AURICH -ALEMANIA
26/5/2001
TESTIMONIO DE MARTHA WOLFF
La cercanía de esta efeméride, instaurada por las Naciones Unidas a partir del 1 de noviembre de 2005, trajo a mi mente aquel inolvidable viaje emprendido…
Asistí con la familia mi esposo y mi cuñado a la inauguración de dicho monumento en memoria de los judíos de Aurich asesinados por los nazis.
Fueron esos dos hermanos, sobrevivientes de la persecución antisemita, a rendir homenaje a parientes y desconocidos de esa ciudad donde habían nacido.
Cabe destacar que el monumento había sido costeado por la alcaldía, la iglesia anglicana y protestante del lugar, más donaciones de aurichenses no judíos y aportes de judíos emigrados dispersos por el mundo como el caso nuestro.
Mi esposo y cuñado volvieron a Aurich más allá de su condición de exiliados vivos y orgullosos con sus hijos y esposas para repetir la frase del canto de los partisanos del Levantamiento del Gueto de Varsovia: “Mir zainen do” “Estamos aquí”.
Aurich como tantos pueblos que devinieron en ciudades, sobre todo los del noroeste alemán, casi lindando con Holanda, guardan su geografía de canales, molinos de viento, estilo de sus casas, con cortinas de encaje y plantas en sus ventanas y con una hermosa calle peatonal de compras con casas típicas de té donde es impensable una historia de vida y muerte de sus habitantes por ser judíos.
La organización del evento de una semana tuvo como objetivo, además, recorrer pueblos y ciudades de los alrededores para conocer los museos en memoria de sus comunidades judías e instituciones. Hasta que, el día, 30 de mayo, día de la inauguración del memorial, fuimos por la mañana, primero, al cementerio a visitar las antiguas tumbas de sus familiares, y por la tarde, al lugar donde se congregarían todos para el descubrimiento del monolito que había sido emplazado en donde había estado la sinagoga incendiada el 9 de noviembre de 1938, la Noche de los Cristales Rotos.
Ahí estaba oculto bajo la expectativa de los presentes el monumento cubierto con una tela negra que había sido diseñado y esculpido por un artista plástico no judío, elegido como ganador de un concurso realizado a tal efecto entre todos los proyectos presentados.
Era un día primaveral cuando, súbitamente, las nubes cubrieron el cielo, la temperatura descendió notablemente y comenzó a caer una lluvia fría cada vez más torrencial. Pero nadie se movió a pesar de la tormenta. Había muchos vecinos y gente de los alrededores. Habían ido a acompañar a los judíos en ese acontecimiento. Había también estudiantes, maestros, clérigos, gente democrática que sintió la necesidad de decir presente, pero nos contaron que los nazis de siempre se quedaron en sus casas. Bajo los paraguas se veían los rostros angustiados ante la ceremonia que había comenzado. Una cantante acompañada por un guitarrista, interpretaron canciones en idish rescatadas de los guetos. El coro que estaba por cantar tuvo que suspender su presentación.
Fue entonces cuando la iglesia luterana que quedaba enfrente abrió sus puertas para cobijarnos. Tuvimos que atravesar el edificio de la Asociación Médica que había sido la escuela judía antes del nazismo. Todos empapados cruzamos a la bella y pequeña iglesia, que nos resguardó. Pocos minutos después el coro postergado cantó en hebreo canciones de paz, dando la bienvenida a los presentes. Al parar la lluvia volvimos al lugar del monumento.
Entre el gris del cielo y el paño que lo cubría, el clima era de luto. Dos judíos nacidos en Aurich que viajaron especialmente igual que nosotros, ambos sobrevivientes que al salvarse emigraron a Israel, rezaron un kadish en el idioma de la Biblia. Después se invitó a subir a una tarima a personas de todas las edades, para que cada uno leyera una lista de diez judíos de Aurich masacrados: sus nombres, apellidos y edades. Se leyeron 310. Fueron puñaladas al oído y al alma. Escuchar sobre tantos niños asesinados, tantas vidas truncadas, tantas familias diezmadas, tanta injusticia… Al quitarse la tela quedaron al descubierto dichos nombres, grabados para siempre, sobre la piedra oscura.
A partir de ese mismo instante los nombres fueron como plegarias leídas por todo el público. Antes eran fríos datos en libros, documentos, cartas, cenizas. Desde ese día pasaron a recibir la luz del sol y el aire que les negaron los nazis.
Hubo tanto llanto como la lluvia que cayó. Gotas y lágrimas se unieron. Eran necesarias para apagar tanta angustia y tanto dolor contenido.
Finalmente la gente se acercó para dejar una flor o una piedra sobre los nombres de aquellas personas que alguna vez, habían sido, como ellos, seres libres!!
Fuente: Red de Mujeres Judías Argentinas
Enero 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario