viernes, 31 de enero de 2014

LUIS BARCENA GIMENEZ, poeta y letrista peruano de canciones en español, Maestro de la Decima Espinal nos regala su creación "Cuando el mundo nos ignora".


                   

 CUANDO EL MUNDO NOS IGNORA



Yo capturo aquel momento
en que el mundo nos ignora
y en nuestro universo aflora
un beso con sentimiento.
Del beso tengo tu aliento
y de tu boca el sabor
y mientras corre el rumor
de las olas vespertinas
capturo de tus retinas
ese momento de amor.

Yo sé que es un gran suceso
porque a mí no me sofoca
el aliento de tu beso
más el sabor de tu boca.

Que nos ignore la gente
no me importa te aseguro
pues tu beso es mi presente
mi pasado y mi futuro.

Luis Bárcena Giménez
 
 

 
 

Biografia:
 
 

Luis Alberto Bárcena Giménez (1958)

 

Ciudad de nacimiento: Lima – Perú

Estudios en la Facultad de
Educación y Humanidades de la
Universidad Nacional de la
Amazonía Peruana.

En 1988 publiqué el poemario
“Canto Peruano” con poesías
alusivas a cada una de las fechas
del Calendario Cívico Escolar.

Mi formación poética es autodidacta
y especializada en la Décima
Espinela, estrofa que une a los
pueblos iberoamericanos y que
particularmente me sirve de catarsis.

Algunas de mis obras fueron
galardonadas o incluidas en
Festivales y Revistas de poesía:


Festival de la Canción Latinoamericana

de California - Categoría Poemas
y Letras  de canción:

“Tu semblanza” – Trofeo literario
– 2001

“Inmigrante” – Pluma de oro – 2002

“Canto a Latinoamérica” – Diploma
de excelencia – 2010

“El Rey que me ha cautivado” –
Pluma de plata – 2010

Festival Internacional de la Canción
de Tenerife – Islas Canarias, España

“Amor sin fronteras” – Mención de
honor– 2002

“Vida Mía” – incluida en la Antología

poética contemporánea “Las caras
del amor”, EE. UU. – 1999

“Quiero” – incluida en la Revista
Poética “Azahar”, España – 2005

Festival de la Canción de Las Vegas

– Categoría Poemas y Letras de
canción:

“Amar” – Diploma de Excelencia
– 2010

“La lista ruin” – Diploma de Excelencia

– 2010

Actualmente resido en Japón.

 
 
 
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG, 


Saludo y felicito a mi querido
amigo Luis, por la calidad de
sus creaciones.
Poeta, y letrista de canciones, 
nacido en Perú y residente en

Japón.


Recomiendo calurosamente visitar sus
Blogs:


http://luisbarcenagimenez.blogspot.com/


http://www.lamusicasalsa.net/profile/
LuisBarcenaGimenez

http://www.mundopoesia.com/foros/

poetas/70710-luis-barcena-gimenez.html

 Lic. Jose Pivín
 frente al puerto de Haifa

 frente al mar Mediterráneo
 

CITAS CITABLES / FRASES MEMORABLES / REFLEXIONES Y PENSAMIENTOS / HOY : CARLOS I , Rey de España

"Hablo en italiano con los
embajadores; en francés, con
las mujeres; en alemán con
los soldados; en inglés con
los caballos y en español
con Dios."
 
CARLOS I
Rey de España (1516-1556)

miércoles, 29 de enero de 2014

VENEZUELA: Américo Gollo Chávez, escritor, profesor universitario, intelectual venezolano, nos presenta su "Biografía de Invierno".


BIOGRAFIA DE INVIERNO

 

(Quiero verde llegar a ser viejo)

Américo Gollo Chávez.

        Si sabias son las especulaciones de algunos expertos, recordarse en detalle de los primeros tiempos signo es de vejez. De ser cierta tanta crueldad de la razón sobre la existencia, resulta, a su pesar, bella y buena la evocación, el recorrer el tiempo volviendo a él, metiéndose en su espacio, mirando los rincones transparentes  donde nunca nos encontraron, sonrientes de la virtuosidad de las fechorías, inevitables, si en verdad niño se es y ha sido. De nada recordar, no se fue niño, ni mártir, ni héroe, ni villano, ni nada, sencillamente muerto de atardeceres vacíos de auroras. Las primeras palabras, el bautismo, las canciones de arrullo en la única voz que esculpida en sonidos anda suelta en los sueños. Las primeras miradas y los ojos ávidos de descubrir secretos siempre celosamente aguardados bajos la enaguas de las niñas vírgenes. De donde soy y vengo era importante el sabor de aguas frescas, mermeladas de amores que corrían siempre abiertas tras las sonrisas cálidas del viajero que en ellas reponía sus fuerzas o limpiaba el pecado de sus lascivias tiernas en la quebrada cómplice. Nos encantaban los grillos y en su  monotonía seca sorda nos trasladaban lejos hacia el insufrimiento, desligados del suelo, hasta que el gallo impertinente recordaba el destino del labriego, despertarse temprano, el café e ir tras el trabajo que sin cansarse espera y la escuela tantas veces maldita tantas más veces buena. La maestra, la niña, el compañero, el juego y el empeño por ganarse del honor de ser primeros.

        Por los actos culturales descubríamos el mundo. La canción de cuna, los aguinaldos, Conticinio, villancicos, Noche de Paz, parrandas, nunca supimos si vinieron de lejos o eran nuestras. Pero siempre supimos que eran bellas y servían para arrullar abuelos y para jugar con el Niño Jesús y sonreír con  la Virgen María y mirar lo insulso de José y vacilar burlones incompletos  a  los reyes magos que llegaban de donde no sabemos y, luego,  se iban hacia ningún destino. Eran seres extraños, ajenos, cierto eran, pero eran  los amigos del juego. Nadie, digo absolutamente nadie, se ocupaba de ellos solo un día para ver qué trajeron y en la casa grande, donde vivía el dinero, por ver si llevaron de las despensas algún avío a cuestas de esos que allí abundaban, el incienso, la mirra y el oro, en morocotas hecho.  Conocimos temprano a Don Quijote y, jamás sorprendieron sus discursos ni sus actos ni duelos. Eran como las cosas eran, normales. Quién allí no vivía las peleas con el barro de los asnos cargados de cosechas que venían a saciar el apetito de la gente del pueblo, y que una veces morían de desespero, otras, los liberaban con palancas muy largas de pardillo o de vero. Los que sobrevivieron siempre los recordamos en las burras masticando el amor en el apareamiento, visto como virtud para la permanencia de lo útil y bueno. Y más tarde los mozos ya crecidos con ellas emulaban a los podencos, pero nunca lograron que la bestia pollina o la burrita masticara la felicidad. Aun sin saber por qué, nos disfrazábamos de Guillermo Tell y con atuendos como el suyo, sus ropas, su arco, la flecha, sustituidos por la fonda, el joro, el cuchillo y el apero menor y marchábamos tras los pájaros buscando la justicia. Nunca posible fue alcanzar ese vuelo. La civilización vino llegando, el cura, a locha, trajo el cine y con ellos llegaron los modelos, María Félix, rancheras, Negrete, Antonio Badú  y algún vaquero de sombrero eterno e inmutable. A Cantinflas lo escondieron celosos, lo supimos muy tarde, por disposiciones del  señor obispo y demás alto clero: nos habría el humor, así supimos ahora ya de viejos, abierto los ojos y eso no es nunca bueno según piensan los viejos de los niños. El radio y las novelas llegaron no sé como, solo sé que cuando se encendían, y ocurrió a partir de esa fecha por siempre, huyeron el Quijote y Guillermo Tell, se fueron y se llevaron todo o casi todo, de eso no entiendo bien ni lo recuerdo en la precisión que la razón demanda  y el poema urge. Los aguaceros grandes con los fríos blancos del granizo bueno, poemas en pedacitos sueltos. Los veranos no largos ni uno malo que sequía se volviera y de miedo colmara las cosechas. Era mas bien amigo para los grandes juegos, la pelota antigua, dicen que de los indios provinieron y los modernos siempre con inventos de todos tras las bolas del béisbol de los zagaletones iniciados de bigotes informes y barbas hipotéticas y allá lejos en la saga del tiempo los honores muy serios, como flechas clavadas en la gloria, nada de saludarse tocándose el trasero, eso estaba prohibido o solo quizá si permitido, a obscuras, que no vieran los ojos del amigo y en la palabra se pudiese continuar libre de sospechas.

        Los descansos, que pocos, eran tiempos de historias sin trayectos. El cuando sea grande. Quiero ser monja, recuerdo como ahora, mi tristeza de no saber por qué lo dijo ella y dije, entonces, sacerdote seré, a pesar del visible fracaso, hice el intento. Ella murió, se fue virgen al cielo, llevaba un traje blanco de algodón tejido con rayos de sol y bordados de  luna. Ni el cura, el sabio bueno donde Dios en persona se hacía palabra sin flagelo, para la virtud y la alegría que se encuentra en el canto del pájaro y el beso, entre otras cosas dijo que así era, de apellido extraño, Aceros, para tanta belleza que en sus discursos del diario conversar con su pueblo de Dios, no conoció el pecado ni el castigo. Tampoco el doctor pudo explicarlo, aún, dijo, sobrio, esas cosas no las explican ni comprende la ciencia de hoy, y quizá nunca pueda. Cosas de vida y muerte, que es lo mismo por siempre, todavía me consuela el comentario más corto, más sencillo como un meteorito de  inasibles verdades, esencialmente tierno, la sentencia exclusiva de mi padre, mi amigo. Cosas de vida y muerte y el silencio. El silencio sería por siempre mi enemigo invencible. Como verse se puede, ya lo dije, fracasé en mi proyecto, pero, he de confesar, además, en mis cosas, siempre tuve eso que hoy llaman escenario alternativo, como era el hábito de todos en el pueblo, para salvarse o hacer cumplir la fuerza del destino.

        Nadie dijo, yo quiero ser bombero. Ahora lo entiendo bien. No había razones, todos allí eran fuego y si el fuego se apaga se muere sin nacer sin hacer tiempo; más bien era al revés, a veces en los contados pensadores niños que allí hubo, escuché, yo quiero ser el fuego cuando grande sea y de mi salgan todas las cosas como en una explosión que conmueva estos cerros y abra pasos al río. Ahora se que eran las lecciones recibidas de Eustacio, un Sr. Pérez que creíamos loco y sabio era. Selustriana, su madre, dijo ser descendiente de Hypatia, la única mujer que administró la biblioteca de Alejandría y en el cuadro de los grandes matemáticos tiene lugar excelso. Nunca supe ni he sabido qué es eso, pero testigo soy de haberla visto recorriendo caseríos,  valles, buscando intensamente probar incoherencias, así decía, que encontraba en los textos de Euclides grabados en las cortezas de los árboles, en las faldas de las montañas y en la memoria de los locos sin recuerdos, sólo formas y versos. Ahora a esta altura, sé que los nombres reencarnan. No las almas, las almas no,  los nombres y a veces en lugares y seres adecuados. Eustacio y su Madre, Selustriana, y Euclides eran nombres venidos y allí reencarnados. Valga el ex curso, porque necesario es para que se sepa que es historia real y no ficciones verdaderas.

        Yo seré la piedra, exclamó uno de entre nosotros, huérfano de padre y madre  que no supo de abuelas ni de viejos, las piedras, reiteraba, no sienten, son eternas. Yo quiero ser eterno. Y callaba como si fuera piedra o de piedra fuera. Pocos días después disolvió su esperanza suicidándose en el único viaje que emprendiera, tras lo que quiso ser, lazándose de la piedra más alta que coronaba el cerro. Juan, bien lo recuerdo ahora, quiso ser Mono y realizó sin peros su destino, vive en las grandes copas de los pequeños árboles y en la rama más alta del helecho gigante. Cada quien dijo querer ser alguien en la vida y en la palabra dibujó su modelo. Pero también trazamos los fracasos. Si no soy esto, entonces seré aquello. Yo no quiero ser nada, solo sabio, escuchamos sin comprender a Picajui, hijo de Colaca y el Casuco sabios de amor y versos. Y apenas tuvo tiempo de saberlo, se murió sin saber que todo lo sabía y por curiosidad decidió experimentar con la muerte. Y así fuimos, cada quien según su cada era o quería ser. Yo me tracé, como anotado queda, mi plan alternativo. No por anhelos de triunfar, ni por miedo al fracaso. Y tampoco me preocupó el destino, que llegue, decía escéptico, no se si estaré vivo o muerto me hallará del timbo al tambo.  Ambos objetivos, puedo decir así, reclaman condiciones para las que no soy apto. Triunfar es siempre la derrota del otro, no importa si es cadáver ajeno o vive en uno, por ahora, lo mismo da para esta historia. Y si es así, sin más palabras queda definido el fracaso como opuesto. Mi intención era otra, que por lo demás fuese irrelevante, bien porque todo el mundo pudiera alcanzarla, según sus hábitos, bien porque no tuviese importancia, como todos esos perfiles y los anhelos necesarios para tener los bienes que suponen, reclaman y demandan las realizaciones que trazadas quedaban. Yo, pues, en mi plan alternativo quise ser viejo; pero naturalmente no cualquier viejo, sino uno, muy especial, que si bien no único, lo que supe muy tarde, sí al menos no tan común al resto en sus individualidades conquistado, porque en mi hipótesis yo quería ser un viejo como si joven fuera. Tenía muchos problemas, derivados los más, como siempre, de mi propia ignorancia para definirme; porque, todas esas cosas que soñábamos ser, son definiciones, mas que otras cosas. Cuál el sustantivo adecuado, creo que así se dice. Ser médico es más que ser, es ser médico y así. Porque además todos esos predicados que se querían lograr siempre tenían un componente moral fundamental. Lo que queríamos ser era lo bueno para quien quería ser, pero también para los demás que bueno fuera. Jamás supe que nadie dijese quiero ser asesino, ni bandido ni embustero de oficio, el embustero de oficio, sentenciaban nuestros pensadores viejos, son los peores asesinos, asesinan la verdad para ocultarse y si alguno vaquero quiso ser era sólo por disparar primero el ruido sin balas ni testigos y así apreciar destrezas en sonidos. Tampoco, entre los nuestros expresó nadie su perfil de político. Pero siempre, eso sí querían ser algún sustantivo. Mi plan originario, un sustantivo, era ser sacerdote, mas para estar con ella que por ser escogido, eso fue lo primero, mi esencial plan para conseguirme con el destino descrito sin prescribir en el principio. Mi plan alternativo, un adjetivo. Y no era fácil ni el adecuado ni la comprensión de mis amigos, niños de aquellas eras. Por intuición más que sabiduría, decidí consultar al padre Aceros, al oír mi adjetivo como deseo, se rió mucho. Todavía lo recuerdo un tanto sorprendido.  Consérvalo en secreto, me encomendó, pero me pidió que para no sentirme despreciable, que aprendiera un poco de buen griego y latín que allí resueltos podrían estar algunos de los problemas que el adjetivo en cuestión generarme pudiera. Me sirvió de mucho el Seminario, sin que ello suponga que fui a él, para buscar el adjetivo. No, a él fui por esas razones esbozadas arriba, el espacio que protegido me permitiría alcanzar  ser sustantivo: sacerdote; pero, como establecido ya quedó, tenía, como decían entonces, por si las moscas, un plan alternativo, el adjetivo. El Padre se llevó mi secreto, murió de viejo y santo. Yo conservé el adjetivo, sin saberlo. Durante todo el tiempo recorrido realizándome en aquello que he intentado ser no me fue necesario ni su uso, ni empleo, ni venía a la memoria. Tal vez vivió siempre conmigo. No se siente el hambre cuando  se está lleno.

        En Ovidio, creo que así lo describieron los  latinos, supe de mi adjetivo. Para esa fecha no le di la importancia. Eran obligaciones propias de las traducciones por tarea y provocan fastidio e incomprensión terribles. Con mi maestro de griego, paseamos por aquellos lugares pero él no supo nunca, tampoco yo  para ese momento, los problemas más  graves que surgieron de las traducciones del griego al latín, la pureza solía huir y la belleza se asustaba tanto que se escondía de miedo. La fidelidad, que es el peor enemigo del hombre, y las traducciones son incompatibles, no así  la infidelidad que alegra juega con los términos y con los hombres como escalera en la búsqueda inútil de la felicidad, pero logrando muchas veces, alcanzar la belleza. Es así como posible es siendo infiel ser fiel a la belleza del poema que a otro idioma se lleva u otra vida se alcanza. Goethe y Lorca me ayudaron más tarde sin propósitos ciertos, sólo que estaba allí el adjetivo que yo quise ser sin las complicaciones de las versiones griegas y latinas. Sin mayores pretensiones creo que se derivaban de la manera cómo se adherían al sustantivo. Entre el Goethe y Lorca, a pesar de ser una cualidad en ambos casos, la vida, en uno era la virtud misma del florecer, en el otro, el amor en sí de ser verde, sustantivo, entonces. La teoría es gris y verde es el árbol de la vida, con muy fea traducción pero que hace comprensible en su totalidad el ejemplo Adjetivo. Verde que te quiero verde… dijo Lorca, inmenso Verde, sustantivo.

Lo mío era como una síntesis, quizá una simbiosis de ambos modos de serse valor el verde según la concepción de estos poetas.

        Entre estos espacios clásicos y la moderna era, hubo  la era intermedia que trastocó colores adjetivos sustantivos y los llenó de enfermedades o virtudes. A veces de ambas. En los griegos y aun en las malas versiones latinas el verde era esencial en su cualidad, como  un ser y serse por sus virtudes el poeta, mantener el verdor de la vida y guardar primaveras para el invierno. Pudo hacer disfrute de lo báquico, mas por razones de lenguas y de historia, de traducciones y conductas, salvando las distancias, valga la identidad, meramente adjetiva entre Dionisio y Baco. Tal vez fue en la Edad Media, en la que vivió España tantos años después de muerta, cuando el adjetivo adquirió su asquerosa significación de perverso, canalla, miserable. Ahora he llegado a viejo, quise ser viejo en las diferencias de lenguas como entendieron la cualidad los griegos y latinos, como el Fausto en su sublime reconocimiento o como Lorca, en su amor de pintor a la palabra y en su amor desmedido de poeta a la pintura. Por ahí ando buscándome sin saber si me encuentro en ser verde. En la palabra ajena puedo ser otro, como todos los viejos pobres soñadores imbéciles y, ¿entonces?,  la interrogante  queda sin resolverse según cada quien es según fueron los perfiles de sus pasos primeros proyectos en los hombros del niño que llevamos adentro. Y el niño y el poeta son lo mismo trasciende la palabra sin importar el tiempo, solo color verdor sonido.
 
fuente: recibido directamente del autor, al que agradezco y felicito calurosamente.
Lic. JOSE PIVIN
 

 
Americo Gollo Chavez, escritor,poeta, 
profesor, intelectual venezolano.
Ingreso a LUZ(UNIVERSIDAD DEL ZULIA)

 01.02.69. Dirección de Cultura.
09.07.93. Profesor. Facultad Experimental de Ciencias
Titular
Jubilado

Estudios Realizados

Doctor en Filosofía. Universidad Eotvas Lorand
Budapest. Hungría. 03.05.79

Investigación Post doctoral, Estética
Instituto Schiller, Alemania Federal. 1991

Licenciado en Letras Hispánicas. LUZ. 69

Primer Nivel de Maestría en Educación Superior. LUZ l973.

Sociología Literatura. 1 al 24 de nov. 1974. FHE.LUZ

Semiología del Objeto. LUZ 84 Hs. FEC.LUZ. 1976

Lengua Alemana. Un año Instituto Goethe. Prien. 1977.

Tercer año de Economía. LUZ. 61.62.63.

Idiomas: Latín, Español, Francés, Alemán.

Cargos Desempeñados en LUZ: 

 Decano Fundador(I) de la Facultad Experimental de Arte, desde el 06 02 00 

 Prof. De Comunicación y Lenguaje. FEC. LUZ. Desde l973.  
Primer Lugar en el ingreso según la metodología empleada. 
Coordinador del Eje del Pensamiento Simbólico: Matemática, Lógica, Lenguaje, FEC. Años 73 74 75.

  Profesor de Epistemología: Matemática y Sociedad; Ciencia y Sociedad. Departamentos de Matemática, Física. FEC. LUZ . 

  Profesor de Estética. Postgrado de Letras Facultad de Humanidades Profesor de Metodología de la investigación. Fac. De Ciencias Jurídicas y Políticas de LUZ.

Postgrado en Ciencias Políticas. Coordinador de la Comisión Central del año Jubilar de LUZ, en El 50 aniversario de su reapertura. 

Proponente y Coordinador de la Comisión para la creación de La Facultad Experimental de Arte. 

Representante de LUZ ante la Comisión Bicameral y la AVERU para el análisis del PLES. 98 –99. 

Coordinador Primer Encuentro de Educación Musical para América Latina, UNESCO, CONAC; UCV, LUZ...Caracas Sep 1996 

Moderador del II Encuentro Musical de Expertos de A.Latina. UNESCO, UCV, LUZ; .....Caracas 1997. 

fuente: http://www.analitica.com/colaboradores/6307970.asp 
 

 
 
 

 

 

martes, 28 de enero de 2014

27 de Enero - Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto- TESTIMONIO DE MARTHA WOLFF

AURICH -ALEMANIA
26/5/2001



















TESTIMONIO DE MARTHA WOLFF

La cercanía de esta efeméride, instaurada por las Naciones Unidas a partir del 1 de noviembre de 2005, trajo a mi mente aquel inolvidable viaje emprendido…

Asistí con la familia mi esposo y mi cuñado a la inauguración de dicho monumento en memoria de los judíos de Aurich asesinados por los nazis.
Fueron esos dos hermanos, sobrevivientes de la persecución antisemita, a rendir homenaje a parientes y desconocidos de esa ciudad donde habían nacido.
Cabe destacar que el monumento había sido costeado por la alcaldía, la iglesia anglicana y protestante del lugar, más donaciones de aurichenses no judíos y aportes de judíos emigrados dispersos por el mundo como el caso nuestro.
Mi esposo y cuñado volvieron a Aurich más allá de su condición de exiliados vivos y orgullosos con sus hijos y esposas para repetir la frase del canto de los partisanos del Levantamiento del Gueto de Varsovia: “Mir zainen do” “Estamos aquí”.
Aurich como tantos pueblos que devinieron en ciudades, sobre todo los del noroeste alemán, casi lindando con Holanda, guardan su geografía de canales, molinos de viento, estilo de sus casas, con cortinas de encaje y plantas en sus ventanas y con una hermosa calle peatonal de compras con casas típicas de té donde es impensable una historia de vida y muerte de sus habitantes por ser judíos.

La organización del evento de una semana tuvo como objetivo, además, recorrer pueblos y ciudades de los alrededores para conocer los museos en memoria de sus comunidades judías e instituciones. Hasta que, el día, 30 de mayo, día de la inauguración del memorial, fuimos por la mañana, primero, al cementerio a visitar las antiguas tumbas de sus familiares, y por la tarde, al lugar donde se congregarían todos para el descubrimiento del monolito que había sido emplazado en donde había estado la sinagoga incendiada el 9 de noviembre de 1938, la Noche de los Cristales Rotos.


Ahí estaba oculto bajo la expectativa de los presentes el monumento cubierto con una tela negra que había sido diseñado y esculpido por un artista plástico no judío, elegido como ganador de un concurso realizado a tal efecto entre todos los proyectos presentados.


Era un día primaveral cuando, súbitamente, las nubes cubrieron el cielo, la temperatura descendió notablemente y comenzó a caer una lluvia fría cada vez más torrencial. Pero nadie se movió a pesar de la tormenta. Había muchos vecinos y gente de los alrededores. Habían ido a acompañar a los judíos en ese acontecimiento. Había también estudiantes, maestros, clérigos, gente democrática que sintió la necesidad de decir presente, pero nos contaron que los nazis de siempre se quedaron en sus casas. Bajo los paraguas se veían los rostros angustiados ante la ceremonia que había comenzado. Una cantante acompañada por un guitarrista, interpretaron canciones en idish rescatadas de los guetos. El coro que estaba por cantar tuvo que suspender su presentación. 


Fue entonces cuando la iglesia luterana que quedaba enfrente abrió sus puertas para cobijarnos. Tuvimos que atravesar el edificio de la Asociación Médica que había sido la escuela judía antes del nazismo. Todos empapados cruzamos a la bella y pequeña iglesia, que nos resguardó. Pocos minutos después el coro postergado cantó en hebreo canciones de paz, dando la bienvenida a los presentes. Al parar la lluvia volvimos al lugar del monumento.
Entre el gris del cielo y el paño que lo cubría, el clima era de luto. Dos judíos nacidos en Aurich que viajaron especialmente igual que nosotros, ambos sobrevivientes que al salvarse emigraron a Israel, rezaron un kadish en el idioma de la Biblia. Después se invitó a subir a una tarima a personas de todas las edades, para que cada uno leyera una lista de diez judíos de Aurich masacrados: sus nombres, apellidos y edades. Se leyeron 310. Fueron puñaladas al oído y al alma. Escuchar sobre tantos niños asesinados, tantas vidas truncadas, tantas familias diezmadas, tanta injusticia… Al quitarse la tela quedaron al descubierto dichos nombres, grabados para siempre, sobre la piedra oscura.
A partir de ese mismo instante los nombres fueron como plegarias leídas por todo el público. Antes eran fríos datos en libros, documentos, cartas, cenizas. Desde ese día pasaron a recibir la luz del sol y el aire que les negaron los nazis.
Hubo tanto llanto como la lluvia que cayó. Gotas y lágrimas se unieron. Eran necesarias para apagar tanta angustia y tanto dolor contenido.


Finalmente la gente se acercó para dejar una flor o una piedra sobre los nombres de aquellas personas que alguna vez, habían sido, como ellos, seres libres!!



Fuente: Red de Mujeres Judías Argentinas
Enero 2014

Vera Vigevani, "Una militante de la memoria", por Alicia Benmergui



Vera Vigevani Jarach tiene 83 años y es una mujer que lucha todos los días – y no tiene intenciones de dejar de hacerlo. Vera Vigevani es una de las madres de “Plaza de Mayo” que ya hace casi cuarenta años lleva cabo una dura tarea para que no sea olvidado lo que sucedió en la Argentina bajo la dictadura militar.

Vera, nacida en Milán en 1928, tenía solo diez años cuando su familia decidió dejar la Italia de Mussolini que había impuesto las Leyes Raciales para emigrar a la Argentina. Creció y estudió en Buenos Aires donde se casó con Giorgio Jarach, trabajaba como corresponsal de Ansa, agencia de noticias italiana, y donde también tuvo una hija, Franca. Vera que había huido de la persecución fascista, en los años 70 no alcanzó a huir de otra persecución, la de los militares argentinos: el destino del que ella y su familia habían escapado, alcanzó a la familia que se había construido en Buenos Aires.

El 26 de junio de 1976 la hija de Vera, Franca, es secuestrada; desde aquel día no se sabrá más nada de ella. Solo que desapareció en la nada. Tal vez presa en un campo de concentración, tal vez asesinada poco después, tal vez arrojada al mar luego de su asesinato. Un mar de conjeturas contra el que Vera comenzó a luchar día tras día luego de su desaparición. Se unió a la Asociación de Madres de Plaza de Mayo desde su fundación y al igual que muchas otras madres, buscó la verdad sobre el destino de su hija. Pero para ella esa búsqueda de la verdad se transformó muy rápidamente en un incesante testimonio de aquello que le ha sucedido a ella, a su familia, a Franca, a la Argentina de los años de la dictadura.

Cuenta su historia en todo el mundo para que todos sepan lo que les ha sucedido a ella y a tantas madres que de un día para el otro han visto desvanecerse en la nada a sus hijos. Por toda esta batalla librada en nombre de la verdad, en nombre de la memoria, el 7 de diciembre a Vera Vigevani le fue conferido uno de los más altos honores concedidos por la ciudad de Milán, el ’Ambrogino d’Oro.

Un reconocimiento a su lucha cotidiana contra el dolor por la pérdida de Franca, y por la memoria de todos aquellos que secuestrados con violencia de sus familias (y de sus vidas) que no han vuelto nunca más.

Vera ha testimoniado en los procesos de Roma contra los militares argentinos por crímenes contra la humanidad cometidos durante el período de la dictadura, en que fue asesinada su hija Franca. Recordar, testimoniar, compartir su historia es el modo que Vera ha encontrado para mantener viva a Franca, es lo que le ha dado a ella misma la fuerza para continuar viviendo. Como cada 7 de diciembre se ha celebrado en Milán, en el Teatro dal Verme, en un teatro lleno de público, personalidades y periodistas, la entrega de los Ambrogini d’oro, un insignia de honor conferida por la Comuna de Milán. Allí le fue conferida una medalla de oro a Vera Jarach Vigevani, por toda la tarea llevada a cabo como integrante de Madres de Plaza de Mayo y que nunca ha olvidado la ciudad donde ha nacido. Desde hace muchos años tiene encuentros en la universidad y en las escuelas de Milán para hablar sobre la tragedia Argentina bajo la dictadura militar y los desaparecidos italianos.

También ese día, recibieron la misma insignia la Asociación de Hijos de la Shoá por el intenso trabajo en sus trece años de actividad para la conservación de la Memoria de la Shoá. Ellos trabajan denodadamente para mantener viva la memoria de la Shoa, dando el testimonio directo de los sobrevivientes en los campos de exterminio, pero también con una obra incesante de sensibilización cultural, histórica y civil, convocando a las más eminentes personalidad de la cultura italiana e internacional. “Después de años de trabajo silenciosos este Ambrogino d’Oro es para nosotros un reconocimiento muy importante: pone a la luz nuestra actividad que desde siempre se desarrolla de un modo muy particular, en las escuelas y con los jóvenes” ha afirmado luego de la premiación Daniela Dana Tedeschi, voluntaria de hace algunos años en la Asociación.

Por diferentes razones, pero todas productos de tragedias, se ha premiado a quienes luchan para que no triunfen gracias al olvido, los asesinos y la muerte. Solo la memoria los mantendrán vivos en nuestro recuerdo para que todas estas cosas no sucedan nunca mas...

Fuente: Milim Cultural

lunes, 27 de enero de 2014

MEXICO ESTA DE DUELO: JOSÉ EMILIO PACHECO HA MUERTO, por Harold Alvarado Tenorio




















Uno de los más versátiles escritores de los últimos tiempos, José Emilio Pacheco (México, 1939-2014) trabajó con varia y singular fortuna diversos géneros literarios donde combina la protesta social y un lejano cosmopolitismo, suma, quizás, de su fascinación por las culturas de la antigüedad clásica, los símbolos y rituales que han sobrevivido a la historia y la paradójica continuidad del pasado en el presente, que aprendió, sin duda, en Octavio Paz.

 

Nacido en la capital azteca, hizo estudios de leyes y filosofía en la Universidad Nacional Autónoma. Mientras estudiaba escribió teatro y editó varios periódicos, actividad que continuaría con Diálogos, revista del Colegio de México y los suplementos culturales de Novedades y Excelsior o La cultura en México del semanario Siempre. Colaboró en la redacción de varias antologías, entre ellas, La poesía mexicana del siglo XIX (1965) y Antología del modernismo, 1824-1921 (1970). Escribió guiones para cine colaborando con Arturo Ripstein en El castillo de la pureza (1972); El santo oficio y Fox Trot (1975). Tradujo numerosos poetas, desde los griegos de la Antología hasta Rexroth, Auden, Seferis y Kavafis, reunidas en el volumen antológico Tarde o temprano (2009). Algunos de sus últimos libros de poemas son La edad de las tinieblas (2009) y Como la lluvia (2009). Pacheco consideró la poesía «no como creación eterna sino como trabajo humano, producto histórico y perecedero, susceptible de mejorarse». Cree, además, que «nadie trabaja aislado». El autor está en débito, como se sabe, con quienes le precedieron y con aquellos con quienes comerció y ofreció préstamos. “Reescribir -dijo- es negarse a capitular ante la avasalladora imperfección”. Profundo conocedor de la obra de Jorge Luis Borges, en 1999 ofreció una serie de extensas conferencias sobre la obra del genio. Entre otros galardones que mereció figuran el Premio Cervantes (2009); el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2009); el José Donoso (2001); el Octavio Paz (2003); el Pablo Neruda (2004); el Ramón López Velarde (2003); el Premio Internacional Alfonso Reyes (2004); el José Asunción Silva (1996); el Xavier Villaurrutia (1973); el García Lorca (2005) y el Premio Alfonso Reyes otorgado por El Colegio de México (2011).
 


Lo primero que publicó fueron narraciones, confeccionadas luego de lecturas arquetípicas y personalísimas de Quiroga o Borges. En las de El viento distante (1963), la engañosa simplicidad de su lenguaje permite una percepción más concreta del mundo imaginario que Pacheco opone a la absurda realidad. Uno de esos cuentos, Parque de diversiones, habla de dos estudiantes cuyo comportamiento desagrada a la maestra de biología que termina alimentando las plantas carnívoras del jardín botánico con ellos, y el beneplácito de sus compañeros de estudio. La historia comienza con una cita donde se compara la vida y la muerte con un laberinto y concluye con el proyecto de un arquitecto que construyera un parque dentro de un parque y así hasta el infinito. Las últimas frases del cuento son idénticas a las del comienzo, recordando que hemos estado en un laberinto de palabras. Otro de ellos, Tarde de Agosto, es un típico relato de iniciación. Un muchacho de catorce años, coleccionista de novelas de guerra, está enamorado de una prima. Su vida cotidiana es monótona: va a la escuela, almuerza en casa de un tío, regresa al hogar para cenar y se encierra a leer las aventuras bélicas. Su prima es el único ser que le hace ser: le deja escuchar sus discos, le lleva al cine. Pero una tarde de Agosto del vigésimo cumpleaños de ella conoce los límites del odio y el amor. El novio la invita a pasear y él debe presenciar, luego de la fiesta de aniversario, desde el asiento trasero del coche los besos y caricias de los novios. Luego de detenerse para dar un paseo por un bosque Julia ve una ardilla y quiere llevarla a casa. Pedro, el novio, dice que será imposible atraparla y que los guardabosques castigarán a quien lo haga. Entonces el muchacho decide capturar el animalito, sube a un árbol y en el instante mismo que ve llegar su triunfo aparece el guardián «prolongando así su humillación». Al regresar quema la colección de novelas. El pasado ha sido abolido. En su novela Morirás lejos (1967), una sorprendente visión de pasado y futuro se hace compleja gracias a las especulaciones sobre los sentidos de la realidad y las «cajas chinas» que utiliza como motivos. El engañoso argumento lineal: un hombre mira desde la ventana de su casa y ve a otro sentado en un parque, mientras el narrador ofrece varios desarrollos y soluciones posibles, es transformado en una serie de episodios históricos que tratan de la persecución del pueblo judío en un contrapunteo con escenas de nuestro tiempo que tienen un misterioso paralelo con la Alemania de Hitler. Obra abierta donde el lector debe sacar sus propias conclusiones, que pueden ir, desde la identificación, con el sentido común, de ciertos criminales de guerra en un mundo real, hasta interpretaciones que declaran ilusorios y fantásticos los sucesos del afuera. La novela marcó una nueva etapa del creciente afán de cosmopolitismo de los narradores latinoamericanos. Nunca antes un tema de la Roma Imperial y el moderno holocausto habían sido tratados como asuntos de novela. La acción, que sucede en la mente de personajes que viven en Ciudad de México, intriga porque convierte la capital del antiguo imperio azteca en escenario de acontecimientos del Viejo Mundo. Pacheco, al final del libro, revela su intención: es «un modesto intento para colaborar en la confianza de que un gran crimen nunca volverá a repetirse». Las batallas en el desierto (1981), situada en los años cuarenta, es una memoria de sus años juveniles sobre los valores culturales vigentes entonces, tipificados en los héroes y bienes de la sociedad de consumo, y retoma los asuntos de los seis cuentos que componen El principio del placer (1972), cuya virtud más notoria es el juego de variaciones de la voz del narrador.

 

Los elementos de la noche (1963) -su primer libro de poemas- mostró otra faceta de su talento: su maestría en el uso de formas y versificaciones. Cierta calmosa placidez dramática, que cubre las turbulencias de su angustia acerca de la cíclica destrucción del mundo, de saberse caído en el sin sentido del concepto de tiempo y el espacio, imposibilitado, por la naturaleza misma del arte, para nombrar lo indecible,  son las máscaras y heterónomos que rigen estos poemas íntimos y líricos donde se anuncia además, el juego, la ironía y el humor que deciden su obra posterior. En Arbol entre dos muros  la vida no tiene salvación alguna, es savia acorralada, ave que pasa de la noche a la noche a través de una habitación oscura. Pero si la existencia termina siempre en la obscuridad, su fugacidad es paralela a la vida efímera de la luz.

 

El reposo del fuego (1966) es un extenso modelo de búsqueda de un equidistante fiel de la balanza, -el poema-, entre el fuego y el hielo que ofrece la Historia. La estructura formal, tres secciones con quince textos cada una, es opuesta al tema recurrente de un pasado, mítico o exótico, que el presente conserva en México. En un mundo eliotiano, baldío, yerto de espacios, anulado por el fluir de Heraclito, Pacheco busca, -¿sin esperanza?, como un estoico, ¿con convencimiento?-, un principio de permanencia donde el fuego sea carnaza del cambio pero esencia del arte.

Su libro más conocido sigue siendo No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969). Aunque influenciado por el Comment c´est de Samuel Beckett, que tradujo en 1966, en él, Pacheco da cuerpo entero a su idea de que el tiempo, la fugacidad misma, por su definitoria trasmutación es lo que entendemos como Historia. Hecho de paráfrasis y profusión de formas, collages, variaciones que son eco de voces y miradas reconocibles, aproximaciones y traiciones a otros textos, con poemas largos y cortos, fábulas, un bestiario y haikús que desconciertan al lector viciado de vanguardismo, pero satisfacen el gusto más estrictamente post-moderno, No me preguntes cómo pasa el tiempo  es uno de los libros definitivos de los años que cambiaron la historia del siglo e inauguraron el tercer milenio: La Plaza de las Tres Culturas, París-Mayo del 68, La Primavera de Praga. Como un vates medieval, Pacheco, bricoleur  mexicano, anunció en, 1968, el hoy:

 

Un mundo se deshace/nace un mundo/las tinieblas nos cercan/pero la luz llamea/todo se quiebra y hunde/y todo brilla/cómo era lo que fue/cómo está siendo/ya todo se perdió/todo se gana/no hay esperanzahay vida y/ todo es nuestro. / (1968, I)

 

Acumulación de sonoridades, momento de las grandes palabras en voz alta ante las cámaras, micrófonos, multitudes, partidos. Hora de tomar parte en la batalla. Época heroica, edad homérica en que la vileza no borra la grandeza. Página blanca, al fin, en que todo es posible: el futuro sin rostro en que el doloroso paraíso redesciende a este mundo, o bien crece el infierno, es absoluto y sube entre fragores de su inmóvil voracidad subterránea. (1968, II)

 

Piensa en la tempestad que lluviosamente lo desordena todo en jirones:tributo para la tierra insaciable, elemental voracidad de un orbe que existe porque cambia y se transmuta.La tempestad es imagen de la guerra entre los elementos que le dan forma al mundo.La fluidez lucha contra la permanencia; lo más sólido se deshace en el aire. Piensa en la tempestad para decirte / que un lapso de la historia ha terminado. (1968, III)

 

El poeta como arqueólogo está presente en Irás y no volverás (1973), un estudio de fósiles en el Gran Templo azteca o de la efímera realidad de la existencia, sentida en lugares y ciudades norteamericanas; y en Islas a la deriva (1976) y Desde entonces (1980), que retoman muchos de los temas caros a Pacheco como el río de Heráclito y la civilización azteca, agregando reflexiones sobre insectos y animales que nos sumergen de nuevo en presentes caducos. El tono es «inteligente» pero saltos, roturas y solecismos hacen difícil su disfrute más allá del humor que invade varios de esos textos. Uno de los epigramas habla de un poeta orgulloso de que nadie le entienda; en Shopping Center, somos comparados, en nuestro frenesí consumista, con hormigas que mueren de saciedad, presas en la miel pantanosa del supermercado. Otro de los poemas de Islas a la deriva titulado La flecha  reafirma la eterna convicción en que vida y obra, como quiere Kavafis en su poema Itaca, serán perdurables si demoramos en llegar:

 

No importa que la flecha no alcance el blanco/Mejor así/No capturar ninguna presa/No hacerle daño a nadie/pues lo importante/es el vuelo la trayectoria el impulso/el tramo de aire recorrido en su ascenso/la oscuridad que desaloja al clavarse/vibrante/en la extensión de la nada. /
 

 

 

Harold Alvarado Tenorio





 FUENTE: el texto lo recibí directamente de su
autor, al que agradezco.
 
foto: EMILIO PACHECO RECIBE EL
PREMIO CERVANTES 2009.(Archivo
diario EL UNIVERSAL, Mexico.