La presidenta de la
Cámara de Cuentas, Licelot Marte, ha dicho que las “distracciones”, en otras
palabras el hurto de recursos públicos, son de tal magnitud que equivalen a
otra República Dominicana.
El tamaño de una
nación se mide teóricamente en función de su Producto Interno Bruto (PIB), que
no es más que la suma de todos los bienes y servicios que produce. Estamos
hablando de cientos de miles de millones de pesos y si hay alguien en este país
en capacidad de medir el daño que la corrupción le ha causado a esta pobre
nación es ella, como líder del organismo que audita las cuentas de las
distintas dependencias del Estado.
Su medición del robo y
la malversación de los recursos públicos supera cuantas se habían hecho con
anterioridad y dada su escandalosa magnitud sería aún más grave que esto
transcurra sin ninguna acción que muestre alguna suerte de compromiso real del
gobierno para encarar con coraje y decisión el más perverso y pernicioso de los
vicios que aquejan la república. La administración Medina tiene la obligación
moral de pedir cuentas de esta revelación y exigir informes respecto a los
datos o razones que la motivaron.
Si esto se pasa por
alto, si el silencio o la indiferencia lo hacen polvo, si como ha ocurrido con
varios expedientes contra altas figuras políticas acusadas de lavado y
corrupción es archivado por fiscales y jueces, no valdría la pena mantener el
sistema político que consiente y promueve tal atrocidad contra el más elemental
sentido de la decencia. Si después de tan reveladora dimensión del robo de la
riqueza nacional no se estremece la república, entonces para qué ésta nos
sirve.
Lo que se nos ha dicho
no es tanto que se ha usado el patrimonio nacional para provecho de unos
cuantos favorecidos con funciones públicas. La verdad detrás de esta dramática
confesión es que la república no existe, porque se han quedado con ella.
Por Miguel Guerrero
Sobre
el autor: Ha laborado para agencias y revistas internacionales y ha sido
columnista de diarios nacionales extranjeros, entre los cuales se encuentran el
Miguel Guerrero, El Mundo y El Nuevo Día de Puerto Rico. Escribe una columna
diaria para diarios del país desde septiembre de 1978. Ganador del Premio
Nacional de Historia, ha publicado once libros.
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