En una entrevista que dio en 2005, pocos meses antes de su muerte en París, Juan José Saer se preguntaba por qué Cervantes llegó a ser el escritor que fue. Decía: "Para mí sigue siendo un misterio total. ¿Por qué le tocó escribir el Quijote a él, a ese soldado viejo, miserable, manco, que había estado en la cárcel?". Sobre la propia biografía y obra de Saer también podría extrapolarse esa pregunta: ¿por qué él, un hijo de inmigrantes sirios, cuya lengua materna no era necesariamente el castellano, se transformó en el escritor que fue, cuya relevancia traspasó las fronteras locales y lo colocó como uno de los más importantes escritores en lengua española de la segunda mitad del siglo XX?
Aquella
entrevista figura en Una forma más real que la del mundo. Conversaciones con Juan José Saer, el libro que acaba de publicar Mansalva junto a Espacio Santafesino
Ediciones, en el que Martín Prieto compila algunas de las entrevistas que dio
el autor al que no le gustaban para nada las entrevistas. "No tengo nada
que decir", afirmó en una de ellas, haciendo culto de un perfil bajo que
lo llevaba a poner en primer plano sus textos para que fueran ellos los que
hablaran.
Prieto lo
conoció en la intimidad familiar. Su padre, el crítico literario y profesor
Adolfo Prieto, fallecido recientemente, a quien Saer dedica La mayor, era un amigo cercano del novelista. Pero, además, Martín Prieto es uno
de los estudiosos de su obra. A la pregunta "¿por qué él?" agrega:
"¿por qué en ese lugar?". Y se refiere a la preponderancia de la
geografía en la producción saeriana y a Serodino, en particular, el pueblo a 40
kilómetros de Rosario donde nació el escritor.
Y aún cabe otra
pregunta: ¿por qué ahora? A once años de su muerte, con gran vigencia Saer ha
ganado nuevos lectores que lo están descubriendo. Sus libros se siguen
vendiendo como cuando vivía, se está reeditando en Francia y se continúan
produciendo obras críticas y artísticas a partir de su legado.
El miércoles
próximo, se inaugurará en el Museo Provincial de Bellas Artes de Santa Fe el
Año Saer. Tendrá como escenario esa provincia, donde no han abundado los
reconocimientos a su obra. Sin embargo, este programa ambicioso, que durará un
año calendario, tiene como objetivo difundirla y celebrarla. Culminará el 28 de
junio de 2017, cuando se cumpla el 80° aniversario del nacimiento del escritor.
En ese marco,
durante el año se estrenará la película El limonero
real, de Gustavo Fontán, y la ópera de Maricel Álvarez,
ambas basadas en la novela homónima de 1974; habrá una muestra artística
"Saer+Renzi+Espino"; una exposición con manuscritos del autor; fotos
y un congreso internacional dedicado a su obra, entre otras actividades
culturales.
Este jueves,
para empezar, se presentará el libro Zona Saer, de Beatriz Sarlo, publicado por Ediciones Universidad Diego Portales,
de Chile, y el mencionado Una forma más real..., que se suman a los dos libros que salieron el año pasado: El espesor del
presente, de Florencia Abbate, y Juan José Saer:
la felicidad de la novela, de Rafael
Arce.
Escribir sin concesiones
"Saer está
más vigente que nunca", dice su editor histórico y amigo Alberto Díaz.
Entre 1994 y 2015 lleva vendidos más de 400.000 ejemplares, en 27 ediciones y
123 reimpresiones. "Además de que se sigue vendiendo como cuando estaba
vivo, hay que tener en cuenta que estas cifras son muy significativas, sobre
todo para un escritor que no escribe para el mercado. Saer analizaba el tema
del mercado Saer desde la escritura. Una cosa era 'escribir para' y otra,
escribir de acuerdo con cierta estética o ética y fidelidad a una voz propia.
Citando a Juani, él decía: 'Lo central, en literatura, es la praxis incierta
del escritor que no se concede nada ni concede nada tampoco a sus lectores: ni
opiniones coincidentes, ni claridad expositiva, ni buena voluntad, ni pedagogía
maquillada. No quiere seducir ni convencer. Escribe lo que se le canta'".
Y él escribió
lo que quiso, pero de acuerdo con un metódico plan de escritura. Con la
aparición de los borradores inéditos que Díaz publicó en Seix Barral (Papeles de
trabajo I, II; a los que siguieron Poemas.
Borradores inéditos 3 y Ensayos. Borradores inéditos 4), quedó claro que Saer tenía un proyecto pensado para ser ejecutado.
Unos documentos que muestran la cocina de la escritura, el espacio donde las
lecturas, las notas, las conversaciones, la imaginación se entremezclan para
dar lugar a la palabra. Una intimidad que, lejos de ser una exhibición de lo
personal, es estrictamente literaria: la intimidad de un escritor que escribe.
Su cuaderno de notas llevado durante 20 años.
Ante la
pregunta sobre la vigencia, su hija y albaceas, Clara Saer, explica a la nacion
que muchos jóvenes franceses en estos últimos años se mostraron interesados por
la obra de su padre: "Una nueva generación de editores en Francia, pero
también en otros países de Europa, están recién ahora descubriendo sus libros.
Se reeditan en editoriales nuevas, como el Trypode en Francia, que esta por
sacar La pesquisa, después de El entenado. Pero también músicos como Ezequiel Menalled trabajan a partir de su
obra. Esto prueba que su escritura tiene su propia sonoridad. Y no hablo de la
cantidad de jóvenes estudiantes e investigadores que presentan constantemente
trabajos por todo el mundo, ya que está traducido hasta al japonés".
Cuando en 1974
se publicó El limonero real, editado por una casa española, la novela pasó
inadvertida, salvo por una reseña que Sarlo escribió en la revista Los Libros. Cuarenta y un años después, una película y una ópera están basadas en
ella, sólo por mencionar dos manifestaciones que indican que es un texto que
sigue leyéndose en varios sentidos.
"Como
decía Ezra Pound de los textos clásicos: 'Una novedad que sigue siendo una
novedad'. Y eso sí es una sensación creciente respecto de su vigencia. La
construcción del mundo Saer hacia los lectores fue de paso muy lento. Fue sólo
a principios de los años 80 cuando empezó a ser leído, reconocido y estudiado,
a partir de que Susana Zanetti publicó en el Centro Editor de América Latina Narraciones 1 y 2, La mayor,Cicatrices y El limonero
real, en tiradas de 12.000 ejemplares que se agotaban en
la semana... Y de que María Teresa Gramuglio, en 1984, dedicó su programa de
Literatura Argentina del siglo XX en la Universidad de Buenos Aires a Saer (con
el agregado de que muchos de los alumnos de la carrera de entonces resultaron
críticos y narradores muy influyentes en la literatura argentina). Ahí empezó
la cosa", dice Prieto, que estuvo a cargo de la curaduría del Año Saer
para el Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia de Santa Fe.
"Creo que
Saer siempre va a tener vigencia porque, por la vastedad de su obra, por su
coherencia interna, por la contundencia en la concreción de su proyecto
narrativo, por su radicalidad y por su altísimo valor literario y estético, es
el novelista argentino más importante de la segunda mitad del siglo XX",
dice Florencia Abbate, cuyo libro, publicado por Eduvim, propuso una nueva
lectura de las novelas del santafesino como "variaciones imaginativas de
la experiencia subjetiva del tiempo" y la historia argentina. "Sus
novelas no representan la historia de un modo realista tradicional -explica-,
sino a través de formas mucho más complejas, entre las cuales se destaca la
construcción de un tiempo subjetivo que tiene características distintas a las
del tiempo histórico en el cual se fundamenta la historiografía."
El paisaje como clave
Y a la pregunta
sobre el tiempo se suma la pregunta por el espacio. El programa que se presenta
esta semana en Santa Fe revisará la obra a partir del vínculo de Saer con el
territorio en tres líneas definidas. "Una será la infancia en Serodino, el
hecho de que Saer, hijo de inmigrantes sirios (una colectividad pequeña en un
pueblo pequeño), en un contexto no extremadamente favorable para el ejercicio
de las letras -el padre quería que fuese abogado o que siguiera sus pasos en la
tienda-, haya terminado siendo uno de los grandes escritores argentinos cuya
obra, además, se asienta sobre virtudes compositivas, sintácticas, prosódicas.
Todo esto hace que pueda volcarse sobre Saer la pregunta que el mismo Saer se
hacía sobre Cervantes en su poema ?Reales': ¿por qué hubo de ser él?",
explica Prieto.
Otras dos
líneas analizarán su etapa de formación en Santa Fe y en Rosario, entre 1958 y
1968, cuando partió a París definitivamente. Sus maestros y amigos escritores
de entonces: Juan L. Ortiz, Adolfo Prieto, Hugo Gola, Aldo Oliva, unos años
mayores, entre los primeros; María Teresa Gramuglio, Hugo Padeletti, Nicolás
Rosa, Noemí Ulla, Jorge Conti, Rubén Sevlever, Rafael Ielpi, entre los
segundos. Su relación con dos instituciones: el Instituto de Cine de Santa Fe y
la Facultad de Filosofía y Letras; en la primera como profesor, en la segunda
como estudiante inconsecuente. Y el modo en que ese territorio, ese paisaje
(Santa Fe, Colastiné, Rosario, Rincón) se convierten en el magma de su obra.
"No sólo de la escrita y publicada antes de su viaje a Francia en 1968,
sino de toda su obra. El imaginario de toda su obra", agrega Prieto.
Siempre se
sintió un inmigrante en Francia, estuvo siempre de paso. En El río sin
orillas, dedicado a sus padres, de algún modo deja claro que
él mismo repitió esa historia de inmigración. "Si bien Saer está poco
tiempo en la Argentina, todo el imaginario de su obra, inclusive todo lo que
escribe en Europa, es el universo de su juventud en Santa Fe, en Rosario, en
Colastiné. Esto está claro en las cartas que le manda a la madre y a las
hermanas desde que se va en 1968 hasta que se compra un teléfono en 1978. Hay
diez años de correspondencia en la que todo el tiempo habla de volver. Compra
una casa en Colastiné... vive una vida de inmigrantes. Los primeros tiempos la
madre le mandaba encomiendas con ropa para él y su mujer. Su relato se
diferencia del viaje mitológico a París que hace Cortázar, en el que cuenta que
se la pasaba en el Louvre, en la bohemia del café. Saer no tuvo ese vínculo con
París. Se fue quedando. En una entrevista que dio en los años 90 dijo que en
París no había surubíes. Estaba todo el tiempo comparando París con Santa Fe y
el mundo familiar", relata Prieto.
En el año en
que se recuerdan los 30 de la muerte de Borges, un sector de la crítica coloca
a Juan José Saer en un lugar de sucesor. Su editor, Díaz, cree que de algún
modo lo es. "A partir de Glosa, Ricardo Piglia lo ubica en el canon
posborgiano que inventa y repite en sus clases, conferencias y artículos. Ubica
a Saer en el polo de la negatividad, junto a Puig, al que vinculaba con la
cultura popular, y a Walsh como el escritor de la no ficción. Los tres, en la
lectura de Piglia, conforman los vértices de la vanguardia argentina."
Para Prieto,
sin embargo, no son mundos dominantes: "Hablando de la generación de
Contorno -que decía que no se puede leer a Arlt sin eliminar a Borges-, Saer
pensaba que eran mundos diferentes y por lo tanto, compatibles. La literatura
argentina después de Borges incluye a Saer, a Puig, a los poetas y también a
César Aira. Están además los gustos personales, los textos a los que uno quiere
volver. Pero la literatura argentina tiene una dimensión que permite que
convivan escritores de sintaxis diferentes. En términos personales es Saer el
que más me gusta por la proximidad que siento con su mundo referencial".
En cualquier
caso, reeditado, leído desde otras perspectivas (desde el arte, el cine, el
teatro, la ópera), formando parte de la bibliografía obligatoria de todas las
carreras de Letras del país, la de Saer pareciera ser nuevamente una novedad,
volviendo a Pound, lejos de haberse convertido en una pieza de museo.
Año Saer
Apertura. El jueves, a las 18, se abrirá el Año Saer, en Santa Fe. Beatriz Sarlo
presentará su libro Zona Saer. Y Guillermo Saavedra, Hinde Pomeraniec y Francisco
Garamona lo harán con Una forma más real que la del mundo. A las 21.30, se presentará el unipersonal Sombras sobre
un vidrio esmerilado.
Programa anual. Durante el año se estrenará la película El limonero
real, de Gustavo Fontán, y una ópera de Maricel Álvarez;
se realizará una muestra artística, una de manuscritos y un congreso
internacional.
Clara Saer: "Decía que sólo
se debe leer por gusto"
Clara Saer
nació en Rennes en 1980. Es la hija menor de Juan José Saer. Vive en París
donde trabaja como periodista para el diario Metronews escribiendo
noticias sobre las grandes ciudades (Lyon, Marsella, Touluse, Niza). Junto a su
madre Laurence Gueguen, es la responsable de cualquier decisión que se tome
sobre la obra del escritor. Es la primera vez que en lugar de periodista es la
entrevistada. Se comunica en castellano, lengua que paradójicamente practicó
más con su madre francesa, ya que con su padre solía hablar en francés.
-¿Realiza alguna tarea relacionada con el legado literario de su padre?
-Como sabrá el
año pasado murió mi hermano Jerónimo. Desde la muerte de nuestro padre éramos
los dos sus albaceas ya que mis padres nunca se casaron. Tengo una sobrina de
nueve años, Helia. Todas las decisiones artísticas las discutimos con mi madre;
Alberto Díaz, el amigo y editor argentino de mi padre y nuestro agente,
Guillermo Schavelzon. Es un deber para respetar a todas las personas que
estudian la obra de Saer, a sus lectores y también a Helia, quien nunca conoció
a su abuelo pero que hoy es su heredera directa.
-¿Cuál es el primer recuerdo de su padre escribiendo?
-Yo siempre lo
vi escribir. La escritura era parte de nuestra vida cotidiana. Él no era una persona
que se presentara como "escritor", y menos todavía ante su familia.
Así que nunca se quejó del ruido o de la presencia invasiva de sus hijos. Él se
adaptaba a nosotros y no lo contrario. De pequeña yo no lo veía mucho escribir
porque lo hacía cuando yo estaba en la escuela, o de noche. Después me venía a
buscar, me compraba una merienda, preparaba la cena, discutía con nosotros.
Cosas de padre con sus hijos. Cuando crecí y no necesité más que se encargara
de mí, sí que lo veía escribir en su despacho a la tarde. Pero igual, si estaba
con mis amigos, escuchando música o charlando, se conformaba con cerrar la
puerta de mi cuarto. El decía "para mis hijos no soy un escritor soy el
padre", y así eran las cosas.
-¿De niña entendía cuál era su oficio?
-Yo entendía
pero cuando uno lo interrogaba sobre este tema él contestaba que enseñaba,
porque también era cierto y porque jamas se presentaba como escritor. En 25
años nunca lo oí referirse a sí mismo como escritor. Le parecía totalmente
ridículo. Pero de muy joven yo sabia que él era mucho más escritor que
profesor. De pequeña lo oía decir a mi madre: "hoy escribí tanto" u
"hoy no pude escribir nada". Sentía que era importante para él.
Cuando escribía Glosa yo tenia 5 o 6 años. Siempre me quería sentar en sus rodillas y escribir
con la máquina. Un día que él necesitaba un poco de tranquilidad para acabar el
libro me dijo. "Mira, necesito la máquina para escribir mi novela, pero a
penas la termine te la regalo". Contaba riéndose que fue la peor idea que
tuvo porque a partir de este día hasta que terminó Glosa, yo entraba en el
despacho a cada rato para preguntarle "¿y para cuándo la máquina?"
-¿Cuál es su libro preferido?
-Por razones
sentimentales diría La pesquisa, porque ocurre
en París, en el Distrito XI donde vivimos hasta mis 13 años y donde también
vivió mi hermano hasta su muerte. Tengo muy buenos recuerdos en ese barrio.
-¿Les inculcó el hábito de la lectura? ¿Les leía a la noche, al irse a
dormir?
-A mí me
encanta leer. Leo mucho y cosas muy diferentes. Yo creo que viene del hecho de
que siempre vi a mis padres leer y que siempre hubo en mi casa un montón de
libros. De pequeña, para dormir, él nos inventaba historias (la de un gorrión a
quien le gustaban las pizzas... esa me encantaba). También leíamos mucho al
lado suyo en el sofá. Como muchos niños mi hermano y yo estábamos un poco
obsesionados con las colecciones: Jeronimo, con los comics de Spider Man y yo
con los de Tintín. Nuestro padre nos los regalaba y le interesaban mucho las
historias que a nosotros nos gustaban. Después creciendo descubrí la literatura
norteamericana que me fascina y él me aconsejo la lectura de algunos autores
que son muy importantes para mí: Kerouac, Fante, Steinbeck, Salinger y, por
supuesto, los clásicos franceses Balzac, Zola. Pero entre estos sus
preferencias iban a Proust, a Flaubert y a Faulkner cuyos ejemplares de su
propia biblioteca conservo yo.
-¿Recuerda algo que él haya dicho respecto de la literatura?
-Mi padre siempre decia: «la littérature doit rester
un plaisir», lo que quiere decir que se debe leer por gusto. Tenía razón.
No hay peor cosa que leer por obligación.
Fuente- DIARIO LA NACION - BUENOS AiRES- 26 JUNIO 2016
FOTOS DE iNTERNET.
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