Reconstruyó el inicio de su vida de a pedazos. Por
testimonios ajenos, historias parecidas y hechos de guerra.
Mónica
Dawidowicz nació en 1941, en la ciudad de Lida, un territorio que ha pasado por
muchas manos desde aquella época. En ese entonces era territorio polaco
ocupado por la Alemania nazi. En la posguerra fue parte de la Unión Soviética,
y hoy es Belarús, o Bielorrusia, un país independiente. Pero para ella,
será para siempre el espacio de sus raíces, el lugar de sus padres, y también
el recuerdo de la muerte de gran parte de su familia.
“Yo creo que
estos testimonios deben servir para que las generaciones jóvenes lo recojan,
para que nadie pueda decirles que el holocausto no existió y para que se
comprometan con la historia en preservar la memoria y que les sirva para
rechazar la discriminación, la xenofovia y el antisemitismo”, señaló este
miércoles Mónica Dawidowicz, una mujer que decidió no hace mucho comenzar a
transmitir su experiencia para aportar a la memoria colectiva de aquellos años.
La
disertación tuvo lugar en el Centro Social Israelita con motivo de la
recordación de la Semana de la Shoa, el nombre judío con el que se conoce en la
comunidad al Holocausto que llevó a la muerte a millones de judíos a manos de
los nazis durante la segunda guerra mundial.
“Mi vida está marcada por la
supervivencia y los cambios de identidad. Nací en un sótano del gueto de
Lida, mi madre ingresó allí junto a mi hermana Ester, que sobrevivió y vive hoy
en Israel, y mi hermana Neja. Mis padres se llamaban Nejama e Ishaiahu. No
había forma de sobrevivir por mucho tiempo, sabíamos de los traslados que
terminaba en la muerte y mis padres decidieron salvarnos a mi hermana y a mi.
Por huecos en las alambradas del guetto nos entregaron a familias polacas no
judías. Así comenzamos nuestra supervivencia”, relató ante un auditorio que
siguió atentamente cada trazo de la historia.
El final
para casi todos los judíos de Lida fue el campo de exterminio de Maidanek al
que fueron trasladados allí hacia 1943. Allí murió gran parte de la
familia de Mónica.
El final de
la guerra la encuentra con otro nombre: Irina Schipula, la “hija” de una
familia polaca que la adoptó y le permitió vivir hasta la caída del régimen de
Adolf Hitler en mayo de 1945.
“Unos tíos
que habían sobrevivido me encuentran en Polonia y me quieren recuperar, la
familia Shipula se niega a entregarme pero finalmente aceptaron. Sin embargo,
el caos que acababa de terminar nos había dejado a todos los judíos sin
documentos, mis tíos se iban a Palestina, que en ese entonces estaba bajo
dominio británico, pero el viaje era muy largo y peligroso para una niña que,
además, no tenía documentos. El Congreso Judío Mundial se hizo cargo de mi pues
había parientes en Estados Unidos, Argentina y Uruguay que me querían, pero
Estados Unidos dijo que ya no había cupo para la inmigración judía, y en
Argentina tampoco nos aceptaron. Mientras tanto me llevaron a un orfanato en
Suecia, donde me hicieron la documentación que me permitió que un tío de
Uruguay me adoptara y permitiera mi llegada a Ameríca”.
De tono
pausado, con ganas de contar, mirando a los ojos a cada uno de los presentes,
parece sentirse a gusto y especialmente dedicada a los más chicos. Hay muchos
jóvenes. Todos escuchan, como tratando de imaginar cada situación. Asombra el
recorrido, las circunstancias y el valor de aquella niña sin nadie que recorre
el mundo en busca de un hogar.
“En Uruguay
mis parientes tienen muchos hijos, pero tengo otros tíos en Argentina que no
tienen hijos. Ellos me adoptaron. Y volví a cambiar de nombre. Me llamaron
Mónica, aunque mi nombre es Raquel, tal cual me puso mi madre, y como figura en
mi documento, la tradición judía no permite que la hija se llame igual que la
madre, y la señora que me adoptó en Argentina se llamaba Raquel, así que me
llamaron Mónica, y así me tienen hasta hoy”, relata.
“De la Rúa
nos recibió a todos los judíos que habíamos entrado por la puerta de atrás de
la Argentina y nos pidió perdón en nombre del Estado Argentino, recién allí me
sentí legitimada”, afirma.
El tiempo de
las preguntas del público fue rico en detalles de interés para todos. Desde
preguntas sencillas como sus recuerdos de guerra, pasando por su recuerdo de la
captura de Adolf Eichmann en Argentina en 1961. “Iba yo en el colectivo 60, y
el conductor tenía la radio encendida, cuando dieron la noticia no lo podía
creer. Me puse a llorar allí mismo. Era un inmenso acto de justicia”, recuerda.
Los jóvenes
presentes también fueron protagonistas. Todos querían saber, conocer más. “Que
piensa de Dios?, guarda rencores?”, fue la pregunta que un adolescente tiró
sobre la mesa como para cerrar una noche llena de emociones.
“No mezclo a
Dios en cosas de los hombres. Todo lo que pasó tiene al hombre como único
responsable. No guardo rencores. Agradezco a la vida, por mi familia, por mis
hijos y por mis nietos”
FUENTE: http://03442.com.ar/2015/11/sobrevivio-el-holocausto-y-su-testimonio-busca-perpetuar-la-memoria/
FUENTE: http://03442.com.ar/2015/11/sobrevivio-el-holocausto-y-su-testimonio-busca-perpetuar-la-memoria/
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