jueves, 18 de abril de 2013

Hugo de Sanctis: Canción al prójimo






Ahora el tiempo es otro.
Castiga pero de diferente manera.
Las hojas que se rebelaron con el último invierno
no hubieran podido resistir;
el eucaliptus, por más que haya crecido;
ya no alcanza la enorme altura de otras épocas.
Estará curvado como mis pies, que el esmero materno
grabara en su corteza más dura,
para que nada duela y
esta felicidad de andar
fuera un poco menos irreparable...

Pero todo es menor en este sueño.
Mi cuerpo se gasta como esos lechos que
soportan los ríos y el reflejo de los días
y las noches bellamente preparados para esto
que llamamos de universo, pero que es
una forma improvisada de amargura,
otra inocencia que va dejando marcas abiertas
en el aire. Y sin embargo nada explica.
Nada se oye desde su franja tímida,
como si cualquier aliteración pudiera
revelarme su estrategia: ¿África?
¿América Latina? ¿Quebrar yugos milenarios
con un palo de andar?

Perdí los mejores años de lucha.
Entre esas famosas combinaciones de la voluntad
nunca llegué a comprender el verdadero sentido
de mi vida. Hice poco y nada al fin.
El dolor individual ocupó la mayor parte del tiempo
que debí destinar al dolor colectivo de mi hermano.
Fui siempre solo,
siempre un hábito de la buena memoria.

El amor fue tan simple que no llegó nunca
a donde lo esperaba. Y lo vi tan abstracto, siempre
como un símbolo, una palabra única que le queda
demasiado grande a casi todos los actos
que pasan entre humanos. Hemos quedado solos
en un país remoto al que se llega
después de muchos sacrificios. No aquí
donde todo es tan simple que pasa a nuestro lado
y lo vemos desaparecer casi sin notarlo
entre las cosas naturales: una fotografía, una
calle empedrada o un bosque a lo mejor
de esos que se parecen a los sueños
con relación al tiempo, a los deseos de ser
acumulados por materia sensible, de dar
buenos frutos aunque sea tarde, y la luz
ya seca en las pupilas, en los follajes
advenidos en lluvias, en hileras de pájaros
despertados por mis nuevos crujidos, sea poca luz,
poquísima para alimentar tanta esperanza,
tanta promesa sin embargo existente...

Pero seguimos hasta alcanzar
el raciocinio de la desesperación.
Va lográndose el encuentro a través del más
duro combate. Y algo encontré andando
y pude sacar fuera de mí,
aunque después lo supe...

(Aquí el que escribe, pide disculpas y
hace un alta reflexivo antes de continuar
hasta agotar su tarea).


Hugo de Sanctis, [Canción al prójimo ]
Fuente: EL BLOG DE LUDA-

LXXXIX
Se consume así un acto irrepetible 
a la vera del camino difícil.
Y cantó el gallo
y llegó la mañana
y el lejano lirismo tuvo un precio:
Esencia y vida.

Y nadie pudo comprobar mejor del tiempo 
su infinita pureza. Estoy tranquilo.

Aquí no hay más destello ni otra cumbre que tocar, 
porque se abrió la puerta de rosal y un día,
ya avanzada la noche; mientras caía la nieve y 
cuando todo parecía imposible;
resolvieron hacer caso y retirarse de a uno,
uno por uno los errores,
y se fueron a repetir en la primera brisa
en las estrellas.

Sin consonancia ni precaución de nadie, 
sin súplica de amor o desconsuelo, pasaron 
hasta ser la proyección de otra idea 
cantada por los mirlos.

Nada ha quedado en la memoria nuestra 
que nos duela.
Porque así debe suceder siempre
cada vez que aprendemos. 

¿Si?

Está cumplido el sueño
y el equipaje listo.

Ya no habré de volver sino en un eco.

Adiós les digo a todos. 
Y adiós me dice el viento.

Ojalá que esta canción se escuche
y lo que tenga de afecto y comprensión 
vaya en todos tus caminos.

Hugo de Sanctis, 
 [Canción al prójimo ]


fuente: http://www.ayc.com.mx/cancion_poemas.htm

I
 
Ahora que es tan lejos

y tanto se ha perdido
un crepúsculo regresa a su gran madre.

El mar casi inmóvil 
rodea al continente.
Podría ir fácilmente hasta las islas, 
hacer un leve movimiento
y establecerme en los espacios marinos.
Dejar que la ansiedad desaparezca
definitivamente
coma las viejas embarcaciones. Soledad
sin tumulto,
agua alcanzada con el sacrificio
con la tortura y
algo que entrecortado baja hacia la paz
a la última tranquilidad del día...

Pero mi vida 
es un indicio apenas
un obstinado acto irreversible

Si me dieran a elegir un lugar
donde elaborar otra vida,
elegiría esta misma roca,
sobrevendría en esta cáscara sensible
igual que las cosas.
Volvería a comer plantas
de alguna región vistosa,
a mimrar los atardeceres
y después a irme, siempre irme.

Soy un agregado de lo que ha existido sin mí,
solícito y maduro.

Luego que los vientos pesados
carguen con lo que quede
y que la tenaz espuma se deshaga
y vuelva a construir
sobre mi íntima dureza.
Y adiós gravedad, adiós fragmenteos, valijas
formas huesudas que un día ocupé
queriendo ser eterno 
y no pude

Regreso lo mismo que un camino, 
habito este recodo silencioso
pero no lo poseo...

* Canción al Prójimo
Hugo de Sanctis
Instituto Cultural de Aguascalientes y
Azafrán y Cinabrio ediciones
2006.

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Manuel Monroy Chazarreta
Habla de su amigo 
Hugo de Sanctis,.



Estaba en Aguascalientes, desterrado, solo y despistado. Caminaba por el Jardín de San Marcos buscando al Pato Lucas, un pato simpático que quería cagarme y yo no me dejaba. Los árboles espesos del jardín procreaban resolanas maravillosas. Mi juventud desparramaba ardor y música. Con mis guaraches, guitarrita y algún cuaderno, componía canciones por el vergel, sin embargo cuando anochecía la soledad era enorme, mi hostal de cucarachas no ayudaba. 

Era octubre de 1982, había cumplido 21, tenía la crisis de no encontrarme en los conservatorios de música y, por la oferta de un compositor boliviano contemporáneo que vivía allí, dejé el DF. En las mañanas pasaba clases en el Instituto Musical Manuel M. Ponce con el susodicho, en las tardes era docente de guitarra del mismo Instituto con alumnitos mini que me hacían renegar. Conseguí una pensión de nombre Don Manolos. Era económica, limpia, ideal para un boliviano/estudiante/músico/desterrado. Don Manolos traía en equilibrio los almuerzos jugosos que rebalsaban humos picantes.

Una tarde escuché en argentino: -Qué hacés querido, dame ese té de yyyerbas delicioso ¿Cómo está la señora? Por fin un tono familiar, sonreí masticando la quesadilla que se derretía en mis labios nerviosos. Entonces, Don Manolos comenta: -Allí al fondo hay un músico boliviano, profesor del Instituto Ponce, trátalo con respeto, manito, es estudiado. En aquel momento aparece el gaucho con el pelo sobre los hombros, barba rala y densa, ojos verdes maravillosos, cristalinos. Era alto, fornido, parecía un ex futbolista. -¿Vos sos músico? pregunta de sopetón... Conversamos como si nos conociéramos de antes. Le pregunto a qué se dedica, dice: -Mira, yo jugué en el Jorge Wilstermann, he piloteado aviones, soy guitarrista, poeta, artista plástico, profesor de yoga, escritor… pero en realidad vendo libros. Me dije, este es un chanta, luego supe que Hugo de Sanctis -así se llamaba el personaje- había hecho todo eso y mucho más.

El sábado me convidó a su congregación yogui, conocí gente linda. Esa tarde se puso la camiseta de San Lorenzo y dimos 96 cabecitas seguidas ante la admiración de los mexicanos. Nos enfrentamos en un gritado picadito y en la tarde tomamos mate y cantamos. Allí fue que conocí al Hugo de Sanctis futbolista, trovador, guitarrista y poeta. Tocaba a Bach muy bien, pulseaba la guitarra al estilo pampeano con afinaciones extrañas y profundas, cantaba con una voz agridulce, ronca, expresiva. Conocí una canción suya, “Simplemente luz”, que Mercedes Sosa grabaría un año después. Conocí sus poemas y una novia muy joven que traía al lado (-Esta mina tiene los pezones como micrófono de LV11, me decía susurrando para que no escuchen los sanos). Nunca pude calcular la edad de Hugo, parecía infinito en su energía metafísica.

Una tarde me sacó del hostal. -Esto es una porquería, gritaba ayudándome a sacar mis cosas por encima de las cucarachas. Me fui a su cuartito, era mejor, más decente, compartimos como hermanos diez días la habitación, me gustaba cómo colgaba sus medias en el baño.

Luego vino un concierto mío en el Teatro Morelos de Aguascalientes, interesante, variado, con músicos amigos mexicanos de diversas tendencias, estrené varias canciones. La serenata para Django de Pierre Lerich sonó realmente bien con el piano de Ricardo Martín Jáuregui, médico y pianista de jazz hidrocálido. En medio de la segunda parte del concierto, desde la butaca se escuchó: -¡Chazarreta, ¡gané el premio nacional de poesía! Al volver a nuestro cuarto supe que era Hugo y que se había ido al DF a averiguar sobre el premio, me dejó una nota que decía: “El cuarto está pagado una semana más, voy en busca de la publicación de mi obra”.

Lo volví a ver 25 años después en Santa Cruz, en la Avenida Monseñor, era el mismo intemporal y sorprendente poeta, un poco más cansado pero intacto, con muchos caminos recorridos, con otra pareja joven, estaba apurado, lo invité donde yo tocaba esa noche. Hoy en el Facebook me encuentro con un cuate que indica que Hugo de Sanctis ha fallecido. Me dolió el pecho. Me acordé de todo esto. Ingresé al Internet y encontré a un escritor mexicano que relataba que efectivamente Hugo de Sanctis había ganado en 1983 el Premio Nacional de Poesía, el más antiguo y prestigioso de México, que nunca le publicaron el libro cuyo titulo era Canción al prójimo, pues tenia 300 páginas y a los funcionarios culturales les pareció muy largo. Fue este amigo literato de nombre Benjamín Valdivia que logró publicar en 2004 el libro en una editorial particular, Valdivia compara por su importancia este libro con el Canto General de Neruda.

El poema I dice al inicio: “Ahora que es tan lejos y tanto se ha perdido/ un crepúsculo regresa a su gran madre”. Tú eres ese crepúsculo, gran artista Hugo de Sanctis. Donde quiera que estés, escucha mi susurro triste por no verte más, escucha mi pecho sorprendido reconociendo que tenías 73 años cuando partiste, que escuchen tus cenizas esparcidas la gratitud mía por haber sido en brevedad un hermano mayor, que los días que estuve contigo permanecieron grabados en algún rincón del alma. Entonces me respondes con tu voz agridulce, con tu vibrato inmemorable en el mismo poema: “Adiós gravedad, adiós fragmentos, valijas/ formas huesudas que un día ocupé/ queriendo ser eterno y no pude”. Adiós caminante perenne, valiente ser que purificaste nuestro aire con tu presencia altiva, con tu sencillez sonora. Adiós Hugo de Sanctis, ahora eres simplemente luz.

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*El Papirri es el popular cantautor paceño Manuel Monroy Chazarreta, quien escribe sus crónicas desde Quito, Ecuador.

papirri@hotmail.com

FUENTE: http://www.opinion.com.bo/opinion/ramona/2011/0522/suplementos.php?id=798


CANCIÓN AL PRÓJIMO
Premio de poesía
"Aguascalientes" 1983
 
AUTOR: Hugo De Sanctis
SERIE: Poesía
ISBN: 970-93514-8-6
PÁGINAS: 233
TAMAÑO: 13.5 x 21 cm. 

Cuando se publicó en tres tomos el conjunto de libros ganadores de las primeras treinta emisiones del premio de poesí Aguascalientes, a la sazón el más importante de México, se descubrió con sorpresa que el libro de Hugo De Sanctis, laureado en 1983, no aparecía sino con unas magras 23 páginas (237-260, del tomo 2). El original, de unas 250 páginas, no sólo no estaba completo sino ni lejanamente representado en su magna dimensión (de hecho la convocatoria del año siguiente tuvo que modificarse para ya no aceptar más libros de esa magnitud, cosa que ha sucedido hasta la fecha). Finalmente, luego de años y años en busca del poeta y del libro, se ha concretado una edición completa del texto, de modo que se restituya, por una parte, la completitud de la colección de tan importante certamen, y, por otra parte, se haga justicia a los lectores, a los que se había privado de esta obra fundamental de la poesía latinoamericana de nuestro tiempo, equiparable, aunque en otra dirección, alCanto General de Neruda. Al arranque del siglo XXI ofrecemos este libro, que es un viaje interior por los tiempos y los espacios de América Latina desde las fibras cósmicas y mundiales de la poesía.

http://www.ayc.com.mx/projimo.htm 

 

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