miércoles, 30 de enero de 2013

Tamara Kamenszain :Los que conocieron a Gombrowicz


 
















  Como los inmigrantes, los aventureros, o los piratas, Witold Gombrowicz llega a Buenos Aires en barco. En un día de 1939 el joven polaco de 35 años, escritor apenas conocido en su país –aunque ya había publicado para esa época su novela Ferdydurke, una pieza de teatro y un libro de cuentos– recala por dos semanas en la ciudad porteña como participante de un crucero polaco que se aventuró hasta las costas de Sudamérica. Paradójicamente, ese corto período se transformará en un largo período de vida: 24 años. '


Mientras el joven Gombrowicz se pasea por las calles de Buenos Aires, estalla la guerra en Europa y se ve obligado, o decide –muchos de sus compañeros de viaje partirán a Inglaterra– permanecer en la Argentina. No se moverá de este país hasta 1963, año en que –ya en el clima de un amplio reconocimiento internacional– viaja a Francia donde morirá en la ciudad de Vence, en 1969.

   Años de miseria y marginación (vive en pensiones, trabaja durante un largo período en un banco polaco, se automargina y lo marginan de los círculos literarios oficiales), estos de Gombrowicz en Argentina son, sin embargo, también años de crecimiento literario (escribe en Argentina la mayor parte de su obra: textos decisivos como Cosmos –premio Formentor 1967–, La seducción, Trasatlántico y el Diario Argentino).
   Rastrear la huella que dejó Gombrowicz en la Argentina por esos años, elegir algunos nombres –algunos de ellos transformados en seudónimos literarios –entre los muchos que menciona como "su amigos" en el Diario Argentino, escuchar las narraciones de esos amigos y después transcribirlas, implica de algún modo trazar las coordenadas de un mapa biográfico siempre parcial, siempre fragmentario. Pero quizás o justamente en ese fragmentarismo, esté una de las claves de la personalidad de Witold Gombrowicz: prismático, multifacético, el genial escritor polaco intentó cubrirse –máscara sobre máscara– del peligro de la personalidad definida, unilateral.


   Jorge Di Paola –novelista autor de Hernán y de La virginidad es un tigre de papel– y Mariano Betelú ("Flor" o "Quilombo") –dibujante–, lo conocen en la pequeña ciudad argentina de Tandil donde Gombrowicz recala para curarse de una enfermedad pulmonar. El escritor Ernesto Sábato y Juan Carlos Gómez ("Goma"), lo conocen en Buenos Aires, uno en plena vida literaria porteña, el otro en un bar donde se jugaba a] ajedrez. Para Jorge Luis Borges, Gombrowicz fue "un amigo de amigos". Testigos, interlocutores, intérpretes, estos cinco argentinos conocieron cada uno de ellos a un Gombrowicz distinto. En sus recuerdos, en la transcripción de esos recuerdos, está el azar de la biografía o –con un grado más de pretensión– las coordenadas de una posible historia.



1. UN LECTOR DE LA PAMPA SALVAJE

   "Aparecieron a las cinco tres muchachitos que no tenían idea de quién era yo y me preguntaban cómo había llegado a la Argentina. El cuarto, menudo, dieciséis años, sonrió al oír mi apellido y dijo:– ¡Ferdydurke!– Lo llaman «Dipi»" (Gombrowicz, Diario Argentino, pág. 126) .


   A principios de 1957 un amigo mío encontró un ejemplar con las páginas sin abrir del Ferdydurke, en la biblioteca de mi pueblo, Tandil. Fui el primer lector tandilense de ese libro; y seis meses después, en septiembre de ese mismo año, dos amigos fueron a despertarme de la siesta porque había llegado un escritor polaco que nos estaba esperando en un bar; era Gombrowicz. Había llegado a Tandil porque se le complicó su asma con una gripe asiática y necesitaba del buen aire serrano. Pero en el pueblecito Gombrowicz se aburrió y no se le ocurrió mejor idea que presentarse en uno de los tres periódicos de allí con la siguiente contraseña: "soy un escritor polaco que se aburre en esta ciudad y busca hablar con alguna persona inteligente". Los del diario lo mandaron a hablar con un escritor tandilense quien se lo sacó de encima derivándolo a nuestro grupo. Éramos para entonces unos cuantos adolescentes que teníamos un teatro independiente y algunos "escribíamos". Así, en la confitería donde siempre nos reuníamos, vi por primera vez a Gombrowicz. Era en realidad muy tímido y los primeros minutos fueron más bien tensos. Uno de los del grupo, un español Magariños, le preguntó; ¿cuál es su gracia?, a lo cual Gombrowicz respondió "mi nombre es muy difícil para criollitos"? y tomando una servilleta garabateó el nombre. Yo recordé súbitamente que ése era el autor del librito encontrado en la biblioteca y exclamé: ¡Ferdydurke! Gombrowicz se sorprendió mucho y evidentemente se conmovió, pero tuvo una salida graciosa, exclamó: "Oh, un lector en la pampa salvaje".


   Nuestras primeras conversaciones fueron sobre la vida cotidiana en el pueblo, con mucha curiosidad de parte de él. Le interesaban, por ejemplo, los nombres de los árboles; estaba convaleciente y salíamos a caminar despacito, a cada rato preguntaba: "Che, viejo, ¿cómo se llama este arbolito?" Yo era fanático de Thomas Mann, hecho que compartíamos, aunque se hablaba muy poco de literatura; a él le interesaba más lo que se creaba en la mesa de café entre la gente Y lo que se creaba era una especie de práctica de estrategias, de seudopeleas y seudodisputas que Gombrowicz sutilmente organizaba. Se trataba de un juego dialéctico donde lograba que cada uno de nosotros terminara defendiendo una idea contraria a la que realmente tenía. Era un juego extraño, una práctica que no resultó tan inocente como podía parecer al principio Con este sistema Witold logró romper la estructura cerrada que tenía el grupo, por medio de desplazamientos y pequeñas intrigas
   Él mismo funcionaba como una especie de adolescente ridículo y avejentado. Cuando lo poníamos en aprietos no tenía empacho en recurrir a su autoridad como adulto, pero en realidad tenía más capacidad payasesca que nosotros. Siempre estaba jugando un papel en el sentido teatral del término –y esto era algo que nunca dejamos de saber. Se sabía que se estaba participando de un juego, pero no de un juego para pasar el rato, sino de una aventura importante donde iba a saltar el resorte íntimo de cada uno; diría que por ser teatral, era al mismo tiempo un juego de desenmascaramientos. Curiosamente este juego perverso no estaba practicado hacia nosotros con perversidad real, los resultados eran, más bien, un aprendizaje acelerado y doloroso de nuestras actitudes mentirosas frente a los demás Nosotros éramos algo así como integrantes de un laboratorio gombrowicziano y lo sabíamos. Intuíamos que estábamos formando parte de uno de los tantos experimentos que hizo Witold en su vida. Más tarde, leyendo una biografía suya, alcancé a reconocer en su conducta en los bares de Polonia antes de la guerra, el mismo comportamiento.
   Me interesa la vida de Gombrowicz en tanto es un aspecto de sus textos, y cuando me pongo a pensar, por ejemplo, en Ferdydurke recuerdo que él la escribió de joven y que el protagonista del texto es un joven que se relaciona –que mira– a los adultos En sus obras posteriores los personajes son adultos y aparecen mirando a los adolescentes, no siendo mirados por ellos. Esto se ve muy claramente en La seducción, curiosamente la obra que estaba escribiendo cuando llegó a Tandil. Entonces, es una sensación rara descubrir entre líneas en La seducción la experiencia que Gombrowicz tuvo con nosotros. Al principio, el libro comienza con una anécdota que le conté yo, de un muchacho de Tandil que tenía una dificultad cerebral y repetía dos veces la misma frase, la segunda vez muy bajito, y de esa segunda vez no era consciente. Pero esto es meramente anecdótico, lo importante es que entre líneas descubrí en esa novela –cuando la leí en español después de años– que esos juegos que hacíamos con Gombrowicz en Tandil eran como prácticas de esa patética aventura que los personajes adultos de La seducción –Witold y Frederich– tienen mientras observan a la pareja de adolescentes. Tengo la sensación de que en esos juegos artificiales servíamos de conejitos de indias para esa nueva actitud de los personajes de Gombrowicz, ese darse vuelta los roles de personajes que son observados como adolescentes a personajes adultos que observan a esos adolescentes
   Es curioso y difícil hacer comprender la absoluta excentricidad de Witold, significativa en cuanto en él era casi como un sacrificio para escribir. Él no podía relacionarse bien con gente de su edad en Tandil, con nosotros tampoco se podía relacionar "bien", simplemente se podía mover cómodo en su excentricidad. Desconcertaba mucho a los adultos, era un tipo que vestía un arrugado traje de poplin y una gorra que llevaba en el bolsillo, casi podría decirse que se parecía a Jacques Tati. Era cómico, pero al mismo tiempo tenía como una especie de dignidad aristocrática, un orgullo. Creo que había asimilado en sus gestos mucho del cine mudo. Un día le pidió prestada la bicicleta a uno de los muchachos y se puso a andar, logró andar cada vez a menor velocidad hasta dejarla casi detenida y como el piso era de arena iba dibujando cuadrados en vez de círculos con una lentitud cercana a la inmovilidad. Era un perfecto corto de cine mudo y nosotros llorábamos de la risa...
   Él vivía en una piecita que alquilaba, escribía todas las mañanas, era muy metódico y se enojaba si no aparecíamos con puntualidad a las citas que nos hacia en el bar, dándonos una grotesca diatriba acerca de la impuntualidad criolla. Pero enojado realmente, lo vi una sola vez y fue precisamente conmigo; fue la única vez que desfacé la confianza que me tenía Recuerdo que él quería dar conferencias sobre existencialismo y como yo era el más formal del grupo me encomendó organizarlas, y acepté, pero con la idea secreta de jugarle una broma. Había en el pueblo una pintora solterona, una de esas típicas solteronas de pueblo que además pintaba muy mal, y no se me ocurre mejor idea que hacerle creer a Gombrowicz que había divulgado lo de la conferencia por todo el pueblo, mientras en realidad había invitado solamente a la solterona. Tuvo que tragarse dos horas hablándole sólo a esa mujer; se agarró una rabieta tan grande que me echó del grupo. Les decía a mis amigos que yo era un traidor y ellos me veían solamente en secreto Pasada una semana de castigo empecé a recibir cartas a través de alguno de ellos. Eran pequeñas misivas en las que Witold me escribía, por ejemplo: "Te perdonaré si apareces en tal lugar"; se trataba de un lugar lejano al que yo fui la primera vez y por supuesto él no apareció. Me di cuenta que era parte del castigo, incluso las misivas seguían llegando y yo me quedaba con la duda de si Witold había ido o no. Esto duró un tiempo hasta que nuevamente fui aceptado en la mesa del bar.
   Dio algunas de las conferencias sobre existencialismo. Una de ellas, recuerdo, fue en los sótanos de la biblioteca del pueblo. Él hablaba con un tono que era la parodia del tono del conferenciante, fingiendo una seriedad que en realidad era muy cómica. Agregando a eso, el acento polaco con que pronunciaba el español, que también era parte del grotesco. Yo estaba sentado en primera fila y de golpe veo que por el asiento de Gombrowicz empieza a subir una cucaracha, él también la vio y no tuvo mejor idea que sacar la gorra arrugada del bolsillo y gritar "Este horrible gusano" mientras la aplastaba Aunque era payasesco y le gustaba que se rieran de él, sus conferencias eran didácticas y claras. Se consideraba afín a Sartre en cuanto al tema de "la mirada del otro". La filosofía le importaba mucho, aunque mostrara despego hacia ella –le reprochaba el no estar encarnada–; pero de hecho dialogaba más con filósofos que con literatos. Incluso en ese juego que practicaba con nosotros era como una especie de Sócrates circense, utilizaba el método socrático. Gombrowicz nunca decía qué era lo que había que hacer, simplemente marcaba lo que estaba mal hecho.


   ¿Cómo reaccionaba frente a los textos que yo escribía y le mostraba? Bueno, lo que a él más le interesaba era la creación de una forma propia, de un estilo propio en el texto. Nunca dio consejos, simplemente hacía observaciones inherentes a esa forma Cuando leía cosas mías en las que le parecía que yo imitaba a Mann o al propio Gombrowicz –eran mis "imitados" más comunes– me lo marcaba diciéndome que no estaba siendo fiel a mi propia forma. Sus observaciones eran siempre bromeando, se ponía unos anteojitos para hacerse el profesor.


   A Gombrowicz no le interesaba el género, poco le importaba si se trataba de novelas, cuentos o diarios íntimos. Incluso llegó a decir que el género del futuro era el diario porque ya las otras formas no podían contener un paralelo con la estructura del mundo actual. A Borges se lo hice leer yo, aunque no quería.


 Decía ¿Para qué lo voy a leer si no me gusta?; sin embargo, le di Ficciones y vino diciéndome que se trataba de "una cosa seria". Creo que a Borges lo eligió como una especie de enemigo fantasmal, ya que nunca se trataron realmente. En general, Gombrowicz no nos leía lo que estaba escribiendo, pero una vez hizo una lectura memorable del primer acto de su obra teatral El casamiento. Teníamos un local donde nuestro teatro independiente ensayaba, y él llegó riéndose y haciendo bromas a "los artistas". Entonces le dije: Che, viejo, por qué no hacés teatro leído. Le dimos una silla, abrió su libro y leyó durante 20 minutos, su máscara era totalmente dúctil, en mi vida vi un teatro como ése.

   Su partida de Tandil fue también payasesca. Recuerdo que mientras lo saludábamos en el andén él estaba parado majestuosamente en el estribo del tren con su traje, su paraguas y su pipa. Parecía un conde. Tan rara era su imagen, que provocó una situación también rara: se le acercó un hombre que estaba caminando por el andén y sorpresivamente le preguntó: "¿Y usted, qué es?", y se fue.

   (Conversación con Jorge Di Paola)

2. DOS INSTANTÁNEAS DE GOMBROWICZ

   "Si, pero nuestra aproximación fue, como ya se ha dicho, en primer lugar el efecto de un juego de circunstancias... menudas. De no haber sido por la tartamudez y el dramático paso bajo la lluvia (...) A eso se unía la magia de los nombres (...) Eso le confería a nuestras conversaciones distinción y brillo. En una ocasión se me trabó la lengua y de «Colimba» hice «Quilombo». Lo que español significa «burdel» (...) Empleado como nombre propio se vuelve sumamente cómico y traviesamente poético: –Che Quilombo, ¿cómo estás? –le decía yo con amabilidad refinada, y esto marcaba entre nosotros una distancia... que facilitaba el acercamiento)" (Gombrowicz, Diario Argentino, pág 163)


   I)
   Conversación mensual: Gombrowicz me había becado para terminar mis estudios universitarios. Esta charla se repetía todos los meses.

Período: 1959/1960.
Lugar: Calle Venezuela 615, Buenos Aires. Hora: 16:00 horas.


   El viejo dormía "un poquito" de siesta hasta esa hora. Tenía terminantemente prohibido llegar antes y sobre todas las cosas sin avisar mi visita previamente por teléfono: No. 34-8792. Yo llegaba. Me anunciaba la encargada, y entraba la vieja pieza que tenía balcones a la calle Venezuela. Después del protocolo: "¿Qué tal, Flor de Quilombo?"... "¿Cómo te va, viejo?". Los diálogos eran casi siempre así:
   G: "Aquí tengo 500 nacionales para vos, más 500 adicionales extras por mayores costos de la vida... (PAUSA) ¡Viejo, si es indecente lo que yo hago!... Dios mío... ¿por qué?... ¿por qué?... yo aflojo tanto dinero que me cuesta sangre . . . ¿Puedes explicármelo? . . . Por qué esa debilidad mía que me hace gastar la plata con vos tarado"
   F: "Bueno, este, será porque vos querés, además yo no tengo dinero y... este ..." (TARTAMUDEO) .
   G: (CON VOZ AUTORITARIA Y FALSA). "Tartamudear y gemir, eso si sabes, yo no sé por qué aflojo, debo estar loco. ¡La última vez que te di dinero no tuviste mejor idea que comprarte un paraguas y un librito de Ortega y Gasset!... Me parece que la esclerosis me está poniendo algo chocho, pero vos me contagiás la taradez. Tomá estos nacionales antes de que me arrepienta. (PAUSA) Dime, Flor, ¿por qué no le pides a tu tío millonario Marcolín, que vive en Italia, dinero para financiar tu carrera universitaria... por no decir vagancia, o, de lo contrario, pídeselo a tu papá y mamá...?"
   F: "Yo... "
   G: "Yo...yo" (imita mi tartamudez). Un largo silencio. Se pasea por la pieza gesticulando teatralmente. Implora al cielo. Pone una rodilla en tierra. Se sienta en un sillón. Mueve la cabeza que esconde entre las manos, y permanece largo rato. Eso me llama la atención. Como si contuviese algo. Luego se pone de pie y declama como el gran actor que es:
   "¡Qué hermosa es la vida de la juventud ascética!"
   "El dinero les quita el encanto y los pervierte". Y mirándome agrega: "A tu edad, Flor, no hace falta tener dinero. Es nocivo... ¡Claro que tu espíritu de pequeñoburgués lo ansia! Pero ya sabés, si lo deseas sácaselo a tus padres. ¿Acaso no eres el hijo? ¿Es así, verdad?"
   F: "Viejo, es que vos sos para mi como un padre espiritual y yo no se lo podría pedir a nadie más. Sos como un padre potencial..."
   G: "¡Mira Flor, esto es el colmo del descaro... (se ríe). Es curioso que yo que soy –diriamos– impotente, me transforme en un padre potencial, además yo no he tenido, y esto sea dicho con el mayor respeto, el placer con tu mamá". (DE PRONTO INTERRUMPE LA CONVERSACIÓN Y CON TONO SEVERO DICE): "Viejo, ¿te das cuenta de las estupideces que hablamos?. . . Por supuesto que existe un culpable... "
   F: "Witold son las 17 horas ¿No seria conveniente partir al «Querandi» ?"
   G: "Ah, esa mezquindad tampoco se te escapó. No piensas sino en llenar el buche. ¡Corre vos y espérame mientras hago unos llamados por teléfono !... "
   Salgo de inmediato Llego al "Querandi". Esquina Perú y Moreno. A la media hora llega Gombrowicz caminando pausadamente, contoneándose como una matrona militar. Las manos en los bolsillos. El sombrero puesto. Compra el diario La Razón. Sin decirme nada me alcanza la sección de deportes.


   II)
   Periodo: Verano de 1960. Lugar: Tandil. Bar "Ideal", Gral. Rodríguez y Pinto.

   Todas las tardes a las 17 horas Gombrowicz bajaba de su casa de veraneo, situada en el cerro del Parque Independencia, a tomar el té y a leer la correspondencia y los periódicos en el café Ideal. Traía consigo una libreta de anotaciones, un abrigo en el brazo "porque, con los vientos de Tandil nunca se sabe". El bar está en una esquina, frente a la plaza Independencia, en el centro de la ciudad. Palmera, tilos, canteros con flores, una estatua de luchadores griegos "bastante dudosa" y una fuente barroca. Se quita la gorra y marcialmente entra en el bar.

   Las persianas están bajas. Hace calor. Yo lo estoy esperando, tomando una coca-cola. Al amplio salón concurren viejos parroquianos que me saludan con recelo al verme junto a Witold. Ambos esperamos a Dipi que viene del club donde frecuenta en la piscina a las niñas de 14 años.
   Afuera los turistas dan vuelta a la plaza como caballos atados a una noria. Clima aplastante. Seguimos esperando.
   Ferreyra, otro integrante del grupo, llega puntualmente a las 18 horas. Se acerca a la mesa con sus modales orientales. Se sienta, se levanta, sale. Entra, se sienta, se levanta, sale. Esto irrita a Gombrowicz. Cuando Ferreyra entra nuevamente Witold lo mira y con socarrona crueldad le dice: "Profesor, si usted viene tan sólo para irse no venga". El mozo trae tazas y vasos.


   Gombrowicz me contaba de los enfermos mentales de su familia, en especial de un "tío loco incurable que por las noches recorría los aposentos vacíos tratando de ahogar su miedo con discusiones extravagantes que poco a poco se transformaban en cantos extraños para terminar en aullidos inhumanos".
   En medio de la conversación, que se hacia densa y difícil, se escucha un ruido que viene de la calle. Murmullos. Personas que se mueven. Yo no alcanzo a ver por mi ubicación en la mesa. Una columna me lo impide. Veo si que la cara de Witold se contrae. El rictus se tensa, los ojos brillan nerviosos. La mano ha quedado detenida como en una foto instantánea, con la pipa atrapada en ella. Vibra todo. Su libreta de notas a un lado. Un hombre de unos cincuenta años, desaliñado, danza, hace gestos, profiere gritos y dice frases incomprensibles. Estamos frente a un ballet de la desorganización de lo humano. La gente lo rodea, le hace corrillos, pero al mismo tiempo lo esquiva como a un leproso. Gombrowicz en silencio sigue con la mirada todos los detalles. Entrecierra los ojos, apoya sus codos sobre la mesa. Deja su pipa. Observa. 


Después de una larga pausa dice a media voz: "¡Dios mío, qué soledad es la de un loco!" Su mirada perdida en algún punto del espacio acompaña la frase.
   (Dos textos de Mariano Betelú)

http://www.literatura.org/wg/wgcono.htm

jueves, 24 de enero de 2013

ARGENTINA: WALTER ARIEL RECALDE BUSCA A SU MAMA Y A SU HERMAN@ MELLIZ@-NACIO EN POSADAS EL 3/02/74 O UNOS DIAS ANTES. -LA PARTERA FUE 'GIORDANO TERSA C.'-LLAMADO A LA SOLIDARIDAD !!!

Mas datos: SUPUESTAMENTE NACI
EN LA CLINICA JUNIN DE POSADAS.

PODRIA HABER NACIDO UNOS DIAS 
ANTES .ME CONTARON Q MI MADRE 
ERA DE OBERA. 

CUALQUIER DATO MI CORREO ES  
walterariel.wr@gmail.com 
tel:0222415534643  

Gracias. 






















Por la identidad. | Walter vino a Posadas 
y solo obtuvo pocas pistas.

Y si, no es fácil encontrarte, tal vez fui ingenuo pensar que te encontraría. Mamá, esta búsqueda recién comienza, nada ni nadie podrá detenerme...”. La frase que Walter Recalde (38), dejó en su Facebook es un claro mensaje que la búsqueda de su identidad recién empieza. Walter siempre tuvo dudas sobre su pasado y un día decidió hacerse un ADN. Con el resultado en sus manos encaró a su familia adoptiva y empezó a rastrear a su madre, que sería de Oberá y vivió en Posadas entre 1971 y 1974 cuando el nació. Walter nació el 3 de febrero de 1974 y lo único que sabe es el nombre de la partera Giordano Tersa y que el parto se realizó en la ex clínica Junín. La sorpresa fue aún mayor cuando se enteró que tendría un hermano mellizo, al que nunca conoció.


 “De ella no se nada, porque cuando mi mamá me da, ellos -por su familia adoptiva- me anotan de forma ilegal, así que no tengo nombres, no tengo nada de nada. Mi búsqueda es de cero”, dijo en charla con El Territorio. “Apenas me dieron el resultado del ADN, viajé a Misiones estuve una semana en Posadas recorriendo el barrio donde ella vivía, la gente es un fenómeno, me abrió sus puertas sin conocerme, me ayudaron mucho”, agregó. Desde hace un mes su vida cambio y él busca reconstruir su pasado. “Cuando yo le muestro el ADN a mi madre adoptiva, ella no iba a decir nada, porque hizo una promesa y primero me lo negó y después se lo volví a preguntar y lo único que me dijo es que tenía un hermano mellizo”. 


Fue anotado como Walter Recalde, pero según él: “hoy yo no tengo nombre porque no es el nombre de mi madre biológica, estoy volviendo el tiempo atrás y así voy reconstruyendo mi historia. Fui al hospital de niños de Buenos Aires y ahí me dijeron que nací en la clínica particular, la Junín de Posadas y así me fui conectando con la gente y tratando de reconstruir mi historia”. 

Consultado sobre que lo movilizó a hacerse un ADN, el hombre que hoy vive en Buenos Aires dijo: “Fue el sentimiento de saber quién era. No me veía parecido a ellos y no teníamos nada en común. Me miro en la foto y somos todos distintos. Yo sentía que alguien me estaba buscando, siento que mi mamá me está buscando, es un sentimiento que todos los días lo siento”. 


“Sigo buscando a mi mamá y se que la voy a encontrar. Trato, todos los días de armar mi historia. Al no tener nada, voy armando parte por parte”, agregó. “Yo no sé si a mi mamá la obligaron a darme, si mi abuela no quería que ella nos críe, no sé si sabe que estoy vivo. Tengo derecho a saber quien soy, me tenía que haber criado en Misiones y hoy estoy acá en Buenos Aires. Lo peor es que se me niega mi identidad y eso me deja muy mal”, afirmó.

Por último dejó un mensaje para su madre biológica: “Yo no tengo bronca con mi mamá biológica, yo estoy agradecido y la quiero encontrar, hablarle, decirle lo que siento, que la quiero y la quiero conocer”. “No tengo nada porque quejarme, todo lo contrario, quiero conocerla y abrazarla. Siempre soñé que la iba a encontrar y que nos encontrábamos en una casa y sobre todo decirle que estoy vivo. 

La historia nos movilizó para otro lado, pero me gustaría empezar una historia nueva con ella”, contó. Los interesados en comunicarse con Walter para aportar datos de su búsqueda lo pueden hacer al correo electronico: walterariel.wr@gmail.com. 

FUENTE: http://www.territoriodigital.com/notaimpresa.aspx?c=9610351481599903
VIERNES 3 DE AGOSTO 2012 

miércoles, 23 de enero de 2013

SALUD Y BIENESTAR: ¿Mito o realidad?: las razones por las que afirman que es saludable tomar una copa de vino al día

















 
La evidencia de que el consumo de vino, en especial de vino tinto, pueda proteger contra las enfermedades cardiovasculares o incluso pueda tener un efecto preventivo contra el cáncer, surgió en 1992 de la llamada "paradoja francesa".

La población francesa, a pesar de poseer una dieta rica en ácidos grasos saturados, tiene una baja incidencia en enfermedades cardiovasculares y ello se debería a su tradicional consumo de vino.

Efectos positivos
Según informa Abc, desde entonces, numerosos estudios intentaron explicar los efectos positivos del consumo moderado de vino (una o dos copas de vino, 10-30 g de alcohol).

Estos estudios, realizados fundamentalmente en modelos in vitro (cultivos celulares), sugieren que diferentes sustancias como los polifenoles y -en particular- el resveratrol presentes en la uva y el vino, al ser antioxidantes muy potentes, podrían tener un efecto preventivo frente a diferentes enfermedades como las cardiovasculares o el cáncer.

¿Mito o realidad?
Sin embargo, estudios recientes pusieron de manifiesto que muchas de estas sustancias son destruidas por el ambiente existente en el aparato digestivo (pH y sobre todo por la flora intestinal) lo que hace que su biodisponibilidad sea muy reducida.

Otros informes parecen indicar que los efectos beneficiosos del consumo moderado de vino se deberían al alcohol presente en esta bebida.

Se comprobó, en modelos animales, que la administración de dosis bajas de alcohol es capaz de inducir la síntesis de HDL-colesterol (el llamado "colesterol bueno") y de reducir los niveles de LDL-colesterol (el llamado "colesterol malo") contribuyendo de esta manera a la eliminación del exceso de colesterol y a prevenir las enfermedades cardiovasculares, señala Abc.

Por el consumo moderado
Estos estudios promueven el consumo bajo o moderado de alcohol, entre 10 y 30 gramos cada día, equivalente a un "chupito" de una bebida de alta graduación (whiskey, ginebra, etc.), una o dos copas de vino o una jarra de cerveza (aproximadamente medio litro).

También se ha sugerido el papel sinérgico del alcohol y polifenoles en la protección cardiovascular.

Por otra parte, estudios de salud pública realizados en Estados Unidos, sugieren que la relación entre consumo de vino, protección frente a las enfermedades cardiovasculares y longevidad se debería a que el consumidor de vino pertenece a clases acomodadas con una mejor alimentación y hábitos de vida saludables y no tanto al papel antioxidante de los compuestos presentes en esta bebida.

Finalmente, estudios realizados por el Instituto Nacional de la Salud americano e instituciones europeas concluyen que no existen evidencias claras de que el consumo de bebidas alcohólicas, incluido el vino, pueda ser beneficioso para la salud y que lo que claramente está demostrado es la toxicidad del alcohol, por lo que concluyen que lo recomendable es no introducirse en el hábito del consumo de bebidas alcohólicas.



martes, 22 de enero de 2013

ESPAÑA: Manuel Quiroga Clérigo nos comenta : MIGUEL ÁNGEL REVILLA O EL DEBER CUMPLIDO RELATA SUS EXPERIENCIAS EN “NADIE ES MÁS QUE NADIE”



                   

MIGUEL ÁNGEL REVILLA O EL DEBER CUMPLIDO

RELATA SUS EXPERIENCIAS EN “NADIE ES MÁS QUE NADIE” (ESPASA, 2012) 250 págs.

 por Manuel Quiroga Clérigo.







Muchas veces nos preguntamos que hay 
detrás de la fachada, amable o enojada, 
de los políticos. Y pocas veces nos 
contestan ellos mismos. Ahí tenemos 
el hermetismo de José  María Aznar, la 
callada astucia de Alfonso Guerra o la 
inquina hacia todo lo español 
de Artur Mas o José Montilla e incluso 
Carme Chacón que, en un momento dado, 
quiso demostrar todo lo contrario..


Por eso es muy de agradecer que un político, aún en activo aunque en segundo plano como él mismo reconoce, nos habla de su experiencia en el servicio a los ciudadanos. Y ahí empieza la satisfacción para el lector, sea votante de Miguel Ángel Revilla o desconozca su curioso bigotito y sus discursos amenos y lúcidos.


Así que empezamos este comentario. Dice el líder del Partido Regionalista de Cantabria que ha sido al pasar a ese segundo plano como político en la oposición cuando, a instancias de la editora de Espasa Ana Rosa Semprúm, se decidíó a escribir un libro y contar en estas 250 páginas sus experiencias, su vida de hombre modesto y su visión del mundo que nos queda, bastante malherido gracias a los malhechores de la economía y la política, a los cuales no parte un rayo ni se lleva por delante ninguna crisis. Ni siquiera tenemosw la satisfacción de ver entre rejas a quienes nos han robado nuestros ahorros, han conducido a nuestros hijos al desempleo y siguen cobrando cientos de miles de euros por su execrable pasado, digamos, laboral.

Bueno, pues eso: que de muchachito espabilado que un día vio como un lobo desbarataba todo su rebaño en su pueblo, en Salceda (Polaciones) un lugar que contaba en 1943 con ciento cincuenta habitantes y hoy con tan solo uno pero que, en las laderas de Peña Labra, fue un edén para el adolescente que llegaría a ser Presidente de su Comunidad Autónoma que él mismo ayudó a crear, dándole la personalidad que su pertenencia a Castilla La Vieja le había negado, al menos durante el franquismo. Total, Revilla nos responde a una pregunta que deja en la penúltima página de su libro: “¿Cómo ha sido posible que habiendo nacido donde nací, sin ser militante del PP, ni del PSOE, haya llegado a ser presidente de Cantabria?” y lo responde con la misma sencillez que habla con la gente cuando acude a los actos de su partido o cuando va a ver a quienes juegan a los bolos.

Veamos los apartados de este interesante documento, que puede gustar conocer incluso a quienes no interesa la política o no vivan en Cantabria. Ya en el pórtico del libro dice su autor: “El propósito que espero haber conseguido con este libro es quitar boato y oropel a personas que gozan de poder y de teórico prestigio y popularidad. Al final, nadie es más que nadie”.  Efectivamente, algunos pensamos que un político o un capitalista o un famoso por cualquier motivo no son más que un desempleado. Generalmente son menos, pues el boato con el que se adornan estos personajes suelen ocultar su sentido común, su egoismo y su prepotencia. Lo grave es que todavía la Fiscalía General del Estado o el Tribunal de Cuentas no suelen tomar cartas en el asunto. Por ello apenas un escaso tanto por ciento de estos personajes acaban en los tribunales o son investigados en su patrimonio. Bueno, ese es uno de los temas de que habla Miguel Ángel Revilla pero no el principal.

Vale: el autor nos habla de su infancia, su tierra, sus sueños. Pasamos por el tema del lobo desbarando el rebaño y de aquel detalle de Revilla comiendo su primer plátano a los diez años mientras el superhombre Hormaechea, que anda quejándose porque le quieren rebajar o quitar su pensión, ya tomaba batidos de leche en su tierna infancia. A los once años el niño de Polaciones se traslada a la capital con su familia, estudia en los Salesianos, con el episodio en el instituto por favorecer a su hermano Jaime,se traslada a Bilbao para cursar la carrera de Económicas con la ayuda mensual paterna de quinientas pesetas y su relación, a través del SEU, con Xabi Echevarrieta Ortiz, fundador de ETA. Después están esos mil oficios para ganarse la vida y, al fin o al principio, la llegada a la política, trás pasar por la dirección de un banco y ser profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Cantabria. Es curioso admitir que tiene pocos enfrentamientos con  la religión salvo de la aquel cura levantismo que se pone delante del Parlamento de Cantabria para reclamarle sus sueldos de diputado con un burro y un cartel. Sagaz es el abogado que escoge Revilla para demostrar que ha pagado lo que le reclama el cura pendenciero. Mas agradables son sus referencias a Asturias y su gente, Comunidad por la demuestra grandes simpatias bastante menos que a determinados habitantes de los territorios de más allá de Castro Urdiales, por ejemplo.

Revilla va contando su vida con paciencia, utilizando agradables metáforas y datos reales en torno a  hechos y personajes que han jalonado su paso por la política. Es curioso que apenas hable de temas de faldas, salvo cuando le preguntan cuando perdió la virginidad y él confiesa la veradad. La honradez cobra fuerza en algunos de los apartados del libro, por ejemplo cuando el director de Sniace pide en 1971 su firma para despedir a un trabajo, tíldandole de comunista, o en 1987 cuando un amigo pide su colaboración para conseguir un contrato millonario, lo cual supondría una buena propina para el propio Revilla. No suele ser ese el modo de actuar de otros políticos, ahí tenemos a la bella Múnar, al farsante Matas, a Fabra el del monumento en el desierto aeropuerto de Castellón, el grotesco Roca señor de Marbella, los hermanos Guerra y su chiringuito sevillano de recomendaciones. Otros personajes tienen actuaciones que sin comportar llenarse los bolsillos hacen parecer a sus protagonistas unos tontos útiles que no benefician demasiado a la humanidad, por ejemplo el señor Aznar fotografiándose en las Azores con Bush, Blair y Barroso para iniciar una guerra ilegal, Sancho Rof cuando decía que el bichito que provocó muertes y más muertes hace treinta y tantos años se moría al caer al suelo mientras seguía vendiéndose el aceite de colza asesino en los mercadillos de toda España.. No suele dar Revilla tantos nombres pero sí habla de lo que se podría hacer en el futuro no sólo para salir de la crisis, también para reinventar un mundo desquiciado donde sólo los capitalistas pueden sonreír cada mañana. El autor del libro sigue siendo Director del Banco Atlántico en Torrelavega y en 1975 comienza a ver la política como algo que puede cambiar, de muchas maneras, lo que él llama su tierra. Lo primero, a la muerte del dictador, fue luchar por conseguir la autonomía provincial, a través de la Asociaciòn para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), lo cual vio refrendado  por el rey el 30 de diciembre d 1981 dos años después de la histórica primera votación en Cabezón de la Sal para lograrlo. Comenta con soltura como llegó a Vicepresidente cuando su partido forma coalición con el PP en 1995 y como en 2003 con sólo 8 diputados es llamado por Zapatero para apoyarle como Presidente de Cantabria, cargo que tuvo dos legislaturas.  Certeras son sus opiniones sobre ZP, que tuvo una entrada triunfal en el gobierno de España y una salida algo oscura aunque tenga asegurado su futuro con ingresos tal vez excesivos o inmerecidos, y sobre Rajoy, conocido como el “Niño del Prestige”, y sus acometidas trás obtener el parabién de millones de ciudadanos, a quienes se permite engañar, haciendo todo lo contrario de lo que prometió en sus discursos como partido emergente. No sabe el político gallego que los españoles le han votado para que resuelva sus problemas no para que los empeore a corto plazo y achicharre a impuestos a los ciudadanos mientras compañías como la Telefónica deja de abonar dividendos a sus modestos accionistas, con la excusa de que solo ha ganado más de dos millones de euros, mientras que renueva el contrato a un ejecutivo alto (de altura) de Washington por unas cifras millonarios aun cuando se encuentre en el banquillo de los acusados por múltiples estafas. Por cierto que Revilla es muy crítico con las jujbilaciones millonarias, él que al parecer ha renunciado a la suya, de políticos como Aznar o el propio Felipe González, que siempre nos pareció ejemplo de honradez, quienes perciben en sus cuentas corrientes unos cien mil euros por el simple hecho de haber sido presidentes del gobierno y otros importantes emolumentos por su participación en sociedades diversas, como conferenciantes y, en el caso Aznar, hasta como profesor en universidades norteamericanas con su inglés macarrónico. En países como Finlandia y Rumanía han juzgado a sus presidentes o expresidentes acusándoles de mala gestión en su gobierno y el diputado/cantante Labordeta ya advirtió que Aznar estaba llevando el agua que necesitaban los Monegros para salir de su sed de siglos a las cosas de levante para construir millones de viviendas que, según el entonces presidente popular, comprarían rápidamente los alemanes y las gentes del norte y que, en gran parte, ha dado lugar a que millones de nuestros hijos sigan desempleados pese a sus titulaciones universitarias, másteres, etc.

Punto y aparte. En un libro serio como éste, aunque abunden las metáforas y las referencias personales jocosas y amables, tal vez sobren algunos capítulos como el tema de su afición a fumar habanos, aunque aconseja a los demás que no fumen, y la referencia inútil al comportamiento del hoy Presidente cántabro que, efectivamente, pecó también de colegial inutilmente malvado al andar pisoteando los puros que Revilla andaba escondiendo antes de entrar en el Parlamento, o sus opiniones sobre José Blanco, a quien el personal ya conoce de sobra por sus artimañas como ministro, aunque en este caso la justificación para mencionar las actitudes apolíticas del socialista lucense es el dolor que produce un engaño tan grave como es prometer una obra pública, en concreto el AVE Palencia-Santander y suspender el inicio de las obras en el último momento. Deja siempre en buen lugar al Rey, e incluso al Príncipe pese a algún olvido, y da muy buenas referencias de Emilio Botín, como excelente persona, buen cántabro y banquero muy preocupado por favorecer aquellas obras que beneficien a la comunidad, como la reproducción de la Cueva de Altamira, la creación en Comillas del Centro Internacional de Estudios Superiores del Español, aunque no se resiste a mostrar su cara más humana, como es cuando le acompaña a ciertos actos o desea conocer su pueblo donde la cuenta como un zorro diezmó el gallinero y a consecuencia de ello se hincharon a carne carne de gallina pero también de zorro. “¡Lo del zorro es muy fuerte Revilla!”, recordaba Botín de vez en cuando.

 Al final Revilla da un tirón de orejas a Botín, ya lo verán. Curioso el capítulo en que nos habla de los apuros que pasó el propio autor del libro cuando, habiendo invitado a comer con su esposa e hijas al Presidente del Senado Javier Rojo en el Restaurante La Trainera de Pedreña, recordó que su propietario tiene a gala mantener en la pared los retratos del protomartir de la Cruzada José Antonio Primo de Rivera y del lider del levantamiento criminal, Francisco Franco, y es divertido y curioso ver como la esposa de Revilla resolvió el problema. Pero esto es algo a lo que estamos acostumbrados. Todavia existen estatuas por ahí de Franco a caballo, la de Santander se retiró hace unos años, aunque no haya ninguna de Hitler en Alemania o de Petain en Francia, pero sí incesantes alabanzas a Hiro-Hito en Japón, que mandó ocupar y masacrar varios países del Sudeste asiático, entre ellos Filipinas, o a Harry Truman que causó miles y miles de víctimas en Hiroshima y Nagasaki con la razonable excusa de terminar una guerra o del propio Augusto Pinochet en Chile, con un sesenta y cinco por ciento de votantes en las últimas elecciones de aquel país, que dieron la victoria a Sebastián Piñera, entusiasta seguidor del pinochetismo que tuvo cargos de importancia en la época asesina del general malvado, aunque esté llevando a cabo una política progresista y de reconciliación nacional. Pero la vida es así.”Todo pasa y todo queda”, decía Machado.

Se habla en el libro de las obras que llevó a cabo Revilla siendo Presidente, como organizó las cosas para ayudar a una monja misionera que trata de llevar el agua a un poblado de Mali, en el desierto de Segé, para lo cual cede en subasta, igual que otras personas otras cosas, el chaqué con que asistió a la boda de Letiziz Ortiz y Felipe de Borbón, o de como se preocupó de cuidar los accesos a determinadas zonas de Cantabria o hacer patria en el programa de Buenafuente con esa propaganda sibilina del Banco de Santander o alabar la actitud de David Bustamante en favor de su tierra.No refiere temas oidos en sus discursos o charlas, como aquel de que mandó construir un puente porque un niño tenía que cruzar todos los días un río para ir al colegio o su orgullo de ver en pueblos como Comillas o de Valderrible con alcaldes de su partido. Sí recuerda su aficiòn a la pesca o como actuó cuando le impusieron llevar escolta por estar amenazado por el terrorismo etarra. A muchos interesarán sus comentarios sobre el fútbol, con su Racing por delante, e incluso la intercesión de Santo Toribio de Liébana para lograr la permanencia en Primera División frente al Osasuna; a otros más recordar el descrédito de la justicia cuando un acto vil que tuvo lugar en Castro Urdiales queda sin castigo.

 Es curioso ver el comportamiento de ciertos ciudadanos, como el caso de los votos de Cieza, o saber que Miguel Ángel Revilla también es humano y padece del riñón o los apuros que pasaron él mismo y Manuel Chaves en la boda real aludida y la respuesta a Maragall recordándole su españolidad a ultranza. Algunas confidencias son nuevas para algunos, como el saber que en su momento una de las personas con mayor influencia en el gobierno de Zapatero era Miguel Barroso, no el de don Algodón sino el marido de tan convencida españolista como es Carme Chacón.

Con todo ello Revilla no sólo nos deja gran parte de su biografía, con entrañables fotos incluidas, sino que habla de los últimos tiempos de Cantabria y descubre temas como su simpatía por los taxistas, que es recíproca, su capacidad de trabajo, su sencillez a la hora de hablar con la gente incluso por la calle y el buen entendimiento con su esposa y algunos colaboradores. Habla clara cuando le preguntan por ejemplo por su iniciación sexual o sus sencillas costumbres de comer los domingos en familia en Noja o Pedreña.

Pero si algunos capítulos merecen el mejor aplauso, donde además se traslucen sus conocimientos de economista interesado en los problemas sociales,  son los dos últimos donde habla de la crisis, nacida del ladrillo y de la mala administración. Da consejos a los políticos y a los ciudadanos y lo hace con buenas bases, pues cita a interesantes economistas como Keynes, Schumpeter, clásicos en las facultades universitarias, aunque se refiere a Alan Greenspan con escasa simpatía. Los resultados de atender sus consejos o indicaciones, tanto ciudadanos como políticos, seguramente sean beneficiosos no sólo para Cantabria sino para España y para el mundo, incluida Europa.

Este libro es útil para los seguidores enfervorecidos de Miguel Ángel Revilla, que los tiene y muchos, pero también para quienes sepan ver en su relato un ejercicio de sinceridad y un modelo de trabajo y responsabilidad. Leerlo no perjudicará a casi nadie.



Manuel Quiroga Clérigo.
San Vicente de la Barquera (Cantabria), 4 de agosto de 2012.


 












Manuel Quiroga Clérigo.

(Madrid, 1945).
Licenciado en Psicología Social, Estudios de Derecho ( U.C. de Madrid).
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología (Universidad Complutense de Madrid).
Tesis Doctoral: LA CRITICA LITERARIA COMO FENÓMENO SOCIOLÓGICO).
Crítico literario y de cine, narrador, autor dramático. Poeta.

Ha participado en Congresos, Simposios y Encuentros en todo el mundo.
Conferenciante, prologuista e invitado en seminarios, cursos de poesía, literatura y de ciencias sociales.
Fundador del Grupo Poético “Enero” (Madrid, 1969).
Consejero de la ASOCIACIÓN COLEGIAL ESCRITORES.



Miembro de:C.E.D.R.O.,

ASOCIACIÓN ANDALUZA DE CRITICOS LITERARIOS (CRÍTICOS DEL SUR),

COLEGIO NACIONAL DE DOCTORES Y LICENCIADOS EN CC.PP Y SOCIOLOGIA,
 ASOCIACIÓN CASTELLANO-MANCHEGA DE SOCIOLOGÍA,

ACADEMIA CERVANTINA DE GUANAJUATO (MÉXICO),

S.G.A.E.,

PEN CLUB DE ESPAÑA.