lunes, 27 de junio de 2016

LITERATURA: (Juan José) Saer, el persistente. La vigencia del escritor que creó su propio paisaje A 11 AÑOS DE SU MUERTE. El lanzamiento, esta semana, del Año Saer, en Santa Fe, acompaña un fenómeno que crece: nuevas ediciones, ventas sostenidas, ensayos críticos y adaptaciones de sus obras














En  una entrevista que dio en 2005, pocos meses antes de su muerte en París, Juan José Saer se preguntaba por qué Cervantes llegó a ser el escritor que fue. Decía: "Para mí sigue siendo un misterio total. ¿Por qué le tocó escribir el Quijote a él, a ese soldado viejo, miserable, manco, que había estado en la cárcel?". Sobre la propia biografía y obra de Saer también podría extrapolarse esa pregunta: ¿por qué él, un hijo de inmigrantes sirios, cuya lengua materna no era necesariamente el castellano, se transformó en el escritor que fue, cuya relevancia traspasó las fronteras locales y lo colocó como uno de los más importantes escritores en lengua española de la segunda mitad del siglo XX?
Aquella entrevista figura en Una forma más real que la del mundo. Conversaciones con Juan José Saer, el libro que acaba de publicar Mansalva junto a Espacio Santafesino Ediciones, en el que Martín Prieto compila algunas de las entrevistas que dio el autor al que no le gustaban para nada las entrevistas. "No tengo nada que decir", afirmó en una de ellas, haciendo culto de un perfil bajo que lo llevaba a poner en primer plano sus textos para que fueran ellos los que hablaran.
Prieto lo conoció en la intimidad familiar. Su padre, el crítico literario y profesor Adolfo Prieto, fallecido recientemente, a quien Saer dedica La mayor, era un amigo cercano del novelista. Pero, además, Martín Prieto es uno de los estudiosos de su obra. A la pregunta "¿por qué él?" agrega: "¿por qué en ese lugar?". Y se refiere a la preponderancia de la geografía en la producción saeriana y a Serodino, en particular, el pueblo a 40 kilómetros de Rosario donde nació el escritor.
Y aún cabe otra pregunta: ¿por qué ahora? A once años de su muerte, con gran vigencia Saer ha ganado nuevos lectores que lo están descubriendo. Sus libros se siguen vendiendo como cuando vivía, se está reeditando en Francia y se continúan produciendo obras críticas y artísticas a partir de su legado.
El miércoles próximo, se inaugurará en el Museo Provincial de Bellas Artes de Santa Fe el Año Saer. Tendrá como escenario esa provincia, donde no han abundado los reconocimientos a su obra. Sin embargo, este programa ambicioso, que durará un año calendario, tiene como objetivo difundirla y celebrarla. Culminará el 28 de junio de 2017, cuando se cumpla el 80° aniversario del nacimiento del escritor.
En ese marco, durante el año se estrenará la película El limonero real, de Gustavo Fontán, y la ópera de Maricel Álvarez, ambas basadas en la novela homónima de 1974; habrá una muestra artística "Saer+Renzi+Espino"; una exposición con manuscritos del autor; fotos y un congreso internacional dedicado a su obra, entre otras actividades culturales.
Este jueves, para empezar, se presentará el libro Zona Saer, de Beatriz Sarlo, publicado por Ediciones Universidad Diego Portales, de Chile, y el mencionado Una forma más real..., que se suman a los dos libros que salieron el año pasado: El espesor del presente, de Florencia Abbate, y Juan José Saer: la felicidad de la novela, de Rafael Arce.
Escribir sin concesiones
"Saer está más vigente que nunca", dice su editor histórico y amigo Alberto Díaz. Entre 1994 y 2015 lleva vendidos más de 400.000 ejemplares, en 27 ediciones y 123 reimpresiones. "Además de que se sigue vendiendo como cuando estaba vivo, hay que tener en cuenta que estas cifras son muy significativas, sobre todo para un escritor que no escribe para el mercado. Saer analizaba el tema del mercado Saer desde la escritura. Una cosa era 'escribir para' y otra, escribir de acuerdo con cierta estética o ética y fidelidad a una voz propia. Citando a Juani, él decía: 'Lo central, en literatura, es la praxis incierta del escritor que no se concede nada ni concede nada tampoco a sus lectores: ni opiniones coincidentes, ni claridad expositiva, ni buena voluntad, ni pedagogía maquillada. No quiere seducir ni convencer. Escribe lo que se le canta'".
Y él escribió lo que quiso, pero de acuerdo con un metódico plan de escritura. Con la aparición de los borradores inéditos que Díaz publicó en Seix Barral (Papeles de trabajo I, II; a los que siguieron Poemas. Borradores inéditos 3 y Ensayos. Borradores inéditos 4), quedó claro que Saer tenía un proyecto pensado para ser ejecutado. Unos documentos que muestran la cocina de la escritura, el espacio donde las lecturas, las notas, las conversaciones, la imaginación se entremezclan para dar lugar a la palabra. Una intimidad que, lejos de ser una exhibición de lo personal, es estrictamente literaria: la intimidad de un escritor que escribe. Su cuaderno de notas llevado durante 20 años.
Ante la pregunta sobre la vigencia, su hija y albaceas, Clara Saer, explica a la nacion que muchos jóvenes franceses en estos últimos años se mostraron interesados por la obra de su padre: "Una nueva generación de editores en Francia, pero también en otros países de Europa, están recién ahora descubriendo sus libros. Se reeditan en editoriales nuevas, como el Trypode en Francia, que esta por sacar La pesquisa, después de El entenado. Pero también músicos como Ezequiel Menalled trabajan a partir de su obra. Esto prueba que su escritura tiene su propia sonoridad. Y no hablo de la cantidad de jóvenes estudiantes e investigadores que presentan constantemente trabajos por todo el mundo, ya que está traducido hasta al japonés".
Cuando en 1974 se publicó El limonero real, editado por una casa española, la novela pasó inadvertida, salvo por una reseña que Sarlo escribió en la revista Los Libros. Cuarenta y un años después, una película y una ópera están basadas en ella, sólo por mencionar dos manifestaciones que indican que es un texto que sigue leyéndose en varios sentidos.
"Como decía Ezra Pound de los textos clásicos: 'Una novedad que sigue siendo una novedad'. Y eso sí es una sensación creciente respecto de su vigencia. La construcción del mundo Saer hacia los lectores fue de paso muy lento. Fue sólo a principios de los años 80 cuando empezó a ser leído, reconocido y estudiado, a partir de que Susana Zanetti publicó en el Centro Editor de América Latina Narraciones 1 y 2, La mayor,Cicatrices y El limonero real, en tiradas de 12.000 ejemplares que se agotaban en la semana... Y de que María Teresa Gramuglio, en 1984, dedicó su programa de Literatura Argentina del siglo XX en la Universidad de Buenos Aires a Saer (con el agregado de que muchos de los alumnos de la carrera de entonces resultaron críticos y narradores muy influyentes en la literatura argentina). Ahí empezó la cosa", dice Prieto, que estuvo a cargo de la curaduría del Año Saer para el Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia de Santa Fe.
"Creo que Saer siempre va a tener vigencia porque, por la vastedad de su obra, por su coherencia interna, por la contundencia en la concreción de su proyecto narrativo, por su radicalidad y por su altísimo valor literario y estético, es el novelista argentino más importante de la segunda mitad del siglo XX", dice Florencia Abbate, cuyo libro, publicado por Eduvim, propuso una nueva lectura de las novelas del santafesino como "variaciones imaginativas de la experiencia subjetiva del tiempo" y la historia argentina. "Sus novelas no representan la historia de un modo realista tradicional -explica-, sino a través de formas mucho más complejas, entre las cuales se destaca la construcción de un tiempo subjetivo que tiene características distintas a las del tiempo histórico en el cual se fundamenta la historiografía."
El paisaje como clave
Y a la pregunta sobre el tiempo se suma la pregunta por el espacio. El programa que se presenta esta semana en Santa Fe revisará la obra a partir del vínculo de Saer con el territorio en tres líneas definidas. "Una será la infancia en Serodino, el hecho de que Saer, hijo de inmigrantes sirios (una colectividad pequeña en un pueblo pequeño), en un contexto no extremadamente favorable para el ejercicio de las letras -el padre quería que fuese abogado o que siguiera sus pasos en la tienda-, haya terminado siendo uno de los grandes escritores argentinos cuya obra, además, se asienta sobre virtudes compositivas, sintácticas, prosódicas. Todo esto hace que pueda volcarse sobre Saer la pregunta que el mismo Saer se hacía sobre Cervantes en su poema ?Reales': ¿por qué hubo de ser él?", explica Prieto.
Otras dos líneas analizarán su etapa de formación en Santa Fe y en Rosario, entre 1958 y 1968, cuando partió a París definitivamente. Sus maestros y amigos escritores de entonces: Juan L. Ortiz, Adolfo Prieto, Hugo Gola, Aldo Oliva, unos años mayores, entre los primeros; María Teresa Gramuglio, Hugo Padeletti, Nicolás Rosa, Noemí Ulla, Jorge Conti, Rubén Sevlever, Rafael Ielpi, entre los segundos. Su relación con dos instituciones: el Instituto de Cine de Santa Fe y la Facultad de Filosofía y Letras; en la primera como profesor, en la segunda como estudiante inconsecuente. Y el modo en que ese territorio, ese paisaje (Santa Fe, Colastiné, Rosario, Rincón) se convierten en el magma de su obra. "No sólo de la escrita y publicada antes de su viaje a Francia en 1968, sino de toda su obra. El imaginario de toda su obra", agrega Prieto.
Siempre se sintió un inmigrante en Francia, estuvo siempre de paso. En El río sin orillas, dedicado a sus padres, de algún modo deja claro que él mismo repitió esa historia de inmigración. "Si bien Saer está poco tiempo en la Argentina, todo el imaginario de su obra, inclusive todo lo que escribe en Europa, es el universo de su juventud en Santa Fe, en Rosario, en Colastiné. Esto está claro en las cartas que le manda a la madre y a las hermanas desde que se va en 1968 hasta que se compra un teléfono en 1978. Hay diez años de correspondencia en la que todo el tiempo habla de volver. Compra una casa en Colastiné... vive una vida de inmigrantes. Los primeros tiempos la madre le mandaba encomiendas con ropa para él y su mujer. Su relato se diferencia del viaje mitológico a París que hace Cortázar, en el que cuenta que se la pasaba en el Louvre, en la bohemia del café. Saer no tuvo ese vínculo con París. Se fue quedando. En una entrevista que dio en los años 90 dijo que en París no había surubíes. Estaba todo el tiempo comparando París con Santa Fe y el mundo familiar", relata Prieto.
En el año en que se recuerdan los 30 de la muerte de Borges, un sector de la crítica coloca a Juan José Saer en un lugar de sucesor. Su editor, Díaz, cree que de algún modo lo es. "A partir de Glosa, Ricardo Piglia lo ubica en el canon posborgiano que inventa y repite en sus clases, conferencias y artículos. Ubica a Saer en el polo de la negatividad, junto a Puig, al que vinculaba con la cultura popular, y a Walsh como el escritor de la no ficción. Los tres, en la lectura de Piglia, conforman los vértices de la vanguardia argentina."
Para Prieto, sin embargo, no son mundos dominantes: "Hablando de la generación de Contorno -que decía que no se puede leer a Arlt sin eliminar a Borges-, Saer pensaba que eran mundos diferentes y por lo tanto, compatibles. La literatura argentina después de Borges incluye a Saer, a Puig, a los poetas y también a César Aira. Están además los gustos personales, los textos a los que uno quiere volver. Pero la literatura argentina tiene una dimensión que permite que convivan escritores de sintaxis diferentes. En términos personales es Saer el que más me gusta por la proximidad que siento con su mundo referencial".
En cualquier caso, reeditado, leído desde otras perspectivas (desde el arte, el cine, el teatro, la ópera), formando parte de la bibliografía obligatoria de todas las carreras de Letras del país, la de Saer pareciera ser nuevamente una novedad, volviendo a Pound, lejos de haberse convertido en una pieza de museo.











Año Saer
Apertura. El jueves, a las 18, se abrirá el Año Saer, en Santa Fe. Beatriz Sarlo presentará su libro Zona Saer. Y Guillermo Saavedra, Hinde Pomeraniec y Francisco Garamona lo harán con Una forma más real que la del mundo. A las 21.30, se presentará el unipersonal Sombras sobre un vidrio esmerilado.
Programa anual. Durante el año se estrenará la película El limonero real, de Gustavo Fontán, y una ópera de Maricel Álvarez; se realizará una muestra artística, una de manuscritos y un congreso internacional.

Clara Saer: "Decía que sólo se debe leer por gusto"
Clara Saer nació en Rennes en 1980. Es la hija menor de Juan José Saer. Vive en París donde trabaja como periodista para el diario Metronews escribiendo noticias sobre las grandes ciudades (Lyon, Marsella, Touluse, Niza). Junto a su madre Laurence Gueguen, es la responsable de cualquier decisión que se tome sobre la obra del escritor. Es la primera vez que en lugar de periodista es la entrevistada. Se comunica en castellano, lengua que paradójicamente practicó más con su madre francesa, ya que con su padre solía hablar en francés.
-¿Realiza alguna tarea relacionada con el legado literario de su padre?
-Como sabrá el año pasado murió mi hermano Jerónimo. Desde la muerte de nuestro padre éramos los dos sus albaceas ya que mis padres nunca se casaron. Tengo una sobrina de nueve años, Helia. Todas las decisiones artísticas las discutimos con mi madre; Alberto Díaz, el amigo y editor argentino de mi padre y nuestro agente, Guillermo Schavelzon. Es un deber para respetar a todas las personas que estudian la obra de Saer, a sus lectores y también a Helia, quien nunca conoció a su abuelo pero que hoy es su heredera directa.
-¿Cuál es el primer recuerdo de su padre escribiendo?
-Yo siempre lo vi escribir. La escritura era parte de nuestra vida cotidiana. Él no era una persona que se presentara como "escritor", y menos todavía ante su familia. Así que nunca se quejó del ruido o de la presencia invasiva de sus hijos. Él se adaptaba a nosotros y no lo contrario. De pequeña yo no lo veía mucho escribir porque lo hacía cuando yo estaba en la escuela, o de noche. Después me venía a buscar, me compraba una merienda, preparaba la cena, discutía con nosotros. Cosas de padre con sus hijos. Cuando crecí y no necesité más que se encargara de mí, sí que lo veía escribir en su despacho a la tarde. Pero igual, si estaba con mis amigos, escuchando música o charlando, se conformaba con cerrar la puerta de mi cuarto. El decía "para mis hijos no soy un escritor soy el padre", y así eran las cosas.
-¿De niña entendía cuál era su oficio?
-Yo entendía pero cuando uno lo interrogaba sobre este tema él contestaba que enseñaba, porque también era cierto y porque jamas se presentaba como escritor. En 25 años nunca lo oí referirse a sí mismo como escritor. Le parecía totalmente ridículo. Pero de muy joven yo sabia que él era mucho más escritor que profesor. De pequeña lo oía decir a mi madre: "hoy escribí tanto" u "hoy no pude escribir nada". Sentía que era importante para él. Cuando escribía Glosa yo tenia 5 o 6 años. Siempre me quería sentar en sus rodillas y escribir con la máquina. Un día que él necesitaba un poco de tranquilidad para acabar el libro me dijo. "Mira, necesito la máquina para escribir mi novela, pero a penas la termine te la regalo". Contaba riéndose que fue la peor idea que tuvo porque a partir de este día hasta que terminó Glosa, yo entraba en el despacho a cada rato para preguntarle "¿y para cuándo la máquina?"
-¿Cuál es su libro preferido?
-Por razones sentimentales diría La pesquisa, porque ocurre en París, en el Distrito XI donde vivimos hasta mis 13 años y donde también vivió mi hermano hasta su muerte. Tengo muy buenos recuerdos en ese barrio.
-¿Les inculcó el hábito de la lectura? ¿Les leía a la noche, al irse a dormir?
-A mí me encanta leer. Leo mucho y cosas muy diferentes. Yo creo que viene del hecho de que siempre vi a mis padres leer y que siempre hubo en mi casa un montón de libros. De pequeña, para dormir, él nos inventaba historias (la de un gorrión a quien le gustaban las pizzas... esa me encantaba). También leíamos mucho al lado suyo en el sofá. Como muchos niños mi hermano y yo estábamos un poco obsesionados con las colecciones: Jeronimo, con los comics de Spider Man y yo con los de Tintín. Nuestro padre nos los regalaba y le interesaban mucho las historias que a nosotros nos gustaban. Después creciendo descubrí la literatura norteamericana que me fascina y él me aconsejo la lectura de algunos autores que son muy importantes para mí: Kerouac, Fante, Steinbeck, Salinger y, por supuesto, los clásicos franceses Balzac, Zola. Pero entre estos sus preferencias iban a Proust, a Flaubert y a Faulkner cuyos ejemplares de su propia biblioteca conservo yo.
-¿Recuerda algo que él haya dicho respecto de la literatura?
-Mi padre siempre decia: «la littérature doit rester un plaisir», lo que quiere decir que se debe leer por gusto. Tenía razón. No hay peor cosa que leer por obligación.


Fuente- DIARIO LA NACION - BUENOS AiRES- 26 JUNIO 2016

FOTOS DE iNTERNET.

lunes, 20 de junio de 2016

Victoria Lovell: sus respuestas y poemas - Entrevista realizada por Rolando Revagliatti







Victoria Lovell nació el 6 de febrero de 1956 en la ciudad de Rosario (donde reside), provincia de Santa Fe, la Argentina. Es profesora en Castellano, Literatura y Latín, egresada en 1979 del Instituto Nacional Superior del Profesorado de su ciudad. Ejerce la docencia desde 1988 en instituciones públicas y privadas. Ha sido directora de proyectos y coordinadora de áreas vinculadas a la literatura, propiciados por organismos de la Municipalidad de Rosario. Fue jurado en diversos concursos promovidos en su provincia, así como panelista en Ferias del Libro y Festivales de Poesía. Dictó conferencias, participó en Congresos, prologó, presentó y efectuó reseñas de libros. Fue traducida al francés y al inglés. Es miembro fundador de “Cooperart” (primera cooperativa de arte de la Provincia de Santa Fe, 1986) y del comité editorial del sello “Papeles de Boulevard”. Además de integrar ediciones conjuntas —“Poemas por América” (1986), “Poemas por el hombre” (1989)— y ser incluida en antologías —“Poetry Ireland Review” Nº 73, “Las 40. Poetas santafesinas 1922-1981”, compilada por Concepción Bertone, el volumen “Un siglo de literatura santafesina. Poetas y narradores de la provincia 1900-1995” de Eugenio Castelli— su quehacer se ha divulgado en propuestas electrónicas y en revistas de soporte papel —“Casa Tomada”, “Juglaría”, “Los Lanzallamas”, “Poesía de Rosario”, “Boga”, “El Centón”, “Apofántica”, “La Pecera”, “La Guacha” y otras de su país, y en “Dierese” de Francia, traducida al francés, desde 2000 a 2005—. Publicó entre 1981 y 2012 los poemarios “De cobre y barro”, “Máscaras de familia”, “Jardines cerrados al público”, “Desde el hastío” y “Los noctiluca”.



          1 — Me valgo de un dato, Victoria: tu madre es Profesora en Letras. ¿Armamos la constelación?

          VL — Es así, mi madre, Ana María Calatroni, obtuvo su título en la primera promoción de la Facultad de Filosofía y Letras, la que en la actualidad se denomina de Humanidades y Artes. Mi padre, Filiberto Lovell, era ingeniero. Y tengo un hermano tres años menor, Ricardo. Mi abuelo, el doctor Alfredo Lovell, nacido en Marbella y de ascendencia inglesa, llegó a la Argentina en 1911. Junto con el doctor Juan Álvarez organizaron la actual Biblioteca Argentina. Y allí, donde mi abuelo fue el primer bibliotecario, por azar, estoy dictando un taller. La hermana de papá, Gloria Lovell, fue una de las primeras pediatras que hizo de la medicina un trabajo social. Fue la primera mujer directora del Hospital de Niños, y yo, su paciente. En la familia de mi padre había ciertos principios inclaudicables: mi abuelo servía un té en la Biblioteca a las cinco de la tarde para que pudieran concurrir obreros y estudiantes; mi padre hizo barrios obreros. Por vía materna, mi abuelo, a quien no conocí, Ricardo Calatroni, fue doctor en química y violinista, y mi abuela, Ana Caviglia de Calatroni, rebautizada por mí como Yayi, era pintora, y en un sentido profundo, mi alma mater. Como verás, varias figuras fuertes.


          2 — ¿Por dónde, cómo circulaste en tu educación?

          VL — Cursé el primario y el secundario en un colegio católico, Adoratrices, por decisión materna, ya que mi familia paterna era anti-monárquica y atea, gracias a Dios, según el decir de mi tía pediatra. Desde muy chica gocé de la libertad de poseer una biblioteca que me permitiera tener acceso a los libros que quisiera, aunque esa libertad tenía su restricción: debía comportarme de acuerdo a ciertos cánones sociales. Algo evidentemente no funcionaba y me encargué de averiguarlo. Recuerdo casi de memoria el comienzo de “Demian” de Hermann Hesse: “¿Por qué todo aquello que tendía a fluir libremente de mí habría de serme tan difícil?” Estaba ya cursando el profesorado de Letras cuando en 1976 se produjo el levantamiento de las Fuerzas Armadas, la dictadura militar. Siento que pertenezco a una generación perdida porque gran parte fueron desaparecidos o su militancia política fue en la cárcel.


          3 — Y te recibiste.

          VL — Me recibí, publiqué mi primer libro. Un año antes, en 1980 me casé con Reynaldo Uribe, arquitecto, imprentero y poeta. Él estaba separado (recordarás que el divorcio en la Argentina fue posterior). Comenzamos a convivir de a tres, ya que su hija Carolina tenía a su mamá exiliada. Tuvimos tres hijos: Nicolás, Imanol y Federico. Y además sostuvimos proyectos culturales en común: Cooperart, la creación de los talleres La Escuelita (cuando Reynaldo era Director del Centro Cultural Bernardino Rivadavia —1990-1995—, en la actualidad Centro Cultural Roberto Fontanarrosa), revistas que él dirigía y en las que yo colaboraba (“Juglaría”, “Casa Tomada”, etc.). El taller que coordino es la continuación de aquella experiencia. En 1996 nos separamos y continué escribiendo, trabajando, estudiando para la licenciatura en Letras, en Humanidades y Artes, y criando a mis hijos. Y ahora construyendo otra pareja, con Oscar de Sanctis, doctor en Física, en fin, viviendo.


          4 — Ignoraba que hubieras estado casada con Reynaldo Uribe (1951-2014). Nunca nos vimos él y yo, pero me ha publicado poemas en “Juglaría”. ¿Podría ser que nos hicieras una semblanza de él? ¿Te referirías a su poética?

          VL — Cuando lo conocí a Vasco, él ya dirigía “Juglaría”; es más, nos conocimos en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, y había publicado en su revista uno de mis primeros poemas; imaginate mi emoción. Ahora pienso: qué casual ese encuentro; ya que después fue el director del Centro Cultural. Un notable gestor. Uno de sus objetivos había sido la participación activa de los jóvenes, que se apropiaran de un espacio, hasta ese momento distante, y lo habitaran. Lo hizo posible gracias a un proyecto que entendía la cultura como una construcción participativa plural. Implementó la dinámica de talleres y cursos en diferentes áreas y el conjunto de los mismos fue llamado, primero en forma privada y después pública, La Escuelita, que tenía su propia publicación periódica. Fue un período de gran entusiasmo y aprendizaje para todos los que formamos parte. 
          En cuanto a su poética, por supuesto, cada lector elige sus páginas. A mí uno de los libros que más me interesó fue “Resistencia”, prologado por mí en 1986; en 2007 fue incluido dentro de un corpus mayor, “Los elegidos”, una antología personal. A modo de reseña de este volumen escribí:

          “Él elige la materia con la que trabaja, observa, prueba, descarta, selecciona. Este proceso de composición se establece a partir de una fuerza ordenadora. La primera parte de este nuevo libro es “Resistencia”, su tercera reedición, las anteriores datan de 1984 y 1986. Ahora reaparece formando parte de un texto mayor subdividido en cuatro partes: Resistencia, Vulneración del misterio, Los elegidos, Ruinas circulares.
          El gesto y el acto poético raramente se corresponden; pero en “Resistencia” pareciera ser que sí, hay dos fechas: 1976-1983; ningún lector puede desconocer esa etapa de la vida constitucional de nuestro país y cabe preguntarse cómo se escribía y cómo se difundía durante la represión; debe sostenerse la interrogación, no apurarnos en reseñar, en etiquetar modos de producción poética que hoy ya forman parte  de la historia de la literatura. Sí cabe señalar que algunos de los poemas de “Resistencia” tuvieron una circulación por fuera del formato libro; a comienzos de los 80 aparecieron pintadas callejeras con textos de Felipe Aldana, Paco Urondo y Reynaldo Uribe, entre otros, firmadas por “El poeta manco”.
          El lector de poesía intuye con cierta rapidez cuando se enfrenta a una obra como totalidad o a la yuxtaposición de los poemarios que la conforman. En “Los elegidos”, Reynaldo Uribe recupera y afianza el tono de sus mejores poemas. Poesía breve, nominal, a veces epigramática: “Cuando todo estuvo creado,/ el hombre/ se permitió ser niño.” Lo nombrado regresa y en esa iteración puede leerse paradójicamente la crítica a los modelos de la globalización; pero también el fracaso de la propia resistencia; no hay regreso a un mundo primigenio.
          “Alguien quiere” el lugar de este sujeto indefinido, es el de la mirada ubicua del poder que permite diferentes combinatorias: “que en límites/ negros y lejanos/ encontremos nuestras huellas” o “que el amor/ sea una rata/ que camine/ por las entrañas.” A veces se sustituye por quién: “quién podrá/ quién/ será capaz/ de sepultar/ la memoria:”
          ¿Quién elige a los elegidos, el autor en su antología o Ella? Quién escoge, selecciona sus flores, que el movimiento de las lenguas permite  recoger del griego? “Antología”, anthos, flor y lego, escoger; y también la derivación etimológica en la palabra latina lectus-us, lectura, que proviene de la misma raíz griega lego. El oxímoron, como figura retórica privilegiada de la paradoja, permite otorgar una nueva significación a los opuestos: “Ella vaga/ enamorada de la vida”; pero ella es la muerte.
En el prólogo, quien firma como Autor dice: “Morir de muerte natural o conspirando”, “Ella buscará a los elegidos…” Y Reynaldo Uribe, nuevamente desafiará a sus lectores.


          5 — ¿Dedicamos un espacio a Papeles de Boulevard? ¿Quiénes la fundaron, qué autores difundieron?

          VL — En 2007 surgió Papeles de Boulevard con la publicación y presentación conjunta de cinco títulos de poesía pertenecientes a sus editores: Nora Hall, Alejandro Pidello, Armando Raúl Santillán, Mercedes Yafar y yo. El gesto de apertura editorial fue muy bien recibido por los escritores y, si se realiza una lectura conjunta de estos libros, se verá que responden a líneas estéticas diversas. Tanto el nombre como el logo editorial hacen referencia a Boulevard Oroño (una arteria tan importante en mi ciudad que hasta tiene su propia entrada en Wikipedia), donde la mayoría de nosotros vivimos.
Propusimos a los autores ediciones asequibles, con una estética cuidada (volúmenes de formato pequeño) y retomar un diálogo con los artistas plásticos, incorporando su obra a nuestras tapas. Contamos con dos colecciones: Papeles de Boulevard (poesía) y Papeles de Ocasión (lecturas ensayísticas). Aclaro que muchos de nuestros autores no son de Rosario. Tal es el caso de Inés Manzano, recientemente fallecida, quien publicó su primer y último poemario con nosotros, “Si es puñal que me mate”. Hasta el momento tenemos publicados veintisiete libros, el último es “Malade” de Marcela Armengod.
Nuestro sitio web es www.papelesdeboulevard.com.ar.


          6 — Has abierto un canal en YouTube. Ya hay algún videopoema. ¿Prevés realizar otros?

          VL — Sí, en 2014 editamos junto con mi amiga, la artista plática Patricia Frey, una serie de videos poemas denominados “Las Proyectalunes”. La intención fue trabajar con obras de ambas, respetando los soportes papel y lienzo. Como habrás visto, la estética es minimalista, tienen una duración aproximada de un minuto y medio y no hay efectos por fuera; sólo algunos ruiditos significantes. Fue bastante experimental y la idea es continuar. Veremos cómo.


          7 — En 1983, la prestigiosa revista “Koeyú Latinoamericano” de Caracas, Venezuela, publicó un trabajo tuyo titulado “Vamos a hablar de Javier Heraud”. Dos décadas después de ser acribillado —a sus veintiún años, ese poeta guerrillero del Movimiento de Izquierda Revolucionaria—, por la Guardia Republicana del gobierno militar que había usurpado el poder en Perú.

          VL — Ese artículo fue publicado hace más de treinta años; estuvo influido y motivado por las circunstancias históricas y políticas del momento. Estábamos viviendo el comienzo de las salidas de las dictaduras en Latinoamérica; por lo tanto, creo que hoy habría que abordar la gran poesía de Javier Heraud desde otra mirada.


          8 — Numerosos han sido los cursos de postgrado y de perfeccionamiento que has realizado desde 1976. ¿De cuáles te ha quedado la mayor valoración?

          VL — A lo largo de mi vida siempre estudié lo mismo. Ahora pienso que en esa repetición está la diferencia. Cuando me recibí en el profesorado de letras todavía estábamos bajo la dictadura militar. Cuando comenzó la democracia me anoté en la Facultad de Humanidades y Artes para cursar la licenciatura porque me interesaba muchísimo continuar con mi formación; así que rendí aquellas materias y seminarios que no estaban homologados con mi título de profesora.
          Una experiencia enriquecedora fue cursar el seminario de Metadiscurso con María Isabel Gianni, dedicado a Ezequiel Martínez Estrada. Una vez finalizada la instancia formal nos dedicamos a investigar juntas ciertos aspectos de su obra y participamos en el Primer Congreso Internacional sobre la vida y la obra de Martínez Estrada, en la ciudad de Bahía Blanca, en 1993.
          Mi ensayo, “Martínez Estrada ante Kafka” (publicado en las Actas del Primer Congreso), abordada la lectura que Martínez Estrada a lo largo de su vida realizó de Franz Kafka. Martínez Estrada en "Muerte y transfiguración de Martín Fierro" revela la imposibilidad de continuar con una tradición literaria después de leer a Kafka. Esa revelación es altamente significativa en un escritor como Martínez Estrada, cuya obra se aparta de todo intento taxonómico, "un escritor incómodo" para los historiadores de la literatura. Esa "incomodidad" podría relacionarse con el cambio de "género" y tener como fecha inicial 1933, cuando se publica "Radiografía de la pampa".
          Otra experiencia imborrable fueron las clases dictadas por Nicolás Rosa en Análisis y Crítica II. Y otro aprendizaje que rescato fue la participación asidua como invitada en “El Malestar en la Cultura”, ciclo organizado por dos psicoanalistas: Laura Capella y Jorge Fernández.


          9 — Porque has producido teoría a partir de Felipe Aldana (1922-1970) es que me parece interesante que te refieras a él.

          VL — Cuando leí por primera vez la obra reunida de Felipe Aldana en Ediciones I. E. N. (Instituto de Estudios Nacionales), 1977, quedé fascinada. Sobre todo frente a “Poema materialista”, escrito en 1948, porque en este texto están presentes todos los hallazgos de la vanguardia: el lenguaje coloquial, la irrupción de lo cotidiano, la transcripción de una melodía de la Séptima Sinfonía de Beethoven, con el uso de la didascalia (para silbar) como elemento integrador del extenso poema dividido en dos secciones: Parte Primera y Segundo Nacimiento. En esta aclaración, para silbar, hay una acción performativa que estuvo presente en otras intervenciones del poeta.
          Te cuento una anécdota: cuando dio una conferencia sobre la poesía popular, en ARICANA (Asociación Rosarina de Intercambio Cultural Argentino Norteamericano), se despidió diciendo: “Y ahora me voy a la esquina que es donde se cruzan las calles y es donde nace la poesía popular”. Y se fue silbando un tango. (El público de esa  época no estaba preparado para ese final tan poco formal).
          Realicé un trabajo de investigación sobre su obra, que inauguró una sección, “Los Olvidados de la Literatura Argentina”, en la revista “Juglaría” Nº 3 de 1981. En simultánea di conferencias sobre su poética, y el taller que dicté en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, no solo lo bauticé “Felipe Aldana”, sino que en la puerta podía leerse: “Para escribir un solo poema/ hay que estar loco de belleza. Este poema fue uno de los elegidos por El Poeta Manco (un grupo cultural que realizó acciones urbanas durante el período que abarcó el fin de la dictadura y el comienzo de la democracia). Pintaban en las paredes textos y los militantes políticos los respetaban e interactuaban con las consignas del momento. Mi ensayo fue replicado en otras publicaciones, como “Al Sur del Cielo”, en 1985.
          Por suerte, hoy el Premio Municipal de Poesía de mi ciudad lleva su nombre. Su poética sigue interpelando al lector actual. No quiero dejar de mencionar otra de sus obras, “Los poemas del gran río”, compuesta por cuarenta y seis piezas breves; síntesis, contemplación del paisaje local que evoca el misticismo oriental, y se hermana con la poesía de Juan L. Ortiz y de su amiga Beatriz Vallejos. Transcribo de ese poemario: “Bajo la luna/ el sauce/ con las barbas en el agua/ es un monje budista/ meditando sobre la apariencia/ mientras su imagen sumergida/ medita sobre la verdad.” Bello, ¿no?


          10 — En 2001 participaste en “Chile y la poesía hispanoamericana en América y Europa”, realizado en la ciudad de Valdivia. ¿Podrías pormenorizar sobre aquella experiencia?

          VL — Fue un congreso organizado por un grupo de intelectuales chilenos exiliados durante la dictadura de Pinochet. Nos conocíamos porque había participado previamente en otro congreso, en la Universidad de Oregón, en Eugene, Estados Unidos. Participé como poeta y expositora con una ponencia sobre los ensayos de César Vallejo: “El cuerpo rozado apenas del poema”.
          Indagué sobre el concepto del poema como intraducible, que él presenta en su ensayo “Electrones en la obra de arte”. También sobre su posición des-centrada con respecto a las vanguardias. La experiencia cosmopolita de Vallejo debe ser comprendida desde una perspectiva más amplia, que incluya a varias generaciones de intelectuales y artistas latinoamericanos que se vieron en la necesidad de abrir o de forzar las fronteras de sus propias culturas para transformar sus realidades histórico-sociales. Es desde Europa donde el americano recupera su propia mirada. Desde esta mirada, Vallejo asumirá su condición americanista; mirada especular que le hará decir en defensa de Rubén Darío, como respuesta a la opinión del uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917) que: “La indigenización es acto de sensibilidad indígena y no de voluntad indigenista”. Aceptar su destino como americano fue en César Vallejo una condición ineludible, donde lo estético y ético se fusionan de tal manera que cuando rozamos el cuerpo del poema no podemos dejar de rozar el cuerpo del hombre, César Vallejo: su carnadura existencial. Siempre son enriquecedores los intercambios y hubo un interés genuino y una recepción abierta tanto para mi poesía como para mi ponencia.
          En ese mismo viaje visité Isla Negra y escribí “César Vallejo en Isla Negra”, un poema irónico sobre la suerte que tuvieron Pablo Neruda y él. Como verás, los abordajes que realizo sobre distintos autores me acompañan en un plano existencial. Cada vez estoy más convencida de que somos lo que leemos, o dicho de otro modo, la pregunta por lo autobiográfico es la pregunta sobre la experiencia de la propia lectura.


          11 — ¿Y retornando a tu actualidad?

          VL — El año pasado se conmemoraron los veinticinco años del taller que coordino, dependiente de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario. Aunque había interés en algunos sectores educativos para que yo publicara un libro sobre talleres, preferí incluirme en la creación de una novela plural junto con mi grupo, en calidad de coordinadora de “Perdón, ¿usted vio a mi gato?”, Editorial Reloj de Arena, y cuyos autores son Rosana Alcobé, Julia Caravaca, Luján Enorad, Pamela Gaido, Pablo Giangreco, Pablo Padial y María Emilia Padinger. Su concepción demandó dos años de sostenido y valioso aprendizaje. La novela fue presentada en diciembre en la Biblioteca Argentina, y gracias a la gran convocatoria que tuvimos, efectuamos una reedición.
          Y en lo estrictamente personal, estoy escribiendo desde 2014 un largo poema, “Memorias de un olvidante”. En ese oxímoron me defino. El término surgió a partir de una conversación entre amigos: yo había afirmado que no era olvidadiza sino olvidante. Uno de ellos amenazó: “Te robo el término”, y yo pensé que tenía que escribir desde ese lugar donde el sujeto con plena consciencia decide olvidarse. Así comienza mi work in progress:

Memorias de un olvidante


Olvido y  regreso en ese instante al olvido
hurto su mercancía o la abandono
al abandono que no demanda.

Abono el olvido con hormonas líquidas
cuando en los equinoccios
la naturaleza entra en su propio sopor
o se inflama de sí misma.

Desmalezo el olvido
que no se infecte de babosas
adheridas a los órganos blandos.
Sembrar con sal lo no pronunciado
los gestos de pasiones equívocas;
sembrar con sal los sueños ajenos
donde posamos tan desnudos sin permiso.

Tan sin siempre es abundancia
que alimenta el olvido.

Nadie está obligado a poseer
un amante que en el desacomodo
prohíja constelaciones
retrotrae el tiempo al primer milenio
cubiertos con ásperas capas
para escapar de la peste
pero la peste es un convite
que halaga las retinas
el veneno vertido en el oído
la serpiente en el jardín.

No hay escurridizos en este olvido.
Sujeto a la amarra sopesa el olvidante
la dirección del viento
el brillo atemperado del oro ido en lo ido.
El olvidante recupera
los movimientos no la sinfonía
sin instrumentos el viento
sacude la amarra, arremolina y desarticula
toda secuencia lógica.

Atonalismo que revierte toda sospecha de creencia
en el leit motiv de la melodía.
El olvidante sabe de la hipocresía del souvenir
de las ronroneantes sílabas del espejismo
ignora todo resabio de idolatría
ya no lee al otro
ya no se olvida en el otro, el olvidante.



*


Victoria Lovell selecciona poemas de su 
autoría para acompañar esta entrevista:



Jardines cerrados al público


A quién contemplas ahora
(meciéndote mayo)
quizás aquella
traspasada por cuchillo
voz o sollozo más íntimo
de esas órbitas girando
de la nada a la nada
o de esa boquita que
por las noches sigue
berreando y son tantos,
ay los gemidos del olvido.
Debes pedir por favor
A los gatos que maúllen en celo
como niñitos jamás nacidos.


            (de “Jardines cerrados al público”)


*


Ceremonial


Náusea, la acción de los dedos en la garganta, convulsiones.
Ritual nocturno, esclusa que se abre a medianoche
cuando la otra ha sido tapiada. Todos pierden el olfato
en esta casa nadie sabe reconocer un cadáver.

Constelaciones del cadáver. Descomposición de las figuras.
Restos de epidermis. En el fondo del wáter atisba
el mismo rostro que acecha en los bordes.


          (de “Jardines cerrados al público”)


*


César Vallejo en Isla Negra


Con el trago quality beer
salobre espuma trago
en la isla
donde asoma en crepusculario
aquel otro aparecido
que no ha dejado —como el maderamen—
ni un día jueves de morir
porque no está presto el mascarón
para esa distancia
esa en la que lava tu lavandera
sus venas otilinas.

Ambos huérfanos en el curso de otra rosa
otro soplo sobre los velámenes
esa prosa del morir.


                        (de “Desde el hastío”)


*


Una línea de Kavafis en dos movimientos


Primer movimiento


Recuerda cuerpo el pulso exacto de la lira,
en el epitalamio yaces exhalando el aroma
que supo abrirse ante el roce de los labios.
Libando del  gemido te adentras
en la pulpa del tiempo
que otrora fue de los amantes.


Segundo movimiento


Al cuarto círculo ascienden los obstinados.
Antesala de azulejos ¿suma de colores?
Dos puertas simétricas a la hora señalada
imaginería hospitalaria en gama de grises.
Tubos que se ramifican en tubos que
descienden en sondas y ese estertor
no me pertenece ni la piel ajada
que resta después de una convulsión atroz
que dispara al sentido;
reconozco mis pulsaciones
en esa otra mano tan frágil como la mía
sobre un Ford 37 el recuerdo se petrifica
abrazado por tu padre estabas.
Me sostengo en una línea de Kavafis
recuerda cuerpo no sólo cuánto
profano rezo el mío
recuerda cuerpo fuiste amado
no reconozco a ese cuerpo arrojado sobre las sábanas
ni a este otro.
No es Madame La Mort, demasiado espacio
ocupa la elegida, no es la muerte ni mors
es la A de ausencia
es el sutil devenir de la descomposición
la perversa lentitud con que el tiempo
nos apresa.


                             (de “Desde el hastío”)


*


De espaldas un kimono de seda blanca
hace girar un abanico negro
conjura a los espíritus
en el centro del recinto
donde mi padre ateo
trazó un templo sintoísta
diciendo que era un garaje.


                               
                        (de “Los noctiluca”)


*


Animula vagula, blandula
te conjuro desposeída y posesa
no abandones aún estos cuerpos.
Otro ánimo insuflabas en el emperador
era la línea tal vez su propio dictum
que se apropiaba de la memoria no ya tuya
si no la que quiso que vieras a la muerte con los ojos abiertos.

                    Quién sabe sobre esto?

Más cercanos en lejanía recomponemos la cita
ante la descompostura final.
Anima, no abandones aún estos cuerpos
transidos por siglos, adormilados en la espera del prodigio.



                  (de “Los noctiluca”)


*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes entre sí unos 300 kilómetros, Victoria Lovell y Rolando Revagliatti, mayo 2016.


www.revagliatti.com.ar

NOTA DEL EDITOR:

La entrevista la recibí directamente del
poeta Rolando Revagliatti, al que felicito
y agradezco su confianza en mi.

Felicito tambien a la hermosa y delicada
poeta Victoria Lovell, nacida en Rosario
de Santa Fe, la misma ciudad  en la que
vi la Luz.

JOSE PIVIN
HAIFA