domingo, 19 de abril de 2015

EMILIO BABI: Proyecto.


Proyecto.

por EMILIO BABI*

Gastó su pequeňa fortuna en 
eso. 
Quedó sumamente 
comprometido con el banco, 
pidió plata a sus amigos, a su 
familia y se animó hasta con 
su suegra. Todo lo que obtenía lo metió en eso. Rompió el chanchito de su hijo, ni contó las monedas. Pidió adelantos en el trabajo, encontró duramente otro trabajo extra, se tentó de pedir por la calle y se dijo interiormente que pronto lo haría. Dijo hay que comer menos, si, por la salud y por el ahorro de dinero. Sin eufemismos ni circunvenciones. 

El está haciendo algo importante, dijo su mujer a una vecina. No me dice qué, pero yo sé que llegado el momento me lo dirá. Aunque nunca antes lo ví así. 

No, no hacemos el amor, dijo su mujer a su mejor e íntima amiga. Algo falta. Lo veo distante. 

Gastón ya no es el empleado devoto que era antes, dijo su jefe a su subjefe. Le hablo y no me escucha. Quizás esté un poco sordo. Aunque oir me oye. 
Ya no viene a jugar póker, se dijeron sus amigos. Ni contesta el teléfono. Ni lava el auto. 

Error. Lo lavó para venderlo y lo vendió. La plata, la pasta, que era bastante, la metió en eso.
 
Un día se mató. A propósito, con una pistola vieja, un tiro en la sien.
 
De esa forma terminó el proyecto. Y dejó para siempre en su banco su saldo en rojo.
 
Aún después de muerto llegaron facturas por correo. Compra de cristales de radio, condensadores, hierro para chasis, cientos o mas de tornillos, destornilladores, pinzas, hasta un torno y dos prensas y un par de trefiladoras última generación. En conjunto explicaban por qué sus ausencias nocturnas, sus regresos de madrugada, despeinado, con las manos sucias oliendo a aceite y químicos diversos. Su mameluco manchado, sus botines polvorientos.

Pasado el duelo, el llanto, quedaron sus cosas. Cosas en carpetas, biblioratos, anaqueles, todo papel, cartón, lápices, lapiceras, escuadras, relojes, computadoras 
prendidas y apagadas, laptops cerradas y abiertas. 

Las manos de su mujer, que ya no eran las manos de antes, pintadas sus uňas, tersas, perfumadas, ahora arrugadas, blancas de muerte sostenían ante sus ojos irritados una carpeta rotulada “Proyecto de máquina para atrapar al tiempo”.













(*) EMILIO BABI, 
 contador público nacional 
 y abogado (ambos en
 Argentina. Reválida en Israel: 
 Abogado. Tres títulos 
 academicos.

 Escritor aficcionado y 
 talentoso. 
 Reside en Haifa, Israel.


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