Un amigo me contaba que en España
conoció a un muchacho que se sorprendió
enormemente de que aquí en Argentina
las Navidades sucedan en el verano,
cuando todos saben que la Navidad
es la época de sacrificar los cerdos, por lo
cual, si la Navidad se sitúa en el
sospechoso calor de un diciembre de tras
el ecuador, no son Navidades, porque
no conviene matar los cerdos en la
canícula. Buen razonamiento. Los
campesinos se han guiado por el tiempo
de hacer encurtidos, sidra o vino, de
recoger las patatas nuevas o los guisantes
tardíos, tiempo de siembra ardua
o cosecha gozosa.
No se le presta demasiada atención al
calendario cuando el destino está unido
firmemente a los recursos que brinda la
naturaleza, quien, tampoco ella, se guía por
nuestras hojitas impresas sino por el
regular derrotero de los astros en el Universo.
Una tiende a reírse cuando escucha que
la Navidad tiene que coincidir con la
matanza de los cerdos. Parece pueril.
Sin embargo, el calendario de festividades
religiosas, que fue hecho para la Europa
lejana, tomó buen cuidado de que las
antiguas fiestas de solsticios y equinoccios,
de cosecha y siembra, casara exactamente
con los santos y las misas de precepto.
Y no está mal, realmente, que las Navidades
sean el tiempo de la matanza de los cerdos.
El calendario es el apropiado, cuando
responde a las estaciones y los ciclos de los
hombres que deben de regirse por esos
tiempos abstractos, y los humanizan.
En el caserío de la Felipa allá en Euskadi,
la Felipa esa señora de generosas manos
de campesina, que usaba la misma torpe
palmada para acariciar el lomo del burro,
la cabeza del perro, la cintura de un niño.
En el caserío blanco verde rojo de la Felipa,
que sacaba para la visita sillas desparejas,
fresas de las matas de junto al camino,
en su simple y hermosa casa con olor a
establo, escuché de ella que estaba
juntando pasto y paja para el invierno, para
las cabras. Era el tiempo, en pleno verano,
de prepararse para el invierno.
Es emocionante entrar en un círculo
ajeno, mirar a través de la puerta entornada
una realidad diferente, que de tan otra usa
un reloj milenario para guiar el sucederse
de la vida.
Y nos sentamos una junto a otra al sol,
mientras el gato con cascabel escapaba de
un perro y hallaba la salvadora rama de
un árbol, mientras el pueblito de Alegi
imitaba allá abajo a alguna postal ya vista
en sueños, y los montes proporcionaban
con las frondas un suave sonido de marea.
Nos sentamos una junto a otra, tan lejanas,
tan en otros tiempos, y pudimos decir
mediodía, y estuvimos de acuerdo.
(C)Mónica Russomanno
La autora:
Mónica Graciela Russomanno nació en Santa Fe, en 1966 y es profesora en Artes Visuales.
Fue publicada en los diarios “Hoy en la Noticia”, “El Litoral”, “La Nación” de Argentina, “Ideas” de Cuba, “Xicòatl” de Austria y “Etcétera” de Zaragoza
Editada virtualmente en las publicaciones “Inventiva Social”, “Unión digital”, “La máquina de escribir”, “Página 1”( de Israel); escribe ensayos en “El Arca del Sur”.
Ha guionado los videos “El gueto de Varsovia”, el realizado por los 90 años de la radio “LT9”, así como “Relatos de Euskadi” y “El Arca del Sur”.
Fue premiada en el concurso por los 70 años de la UNL, “Nitecuento” de Editorial Mizares, el certamen de la Editorial “Nuevo Ser”, y el organizado por “Historias para el café”.
Editada en la Antología “En bandada”, participa como autora invitada en encuentros con estudiantes, y es jurado del concurso anual de cuentos juveniles de la organización “El Puente”.
En el año 2009 la Asociación Trabajadores del Estado le editó un libro de cuentos, “Historias versas y perversas” dentro de la colección Bienes Culturales.
Nota del Editor:
El texto lo recxibi directamente
de la autora, a la que agradezco.
Poeta, escritora, ensayista,etc.,
Mónica es una de las talentosas
autoras de los últimos años en
la ciudad de SANTA FE DE LA
VERA CRUZ , Argentina.
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