viernes, 5 de octubre de 2007

Échale la culpa al Sol




¿Será el sol culpable del cambio climático?

Mientras la mayoría dice que el calentamiento global es causado por el crecimiento industrial y e mal uso de los recursos naturales, hay visiones alternativas (y complementarias) que tienen menos difusión. ¿Serán ciertas o serán un verso de los que contaminan para lavar su imagen?. No lo sabemos, pero vale conocerlas. En otro lado no la vas a ver.
Es la estrella más cercana. Ejerce una fuerte atracción gravitatoria y la hace girar la tierra a su alrededor. Es la principal fuente de energía; tiene 4.650 millones de años de edad y su combustible le alcanza para 5000 millones más. El Sol, venerado por el hombre en su arte y cultura, protagonista de religiones, mitos y leyendas, también es señalado como posible responsable del cambio climático.

Que el sol influye en la temperatura terrestre, no es novedad. Sin embargo, una de las hipótesis alternativas que explican el calentamiento global, le atribuye a nuestra estrella la responsabilidad de ese proceso, por sobre las explicaciones antropogénicas (es decir, las que señalan como culpable a la actividad humana).

Contra la corriente

La hipótesis más difundida que busca dar luz al fenómeno sobre el l cambio climático es la que dice que es causado por la emisión de gases de efecto invernadero (para profundizar sobre el tema se puede consultar la edición de febrero de Opinión Sur Joven). Sin embargo, hay otras tantas menos conocidas.

Una de ellas asegura que el incremento de la temperatura es predecible a partir de la teoría de las Variaciones Orbitales, según la cual los cambios graduales en la órbita terrestre alrededor del Sol y los cambios en la inclinación axial de la Tierra afectan a la cantidad de energía solar que llega a nuestro planeta.

Otra hipótesis es que el calentamiento se encuentra dentro de los límites de fluctuación natural y no precisa otra explicación particular. O también, algunos creen que es una consecuencia del proceso de salida de una período frío previo, la Pequeña Edad de Hielo.

Algunos escépticos inclusive dicen que -dado que no hay registros reales de la temperatura en todos los puntos y momentos del planeta- no es posible verificar la existencia de dicho cambio climático.

Pero la teoría alternativa más fuerte es la que sostiene que el fenómeno es producto de la actividad solar. La contraposición no es una mera cuestión política o de opinión, sino que el objeto de estudio es la principal diferencia.

Los meteorólogos, quienes en mayor o menor medida identifican a la actividad humana como responsable del calentamiento, estudian el problema desde lo que se llama la “capa límite”, una capa de 10 kilómetros entre la superficie y el universo. Y consideran al sistema climático en forma aislada y que la única influencia del sol es la variación en la radiación solar, la electromagnética (el espectro visible de luz).

Los que apadrinan la opinión alternativa de la actividad solar como causa son en su mayoría los físicos solar-terrestres. Silvia Duhau es investigadora principal del CONICET en dicha disciplina. “Nosotros estudiamos la relación entre todo el sistema planetario, el sol y la tierra, pero con énfasis en lo que hace el sol. Las causas de los cambios climáticos serían de origen solar-planetario y no de origen humano. O sea, no queremos decir que no son las otras –por las antropogénicas-, no es excluyente, como enfoque simplemente decimos que uno puede explicarlo con este modelo”, comenta.

“Yo no soy de los que se dedican a demostrar que lo otro no es cierto, sino a demostrar las causas naturales, y que el problema es de un sistema mucho más complejo del que están mirando los meteorólogos con los 10 kilómetros de “capa límite” de la atmósfera. No buscan ninguna influencia externa o interna. Yo tengo una visión más abierta del problema”, enfatiza.

Cuando calienta el sol

Duhau es probablemente la mayor exponente argentina de esta visión. “Hace 14 años que estoy con esto. Lleva mucho tiempo desarrollar una teoría sobre semejante fenómeno”, comenta, entusiasmada de poder difundir su hipótesis ahora que, según afirma, tiene datos más firmes para respaldarla.

La idea, bajada a un lenguaje llano para el oído no científico, sería la siguiente: las fluctuaciones en el ciclo regular del sol provocan una redistribución de la energía que modifican todo el entorno terrestre, al producir el sol partículas de mayor o menos energía.

“El sol es un sistema caótico determinista, que sufre movimientos (rotaciones diferenciales) como un dínamo, y produce cambios en el campo electromagnético. Pasa de un estado a otro, de estados de menor actividad (denominado gran mínimo), a ciclos regulares y a estados de mayor actividad (gran máximo)”, explica Duhau.

El sol tuvo un cambio alrededor de 1918, sufrió una transición caótica. Se pasó de un ciclo regular a uno de gran máximo, que concluyó en el año 2000, cuando comenzó una nueva transición, que culminaría entre el 2008 y el 2016, dependiendo de si se cambia a un estado regular (que suele ser precedido por transiciones más cortas) o a un gran mínimo de actividad (precedido por transiciones largas). Si este último fuera el caso, podría venir una nueva pequeña edad de hielo.

A todo esto, ¿de qué hablamos cuando hablamos de mayor actividad solar? Es cuando ocurren más tormentas solares, que son grandes burbujas de plasma que arrojan a la Tierra gran cantidad de partículas de alta energía. También las explosiones solares son más intensas, lo que afecta al entorno terrestre, la ionosfera y hasta las telecomunicaciones.

Lo que se sabe con seguridad, siempre dentro del mismo esquema teórico, es que estamos en transición y que de allí no se derivará en un ciclo de mayor actividad, ya que siempre se pasa de un estado “de mayor a menor, o de menor a más, pero nunca de mayor a más actividad”. Este es el hecho más sorprendente de la explicación física solar-terrestre: no se augura un siglo XXI con más calor, como lo afirma la versión más común sobre el cambio climático, sino todo lo contrario.

“De los últimos mil años, más de la mitad del tiempo la actividad solar estuvo en ciclo regular”, explica Duhau. El último período fue de 1740 hasta 1925, cuando largó un gran máximo. Entre 1610 y 1725 estuvo en un gran mínimo, época que se conoce como la Pequeña Edad de Hielo, cuando las manchas solares desaparecieron de la superficie del sol.

Este período histórico también es conocido como “el mínimo de Maunder”, debido al astrónomo F. W. Maunder, quien descubrió el fenómeno. Durante los 30 años de la Pequeña Edad de Hielo, se observaron aproximadamente 50 manchas solares, mientras que lo típico sería unas 50.000. En aquellas décadas, Europa y América del Norte –y aunque no haya registros, seguramente el resto del mundo- padecieron inviernos muy crudos. Ríos como el Ebro (España) y el Támesis (Inglaterra) se congelaron varias veces.

Al ser consultada Duhau si, según su modelo, podríamos entrar en unos años a una nueva pequeña edad de hielo, la física es muy cauta. Sin embargo, dice que es probable y que no falta mucho para enterarnos. “Si la transición se extiende más allá del 2010, todo indicaría que entramos a un ciclo de mínima actividad solar, lo que traería un cambio de estado y tiempos de mucho frío. Lo que es seguro es que no se viene más calor”, advierte.

Un planeta, dos visiones

La polémica entre los que creen que las causas del calentamiento global son humanas y los que creen que se debe a cuestiones naturales está abierta hace tiempo, y continuará en los próximos años.

Es que ambos procesos se han dado a la vez, lo que dificulta poder establecer una teoría firme al respecto. Desde principios del siglo XX hay mayor actividad industrial y solar. Muchos científicos incluso creen que los dos fenómenos contribuyeron al cambio de la temperatura de la Tierra, pero afirman que todavía es imposible decir cuál de ellos tiene una incidencia mayor.
“Lo que puedo asegurar es que el calentamiento no se debe solamente a lo que dice la explicación meteorológica. Y, también, que alcanzaría solamente con lo que hizo el sol para explicarlo. Igualmente yo no me meto con los que creen en lo de los gases de efecto invernadero, porque no es mi especialidad. Yo hablo de lo mío, de las variables que yo manejo”, aclara Duhau.

Además, agrega que todavía no se puede saber cuál de ambas teorías es la correcta o si son complementarias. “En el mundo está lleno de físicos que concuerdan conmigo. Pero en Argentina soy la única. Incluso muchos meteorólogos son críticos del informe del IPCC (el panel de estudio del cambio climático de las Naciones Unidas). Dicen que primero fue el calentamiento y después aumentaron los gases, o sea, habría un escenario de delay”.

Evidentemente, es difícil poder establecer un parámetro común y definitivo sobre las causas del calentamiento global, porque hasta incluso las ciencias duras –las naturales y exactas- tienen diferentes interpretaciones del mismo fenómeno.
Lo curioso es que, de unos años a esta parte, los medios masivos se dediquen a difundir exclusivamente las visiones que ligan el cambio climático a la actividad industrial, y previamente brilló el tema por su ausencia. Eso reaviva un poco la voz de los escépticos, que claman resignados que hay todo un entramado económico de trasfondo.
Con este contexto, resta avizorar un futuro bastante incierto, si se elige no suscribir a ninguna de las dos explicaciones más fuertes sobre el cambio climático. Para los que gustan de la tropicalización de los climas templados, tienen la opinión mayoritaria a su favor. Para los que no, tienen una luz de esperanza en la versión minoritaria que les augura un siglo más fresquito.

Y para los que indiferentes o los que no se juegan, también hay una opción a su favor: si ambos procesos son ciertos y en su versión más radical, como dice Duhau, “quizás tengamos suerte con que los dos ocurran, así no nos congelamos como le pasó a los europeos en el siglo XVIII”. Amén.

septiembre de 2007,

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