martes, 11 de noviembre de 2014

Arthur Rimbaud, uno de los famosos "poetas malditos" franceses y su poema SOL Y CARNE.

 
   














Arthur Rimbaud 

Poema:                         

Sol y carne       I

El sol, hogar de vida radiante de 
ternura,
vierte su ardiente amor sobre el 

mundo extasiado;
y cuando nos tumbamos en el 

valle, sentimos
que la tierra es doncella rebosante 

de sangre;
que su inmenso regazo, henchido 

por un alma,
es de amor, como Dios, de carne, 

como una hembra
y que encierra, preñada de savias 

y de luces,
el hervidero inmenso de todos los 

embriones.

Todo crece, pujante.
                                   

      ¡Oh Venus, oh diosa!
Añoro aquellos días, cuando el 

mundo era joven,
con sátiros lascivos, con silváticos 

faunos,
con dioses que mordían, en amor, 

la enramada,
besando entre ninfeas a la Ninfa 

dorada.
Añoro aquellos días, cuando la 

savia cósmica,
el agua de los ríos y la sangre 

rosada
de los árboles verdes, en las 

venas de Pan
encerraba tremante un mundo, y 

que la tierra,
bajo su pie de cabra, lozana 

palpitaba;
cuando, al besar, suave, su labio 

la siringa,
tocaba bajo el cielo el gran himno 

de amor;
cuando en medio del campo, oía, 

en tomo a él,
la respuesta, a su voz, de la 

Naturaleza;
cuando el árbol callado que acuna 

el son del ave,
y la tierra que acuna al hombre, 

y el Océano
azul, inmensamente, y todo lo 

creado,
animales y plantas, amaba, amaba 

en Dios.

Añoro aquellos días de Cibeles, la 

grande,
que recorría, cuentan, 

enormemente bella,
en su carro de bronce, ciudades deslumbrantes:
sus senos derramaban, gemelos, 

por doquier
el arroyo purísimo de la vida 

infinita;
y el hombre succionaba, dichoso, 

la ubre santa,
como un niño pequeño que juega 

en su regazo.
-Y el Hombre, por ser fuerte, era 

casto y afable.

Por desgracia, ahora dice: ya sé 

todas las cosas;
y va, avanzando a ciegas, sin oír, 

sin mirar.
-¡Así pues, ya no hay dioses! ¡Ya 

sólo el Hombre es Rey,
sólo él Dios! ¡Pero Amor es la 

única Fe ...!
¡Si el hombre aún bebiera de tus 

ubres, Cibeles,
gran madre de los dioses y de 

todos los hombres,
si no hubiera olvidado la inmortal 

Astarté,
que antaño, al emerger en el 

fulgor inmenso
del mar, cáliz de carne que la ola 

perfuma,
mostró su ombligo rosa, donde la 

espuma nieva,
e hizo cantar, Diosa de ojos 

negros triunfales,
el roncal en el bosque y en el 

pecho el amor!

                                   II

¡Creo en ti, creo en ti! Divinidad 

materna,
¡Afrodita marina! -Pues, el 

camino es áspero
desde que el otro Dios nos unció 

a su cruz;
¡Came, Flor, Mármol, Venus, es 

en ti en quien creo!
-El Hombre es triste y feo, triste 

bajo los cielos;
y ahora anda vestido, ahora que 

no es casto,
pues ensució su busto orgulloso 

de dios
y se ha ido encogiendo, cual ídolo 

en la hoguera,
al dar su cuerpo olímpico a sucias servidumbres;
incluso, tras la muerte, quiere vivir, 

burlando
con pálido esqueleto su belleza 

primera.
-Y el ídolo al que diste tanta 

virginidad,
alzando a lo divino nuestra arcilla, 

la Hembra,
con vistas a que el Hombre 

alumbrara su alma,
subiendo lentamente, en un amor 

inmenso,
de la cárcel terrestre al día, en su 

belleza,
la Hembra, ¡ya ni sabe ser simple 

cortesana!
-¡Qué broma tan pesada! ¡y el 

mundo ríe estúpido
al oírte nombrar, dulce, sacra y 

gran Venus!

                                 III

¡Si el tiempo retomara, el tiempo 

que ya fue...!
-¡El Hombre está acabado, se 

acabó su teatro!
Y un día, a plena luz, harto de 

romper ídolos,
libre renacerá, libre de tantos 

dioses,
buceando en los cielos, pues 

pertenece al cielo. 
¡El Ideal, eterno pensamiento 

invencible,
ese dios que se agita en la 
camal arcilla,
subirá, subirá, y arderá en su 

cabeza!
Y, cuando lo sorprendas mirando 

el horizonte,
libre de viejos yugos que 
desprecia sin miedos,
vendrás a concederle la santa 

Redención
-Espléndida, radiante, del seno 

de los mares
nacerás, derramando por el vasto 

Universo
el Amor infinito en su infinita risa:
el Mundo vibrará como una lira 

inmensa
en el temblor sin límites de un 

beso repetido.

-El Mundo está sediento de Amor: 

aplácalo.
.....................................................................

[¡Libre, el hombre levanta, altiva, 

su cabeza!
¡Y, raudo, el rayo prístino de la 

primer belleza
da vida al dios que late en el altar 

de carne!
Dichoso en su presente, pálido en 

su recuerdo,
el hombre quiere ahondar, -y 

saber. ¡La Razón,
tanto tiempo oprimida en sus 

maquinaciones,
salta de su cerebro! -¡Ella sabrá 

el Porqué!...
¡Que brinque libre y ágil: y el 

Hombre tendrá Fe!
¿Por qué es mudo el azur e 

insondable el espacio?
¿Por qué los astros de oro que 

hierven como arena?
Si subiéramos más y más, allá 

arriba ¿qué habría?
¿Existe algún Pastor de este 

inmenso ganado
de mundos trashumantes por el 

horrible espacio?
Y estos mundos que el éter 

abraza inmensamente
¿vibran, acaso, al son de una 

llamada eterna?
-¿El Hombre puede ver? ¿y decir: 

creo, creo?
¿La voz del pensamiento va más 

allá del sueño?
Si en el nacer es raudo, si su vida 

es tan corta
¿de dónde viene el Hombre? ¿se 

abisma en el Océano
profundo de los gérmenes, los 

Fetos, los Embriones,
en el Crisol sin fondo del que la 

Madre cósmica
lo resucitará, criatura que vive,
para amar en la rosa y crecer en 

los trigos?...

¡No podemos saberlo! -¡Estamos 

agobiados
por un oscuro manto de ignorancia 

y quimeras!
¡Farsas de hombre, caídos de las 

vulvas maternas,
nuestra razón, tan pálida, nos vela 

el infinito!
¡Si queremos mirar, la Duda nos 

castiga!
La duda, triste pájaro, nos hiere 

con sus alas!...
-¡Y en una huida eterna huyen los 

horizontes!
......................................................
¡Ancho se entreabre el cielo! ¡Los 

misterios han muerto
ante el Hombre, de pie, que se 

cruza de brazos,
fuerte, en el esplendor de la 

naturaleza!
Si canta... el bosque canta, y el río 

rumorea
un cántico radiante que brota 

hacia la luz!...
-¡Llegó la Redención! ¡Amor, amor, 

Amor!...].
.....................................................

                                  IV

¡Oh esplendor de la came! ¡Ideal 

esplendor!
¡Renadío de amores, amanecer 

triunfal,
cuando, a sus pies tendidos los 

Dioses y los Héroes,
Calipigia la blanca y el Eros 

diminuto
rozarán, coronados por la nieve de 

rosas,
la mujer y la flor que adorna su 

pisada!
-Grandiosa Ariadna, que derramas 

tu llanto
por las playas, al ver huir en lejanía,
blanca en la luz solar, la vela de 

Teseo...

oh dulce virgen niña que una noche 

ha tronchado,
¡calla!... En su carro de oro orlado 

de uvas negras,
por los campos de Frigia, Lisios 

pasa; lo llevan,
panteras de piel roja y tigres 

lujuriosos
y dora,. al recorrer ríos de aguas 

azules,
el verdor de los musgos en la orilla enfoscada.
Zeus, Toro, en su nuca, acuna 

como a niña
Europa desnuda que enlaza con 

su blanco
brazo el cuello nervioso del Dios 

estremecido
que la mira, despacio, de soslayo, 

en el agua.
Y dejando que, pálida, su cara en 

flor resbale
por la frente de Zeus, muere y cierra 

los ojos
en el beso del Dios; y el agua que 

murmulla
con su espuma dorada florece sus 

cabellos.
-Entre la adelfa rosa y el loto 

charlatán
se desliza, en amor, el gran Cisne 

que sueña
y su ala blanca abraza la blancura 

de Leda;
Y, mientras, Cipris pasa, 

enormemente hermosa,
cimbreando la curva rotunda de 

su grupa,
desplegando orgullosa el oro de 

sus pechos
y su vientre nevoso que un negro 

musgo orla;
-Heracles, Domador, que en su 

gloria se cubre
el cuerpo fuerte y vasto con la piel 

de un león,
a lo lejos avanza, con frente dulce 

y fiera.

Rozada por la luna de estío, 

levemente,
de pie, desnuda, sueña en su palor 

dorado
que tiñe la ola densa de un pelo 

azul y largo,
en el calvero oscuro donde el 

musgo se estrella,
la Driade que mira el cielo 

silencioso...
-Y la blanca Selene deja flotar 

su velo,
temerosa, a los pies del hermoso 

Endimión,
y su beso resbala por un pálido 

rayo...
-La Fuente llora, sola, con 

prolongado éxtasis...
Es la ninfa que sueña, apoyada 

en el ánfora,
en el bello doncel blanco, en sus 

aguas preso.
-Una brisa de amor transita por la 

noche,
y en el bosque sagrado, en sus 

horribles frondas,
de pie, majestuosos, los Mármoles 

oscuros,
los Dioses coronados por nidos de 

Pinzón,
escuchan a los Hombres y a todo el Universo.

http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/fran/rimbaud/sol_y_carne.htm



Arthur Rimbaud:

(Charleville, Francia, 1854-Marsella, id., 
1891) Poeta francés. Sus padres se 
separaron en 1860, y fue educado por 
su madre, una mujer autoritaria. 
Destacó pronto en el colegio de 
Charleville por su precocidad. En 
septiembre de 1870 se fugó de casa por 
vez primera y fue detenido por los 
soldados prusianos en una estación de 
París.

Su profesor, Georges Izambard, lo salvó 
de la cárcel, pero al mes siguiente intentó 
de nuevo la fuga, esta vez dirigiéndose 
hacia la región del Norte. Después de 
trasladarse a Bélgica, quiso emprender 
carrera como periodista en la ciudad de 
Charleroi. Entre las dos fugas, había 
empezado a escribir un libro destinado 
a Paul Demeny, pariente de su profesor 
y poeta reconocido en París.
Cuando regresó a Charleville, en el 
invierno de 1870-1871, su colegio había 
sido convertido en hospital militar. Huyó 
a París en febrero y fue testigo de los 
disturbios provocados por la amnistía 
decretada por el gobierno de Versalles. 
Volvió con su familia en marzo, en plena 
Comuna, y publicó la famosa Carta del 
vidente. Auténtico credo estético, la 
Carta definía al poeta del futuro como 
un «ladrón de fuego» que busca la 
alquimia verbal y lo desconocido a 
través de un «largo, inmenso y razonado 
desarreglo de todos los sentidos».
Verlaine, a quien había enviado algunos 
poemas, le invitó a París. Rimbaud llegó 
con un poema, El barco ebrio, quizás la 
mayor expresión de su genio visionario, 
que impresionó profundamente a su 
anfitrión. En París, se integró enseguida 
en el círculo literario del club zutista y 
escribió el Album zutique.

Tras una breve estancia en Charleville, 
donde compuso algunos poemas 
sencillos, más o menos místicos, nació 
una tormentosa relación amorosa con 
Verlaine, que empezó en el Barrio 
Latino de París, en mayo de 1872. Tras 
abandonar a su esposa, Mathilde, 
Verlaine se instaló con él en Bruselas y 
más tarde en Londres, para experimentar 
lo que, según Rimbaud, debía ser la 
aventura de la poesía.

En contacto con los partidarios exiliados 
de la Comuna, sus vidas se volvieron 
cada vez más caóticas, a medida que 
uno y otro cultivaban las excentricidades 
de todo tipo. En julio de 1873, Verlaine, 
el «desgraciado hermano» de Rimbaud, 
huyó a Bruselas; pretendía enrolarse 
con los carlistas, o suicidarse. Llamó a 
Rimbaud, éste acudió a su lado y 
volvieron las disputas. Verlaine, un 
carácter depresivo, sospechando que 
iba a ser abandonado pronto, disparó a 
Rimbaud y lo hirió, por lo que fue 
arrestado y encarcelado.

Mientras se recuperaba en sus Ardenas 
natales, Rimbaud terminó el libro 
autobiográfico Una estancia en el 
infierno, donde relataba su historia y 
daba cuenta de su rebeldía adolescente. 
Luego, gracias a su madre, publicó
Alquimia del verbo, pero la obra no fue 
distribuida (Rimbaud dejó una copia en 
la prisión, para Verlaine, y repartió 
otros pocos ejemplares entre sus 
amigos). Regresó a Londres, 
acompañado por Germain Nouveau, 
en 1874, y escribió su última obra, 
Las iluminaciones, cerca de cincuenta 
poemas en prosa que proyectan 
sucesivos universos y proponen una 
nueva definición del hombre y del 
amor. A los veinte años, abandonó la 
literatura.
La segunda parte de su vida fue una 
especie de caos aventurero. Empezó 
como preceptor en Stuttgart, se alistó 
(y desertó luego) en el ejército colonial 
holandés y viajó en dos ocasiones a 
Chipre (1879 y 1880). Después de 
distintas escalas en el Mar Rojo, se 
instaló en Adén y más tarde en Harar
(Etiopía). Se dedicó al comercio de
 marfil, café, oro o cualquier producto 
que consiguiera por el trueque de 
alguna mercancía europea; también 
envió informes a la Sociedad Francesa 
de Geografía. En 1885 volvió a Adén y 
vendió armas. Atravesó el desierto de 
Danakil y se tomó un tiempo de 
descanso en Egipto. Por último regresó 
a Harar, donde prosperaban sus 
negocios. En 1891, aquejado de fuertes 
dolores en la pierna derecha, volvió a 
Francia, donde le fue amputada y 
murió poco después en un hospital de 
Marsella.

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/rimbaud.htm

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