sábado, 2 de noviembre de 2013

URUGUAY: "Vivo en una sociedad violenta", dice la escritora y poeta Marisa Silva Schultze

La novelista y poeta uruguaya
Marisa Silva Schultze, ganadora
del primer premio de narrativa
inédita que otorga el gobierno
de su país con su obra "Siempre
será después", reflexiona sobre
la agresividad en los vínculos
familiares

Por Verónica Dema | LA NACION
















La novelista y poeta uruguaya Marisa Silva Schultze admite que la larga convivencia con sus personajes antes de empezar a escribir le resulta casi insoportable. Cuando se sienta frente al teclado, empieza a entender. En su última novela, Siempre será después (Alfaguara), que recibió el primer premio de narrativa inédita del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay en 2011, Silva Schultze se instala en una familia y narra la destrucción de ambos padres: hay un asesino, una asesinada, un suicidio. En medio de todo está Álvaro, el protagonista, un chico de ocho años.

"Cuando terminé la novela me di cuenta de que durante un largo tiempo me había hecho la pregunta: ¿qué pasa con los hijos de las familias donde se producen situaciones límite de violencia? La novela surgió a partir de esa pregunta, porque yo vivo en una sociedad violenta", dice en esta entrevista con adncultura.

-¿Hubo un hecho en particular que desencadenó el deseo de escribir sobre esto?

-La lamentable redundancia de hechos que uno ve todos los días en la televisión o lee en los diarios: en Uruguay cada tres días muere una mujer asesinada. Es un lugar peligroso la casa. En mi literatura hay siempre, sin que yo lo busque conscientemente, problemáticas sociales a las que soy sensible y, por otro lado, un interés por convertir la familia y sus vínculos en sujetos de mi literatura. Mis novelas suceden en las casas. Los vínculos familiares tienen esa complejidad, entre el sostén afectivo y el origen de muchos conflictos, y me resulta interesante ahondar allí, en los temas sociales que atraviesan la familia, en este caso, la violencia familiar.


-¿En la novela se pretende desarmar esa idea de que el hogar siempre es un lugar tranquilo?

-Sí, es la demostración de que el hogar no siempre es sinónimo de paredes sólidas; hay hogares en que las paredes se pueden venir encima de uno. Por ejemplo, hablar en familia. Parece que eso fuera una situación ideal. Podrá ser maravilloso o no. Quizá almorzar en familia para mucha gente puede ser una tragedia, puede terminar en una discusión brutal. La palabra familia no tiene que, de por sí, tener una connotación ni positiva ni negativa: es un entramado de vínculos fundamentales que se resuelve de distintas maneras.

-¿Por qué la elección de narrar la historia en paralelo?

-La alternancia de un capítulo y otro me permitía jugar con dos tiempos: en los capítulos en que Álvaro es un niño, hay algo más informativo; allí cuento sobre la familia de él, la violencia desde su mirada; el narrador está en tercera persona, con algo más de distancia. En los capítulos en que Álvaro es un joven de 20 años, hay una búsqueda de captación del mundo interno de él; pero Álvaro no tiene palabras, no podría haber sido un monólogo; entonces, uso la segunda persona para entrar en su mundo.

-¿Cómo aparece el miedo en la novela?

-El miedo que el niño percibe en la madre es lo que le impide definir la situación de otra manera. Cuando su ex esposo toca el timbre, la acosa. Hay un recurso narrativo estratégico en la reiteración, porque la obsesión es así, es la redundancia del acoso. Y el niño aspira a que su madre pueda hacer algo para terminar con esa situación, para que el timbre no suene más. Hay un reclamo implícito del hijo a la madre y ella siente miedo y está paralizada.

-¿Cómo se emparienta el miedo con el silencio?

-El silencio es una estrategia que la madre de Álvaro tiene para intentar calmar a su ex marido. Parecería que no es un silencio sumiso sino estratégico. También está el silencio del niño, que tiene miedo y se siente invisible. Hay un momento en que él no soporta más el timbre y abre la puerta, entonces su padre entra y va al cuarto de la madre. A él ni lo ve. El niño está paralizado de miedo porque nadie lo mira: ni la madre ni el padre pueden hacer algo sólo para él. Siente que va construyendo a lo largo de su vida esa invisibilidad, que se concreta en esos apartamentos vacíos que visita cuando tiene 20 años, cuando nadie sabe que él está allí. Es una invisibilidad que se emparienta con la soledad, el miedo, el caos.

-¿Es también una historia sobre la soledad?

-Sí. La soledad como consecuencia de la violencia familiar. La soledad de Álvaro arranca desde su niñez. Cuando él va al estadio y su papá no habla con él ni se interesa por el fútbol sino que lo que le interesa es preguntarle sobre la madre, lo está dejando solo. Cuando eso se encadena con el miedo que siente la madre y el deseo de Álvaro, de que ella no sienta miedo, eso también lo deja solo. Y la soledad termina con una situación límite después del múltiple asesinato. Es la soledad límite del que es víctima de la destrucción adentro de la casa. Es una soledad contundente. Además, él no tiene hermanos y se lo plantea: sólo a él le pasó eso y es la peor de las soledades. No lo puede compartir con nadie.

-En su anterior novela, Apenas diez, hay un trabajo con la memoria colectiva. ¿Cómo trabaja en este nuevo libro la memoria individual, que aparece como trauma?

-Hay un trauma, pero es un juego muy ambiguo en la novela porque Álvaro tiene, en algunos momentos, la posibilidad -o se la quiere dar a sí mismo- de recrear algunas escenas de su pasado. Pero hay otra escena, la del momento en el que el padre asesina a la madre y luego se suicida, que él no vivió. Es decir que no es memoria. Él necesita imaginar el pasado.

-Lo imagina de modo tan nítido que le parece un recuerdo.

-Sí, parece un recuerdo, pero en realidad él fue excluido de esa escena: el padre asesinó a la madre una tarde en una plaza y él no estaba. En algunos momentos, él hubiera deseado estar para sentirse incluido, porque cuando su padre asesina a la madre y después se mata, de alguna forma lo están dejando a un lado. Él está afuera, como lo ha estado en otras situaciones de violencia. Vuelve esa idea de que él siempre ha sido invisible. Ése es el centro temático de la novela: la invisibilidad de la víctima frente a la tragedia de la violencia familiar..

fuente: DIARIO LA NACION- Buenos Aires.

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