Jorge Trevejo llegó de Cuba hace 20 años, escapando del agobio estatal, y ahora padece las restricciones locales
Por Carlos Manzoni | LA NACION
Jorge
Fernández Trevejo Díaz enfrentó estoico cada una de las dificultades
que le presentó el destino. Nunca imaginó que el límite a su espíritu
luchador se lo iba a poner la Argentina, país al que llegó hace 20 años
cuando decidió abandonar su Cuba natal, en busca de una bocanada de
libertad. "Esta película ya la viví. No quiero pasar dos veces por lo
mismo en mi vida", dice este cubano de 63 años, que vive en La Plata y
que acaba de caer preso del cepo cambiario que reina en el país.
Pintor, escultor y retratista incansable de Ernest
Hemingway, Trevejo respiró la opresión de los primeros años de la
revolución cubana, trabajó en un diario fundado por Ernesto Che Guevara y
vivió el calvario de tratar de escapar de su tierra cuando se cansó de
que, según recuerda, pensaran por él. "Me formé dentro de la revolución,
viví el socialismo, pero un día me cansé y decidí marcharme de mi país
sí o sí", relata.
Como marginado en su propia tierra tuvo que ganarse el
pan "a como diera lugar": hombreó bolsas, fue obrero de la construcción y
cavó fosos. Nunca bajó los brazos. Hasta ahora: desde diciembre de 2011
no puede enviar un solo dólar a su madre, que aún vive en la tierra de
Fidel, junto con otros familiares. Tampoco pudo ayudar a uno de sus
hijos, que murió gravemente enfermo hace seis meses.
Durante dos décadas envió ayuda a su familia. Pero ya
no. La última Navidad fue la primera desde que Trevejo abandonó Cuba en
la que su madre, doña Ramona Rivas Montes de Oca, que en noviembre
cumplirá 100 años, no recibió su remesa. "Llamé a mi madre y le dije que
esta vez no podría comer como otros años, porque aquí no me dejaban
sacar dinero", dice. "Piense que con lo poco que yo mandaba, comía toda
la familia", acota.
Nacido 10 años antes de que Fidel Castro y el Che
Guevara bajaran de la Sierra Maestra, y abandonado poco antes por su
padre, que escapó a los Estados Unidos porque "sabía lo que se venía",
Trevejo se crió con mil privaciones en San Francisco de Paula, ciudad de
la Habana. Hasta ese barrio de casas bajas llega su voz cada mes,
cuando levanta el teléfono para repetir a doña Ramona que, otra vez, se
truncó su intento de enviarle dólares.
Buscó de mil maneras hacer el envío: por el correo
tradicional, por Western Union y hasta vía los Estados Unidos, donde
tiene un sobrino que, a su vez, manda remesas a Cuba. Reclamó por
teléfono a cuanto organismo fue necesario. Pero todo terminó en fracasó.
Entonces, así como alguna vez dejó su país, sofocado
por controles y carencias, también decidió marcharse de un lugar donde
ya no puede disponer de su dinero y que le hace temer lo peor. "Me voy
ahora porque ya vi lo que va a pasar y no quiero vivir repetidamente la
misma película", afirma Trevejo, golpeando la mesa.
Una de las escenas de esa película vuelve de pronto a
su mente. Cuando le llegó la noticia de que había caído la Unión
Soviética, le susurró al oído a su hermana:
"Empecemos a guardar
comida". Comenzaba allí lo que se conoció como "período especial", una
de las etapas de mayor escasez de alimentos en la historia de Cuba.
Su mente retorna ahora a la Argentina, donde aún le
queda una sorpresa por contar. Cuando tuvo la decisión tomada de
marcharse, la pesificación forzada de los inmuebles le dio otra
cachetada. "No puedo irme de este país porque el cepo cambiario me
impide vender esta casa", relata el hombre. Nadie compra su propiedad en
dólares, por lo que no puede hacerse de los fondos para viajar e
instalarse afuera, "lejos de América latina".
Así, una vez más en su vida, quedó anclado en un país
en el que ya no quiere estar, y donde, según sus palabras, se le está
recortando la libertad de decidir con su propia cabeza. "Y eso es lo
peor que se le puede hacer a un hombre, amigo. Créame que eso es peor
que pasar hambre, no tener qué ponerse o estar obligado a trabajar de
cualquier cosa para sobrevivir", subraya.
Rodeado de sus pinturas, muchas de las cuales reflejan
la historia que mamó en la tierra de los Castro, Trevejo tarda en
responder qué opina de los controles que se imponen en la Argentina.
Mira el techo y suspira: "Pienso que me quiero ir de este país, porque
yo ya vi lo que se viene después de esto. Tome la historia de Cuba y esa
misma historia se lo va a mostrar. Yo no soy economista, pero a mí no
me lo contó nadie, yo lo viví", exclama el hombre.
fuente: diario La Nación.com
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