Por Alicia de Arteaga | LA NACION
Enorme pena y vacío deja en el mundo
del arte la muerte de León Ferrari , que
nos dejó hoy, a los 92 años, tras una l
arga y fecunda vida. Fue un artista
comprometido con sus ideas y con su
credo estético al que suscribió con
convicción y sin claudicaciones.
" Civilización occidental y cristiana "
se llamó su obra más famosa, que en
tiempos del Di Tella lo llevó a la primera
plana de los medios y sacudió a la
crítica con el mensaje corrosivo y
político, en plena guerra de Vietnam,
del Cristo crucificado en un bombardero.
Hombre de familia, amigo de sus amigos,
tierno, cálido, de inesperado sentido del
humor, la fama y el éxito del mercado le
llegaron tarde en la vida por las razones
menos pensadas. Su muestra prohibida
y piedra del escándalo en la sala
Cronopios del Centro Cultural Recoleta
lo colocó en el centro de una polémica
desatada por el contenido provocativo
de sus esculturas. Más de una vez había
erizado los ánimos pacatos con sus
dardos conceptuales, dirigidos a las
autoridades eclesiásticas y al poder militar.
Basta con recordar las portadas
intervenidas del Observatore Romano.
Pero aquella vez, la muestra de la
Cronopios y el láser de su pensamiento
provocaron el cierre de la exposición.
Lo que vino después era previsible.
Inevitable, dadas la magnitud y
grandeza de su arte: reconocimiento
del público y la valorización en el
mercado de sus obras que pasaron a
cotizarse cinco, diez veces más.
Premio Costantini , Premio de Pintura
del Banco Central, seleccionado por
Robert Storr para la 52 Bienal de Venecia.
En esa oportunidad, el jurado internacional
le otorgó el León de Oro de Venecia,
máximo galardón. Parecía cumplirse el
derrotero de toda una vida. Allí, en Venecia,
lo crucé en el vaporetto rumbo al Lido,
junto a Alicia, su mujer de toda la vida.
Se reía y gozaba como un chico de ese
triunfo y de vivir en la magnificencia del
Excelsior rodeado de los figurones del
jet set del arte.
El Cristo de Ferrari crucificado en un bombardero.
Foto: Archivo-LA NACION
Artista conceptual, su cuadro escrito marcó
un quiebre en la producción nacional del
siglo XX, es una obra liminar en la que se
miraron como en un espejo los jóvenes
finiseculares. El exilio durante la dictadura
lo encontró en San Pablo donde produjo
una selección de trabajos geniales años
inspirados en las autopistas paulistas más
tarde incluidos por Adriana Rosenberg
como curadora de la Bienal de Mercosur.
Con León Ferrari, el país pierde a uno de
sus artistas más originales . Pierde también
a un hombre íntegro, eternamente joven,
capaz de experimentar con materiales
inéditos y empezar de nuevo, otra vez, en
el último codo de la vida. Adiós, León.
Te vamos a extrañar.
Twitter: @alicearte |
Mail: aarteaga@lanacion.com.ar
Alicia de Arteaga
Se graduó de Licenciada en Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba, con Medalla de Oro y Premio Universidad. Fue becaria del Conicet en la Categoría de Iniciación a la Investigación durante dos períodos en los que realizó un trabajo de campo sobre los medios de comunicación masiva "La radio y su relación con el desarrollo socio cultural".
Desde 1982 integra la redacción de La Nación. Inició las secciones Mercado de Arte y En la trastienda con información referida a subastas, exposiciones, arte y antigüedades. Fue editora de Información General y de la Revista de los domingos.
Actualmente edita la sección Arte que se publica los domingos en el Suplemento Cultura. Es vocal de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos y miembro de la Comisión de Cultura del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Integra el Comité de Admisión de Arte BA, Feria de Galerías de Buenos Aires.
Fue profesora adjunta de Géneros y Estilos Informativos en la carrera de Ciencias de la Información de la Universidad Austral, y en 2004 dictará la Cátedra de Arte y Comunicación, en la carrera de Gestión Cultural de la Universidad del Salvador.
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