domingo, 24 de febrero de 2013

China: la tierra del té y el arroz, por Regina Candel

China: la tierra del té y el arroz


¿Cómo hacerse entender cuando el idioma es tan complejo? ¿Cómo adaptarse a comidas a las que nuestro paladar no está acostumbrado? ¿Cómo sortear el desconcierto del cambio horario? Y a la vez, ¿cómo no dejarse envolver por la cultura milenaria de un país en constante cambio y crecimiento? 
 
por REGINA CANDEL(foto + textos)


Viajar es la forma que uno tiene de alejarse de la propia cultura, que agota y agobia, para acercarse a nuevas culturas, para luego darse cuenta de que la propia cultura no está tan mal.

En China el tema de la comida es complicado. Los sabores son muy diferentes a los de Argentina. Usan muchas especies, usan mucho tofu (que no tiene mucho sabor y es esponjoso; el segundo día lo confundimos con queso para comer con pan, imaginen nuestra decepción), usan bamboo (bien condimentado es riquísimo), mucho fideo (noodle) en sopa con cositas flotando, desde verduras, pescado, carnes a tofu, brotes de soja, algas y salchichas. El mayor problema es el picante. En la provincia de Sichuan, el menú es una lista de comidas que te dejan la boca en llamas.

Se mira la comida con desconfianza y si o si hay que decir ‘bu la‘ (no picante) antes de comprar algo a lo que los vendedores sonríen picaros. Un día compramos unas salchichas en la calle y, antes de poder decir nada, la señora vendedora metió la salchicha en un bowl con algo rojo que ardía de solo mirarlo. Gritamos ‘noooooo‘ al unísono. La señora se asustó, pero entendió, sonrió y nos dio otra salchicha. En China la comida picante no es solo cosa de hombres.

Viajar es descubrir cómo vamos convirtiéndonos de viaje en viaje; la actitud de uno se va relajando ante los obstáculos que se presentan. Ya no importa que las cosas no funcionen como deberían, solo hay que adaptarse y adoptar las formas del lugar, tratar de comprender, estar de acuerdo o no pero sin molestarse.

En Xi’an fue muy difícil dar con el lugar donde estaba el apartamento que habíamos reservado. La puerta del edificio estaba en la mitad dentro de una manzana. No mucho chinos hablan inglés, por lo que para conseguir alguna información decidimos meternos en los hoteles 5 estrellas donde siempre hay alguien que hable ese idioma; el trato es excelente; un día hasta conseguimos que nos dejen usar las computadoras de la sala vip ya que no conseguíamos un cyber desde donde hacer una reserva de avión.

En la calle, pedir indicaciones para conseguir una dirección es muy complicado. Lo mejor es pedirle a alguien que copie la dirección en caracteres chinos. Luego, en la calle parás a cualquiera y solo le mostrás el papel. Ellos, amablemente, te muestran hacia dónde tenés que caminar.

Pasa también que uno pronuncia el nombre de un lugar varias veces y cuando entienden la palabra te dicen “ah” y vuelven a pronunciar lo mismo que vos pero con un tono sutilmente diferente. Sonríen y te indican hacia dónde ir. El único problema es que te siguen dando las indicaciones en chino.

Viajar es agudizar los sentidos a todo lo nuevo que sucede alrededor. Lo que para un chino es cotidiano, para uno es extraño. Uno de alguna manera se transforma en un voyeur, observa (a veces con desconfianza) lo que el otro hace, se sorprende y admira también.

En Chengdu vimos cómo los espacios públicos y los jardines son muy cuidados y los diseños son estudiados siguiendo el feng shui. Hoy en día este arte o ciencia, que data de hace 3000 años, se ha incorporado en el mundo occidental, pero todo comenzó en China.

Es difícil definir pero apunta a la creencia del conocimiento de cómo balancear las energías positivas y negativas en un espacio para asegurar la buena salud y la buena fortuna de las personas que lo habitan. feng significa “viento” y shui “agua”, dos elementos que aparecen en toda la cultura china. El agua, ya sea en lagos, estanques o cascaditas artificiales, está presente en todos los jardines.

El feng shui está basado en la visión Taoísta de cómo entender a la naturaleza, especialmente en la idea de que la tierra está viva y tiene Chi o energía. Los espacios públicos son muy utilizados por la población: las mujeres practican danzas tradicionales, se hace karaoke con instrumentos de la zona, llevan sus pájaros en jaulas y las cuelgan entre los árboles y así pueden las aves conversar entre ellas, se organizan campeonatos de cartas, juegan juegos de mesa inentendibles para nosotros, tejen frente al rio, hacen taichí a las 9 de una mañana fría de invierno.

La idea es llegar a Beijing e ir directo al Hostel donde Vicky y Tero, pareja viajera amiga desde hace 10 años, nos esperan. Ellos nos inspiraron para este viaje que hacía dos meses no pensábamos hacer. Llegamos a destino, entre la emoción y el cansancio, olvidamos que a partir de ese momento nuestro contacto con el mundo sería un constante “dígalo con mímica”.

Cuando comenzamos a alejarnos del aeropuerto (donde aún subsistían algunos carteles en inglés) y veíamos que todo estaba solo en chino y algo -alguito-, en Pin yin, nos asustamos en serio. El Pin yin es el lenguaje chino simplificado, es el sistema oficial para transcribir los caracteres chinos a la escritura en caracteres latinos. Fue desarrollado en los años ‘50 como una manera de hacerse comprender con el resto del mundo ya que, sin esto, comprender el chino es un trabajo de toda una vida. No solo los caracteres son complejos sino el hecho de que es un lenguaje tonal, tiene 4 tonos básicos: una misma palabra pronunciada con cada uno de los tonos puede tener 4 significados diferentes. Complejo es la única palabra que me viene a la mente.

Llegamos al hostel luego de una caminata que se hizo larga principalmente por el frío, que ya calaba los huesos. De los 30 grados de Santa Fe pasamos a -4 en Beijing.

Son las 4 de la mañana, no me puedo dormir. Dicen que una persona necesita un día por hora de cambio horario que realiza. Tal vez de acá a 12 días pueda dormir bien.

Al otro día nos preparamos para la Gran Muralla China. Hay varios puntos donde ir a conocer la muralla, pero el más popular y cercano a Beijing queda a una hora de tren. Lo emocionante es ir descubriendo partes de la muralla, que aparece y desaparece, desde la ventanilla. La entrada a la muralla es de $ 45 que también permite acceder a un museo muy interesante. Allí se cuenta que la muralla no es una sola, sino que se fue construyendo de manera irregular en varios sectores del norte del territorio de este a oeste, en parte como modo de defensa del Imperio Chino y para protegerse de las invasiones de varios grupos nómades o militares a lo largo de muchos años, como también para tener un control de entrada y salida de productos y de personas por la famosa Ruta de la Seda.

La más conocida es la muralla construida entre 220-206 A.C por el primer Emperador de China, Qin Shi Huang, de la cual no queda casi nada.

Desde siempre la muralla ha sido reconstruida, mantenida y mejorada: la mayor parte de lo que se conoce hoy en día fue reconstruida por la Dinastía Ming
.
Llegando a nuestro destino, nos damos cuenta de lo desabrigados que estábamos. Fabi, de manera desesperada, realiza su primera compra -con regateo de por medio- de un gorro al mejor estilo comunista del norte, bien abrigadito y con estrella roja en el medio. Subiendo la muralla llegamos a tener -10 grados con vientos de 50 km/h que bajaban la sensación térmica. A mí se me congelaron las orejas. A Fabi se le pusieron las cejas blancas, ¡estaban congeladas! Lo único que queríamos era llegar a los baños que estaban bien calentitos.

¿Mito o realidad? En invierno hace frío en el norte de China. Realidad, ¡hace mucho frío!

Luego de recorrer por varios días las calles de Beijing, donde se ve claramente el crecimiento monumental que ha tenido este país, nos dirigimos en tren nocturno hacia la ciudad de Xi’an, que fue por mucho tiempo capital del país y donde se descubrieron los Soldados de Terracota.

La entrada a los soldados no es barata, cuesta $ 120 pero vale la pena. Es impresionante ver todas esas figuras realizadas en tamaño natural y todas ellas diferentes. No hay una figura que se parezca a otra. Es una colección de esculturas que representan el ejército del primer emperador de China, Qin Shi Huang. Entre todas las figuras se dice que aún no se pudo acceder a la tumba donde el emperador está enterrado desde el año 210 A.C.

El propósito de este ejército era la protección del Emperador después de muerto. Las figuras fueron descubiertas en el año 1974 por unos campesinos que trabajaban en el área, en la provincia de Shaanxi. En total son 8000 soldados, 130 carrozas, 520 caballos y 150 soldados de caballería. ¿Se imaginan la cantidad de personas trabajando para este hombre al que se le ocurrió que debía ser protegido después de muerto? Se sabe que este Emperador no era un hombre muy querido; antes de morir mandó quemar todos los papeles que trataran sobre su vida y de paso a unos cuantos ministros que sabían de más sobre su accionar en la tierra.

¿Mito o realidad? En China se comen insectos, escarabajos, escorpiones y pajaritos con las cabezas en almíbar. 


Realidad.

Xi’an es una ciudad muy extraña ya que tiene un barrio entero dedicado a los chinos que se han convertido al Islam: estos son una minoría en el país y representan un 2 %. La mayoría en el país sigue una religión con mezcla de Taoísmo, Budismo y Confucionismo, siendo esta última un tipo de filosofía.

Aprendimos que el Budismo es diferente en China que en el Tíbet. A pesar de ser un país comunista, China tiene una población que sigue creencias y filosofías que se entremezclan entre sí. Veneran al Buda, así es que encontramos templos budistas y vimos, en Leshan, el Buda más grande que se puede observar en el exterior, a dos horas de Chengdu, tallado sobre una piedra.

A todo esto suman las enseñanzas de Confucio, que impuso ciertos valores morales a seguir. El Taoísmo a su vez incluye conceptos que hoy en día son comunes en la cultura china, como el cuidado por la naturaleza y la reverencia a espíritus ancestrales.

Muchos aspectos de la cultura china, como la cocina, las medicinas naturales, algunas artes marciales y el feng shui están mezclados con enseñanzas taoístas a lo largo de la historia. Sea como sea, los chinos son gente tranquila, no se alteran ni por el tránsito caótico, no discuten, son extremadamente amables y sonrientes. Me pregunto si seguir estas religiones o filosofías, como les llaman algunos, los han moldeado para ser así.

¿Mito o realidad?: En la tierra del té y el arroz, es fácil conseguir esos productos. Mito: se nos hacía difícil conseguir mercados que los vendan.

Desde Xi’an viajamos en tren nuevamente hacia la provincia de Sichuan, Chengdu. Los tickets de tren no son difíciles de conseguir, hay hard y soft sleeper; la diferencia de precio no es mucha y vale la mayor comodidad. Se viaja en camarotes, lo que permite tomar trenes nocturnos y dormir.

 El único inconveniente es que, a pesar de que está prohibido fumar dentro de los camarotes, muchos lo hacen y el humo viaja por el vagón, a veces imposibilitando respirar normalmente. Esto es bastante molesto, pero en general los viajes son cómodos.

En Chengdu fuimos a la Panda Base. Fue muy complejo entender cómo llegar hasta el lugar; estuvimos dos horas tratando de averiguar con qué colectivo llegar. Tuvimos que hacer una combinación, pero valió la pena. Vimos muchísimo pandas, algunos comiendo, jugando, durmiendo arriba de los árboles. Superó ampliamente nuestras expectativas. Como hacía frío, los pandas estaban chochos a la intemperie y en verano tienen unas salas con hasta 7 aparatos de aire acondicionado para lograr la temperatura que necesitan. Lamentablemente el crecimiento abrumador de China destruyó los espacios naturales donde estos animales pueden sobrevivir por cuenta propia. Se han creado varios centros para conservar la especie, muchas veces por medio de inseminación artificial, ya que son animales con poca actividad sexual. Quedan 1000 pandas en el mundo: haber visto unos 50 de ellos ha sido un gran honor.

¿Mito o realidad? En China es fácil encontrar cybers gigantes. Mito. Nos costó mucho encontrar lugares para poder usar internet, en algunos nos pedían pasaporte chino a lo que respondíamos que era obvio que no éramos de su país.

China está creciendo mucho. Es un país con gobierno comunista pero no encontramos rastros de lo que uno se imagina es un país comunista. Hay hoteles 5 estrellas, boutiques con las mejores marcas internacionales y muy vistosos (creo que ni en París ni en Milán vi negocios con esas características), y como dijo un amigo: de la misma manera que pasaron de la escritura a mano a la computadora (por la imposibilidad de usar una máquina de escribir por los caracteres que les son propios), los chinos pasaron de la bicicleta al Audi. Los autos que se ven en las calles son todos súper modernos.

No vimos indigentes, excepto algunas personas en esa condición. Las ciudades son muy limpias.

Claro que todo adelanto tiene sus consecuencias: todo o casi todo lo que consumimos en occidente está construido en China, así es como los habitantes de este país soportan las chimeneas de las fábricas casi en el balcón de sus casas. Es muy impresionante.

Después de 11 días, volamos desde Chengdu a Bangkok, Tailandia, con el plan de volver a China a fines de febrero y seguir conociendo este país en constante cambio y crecimiento.















Los sabores de la cocina china son diferentes a los nuestros, y el mayor problema es el picante.

LOS VAIVENES DEL TIEMPO

¿Qué hora es? ¿Cuando empieza 2013? Todavía no entiendo. De Sao Paulo salimos a las 4 de la mañana del 31/12 y aterrizamos en Qatar a las 10 de la mañana del 31/12 para salir hacia Beijing a las 2 de la mañana del 01/01/2013 y llegar a las 2 de la tarde. ¿Se perdieron? Yo también. Lo único que se es que toda esa gente en el aeropuerto de Qatar vio pasar el año en un avión, sin comprender los vaivenes del tiempo. ¿Los chinos, que tienen 12 horas de diferencia con nosotros en Argentina, vivieron medio día más del año 2012? Exijo entonces que se me devuelvan esas 12 horas de vida.

Sea como sea, el año se fue, ¿adónde? No me avisó, no dejó notas, solo experiencias. Y este año 2013 que comienzo en un avión a Beijing me da buenas expectativas de aventuras, de animarme a cosas nuevas. En vuelo ví la película “The Great Marion Hotel” sobre un viaje a la India. 

Se destaca el miedo que podemos tener de enfrentarnos a nosotros por pánico a la decepción. En los viajes uno se vive enfrentando a uno mismo, todo es nuevo, todo asusta un poquito. Lo maravilloso de viajar radica ahí mismo, en enfrentar esos miedos. La película termina con una idea que me gustó mucho: Las cosas siempre terminan bien, y si no terminan bien es porque, en realidad, aún no terminaron.

 


fuente: diario EL LITORAL- SANTA FE
ARGENTINA,  23 de Febrero 2013

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