UN AñO SIN NUESTRO QUERIDO AMIGO !!!
Una llamada telefónica nos trajo la mala noticia.Imprevista y dolorosa.
Mi entrañable amigo de la juventud, "Cacho" Arch falleció el 27 de septiembre de 2006.
La que me pasó la noticia, fue mi cuñada santafesina.Creí que mi cabeza estaba por explotar.Un rato antes había decidido que debía telefonearle a Juan Carlos, ya que todos mis mensajes ('emilios') de los últimos meses volvian a mi PC.Debido a la diferencia horaria de seis horas entre Haifa (Israel) y Santa Fe (Argentina), estaba esperando que sea más tarde aqui, para telefonearle.
Perdí un gran amigo.Un querido y talentoso 'viejo' amigo.
Una bella persona.
Un creador en todo lo que actuaba: dirección cinematográfica, guionista, crítico cinematográfico, Presidente "vitalicio" del Cine Club Santa Fe, al que llevó a su máxima expresión, etc.etc.
Una persona afable, macanuda, fuera de serie.
Perdí otro querido y gran amigo. Ultimamente, la Parca nos acecha en cada esquina....
Juan Carlos fué discípulo y amigo de Fernando Birri (h), el mitológico y multifacético director de cine, guionista, etc. Fernando Birri, octogenario pero con una energía y lucidez de un joven.
Rindo aqui mi sencillo homenaje a quien fuera mi amigo "Cacho", que se fué, así de repente, dejándonos más huerfanos y doloridos.
Descansa en paz, hermano "Cacho" y cuidanos desde las alturas, mientras jugas un partido de futbol con los ángeles del Cielo.
José Pivín
frente al puerto de Haifa
frente al mar Mediterraneo
DE UNA PUBLICACION EN EL DIARIO 'EL LITORAL' DE SANTA FE, ARGENTINA, PUBLICADA UNOS MESES ATRAS:
"A CONTINUACIÓN, EL REALIZADOR, CRÍTICO Y CINECLUBISTA JUAN CARLOS ARCH"
"En el cine encontré la vida" No pierde su pasión por la sala y antesala del arte, no se cansa de buscar joyas para dar difusión, tampoco para de proyectar, soñar y dar pasos en ese sentido. En esta entrevista da cuenta de su trayectoria atravesada por el lenguaje cinematográfico.
por ANA LAURA FERTONANI
La excusa de este buceo llegó por un premio internacional. Fue en junio que el cineasta santafesino Juan Carlos Arch recibió el Don Quijote, otorgado por la Federación Internacional de Cineclubes. Fue hasta Matera (Italia) como presidente del Cine Club Santa Fe para participar de la asamblea bianual de esa entidad y del 8vo. Festival del Círculo de Cine.
En el medio del trajín impuesto por los grandes eventos, absorto en grandes debates y proyecciones mundiales, de repente, sin siquiera sospecharlo, se hizo acreedor de la condecoración. Las palabras no le alcanzan para describir y definir la emoción de ese instante. Sí cuenta, con el ritmo pausado que lo caracteriza, que este galardón "no está instituido, se otorga cuando amerita. En 59 años es el tercer premio de este tipo que otorga la Federación".
A pesar de la edad, casi 67, y una enfermedad que desde hace un par de años lo detiene de vez en cuando, no pierde su pasión por lo que rodea al arte audiovisual, no se cansa de buscar las joyas del cine que no tienen estreno comercial, ni de proyectar, de soñar y dar pasos en ese sentido. Quiere escribir un libro, está trabajando en un documental y también piensa dedicarse a la docencia. Esto se suma a lo diario, a sus críticas y concresiones cineclubistas.
PURO ACCIDENTE
A partir de este momento habla él, de su vida y el cine, el principio y el camino. Un paseo sobre sus realizaciones y pasiones.-Empecemos por un principio cronológico: ¿Cuándo empezaste a interesarte por el cine?-Uno de adolescente puede estar interesado en muchas cosas o en nada. Depende de la formación familiar, de algunas maestras o profesores, de los amigos de esos años, aunque yo lo que más creo es que ciertas cosas ocurren sin que nada de lo antedicho lo convoque, la vida es puro accidente. En mi caso el cine era una curiosidad mágica. Yo tenía 5 años y vi las primeras imágenes a cien metros de distancia, encaramado en un árbol y con una quinta de por medio. Era el viejo cine Radar que funcionó algunos años en Pedro Ferré y Av. General Paz.Después y hasta los diez mi hermana mayor me llevaba tres veces por semana. Luego ya comencé a ir solo a los cines de mi barrio, que eran el General Paz y el Esperancino, hasta que llegué más al centro porque no podía aguantar saber cómo se salvaba "el muchacho" en la serie de turno, que iba unos episodios adelante en los cines del centro, especialmente el Moderno. Era un cinéfilo sin darme cuenta, hasta que llegó la apertura del Instituto de Cinematografía de la UNL, que pasó a ser otra curiosidad. Fui a conferencias, a las charlas de Fernando Birri y me fui enterando lo que había "detrás" del cine. -¿Hubo algo o alguien que colaboró para elección del camino?-Por esos años -1959- se produjo el hecho que me marcó la espalda para siempre. En el aula Alberdi de Derecho, vino un crítico que se llamaba Fuad Quintar, recién egresado del IDHEC de París a dar una charla que ilustró con tres películas: "El Sena encuentra a París" de Joris Ivens, "La primera noche" de Georges Franju y "Une partie de campagne" de Jean Renoir, y entonces sí, ya no me aparté más. Recuerdo lo conmovido que salí esa noche en que aprendí lo que es un documental con Ivens y lo que es poesía con las otras dos. Si me preguntás con quién me gustaría filmar, te diría que con Franjú, alguien que filmaba hasta el aire, según Godard, y que hizo pocos filmes, pero que devoré viéndolos a cada rato. Es el director con el que más afinidad tengo. -Contá un poco de esos primeros pasos en el descubrimiento personal del cine.-Como alumno, en el Instituto aprendí a mirar el mundo desde el cine, y también qué era el buen cine. Ir descubriendo nuevos mundos cada día era una experiencia notable: me acuerdo que Sammaritano y Mahieu, los profesores de historia del cine y crítica y estética respectivamente, venían de Buenos Aires una semana entera por mes, cargados de latas de 16 y 35mm. Era un placer ver esas películas, ya sea en la sala mayor del Instituto, o en el cine Mayo, que era alquilado desde las 0.30 hasta las seis de la mañana. Pero también había otras materias que nunca olvido como Integración Cultural, que daba César Gargano, alguien que nos aportó mucho. José Bullaude nos daba Medios Audiovisuales y con él salíamos a la calle a testear las costumbres de la gente. Una vez me tocó subir a un colectivo y comerme una banana delante de todos y lidiar luego con la cáscara para no tirarla al suelo. La verdad, nos divertíamos bastante y luego aprendíamos en clase, desmenuzando experiencias de ese tipo. Y alguien que tuvo mucho que ver en mi formación fue José Agustín Mahieu, junto a Fernando Birri. Con Mahieu aprendíamos a analizar los filmes a través de su estructura, a descubrir detalles y fundamentalmente a ser espectadores activos o sea, no esperar mensajes de la obra de arte sino a incorporar preguntas. -¿Se podría definir lo que encontraste?-Encontré la vida, sin exageraciones, anteponiendo siempre al hombre, que es la única medida de todas las cosas. Ahí estaba todo lo que había vivido y saber que un filme, tanto como una novela, un obra de teatro, el arte en suma, no va a cambiar el mundo, pero sí el tuyo. El asunto es que un filme te ayuda a cambiar, a enriquecerte. Somos irrepetibles -decía Truffaut- y eso se comprueba en cada filme, y también en la vida. En verdad, soy muy sensible al lenguaje, y cuando una película "no me llega", como dicen algunos, es generalmente culpa de uno, que no se empeña en descubrir sus códigos. Lógicamente, estamos hablando de una buena película. Algo que trae más de una discusión. ¿Qué es un buen filme? Sabemos que, contra lo que dice el refrán sobre gustos, hay mucho escrito. -Vos hablabas del empeño en descubrir los códigos...-Un buen espectador y por lo tanto buen crítico, no debe prescindir de su subjetividad, pero sí incorporarla en su apreciación de la vida, del arte. La objetividad total no existe, pero es ahí donde entra la actitud que tenemos como forma de vida. Es como en música, cada vez que escuchamos algo que nos gustó, la oiremos cientos de veces con más delectación. En el cine encontré también ese sentido de ceremonia que tiene la sala oscura, ese aislamiento que invita a participar de tantos climas diferentes. Encontré que las historias no importan sino por cómo son contadas, y que saber el final, en vez de arruinar la fiesta, la magnifica. El buen espectador está siguiendo un camino en donde importa más el cómo que el porqué de las cosas que hace la gente, exactamente como en la vida.
VOCACIÓN
-¿Cuándo y por qué realizador?
-En realidad, vocacionalmente siempre quise ser director y con esa terminalidad realicé mis estudios en el Instituto. Tuve la mala suerte de que los negativos de mi filme de tesis "El hincha" desaparecieran misteriosamente del Instituto. Eso no me gustó nada y tras un tiempo en que quedé muy atribulado, me llamaron de Cine Club para integrar su comisión directiva, algo que cambió mi vida. Dejé de pensar en irme a Buenos Aires. A mí siempre me gustó ver cine e incluso te diré que jamás me fui de la sala antes del final, por más mala que fuera, y si te digo que las veía enteras, eso incluye también los títulos finales y es el momento de paladear, de fijar lo que viste. En ese metraje final muchas veces suceden cosas y además está la música que sintetiza el clima del filme, en fin, es el cierre de la ceremonia. En el Instituto, nos mandaban a Cine Club -por eso me hice socio en 1960-, porque ver cine era fundamental. Algo que no sucede ahora, en donde en todas las escuelas los alumnos -cuando no los mismos docentes- quieren hacer cine pero no verlo, lo que me parece un contrasentido total.
-Hablemos de tus realizaciones -"Así habló el señor Nuñez" (1992), "Música de Laura" (1994), "Ciudad sin luz" (1999), y "Abre El Helvético" (2002), y el documental "Una vez la poesía"-, ¿hay alguna que te haya gustado más hacer o que haya significado más?-De todos guardo un grato recuerdo. El cine es un fenómeno colectivo y no sé si me acostumbraría a filmar en lo que llamamos industria. Me gusta hacerlo entre amigos que comparten no sólo la idea sino también hasta partes de la vida. Filmar es para mí algo especial, que disfruto mucho. Mis películas fueron hechas así y me cuesta elegir una. Sé que ninguna tiene mucha importancia, pero de todas aprendí cosas como saber lo difícil que es conseguir los climas que uno desea. Pero los momentos que pasé haciéndolas me redimen de los problemas que genera todo rodaje. Eso sí que es un disfrute puro. -¿Y el crítico de cine, cómo hace su aparición?-Lo de crítico viene por añadidura. Te dije de lo importante que fue Mahieu en mi formación. Siempre me gustó escribir sobre las películas, tratando de que la crítica tenga también valor literario, aún basándose estrictamente en el lenguaje del cine.Una motivación más fue saber por qué a veces un filme cargado de premios y de excelente crítica no me gustaba. Lo volvía a ver para saber por qué no me gustó, o bien por qué me llegaba a gustar después de dos o tres visiones. Eso de que "a mí no gusta" a secas siempre me pareció un acto de soberbia o de indiferencia hacia la propia cultura. Una cosa son las afinidades y otra muy distinta es la inteligencia.
RECOMENDACIONES
¿Cuáles son tus directores y actores preferidos?
-Como te dije antes "Une partie de campagne" de Renoir fue el filme que me dio todo, desde una visión del amor hasta de lo social, desde la vida y el tiempo que la contiene y, fundamentalmente, porque me acerqué a lo que es la poesía.
Es difícil contestar esta pregunta porque siempre se cometen olvidos. Pero aquí va: el que más me interesa, desde el corazón a la cabeza es Jean Luc Godard, que es el director que cambió el cine para siempre y que ahora algunos lo consideran como uno de los grandes pensadores de la época. Pero después te nombro a Truffaut y su inolvidable "Jules et Jim", Angelopoulos, Tarkovski, Ioselliani, todo el neorrealismo italiano con Visconti, De Sica, y Rossellni a la cabeza, Glauber Rocha. En mi cuadro de honor están Rossellini, Dziga Vertov, Pasolini, Antonioni y dos nombres: Georges Franju y Alfred Hichtcock, que son los mejores directores del planeta. No quiero extenderme más, seguro que en esta lista falta gente (como Lusbitch y Wilder, por ejemplo). Otro casi desconocido es Jacques Rozier y ni hablar de Eric Rohmer. Parece que también me olvido de los argentinos, y a la distancia hay que aceptar que "Los inundados" de Fernando Birri, es una obra maestra que tendríamos que ver una vez al año, para apreciar cómo se enriquece con el tiempo. Y con todas sus contradicciones, Leonado Favio.
Los actores y actrices han hecho lo suyo, pero son siempre subsidiarios de la mirada del director. Además, el tema entre teatro y cine va a dar para hablar mucho. El cine es muy especial y está el caso de un Mastroianni, por ejemplo (que nunca estudió arte dramático), pero tenía una relación con la cámara que es casi inexplicable.
-La última: ¿cuál es esa película que no se puede dejar de ver?-Personalmente tengo unas diez, más o menos, pero para hablar de cine y contestar concretamente tu pregunta, esa película es "El ciudadano" de Orson Welles.
fuente: DIARIO EL LITORAL- SANTA FE-
ARGENTINA.