martes, 1 de enero de 2013

Dr. Manuel Quiroga Clerigo: LUISGÉ MARTÍN: LITERATURA DE LA LITERATURA



                   



LA MUERTE DE TADZIO. Luis G. Martín.
 Alfaguara, Madrid 2001, 284 págs.

Luis G. Martín fue el amable presentador del libro de Juana Salabert “La faz de la tierra”. Al inicio de su intevención dicha autora dedicó unas palabras a la novela del propio Luis G. Martín, “La muerte de Tadzio”, a la que considera una obra de gran interés. 


Tadeusz Andressen es aquel adolescente más conocido como Tadzio que protagoniza la novela de Thomas Mann ”Muerte en Venezia”. Pasado por el tamiz del gran director italiano Lucchino Visconti tuvimos ocasión de verle en una excepcional película. Hoy Luis G. Martín (Madrid 1962) resucita a tan notable personaje y nos lo vuelve a mostrar en la misma ciudad de los canales pero en época diferente. En este caso aquel adolescente, bello y deseado, se ha convertido en un hombre viejo, enfermo, desilusionado de la existencia y a punto de morir. Al llegar a Venecia Tadzio escribe a un tenor llamado Stefano Fornari para pedirle que cante en sus funerales. Este es el objeto de “La muerte de Tadzio” (Alfaguara, Madrid, 2000) pero su autor aprovecha la historia para escribir un interesante tratado sobre la vejez, la agonía de los seres humanos envilecidos por el sexo y cierta depravación y la pérdida no sólo de la juventud sino, también, de la ilusión que todo hombre debería conservar mientras viva. Luis G. Martín es Licenciado en Filología Hispánica y ya en 1990 publicó un libro de relatos titulado “Los oscuros” y en 1995 su primera novela, “La dulce ira”, ambos publicados por Alfaguara. En este caso Tadzio nos va relatando, efectivamente, su alocada y disgregada existencia a partir de los condicionamientos de una homosexualidad apenas perturbada por la sociedad y, sobre todo, el valor que el protagonista da a la belleza masculina, incluso trás haber estado casado con Krystyna que muere víctima de la guerra, aunque tal matrimonio apenas influyera en sus inclinaciones hacia el sexo propio. Tan es así toda la cuestión que Tadzio mismo deja caer en su larga carta-que es toda esta novela- como esa inclinación le ha ido convirtiendo en un ser algo repugnante, en alguien que ha viviendo momentos de una escabrosidad innecesaria y que ha hecho del sexo pervertido una ineludible necesidad. Todo ello se mezcla con la promiscuidad de determinados ambientes, leáse París o la Venecia que tan bien se describe aquí, donde el vicio y la brutalidad de los seres abyectos forman parte del mundo de la homosexualidad y, a veces, de la peor delincuencia. En un par de páginas, cuando apenas queda medio centener para el fín de la novela, Tadzio resume toda su vida, sus experiencias maléficas y toda la morbosidad que ha rodeado sus relaciones con los hombres amados, desde el momento en que aún se sabía un joven de belleza extremada hasta ese momento de infructuosa agonía. Al referirse a amigos suyos como un tal Merlin y Adrien Chénier y relatar la horrible muerte de éste en una casa de mala fama, va sacar a relucir la correpondencia entre los tres y las cuestiones que circulaban por tales misivas. Así leemos, por ejemplo, que “Chénier decía, en nuestra contra, que las mujeres poseían el vicio de la maldad, y lo probaba con el relato de hechos de su juventud que nunca habían ocurrido; Merlín, que jamás había sido demasiado espiritualista- si se hace excepción de sus vicisitudes sentimentales-, se mostraba repentinamente religioso para envilecer con aleluyas las doctrinas bolcheviques por las que algunos intelectuales se batían en duelo en los cafés de París; disputábamos, en fin, de la guerra y de las naciones, de la verdad natural, de la superioridad de Racine sobre Molière o viceversa, del ventajoso placer la sodomía, del arte de la pornografía y de la conveniencia del escándalo para reformar las costumbres sociales”. Peligrosa carga de cuestiones de no ser porque llegan del mundo de la perversión y el nihilismo, de los estadios en que el mundo existe únicamente para ser consumido, no para construirle con verdadera pasión de ciudadanos rectos. Es algo muy cercano a las hazañas que también relató, y hoy apenas tienen valor ni fuerza como monumento erótico, Henry Miller en sus “Días tranquilos en Clichy” o en sus voluminosos testamentos de vagabundaje titulados “Nexus,”Sexus”, “Plexus” (todos ellos editados por Alfaguara a comienzos de los años 80), que no llegan a ser esa literatura del sexo en el boudoir del Marqués de Sade o esa anomalía de la “Lolita” del asesino de mariposas Vladimir Nabokov. Total que en “La muerte de Tadzio” éste llega a Venecia y se aloja en casa de una especie de benefactora llamada Alessandra Meldolesi, la cual le presenta a su hijo Marco y con toda la carga de su enfermedad a cuesta no se resigna a quedarse en un rincón. Va conociendo jovencitos, sigue persiguiendo el placer allí donde aparezca, va rastreando los antros más oscuros como Le Metal donde muere Chénier y otros de menos empecinamiento canallesco, como el recordado Café Kobylca, local modesto y poco concurrido donde Tadzio en tiempos acudía con su madre y con Madame Laniewski y una serie de situaciones, entre las que aparece el célebre cuadro de Caravaggio “La caida de Cristo” con una desgracia ocurrida a cuenta suya, le van llevando a ser acompañado en momentos íntimos por jovencitos de diversa calaña. La lista es larga y calamitosa pero son no sólo Marcel y Tomek los beneficiados de la cercanía de Tadzio, quien no deja de recordar sus antecedentos como bello y deseado adolescente que Aschenbach fue modelando por los caminos del vicio y no de la virtud. “No tuve jamás, sin embargo, memoria de Gustav Aschenbach, el hombre limpio, maquillado y oloroso a perfumes en cuya expresión de horror descubrí yo que mi belleza era terrible”, leemos. 

Pero en las confesiones de Tadzio también hay un profundo sentido de amargura, como cuando relata la solitaria muerte de su hermana Grazyna o las características de la relación que mantuvo con Fornari, el receptor de este  largo escrito, individuo también repugnante y soez con quien le unen terribles lazos que terminarán en un acto dramático. Sólo decir que Gabrielle forma parte de ese entramado, es también parte de las relaciones viscosas de Tadzio y está en la nómina trágica del español Germán Herranz, con las consecuencias que al final tejerán un soberbio marco de crueldad y de vomitivos hechos. Atrás quedan protagonistas como Emma Flaubert y su hijo Virgil para el cual Tadzio, es decir Tadeusz Andressen, reputado compositor, escribe unas obras que, incluso, podrían dignificar su situación de ser vergonzamente corrompido y corruptor. Con todos estos mimbres Luisgé Martín, como se firma en artículos en la prensa, ha escrito una obra repleta de sensibilidad y de espíritu literario. En ella no sólo son los deseos los que van empedrando la existencia de los personajes, también es el sexo más manoseado y la violencia más exquisita los que van conformando una sociedad de peregrinaje hacia distintas formas de incertidumbre. “La muerte de Tadzio” está escrita en clave de confesión y cierto arrepentimiento pero, a la vez, nos muestra que en ese mundo de la homosexualidad y de determinado erotismo se puede seguir buceando para mostrar distintos rostros pocos conocidos de sus protagonistas que pocos autores, y hay muchos que han hecho sobre ello incluso habiéndolo como los Baudelaire, Bucovksi o Sade, han podido decir la última palabra.


Manuel Quiroga Clérigo.

FUENTE: El texto lo recibí directamente de mi amigo Manuel Quiroga Clerigo, al que agradezco.




El autor, Manuel Quiroga Clérigo.
(Madrid, 1945).
Licenciado en Psicología Social, Estudios de Derecho ( U.C. de Madrid).
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología (Universidad Complutense de Madrid).
Tesis Doctoral: LA CRITICA LITERARIA COMO FENÓMENO SOCIOLÓGICO).
Crítico literario y de cine, narrador, autor dramático. Poeta.

Ha participado en Congresos, Simposios y Encuentros en todo el mundo.
Conferenciante, prologuista e invitado en seminarios, cursos de poesía, literatura y de ciencias sociales.
Fundador del Grupo Poético “Enero” (Madrid, 1969).
Consejero de la ASOCIACIÓN COLEGIAL ESCRITORES.


Miembro de:C.E.D.R.O.,
ASOCIACIÓN ANDALUZA DE CRITICOS LITERARIOS (CRÍTICOS DEL SUR),
COLEGIO NACIONAL DE DOCTORES Y LICENCIADOS EN CC.PP Y SOCIOLOGIA, ASOCIACIÓN CASTELLANO-MANCHEGA DE SOCIOLOGÍA,
ACADEMIA CERVANTINA DE GUANAJUATO (MÉXICO),
S.G.A.E.,
PEN CLUB DE ESPAÑA.

Libros de poesía publicados:HOMENAJE A NERUDA. Comunicación Literaria de Autores, Bilbao, 1973.

FUIMOS PAJAROS ROTOS. Ámbito Literario. Barcelona, 1980.

VIGÍA. Ediciones Papuras. Querétaro, México, 1997.

DE MORELIA CALLADA. Ediciones Rialp (Colección Adonáis) Madrid, 1997.

LOS JARDINES LATINOS. Ediciones Endimión, Madrid, 1998.

VERSOS DE AMANECER Y ACABAMIENTO. Ulises, Toledo, 1998.

INTIMA FRONTERA. Ediciones Torremozas (Los Cuadernos de Olalla),Madrid, 1999.

DESOLACIONES TARDIAS. Aristas de Cobre (Colección Off), Córdoba, 2000.

LAS BATALLAS DE OCTUBRE. Plaza & Janés (Debolsillo), Barcelona . 2002.

MUNDO MUDO (LA AVENTURA DE MANILA), Revista Hérmes, Toledo, 2004.

LEVE HISTORIA SIN TRENES. Ediciones del 3 de Agosto, Logroño, 2006.

CRÓNICA DE AVES (EL VIAJE A CHILE).Biblioteca CyH. Barcelona 2007.

LOS AFECTOS METÓDICOS. Visión, Madrid, 2008

CARTA DELA CAMPAN(i)A. Aebius, Madrid 2010.
Antologias y Libros Colectivos
DE VARIA ESPAÑA. (Antología). Ediciones La Rana, Gobierno de Guanajuato, México, 1998.



Figura en SEGUNDA ANTOLOGIA DEL RESURGIMIENTO, Victor Pozanco. Ámbito Literario, Barcelona, 1980; CUATRO POETAS CONTEMPORANEOS DE ESPAÑA EN YASNAYA POLIANA (Ricardo Bellveser, Pedro J. de la Peña, Antonio Porpetta y M. Q. C.), IV Encuentro Internacional de Escritores de Yásnaya Poliana, Tula, Rusia, 1999, MUESTRA DE POESIA DEL SIGLO XXI, (Prometeo, Madrid, 2005) y libros colectivos .

Coautor del ensayo EL CURSO LITERARIO ESPAÑOL (Manuel Benavides, César Antonio

Molina y M, Q .C.). Ámbito Literario, Barcelona, 1978.


fuente: Manuel Quiroga en Club de Poesía-Poemas  
 


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