Victoria Lovell nació el 6 de febrero de 1956 en la ciudad de Rosario (donde reside),
provincia de Santa Fe, la Argentina. Es profesora en Castellano, Literatura y Latín,
egresada en 1979 del Instituto Nacional Superior del Profesorado de su ciudad.
Ejerce la docencia desde 1988 en instituciones públicas y privadas. Ha sido
directora de proyectos y coordinadora de áreas vinculadas a la literatura,
propiciados por organismos de la Municipalidad de Rosario. Fue jurado en
diversos concursos promovidos en su provincia, así como panelista en Ferias del
Libro y Festivales de Poesía. Dictó conferencias, participó en Congresos,
prologó, presentó y efectuó reseñas de libros. Fue traducida al francés y al
inglés. Es miembro fundador de “Cooperart” (primera cooperativa de arte de la
Provincia de Santa Fe, 1986) y del comité editorial del sello “Papeles de
Boulevard”. Además de integrar ediciones conjuntas —“Poemas por América” (1986), “Poemas
por el hombre” (1989)— y ser incluida en antologías —“Poetry Ireland Review” Nº 73, “Las
40. Poetas santafesinas 1922-1981”, compilada por Concepción Bertone, el
volumen “Un siglo de literatura
santafesina. Poetas y narradores de la provincia 1900-1995” de Eugenio
Castelli— su quehacer se ha divulgado en propuestas electrónicas y en revistas
de soporte papel —“Casa Tomada”, “Juglaría”, “Los Lanzallamas”, “Poesía de
Rosario”, “Boga”, “El Centón”, “Apofántica”, “La Pecera”, “La Guacha” y otras de
su país, y en “Dierese” de Francia, traducida al francés, desde 2000 a 2005—.
Publicó entre 1981 y 2012 los poemarios “De
cobre y barro”, “Máscaras de familia”,
“Jardines cerrados al público”, “Desde el hastío” y “Los noctiluca”.
1 — Me valgo de un dato,
Victoria: tu madre es Profesora en Letras. ¿Armamos la constelación?
VL — Es así,
mi madre, Ana María Calatroni, obtuvo su título en la primera promoción de la
Facultad de Filosofía y Letras, la que en la actualidad se denomina de Humanidades
y Artes. Mi padre, Filiberto Lovell, era ingeniero. Y tengo un hermano tres
años menor, Ricardo. Mi abuelo, el doctor Alfredo Lovell, nacido en Marbella y
de ascendencia inglesa, llegó a la Argentina en 1911. Junto con el doctor Juan
Álvarez organizaron la actual Biblioteca Argentina. Y allí, donde mi abuelo fue
el primer bibliotecario, por azar, estoy dictando un taller. La hermana de
papá, Gloria Lovell, fue una de las primeras pediatras que hizo de la medicina
un trabajo social. Fue la primera mujer directora del Hospital de Niños, y yo,
su paciente. En la familia de mi padre había ciertos principios inclaudicables:
mi abuelo servía un té en la Biblioteca a las cinco de la tarde para que
pudieran concurrir obreros y estudiantes; mi padre hizo barrios obreros. Por
vía materna, mi abuelo, a quien no conocí, Ricardo Calatroni, fue doctor en
química y violinista, y mi abuela, Ana Caviglia de Calatroni, rebautizada por
mí como Yayi, era pintora, y en un sentido profundo, mi alma mater. Como verás,
varias figuras fuertes.
2 — ¿Por dónde, cómo circulaste
en tu educación?
VL — Cursé
el primario y el secundario en un colegio católico, Adoratrices, por decisión
materna, ya que mi familia paterna era anti-monárquica y atea, gracias a Dios,
según el decir de mi tía pediatra. Desde muy chica gocé de la libertad de
poseer una biblioteca que me permitiera tener acceso a los libros que quisiera,
aunque esa libertad tenía su restricción: debía comportarme de acuerdo a
ciertos cánones sociales. Algo evidentemente no funcionaba y me encargué de
averiguarlo. Recuerdo casi de memoria el comienzo de “Demian” de Hermann Hesse: “¿Por
qué todo aquello que tendía a fluir libremente de mí habría de serme tan
difícil?” Estaba ya cursando el profesorado de Letras cuando en 1976 se
produjo el levantamiento de las Fuerzas Armadas, la dictadura militar. Siento
que pertenezco a una generación perdida porque gran parte fueron desaparecidos
o su militancia política fue en la cárcel.
3 — Y te recibiste.
VL — Me recibí, publiqué mi primer libro. Un año antes, en 1980 me casé con
Reynaldo Uribe, arquitecto, imprentero y poeta. Él estaba separado (recordarás
que el divorcio en la Argentina fue posterior). Comenzamos a convivir de a
tres, ya que su hija Carolina tenía a su mamá exiliada. Tuvimos tres hijos:
Nicolás, Imanol y Federico. Y además sostuvimos proyectos culturales en común:
Cooperart, la creación de los talleres La Escuelita (cuando Reynaldo era
Director del Centro Cultural Bernardino Rivadavia —1990-1995—, en la actualidad
Centro Cultural Roberto Fontanarrosa), revistas que él dirigía y en las que yo
colaboraba (“Juglaría”, “Casa Tomada”, etc.). El taller que coordino es la
continuación de aquella experiencia. En 1996 nos separamos y continué
escribiendo, trabajando, estudiando para la licenciatura en Letras, en
Humanidades y Artes, y criando a mis hijos. Y ahora construyendo otra pareja,
con Oscar de Sanctis, doctor en Física, en fin, viviendo.
4 — Ignoraba que hubieras estado
casada con Reynaldo Uribe (1951-2014). Nunca nos vimos él y yo, pero me ha
publicado poemas en “Juglaría”. ¿Podría ser que nos hicieras una semblanza de
él? ¿Te referirías a su poética?
VL — Cuando
lo conocí a Vasco, él ya dirigía “Juglaría”; es más, nos conocimos en el Centro
Cultural Bernardino Rivadavia, y había publicado en su revista uno de mis
primeros poemas; imaginate mi emoción. Ahora pienso: qué casual ese encuentro;
ya que después fue el director del Centro Cultural. Un notable gestor. Uno de
sus objetivos había sido la participación activa de los jóvenes, que se
apropiaran de un espacio, hasta ese momento distante, y lo habitaran. Lo hizo
posible gracias a un proyecto que entendía la cultura como una construcción
participativa plural. Implementó la dinámica de talleres y cursos en diferentes
áreas y el conjunto de los mismos fue llamado, primero en forma privada y
después pública, La Escuelita, que tenía su propia publicación periódica. Fue
un período de gran entusiasmo y aprendizaje para todos los que formamos
parte.
En cuanto a su poética, por supuesto, cada lector elige sus páginas. A
mí uno de los libros que más me interesó fue “Resistencia”, prologado por mí en 1986; en 2007 fue incluido
dentro de un corpus mayor, “Los elegidos”,
una antología personal. A modo de reseña de este volumen escribí:
“Él elige la materia
con la que trabaja, observa, prueba, descarta, selecciona. Este proceso de
composición se establece a partir de una fuerza ordenadora. La primera parte de
este nuevo libro es “Resistencia”, su
tercera reedición, las anteriores datan de 1984 y 1986. Ahora reaparece
formando parte de un texto mayor subdividido en cuatro partes: Resistencia,
Vulneración del misterio, Los elegidos, Ruinas circulares.
El gesto y el acto poético raramente
se corresponden; pero en “Resistencia”
pareciera ser que sí, hay dos fechas: 1976-1983; ningún lector puede desconocer
esa etapa de la vida constitucional de nuestro país y cabe preguntarse cómo se
escribía y cómo se difundía durante la represión; debe sostenerse la
interrogación, no apurarnos en reseñar, en etiquetar modos de producción
poética que hoy ya forman parte de la
historia de la literatura. Sí cabe señalar que algunos de los poemas de “Resistencia” tuvieron una circulación
por fuera del formato libro; a comienzos de los 80 aparecieron pintadas
callejeras con textos de Felipe Aldana, Paco Urondo y Reynaldo Uribe, entre
otros, firmadas por “El poeta manco”.
El lector de poesía intuye con cierta
rapidez cuando se enfrenta a una obra como totalidad o a la yuxtaposición de los
poemarios que la conforman. En “Los
elegidos”, Reynaldo Uribe recupera y afianza el tono de sus mejores poemas. Poesía breve, nominal,
a veces epigramática: “Cuando todo estuvo
creado,/ el hombre/ se permitió ser niño.” Lo nombrado
regresa y en esa iteración puede leerse paradójicamente la crítica a los
modelos de la globalización; pero también el fracaso de la propia resistencia;
no hay regreso a un mundo primigenio.
“Alguien quiere” el lugar de este
sujeto indefinido, es el de la mirada ubicua del poder que permite diferentes
combinatorias: “que en límites/ negros y
lejanos/ encontremos nuestras huellas” o “que el amor/ sea una rata/ que camine/ por las entrañas.” A veces
se sustituye por quién: “quién podrá/
quién/ será capaz/ de sepultar/ la memoria:”
¿Quién elige a los elegidos, el autor en su antología o Ella? Quién
escoge, selecciona sus flores, que el movimiento de las lenguas permite recoger del griego? “Antología”, anthos, flor
y lego, escoger; y también la derivación etimológica en la palabra latina
lectus-us, lectura, que proviene de la misma raíz griega lego. El oxímoron, como
figura retórica privilegiada de la paradoja, permite otorgar una nueva
significación a los opuestos: “Ella vaga/
enamorada de la vida”; pero ella es la muerte.
En
el prólogo, quien firma como Autor dice: “Morir
de muerte natural o conspirando”, “Ella
buscará a los elegidos…” Y Reynaldo Uribe, nuevamente desafiará a sus
lectores.”
5 — ¿Dedicamos un espacio a
Papeles de Boulevard? ¿Quiénes la fundaron, qué autores difundieron?
VL — En 2007
surgió Papeles de Boulevard con la publicación y presentación conjunta de cinco
títulos de poesía pertenecientes a sus editores: Nora Hall, Alejandro Pidello,
Armando Raúl Santillán, Mercedes Yafar y yo. El gesto de apertura editorial fue
muy bien recibido por los escritores y, si se realiza una lectura conjunta de
estos libros, se verá que responden a líneas estéticas diversas. Tanto el
nombre como el logo editorial hacen referencia a Boulevard Oroño (una arteria
tan importante en mi ciudad que hasta tiene su propia entrada en Wikipedia),
donde la mayoría de nosotros vivimos.
Propusimos a los autores ediciones asequibles,
con una estética cuidada
(volúmenes de formato pequeño) y retomar un diálogo con los artistas plásticos,
incorporando su obra a nuestras tapas. Contamos con dos colecciones: Papeles de Boulevard (poesía)
y Papeles de Ocasión (lecturas ensayísticas). Aclaro que muchos de nuestros autores no son de
Rosario. Tal es el caso de Inés Manzano, recientemente fallecida, quien publicó
su primer y último poemario con nosotros, “Si
es puñal que me mate”. Hasta el momento tenemos publicados veintisiete libros, el último es “Malade” de Marcela Armengod.
Nuestro
sitio web es www.papelesdeboulevard.com.ar.
6 — Has abierto un canal en YouTube.
Ya hay algún videopoema. ¿Prevés realizar otros?
VL — Sí, en
2014 editamos junto con mi amiga, la artista plática Patricia Frey, una serie
de videos poemas denominados “Las Proyectalunes”. La intención fue trabajar con
obras de ambas, respetando los soportes papel y lienzo. Como habrás visto, la
estética es minimalista, tienen una duración aproximada de un minuto y medio y
no hay efectos por fuera; sólo algunos ruiditos significantes. Fue bastante
experimental y la idea es continuar. Veremos cómo.
7 — En 1983, la prestigiosa revista “Koeyú
Latinoamericano” de Caracas, Venezuela, publicó un trabajo tuyo titulado “Vamos
a hablar de Javier Heraud”. Dos décadas después de ser acribillado —a sus
veintiún años, ese poeta guerrillero del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria—, por la Guardia Republicana del gobierno militar que había usurpado
el poder en Perú.
VL — Ese artículo fue
publicado hace más de treinta años; estuvo influido y motivado por las
circunstancias históricas y políticas del momento. Estábamos viviendo el
comienzo de las salidas de las dictaduras en Latinoamérica; por lo tanto, creo
que hoy habría que abordar la gran poesía de Javier Heraud desde otra mirada.
8 — Numerosos han sido los cursos
de postgrado y de perfeccionamiento que has realizado desde 1976. ¿De cuáles te
ha quedado la mayor valoración?
VL — A lo
largo de mi vida siempre estudié lo mismo. Ahora pienso que en esa repetición
está la diferencia. Cuando me recibí en el profesorado de letras todavía
estábamos bajo la dictadura militar. Cuando comenzó la democracia me anoté en
la Facultad de Humanidades y Artes para cursar la licenciatura porque me
interesaba muchísimo continuar con mi formación; así que rendí aquellas
materias y seminarios que no estaban homologados con mi título de profesora.
Una experiencia enriquecedora fue cursar el seminario de Metadiscurso
con María Isabel Gianni, dedicado a Ezequiel Martínez Estrada. Una vez
finalizada la instancia formal nos dedicamos a investigar juntas ciertos
aspectos de su obra y participamos en el Primer Congreso Internacional sobre la vida y la
obra de Martínez Estrada, en la ciudad de Bahía Blanca, en 1993.
Mi ensayo, “Martínez Estrada ante
Kafka” (publicado en las Actas del Primer Congreso), abordada la lectura que
Martínez Estrada a lo largo de su vida realizó de Franz Kafka. Martínez Estrada
en "Muerte y transfiguración de
Martín Fierro" revela la imposibilidad de continuar con una tradición
literaria después de leer a Kafka. Esa revelación es altamente significativa en
un escritor como Martínez Estrada, cuya obra se aparta de todo intento
taxonómico, "un escritor incómodo" para los historiadores de la
literatura. Esa "incomodidad" podría relacionarse con el cambio de
"género" y tener como fecha inicial 1933, cuando se publica "Radiografía de la pampa".
Otra experiencia imborrable fueron
las clases dictadas por Nicolás Rosa en Análisis y Crítica II. Y otro aprendizaje
que rescato fue la participación asidua como invitada en “El Malestar en la Cultura”,
ciclo organizado por dos psicoanalistas: Laura Capella y Jorge Fernández.
9 — Porque has producido teoría a
partir de Felipe Aldana (1922-1970) es que me parece interesante que te
refieras a él.
VL — Cuando
leí por primera vez la obra reunida de Felipe Aldana en Ediciones I. E. N. (Instituto de
Estudios Nacionales), 1977, quedé fascinada. Sobre todo frente a “Poema materialista”, escrito en 1948, porque
en este texto están presentes todos los hallazgos de la vanguardia: el lenguaje
coloquial, la irrupción de lo cotidiano, la transcripción de una melodía de la
Séptima Sinfonía de Beethoven, con el uso de la didascalia (para silbar) como
elemento integrador del extenso poema dividido en dos secciones: Parte Primera
y Segundo Nacimiento. En esta aclaración, para silbar, hay una acción
performativa que estuvo presente en otras intervenciones del poeta.
Te cuento
una anécdota: cuando dio una conferencia sobre la poesía popular, en ARICANA
(Asociación Rosarina de Intercambio Cultural Argentino Norteamericano), se
despidió diciendo: “Y ahora me voy a la
esquina que es donde se cruzan las calles y es donde nace la poesía popular”.
Y se fue silbando un tango. (El público de esa
época no estaba preparado para ese final tan poco formal).
Realicé un
trabajo de investigación sobre su obra, que inauguró una sección, “Los
Olvidados de la Literatura Argentina”, en la revista “Juglaría” Nº 3 de 1981. En simultánea di conferencias
sobre su poética, y el taller que dicté en el Centro Cultural Bernardino
Rivadavia, no solo lo bauticé “Felipe Aldana”, sino que en la puerta podía
leerse: “Para escribir un solo poema/ hay
que estar loco de belleza.” Este poema fue uno de los elegidos por El Poeta Manco (un
grupo cultural que realizó acciones urbanas durante el período que abarcó el
fin de la dictadura y el comienzo de la democracia). Pintaban en las paredes
textos y los militantes políticos los respetaban e interactuaban con las
consignas del momento. Mi ensayo fue replicado en otras publicaciones, como “Al
Sur del Cielo”, en 1985.
Por
suerte, hoy el Premio Municipal de Poesía de mi ciudad lleva su nombre. Su
poética sigue interpelando al lector actual. No quiero dejar de mencionar otra
de sus obras, “Los poemas del gran río”,
compuesta por cuarenta y seis piezas breves; síntesis, contemplación del
paisaje local que evoca el misticismo oriental, y se hermana con la poesía de
Juan L. Ortiz y de su amiga Beatriz Vallejos. Transcribo de ese poemario: “Bajo la luna/ el
sauce/ con las barbas en el agua/ es un monje budista/ meditando sobre la
apariencia/ mientras su imagen sumergida/ medita sobre la verdad.” Bello, ¿no?
10 — En 2001 participaste en
“Chile y la poesía hispanoamericana en América y Europa”, realizado en la
ciudad de Valdivia. ¿Podrías pormenorizar sobre aquella experiencia?
VL — Fue un
congreso organizado por un grupo de intelectuales chilenos exiliados durante la
dictadura de Pinochet. Nos conocíamos porque había participado previamente en
otro congreso, en la Universidad de Oregón, en Eugene, Estados Unidos. Participé
como poeta y expositora con una ponencia sobre los ensayos de César Vallejo: “El
cuerpo rozado apenas del poema”.
Indagué sobre el concepto del poema como intraducible, que él presenta
en su ensayo “Electrones en la obra de arte”. También sobre su posición
des-centrada con respecto a las vanguardias. La experiencia cosmopolita de Vallejo debe ser comprendida
desde una perspectiva más amplia, que incluya a varias generaciones de
intelectuales y artistas latinoamericanos que se vieron en la necesidad de
abrir o de forzar las fronteras de sus propias culturas para transformar sus
realidades histórico-sociales. Es desde Europa donde el americano recupera su
propia mirada. Desde esta mirada, Vallejo asumirá su condición americanista;
mirada especular que le hará decir en defensa de Rubén Darío, como respuesta a
la opinión del uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917) que: “La indigenización es acto de sensibilidad indígena y no de voluntad
indigenista”. Aceptar su destino como americano fue en César Vallejo una
condición ineludible, donde lo estético y ético se fusionan de tal manera que
cuando rozamos el cuerpo del poema no podemos dejar de rozar el cuerpo del
hombre, César Vallejo: su carnadura existencial. Siempre son enriquecedores los intercambios y hubo
un interés genuino y una recepción abierta tanto para mi poesía como para mi
ponencia.
En ese mismo viaje visité Isla Negra
y escribí “César Vallejo en Isla Negra”, un poema irónico sobre la suerte que
tuvieron Pablo Neruda y él. Como verás, los abordajes que realizo sobre
distintos autores me acompañan en un plano existencial. Cada vez estoy más convencida de
que somos lo que leemos, o dicho de otro modo, la pregunta por lo
autobiográfico es la pregunta sobre la experiencia de la propia lectura.
VL
— El año pasado se conmemoraron los veinticinco años del taller que
coordino, dependiente de la Secretaría de Cultura y Educación de la
Municipalidad de Rosario. Aunque había interés en algunos sectores educativos
para que yo publicara un libro sobre talleres, preferí incluirme en la creación
de una novela plural junto con mi grupo, en calidad de coordinadora de “Perdón, ¿usted vio a mi gato?”,
Editorial Reloj de Arena, y cuyos autores son Rosana Alcobé, Julia Caravaca,
Luján Enorad, Pamela Gaido, Pablo Giangreco, Pablo Padial y María Emilia
Padinger. Su concepción demandó dos años de
sostenido y valioso aprendizaje. La novela fue
presentada en diciembre en la Biblioteca Argentina, y gracias a la gran convocatoria
que tuvimos, efectuamos una reedición.
Y en lo estrictamente personal, estoy
escribiendo desde 2014 un largo poema, “Memorias de un olvidante”. En ese
oxímoron me defino. El término surgió a partir de una conversación entre amigos:
yo había afirmado que no era olvidadiza sino olvidante. Uno de ellos amenazó: “Te robo el término”, y yo pensé que tenía
que escribir desde ese lugar donde el sujeto con plena consciencia decide
olvidarse. Así comienza mi work in progress:
Memorias de un
olvidante
Olvido
y regreso en ese instante al olvido
hurto
su mercancía o la abandono
al
abandono que no demanda.
Abono
el olvido con hormonas líquidas
cuando
en los equinoccios
la
naturaleza entra en su propio sopor
o
se inflama de sí misma.
Desmalezo
el olvido
que
no se infecte de babosas
adheridas
a los órganos blandos.
Sembrar
con sal lo no pronunciado
los
gestos de pasiones equívocas;
sembrar
con sal los sueños ajenos
donde
posamos tan desnudos sin permiso.
Tan
sin siempre es abundancia
que
alimenta el olvido.
Nadie
está obligado a poseer
un
amante que en el desacomodo
prohíja
constelaciones
retrotrae
el tiempo al primer milenio
cubiertos
con ásperas capas
para
escapar de la peste
pero
la peste es un convite
que
halaga las retinas
el
veneno vertido en el oído
la
serpiente en el jardín.
No
hay escurridizos en este olvido.
Sujeto
a la amarra sopesa el olvidante
la
dirección del viento
el
brillo atemperado del oro ido en lo ido.
El
olvidante recupera
los
movimientos no la sinfonía
sin
instrumentos el viento
sacude
la amarra, arremolina y desarticula
toda
secuencia lógica.
Atonalismo
que revierte toda sospecha de creencia
en
el leit motiv de la melodía.
El
olvidante sabe de la hipocresía del souvenir
de
las ronroneantes sílabas del espejismo
ignora
todo resabio de idolatría
ya
no lee al otro
*
autoría para acompañar esta entrevista:
Jardines cerrados al público
A quién contemplas ahora
(meciéndote mayo)
quizás aquella
traspasada por cuchillo
voz o sollozo más íntimo
de esas órbitas girando
de la nada a la nada
o de esa boquita que
por las noches sigue
berreando y son tantos,
ay los gemidos del olvido.
Debes pedir por favor
A los gatos que maúllen en celo
como niñitos jamás nacidos.
(de “Jardines cerrados al
público”)
*
Ceremonial
Náusea, la acción de los dedos en la garganta,
convulsiones.
Ritual nocturno, esclusa que se abre a
medianoche
cuando la otra ha sido tapiada. Todos pierden
el olfato
en esta casa nadie sabe reconocer un cadáver.
Constelaciones del cadáver. Descomposición de
las figuras.
Restos de epidermis. En el fondo del wáter
atisba
el mismo rostro que acecha en los bordes.
(de “Jardines
cerrados al público”)
*
César Vallejo en Isla Negra
Con el trago quality beer
salobre espuma trago
en la isla
donde asoma en crepusculario
aquel otro aparecido
que no ha dejado —como el maderamen—
ni un día jueves de morir
porque no está presto el mascarón
para esa distancia
esa en la que lava tu lavandera
sus venas otilinas.
Ambos huérfanos en el curso de otra rosa
otro soplo sobre los velámenes
esa prosa del morir.
(de “Desde
el hastío”)
*
Una línea de Kavafis en dos movimientos
Primer
movimiento
Recuerda cuerpo el pulso exacto de la lira,
en el epitalamio yaces exhalando el aroma
que supo abrirse ante el roce de los labios.
Libando del
gemido te adentras
en la pulpa del tiempo
que otrora fue de los amantes.
Segundo
movimiento
Al cuarto círculo ascienden los obstinados.
Antesala de azulejos ¿suma de colores?
Dos puertas simétricas a la hora señalada
imaginería hospitalaria en gama de grises.
Tubos que se ramifican en tubos que
descienden en sondas y ese estertor
no me pertenece ni la piel ajada
que resta después de una convulsión atroz
que dispara al sentido;
reconozco mis pulsaciones
en esa otra mano tan frágil como la mía
sobre un Ford 37 el recuerdo se petrifica
abrazado por tu padre estabas.
Me sostengo en una línea de Kavafis
recuerda cuerpo no sólo cuánto
profano rezo el mío
recuerda cuerpo fuiste amado
no reconozco a ese cuerpo arrojado sobre las
sábanas
ni a este otro.
No es Madame La Mort, demasiado espacio
ocupa la elegida, no es la muerte ni mors
es la A de ausencia
es el sutil devenir de la descomposición
la perversa lentitud con que el tiempo
nos apresa.
(de
“Desde el hastío”)
*
De
espaldas un kimono de seda blanca
hace girar un abanico negro
conjura a los espíritus
en el centro del recinto
donde mi padre ateo
trazó un templo sintoísta
diciendo que era un garaje.
(de “Los
noctiluca”)
*
Animula vagula, blandula
te
conjuro desposeída y posesa
no
abandones aún estos cuerpos.
Otro
ánimo insuflabas en el emperador
era
la línea tal vez su propio dictum
que
se apropiaba de la memoria no ya tuya
si
no la que quiso que vieras a la muerte con los ojos abiertos.
Quién sabe sobre esto?
Más
cercanos en lejanía recomponemos la cita
ante
la descompostura final.
Anima,
no abandones aún estos cuerpos
transidos
por siglos, adormilados en la espera del prodigio.
(de
“Los noctiluca”)
*
Entrevista realizada a través
del correo electrónico: en las ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes
entre sí unos 300 kilómetros, Victoria Lovell y Rolando Revagliatti, mayo 2016.
www.revagliatti.com.ar
NOTA DEL EDITOR:
La entrevista la recibí directamente del
poeta Rolando Revagliatti, al que felicito
y agradezco su confianza en mi.
Felicito tambien a la hermosa y delicada
poeta Victoria Lovell, nacida en Rosario
de Santa Fe, la misma ciudad en la que
vi la Luz.
JOSE PIVIN
HAIFA
NOTA DEL EDITOR:
La entrevista la recibí directamente del
poeta Rolando Revagliatti, al que felicito
y agradezco su confianza en mi.
Felicito tambien a la hermosa y delicada
poeta Victoria Lovell, nacida en Rosario
de Santa Fe, la misma ciudad en la que
vi la Luz.
JOSE PIVIN
HAIFA
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