CXXIV...
“Hasta la muerte de Rampsinitos, dijo el sacerdote, Egipto fue gobernado con justicia y floreció grandemente pero después de él le sucedió Kheops en el trono el cayó en todo género de explotaciones. Cerró los templos y prohibió a los egipcios efectuar sacrificios, obligando en cambio a trabajar, unos y todos, a su servicio. Algunos eran requeridos para llevar los bloques de piedra hasta el Nilo desde las canteras situadas en las montañas de Arabia, otros recibían los bloques después que los mismos habían sido llevados en botes a través del Nilo, y los llevaban hasta las montañas llamadas de Libia. Unos cien mil hombres trabajaban constantemente y eran reemplazado! s cada tres meses por un lote nuevo.”
“Significó diez años de opresión del pueblo construir el camino por donde debían llevarse las piedras, un trabajo no inferior, en mi opinión, a la construcción misma de la pirámide. Este camino tiene 800 metros de largo, 20 de ancho y una altura de 15 en la parte más alta. Está construido en piedra caliza y cubierto de efigies de animales. Hacerlo llevó diez añ! ;os, como ya dije, o mejor dicho, construir el camino, las obras en el lugar donde debía edificarse la pirámide y las cámaras subterráneas que Kheops construyó para su uso personal, éstas últimas estaban en una isla rodeada de agua introducida del Nilo por un canal. La construcción de la pirámide misma demoró diez años. Es un cuadrado de 250 metros de lado, de igual altura hecha de piedras pulidas y colocadas con sumo cuidado. Las piedras de que está formada no son ninguna de menos de diez metros de largo.”
Sigue diciendo Heródoto en el Capítulo CXXV...
“La pirámide está construida en gradas o basamentos o de acuerdo con otros en forma de altares. Después de colocar las piedras en la base, levantaban por medio de máquinas formadas por trozos cortos de madera las piedras siguientes. Se colocaba una máquina de éstas por cada gradería de manera que había tantas máquinas como gradas tenía la pirámide, aunque también es muy posible que si las máquinas no fueran muy pesadas, las mismas pasasen de una grada a la otra conjuntamente con la piedra. La pirámide comenzó a pulirse desde arriba de manera que la última parte en quedar terminada fue aquélla que está sobre el suelo.”
“En la pirámide está escrito el valor de los ajos, cebollas y rábanos que consumieron los obreros empleados en la edificación que de acuerdo con el intérprete que me leyó los caracteres, alcanzaba a la suma de 16.000 talentos ¿A cuánto ascendió entonces el gasto de herramientas, alimentación y vestido para los obreros que hicieron no solamente estas obras, sino también aquéllas que debieron dar más trabajo como el transporte y tallado de piedras y galerías subterráneas?”
En la parte que sigue del Euterpe, Heródoto se ocupa de detalles sin importancia o más bien de carácter mitológico. Dice que Kheops, habiendo gastado el tesoro real, se vio en dificultades económicas para proseguir la obra de la pirámide, pero que resolvió el problema obteniendo fondos por la prostitución de su bella hija. Dice que la princesa requería, además, una piedra a cada uno de sus amantes, con las cuales terminó edificándose su propia pirámide.
Se ocupa también Heródoto de la segunda pirámide y en los siguientes términos en el capítulo CXXVII...
“Muerto Kheops sucedióle en el trono su hermano Kefrén. Según decían los sacerdotes, Kheops duró en el reinado 50 años. Kefrén gobernó el país de la misma manera y con los mismos propósitos y por ello se hizo una pirámide, en la puerta inferior revestida de mármol etiópico, pero menor en 12 metros que la anterior, lo que sé de haberlas medido personalmente. Carece la pirámide de Kefrén de los edificios subterráneos de la obra, ni tampoco posee la isleta que riega un canal derivado del Nilo y en donde, según dicen, están enterrados los restos de Kheops. Las dos pirámides se hallan en una colina que tiene unos 80 metros! de elevación. Kefrén reinó 55 años”.
El Faraonato como el Incario, tenían por sistema que el faraón o el inca sucesor debía ser esposo de la Princesa Real, única forma de lograr el cargo imperial. En el caso de Kefrén no bastaba con ser hermano del faraón anterior, de modo que su esposa fue la hija de Kheops que con el pago de sus amantes logró finalizar el costo de la pirámide.
Luego continúa Heródoto en el capítulo CXXVIII...
Sumados los años de ambos reinados dan los 106 años durante los cuales, refieren los egipcios, vivió el pueblo en total miseria, sin que en todo este tiempo se abrieran los templos una sola vez. Tanto es el odio que conservan contra estos reyes que no quieren ni acordarse de sus nombres y, por ello, al referirse a las pirámides, las llaman las pirámides del pastor Filitis, por ser éste el nombre del pastor que apacentaba sus ganados en el lugar donde se construyeron las pirámides”.
Cuando las civilizaciones han cumplido su tiempo con la historia, sus monumentos tienen otros usos. En Tihuanaco (Bolivia) ocurrió lo mismo. El inmenso templo sagrado (espacio abierto sin techo y subterráneo) al que se accede bajando una escalera, convirtióse en un lugar propicio para guardar ganado de guanacos. Un inmenso corral. Pues Ti-Guanaco tiene esa traducción. La metrología que yo realicé en Tihuanaco, posee el mismo patrón de medidas que la Gran Pirámide.
Lo anterior es toda la información sobre las pirámides que poseemos del viajero griego. Completaremos la cita de Heródoto, para mayor abundamiento, con el texto de Diodoro de Sicilia...
“Es idea general que estas obras son lo más maravilloso de Egipto no solamente por su grandiosidad sino también por la belleza de su construcción. Es indudable que hay que admirar más a los obreros que las construyeron con tanta habilidad que a los reyes que lo único que hicieron a fin de cuentas fue gastar dinero que no les pertenecía. En relación a las pirámides hay un desacuerdo total entre egipcios, pues mientras unos las atribuyen a Kheops, Kefrén y Micerino, otros dan como autores a Armaeus, Amosis e Inarón.”
“Aunque los dos reyes que hicieron construir estas pirámides tuvieron el propósito de que les sirvieran de tumba, ninguno encontró sepultura en ellas por la irritación de los pueblos que juraron retirar de ellas sus momias y reducirlas a pedazos. Los dos reyes fueron informados a tiempo e hicieron que sus amigos los enterraran en secreto, y en lugar desconocido.”
Para completar estas citas obtenidas por historiadores clásicos, debemos mencionar que Heródoto, en pasajes que no hemos transcripto, aclara que tampoco Micerino recibió sepultura en su pirámide sino que en la misma se hallan los restos de una hetaira (cortesana entre los griegos) llamada Rhodopis (Ojos de Rosa) con lo cual queda establecido que hasta la antigüedad clásica había llegado la información de que en ninguna de las tres grandes pirámides de Gizeh había sido enterrado ningún Faraón, lo cual ha confirmado la investigación arqueológica ulterior.
Estas ideas de los autores clásicos de que ninguna de las tres pirámides de Gizeh había contenido los restos de ningún Faraón es digna de ser tenida en cuenta sobre todo por algunos notables aciertos de estos antiguos cronistas. Por ejemplo, Diodoro dice que en la tercera pirámide (Micerino) se había sepultado a una cortesana y la investigación arqueológica encontró en la misma restos de la momia de una niña cuya datación por el Carbono 14 la refirió a los primeros siglos de la Era C ristiana. No era exactamente lo referido por Diodoro pero sí muy parecido.
En la Segunda Pirámide (Kefrén) no se halló tampoco resto de momia o equipo funerario. Por lo demás, los arqueólogos han debido observar que muy difícilmente se enterrara a un Faraón en una cámara pintada de rojo.
Hemos dejado para el final el caso de la Pirámide llamada de Kheops (Primera Pirámide) por cuanto aquí puede demostrarse en forma fehaciente que nunca pudo Kheops estar enterrado en ella.
El principal argumento en contra del entierro de Kheops —o cualquier Faraón en la Gran Pirámide-- fue planteado por Petrie, al observar que debido a la presencia de tres grandes bloques en las llamada Gran Galería hubiera sido imposible efectuar un sepelio. Estos bloques estaban destinados a obstruir la entrada a la pirámide. Los arqueólogos habían encontrado que para poder obstruir desde adentro con ellos la entrada a la Gran Pirámide era menester que los enormes bloques ocuparan la Gran Galería, lo cual impediría el sepelio. Por lo menos, cuando se instalaron los bloques no se pensó en el sepelio.
Pero un arqueólogo encontró la solución... El sepelio pudo fácilmente producirse porque los bloques habían sido colocados inicialmente en la Cámara de la Reina. Por supuesto que superado el problema los arqueólogos volvieron a estar seguros de que allí había sido enterrado Kheops. Todo anduvo bien hasta que Petrie, tomando medidas, descubrió que los tales bloques nunca pudieron estar en la Cámara de la Reina, porque la galería de entrada a la cámara era menor que el tamaño de los bloques.
Como el sepelio tenía que efectuarse —de otro modo Kheops no estaría enterrado en la pirámide y con ello sería violado un dogma arqueológico— el arqueólogo Borchardt descubrió una insólita solución... Los bloques habían estado colgados del techo de la Gran Galería y el cortejo pasó por debajo.
Resulta un tanto cómica esta obstinación en modificar la propia estructura de la pirámide que no era apta para ningún sepelio. Porque —y esto es muy importante— lo fundamental del sepelio egipcio era el transporte del difunto hasta su tumba en su propio sarcófago. El sepelio se efectuaba con el fondo reforzado por la tapa que recién se serruchaba recortándola sobre el fondo cuando el sarcófago llegaba a destino. Extrañas ceremonias bien confirmadas porque inclusive puede verse en el Museo de El Cairo el sarcófago de Diodefre —el sucesor de Kheops en una de las dos listas faraónicas arqueológicas— con la tapa a medio cortar todavía pegada al fondo.
Y ahora surge una nueva dificultas para el trabajoso sepelio de Kheops porque Petrie —que siempre medía antes de hablar— encontró que no era posible el sepelio por la simple razón de que el sarcófago, actualmente en la cámara del Rey, es de mayor tamaño que las galerías de entrada y por lo tanto debió estar allí (en la Cámara del Rey) desde el comienzo de la construcción de la pirámide.
Existen otros argumentos que prueban en forma concreta e irrefutable que Kheops no pudo ser enterrado en la Gran Pirámide. Uno de estos argumentos es elemental, porque no se concebiría modernamente que un difunto fuera enterrado en un cajón sin terminar y sin haber sido ni lijado ni pintado. Mucho menos puede pensarse que un fastuoso rey que se hizo edificar una monstruosa pirámide para servirle de tumba fuera enterrado en un sarcófago sin terminar. En efecto, el supuesto sarcófago de Kheops está recién serruchado sin haber recibido el pulido final. Todavía se notan en esta obra incipiente las marcas de los serruchos de piedra que no han re! cibido el menor pulimento.
La Cámara del Rey está igualmente sin terminar. El piso está completamente desnivelado, las paredes inacabadas sin haber recibido ningún pulimento. Todo está a medio hacer como si la obra hubiera sido interrumpida de golpe. Pero esto tampoco es aceptable por cuanto, como hemos dicho, el sarcófago estaba allí desde el comienzo de la construcción de la pirámide. En el cálculo de Heródoto, estuvo allí diez años sin que hubieran tenido tiempo los obreros de terminar el pulido.
Este aparente abandono prueba que no hubo intención de hacer un cortejo ni de enterrar a nadie en dicho sarcófago. Lo cual nos obliga a buscar en otra dirección la finalidad de la Gran Pirámide. La vieja hipótesis que confunde la pirámide con la mastaba debe ser abandonada.
La finalidad que modernamente se asigna en arqueología a las pirámides justifica plenamente la circunstancia de que la Gran Pirámide sea una tumba vacía. Un monumento puro.
BIOGRAFÍA DE JOSÉ ALVAREZ LÓPEZ |
José Álvarez López
(BIOGRAFÍA)
José Álvarez López nace en la ciudad de Córdoba (Argentina) el 31 de Julio de 1914, hijo de padres españoles procedentes de la Sierra Nevada de Granada, llamados Don Francisco Álvarez Manzano y Doña María López Rodríguez, los cuales fundaron la empresa “Café, Aceite y Especias Álvarez” vigente por muchos años en esta provincia.
Como buen español adicto a la familia, Don Francisco una vez bien asentado envió por sus hermanos, financiando pasaje y estadía, para asociarlos a su empresa con participación igualitaria. Esta actitud generosa de su padre, iba a dejar huella en J.A.L. cuando organizara en el futuro sus eventos, tertulias y asociaciones culturales.
Tuvo dos hermanas mujeres, Ángela y Nélida. Asistió de niño a la escuela primaria del Colegio San José y la educación junto a los Jesuitas le abrió grandes intereses en ciencias, donde fue premiado en la infancia
“Diploma de 1º Clase en Geometría” (3º grado)
Y de modo muy particular con la presencia de su maestro de Historia, el inolvidable historiador Padre Grenon —un hito en la cultura cordobesa, fundador de la Junta Provincial de Historia— y a quien visitaba asiduamente en los últimos años de este gran hombre de la Compañía de Jesús, quien dejó huellas profundas en él.
El secundario lo realizó en el Colegio Monserrrat, con su andamiaje humanista, cautivándole el Latín del profesor Carati. Sus años felices monserratenses hicieron que mantuviera una fiel amistad con sus condiscípulos de entonces la mayoría de los cuales fueron, como él, profesores universitarios. Y él, con 93 años, sería el último sobreviviente de su camada.
Ingresó en la Universidad de Córdoba en Medicina hasta la mitad de la carrera, a partir de aquel momento comprendió que lo que le interesaba era el Laboratorio. Cambió a Farmacia, luego de un tiempo advirtió que su interés no era la farmacopea, la producción de remedios, sino la Química misma. Tenía en el negocio de su padre un laboratorio de análisis completo. Aún no existía en CBA el Famaf. La Universidad de la Plata le ofrece esta carrera de investigador puro. Allí se descubre a sí mismo como amante de la Física y la Matemática, carreras que emprende con tesón. Corría el año 1938.
La vida en La Plata es un período de mucho estudio, bohemia y producción de sus primeros libros. Los veraneos en Córdoba y las vacaciones de invierno en su solar natal, compensan esa distancia.
El retorno definitivo a Córdoba le cambia por completo la vida, comienza aquí su vida pública y social. El solar natal lo recibe con los brazos abiertos. Era el año 1956. Su mejor amigo, su padre, tiene el gusto de verlo convertido en profesor universitario de la Universidad Nacional de Córdoba, la Universidad Católica, la Universidad Tecnológica y el Colegio León XIII. Se le otorga el
“PREMIO DE CIENCIAS PROVINCIA DE CÓRDOBA 1957”
Se muestra como un gran conferenciante, ameno disertante, viajero itinerante, investigador en Egipto, Florida, Bolivia y Europa. Monta laboratorios y tertulias. Abre las Noches Áticas que reúne y convoca los viernes en su casa de Córdoba a contertulios y disertantes. Habiendo también realizado esta bella experiencia en Madrid y Miami, con amigos que llegaron en avión desde España y Florida para visitarlo, como el periodista colombiano de Cadena Caracol Miami, Enrique Córdoba, El investigador Giorgio Piacenza, peruano también residente en Miami, y el físico madrileño Francisco Cuesta Benito de Univ. Complutense.
Funda sucesivamente dos agrupaciones. El Instituto de Estudios Avanzados, que sesiona desde la década del 50 hasta la década del 70, el cual se especializa en ser una asociación que organiza conferencias mensuales y que es cerrado en forma definitiva en 1977.
Y desde la década siguiente crea el GRUPO GEA (Grupo de Estudios Avanzados) el cual se constituye en una asociación de trabajo e investigación, del que fue presidente y que aún le sobrevive. Ante su desaparición física, es elegido presidente de GEA por votación unánime de sus once miembros que lo encabezan, su colaborador de muchos años, don Pedro Montoya Jaimes.
Su obra científica por deseo expreso suyo, ha quedado en manos de su discípulo y colaborador de muchos años, el ingeniero Dante Pedraza. Su biblioteca con más de 2.000 volumenes (ciencia-arqueología-literatura-arte) igualmente en sus manos junto con la esposa del profesor.
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En la vida personal José Álvarez López mantiénese soltero hasta el medio siglo, a partir del cual se asocia con la artista plástica, Alejandra Correas Vázquez, a quien doblaba en edad, pero juntos y asociados iban a permanecer cuatro décadas dedicados al trabajo de investigación histórica. Fue una de las parejas más estables de la ciudad de Córdoba, como un matrimonio a quien sólo la muerte pudo separar …como dice el poema….
Sobre su mesa de trabajo en su laboratorio de Ycho Cruz (Punilla-Córdoba) apareció este extracto en el reverso de la hoja del almanaque correspondiente al último día en que trabajo allí, y que dejó, como previendo una despedida (pues su partida fue imprevista y rápida)
“En el amor el último adiós es el que no se dice--- Oscar Wilde”
Este autor, cordobés y de familia cordobesa, viajero por el mundo, conferenciante itinerante, profesor universitario, representa un hito en los valores argentinos; por la variedad temática que abarca su obra, asentada en permanentes estudios y reflexiones. Así en los largos 93 años que lo tuvimos entre nosotros, dos meses antes de su partida y sin ninguna dificultad en febrero del 2007, en pleno verano, dio aún dos conferencias en el Hotel Sheraton para un grupo de físicos chilenos, que viajaron hasta Córdoba para escucharlo.
Junto con Leopoldo Lugones, a quien él admiraba -y en particular tenía intereses muy comunes con él- Álvarez López es el autor de Córdoba que más obra escrita nos ha legado. Citaremos la encantadora estrofa de Lugones que él permanentemente recitaba, y que creo nos legó como mensaje :
Al terminar la tarde de aquel día
Cuando vine mi emocionado adiós a darte
Fue la honda tristeza de dejarte
Lo que me hizo comprender que te quería
FUENTES
A) LOS DOS TEXTOS/ENSAYOS FUERON TOMADOS DE:
http://www.mundopoesia.com/foros/prosa-sociopoliticos
publicados por Alejandra Correas Vázquez
B) BIOGRAFÍA DE JOSÉ ALVAREZ LÓPEZ:
tomado de:
http://www.escribirte.com.ar/foros/cuentos/1135/biografia--de--jose--alvarez--lopez.htm
subida por: Alejandra Correas Vázquez
NOTA DEL EDITOR DE
ESTE BLOG:
Este es un un pequeño homenaje a un GRAN HOMBRE,
JOSÉ ALVAREZ LÓPEZ y tambien a una
gran mujer,argentina como el, artista
plástica, escritora y poeta,
Alejandra Correas Vázquez .
Con admiración a los dos.
Lic. Jose Pivín
frente al puerto de Haifa
frente al Mar Mediterráneo