jueves, 12 de julio de 2012

CORONDA(PCIA. DE SANTA FE-ARGENTINA): COMUNICO EL FALLECIMIENTO DE LA POETA Y ESCRITORA Lidia Ester Lobaiza de Rivera


Patria de aquí y de allá

Del collar de la Patria renacida
por la fe y esperanza de cada hombre,
hay una lejana perla desprendida
que Malvinas ostenta como nombre.
Dolor de madre por la ausencia,
amor del hijo que se fue por ella:
Dolor y amor, una sola presencia
en el confín del sur, tras una estrella.
Patria de aquí y de allá,
hendiendo el ojo añil del mar;
exhausta mano que tendiéndose va
hacia la otra, sin poderla alcanzar.
Laceración austral en la distancia,
tierra negada para el argentino,
primera quimera velada con el ansia
de todo pensamiento esclarecido.
Volverá, algún día no lejano,
por la única razón de la justicia,
anudarse otra vez mano con mano
entre redoble y laurel en la caricia.
Y en la gloriosa Patria unificada,
ostentando por fin las caras islas,
flameará la Bandera bienamada
en el límite inmortal de las Malvinas.


Lidia Lobaiza de Rivera



Fin de la espera


Este cuento pertenece a la escritora corondina Lidia Ester Lobaiza de Rivera. Narra la peripecias que debe vivir un hombre cuando, de pronto se ve enredado en una historia de ánimas, amor y justicia.

-Son porfiados los viejos- pensó Tito. -Siempre aferrados a su tierra, aunque esté cerca el fin del mundo. Menos mal que todavía hace buen tiempo, que si no...
Una vez más, en estos dos años en los que tantas cosas habían pasado, iba a visitar a sus padres al campo, ya que de ninguna manera quisieron mudarse a la ciudad. Para él, la vida había dado un vuelco positivo. Basta de laburar por dos mangos para la fábrica, conduciendo ese odiado camión con el que recolectaba todos los días la leche, que en grandes tachos dejaban los tamberos a lo largo del camino. Después de todo, los viejos también tenían su cuota de razón: los estudios siempre sirven; en algún momento te ofrecen una oportunidad, por eso tenía ahora un buen empleo, y esa camioneta flamante para aventurarse visitas por esos caminos olvidados.
La tarde ostentaba un sol radiante, el otoño doraba el campo y los árboles.
Despertó de pronto de sus cavilaciones y se enfrentó, con un sobresalto, al camino, ese camino... "el de las moras". Y como en cada oportunidad, el corazón golpeó con fuerza, mientras un sudor frío le mojaba la espalda.
Miró hacia la banquina, el montecito, el labrantío, la tierra arada... todo sumido en un profundo silencio.
Recordó los hechos como si hubieran pasado ayer. Los viajes en el camión y la constante presencia de las muchachas, aquellas pálidas jóvenes que sólo él había visto; aquéllas que nadie conocía, que nadie había avistado jamás, a tal punto que cuando contó los sucesos lo tomaron por loco.
Pero él supo sus nombres, conoció sus rostros, escuchó el sonido de sus voces. Un latigazo de emoción le anudó la garganta. Le pareció oír a su madre, narrándole la historia aquella de los cuatro cadáveres que la lluvia se ocupó de descubrir justo en la esquina del campo que daba hacia la ruta que llevaba hacia el pueblo vecino, víctimas de una época horrible de muertos y desaparecidos, cuyas identidades nunca se supo, a pesar de las personas que llegaron con la esperanza de encontrar en ellas, un rostro amado. Hasta que luego de tanto esfuerzo inútil, fueron enterradas en el cementerio municipal, bajo los nombres de N.N.
¿Cuál fue el motivo, el designio secreto por el cual se le había manifestado precisamente a él? Sacudió la cabeza... Dios..., ícuánto le había costado salir de ese tormento!
Rememoró cuando por un impulso fue hasta la policía a relatar lo acontecido. La cara de asombro de los empleados al oír "esas cosas de locos y de aparecidos"; el ir y venir de una oficina a otra contando siempre lo mismo; las sesiones con el analista, tratando de descifrar esa trampa que le había tendido el destino, de la cuál él era uno de los protagonistas junto a cuatro jovencitas que se cruzaron en su vida, una tarde de llovizna y frío.
Û

-Como le cuento, Sr. Comisario. ¿Cuántas veces voy a repetir lo mismo?. Las muchachas que yo llevaba en el camión eran jóvenes, algo pálidas, menudas. Unas eran maestras; las otras, estudiantes de abogacía.
Y si bien sabía que se llamaban Betina, Chabela, Soledad y Marta, no dijo ese dato nunca... no supo por qué se lo guardó.
-Pero, ¿y los apellidos?, ¿cuáles eran?
-No sé, nunca se los pregunté. Las cosas sucedieron así, de pronto, en fin, no tuve en cuenta ese detalle.
-Y físicamente te acordás de cómo eran.
-Déjeme hacer memoria... "dos eran morenas, de cabellos lacios. Polleras, blusas, pantalones gastados. Me parece que eran hermanas. Otra era menudita y rubia. De una sí que me acuerdo: le pude ver el rostro. No era hermosa. Pero me impresionaron sus ojos azules, que resaltaban en su piel desvaída. Pero era su mirada; sí, parecía contemplarme desde muy lejos, desde muy adentro".
-¿Y qué más sabés?, ¿a dónde iban cuando se bajaban del camión?, ¿a qué casa?, ¿qué parientes tenían?
-Me dijeron una vez: "Tenemos amigos, amigos de hace... si... cerca de veinte años". Pero yo nunca vi a nadie esperándolas, ni casa ni paradero cerca. Y eso que pregunté a todo el mundo, incluidos mis ocasionales pasajeros, especialmente a los más viejos, que de todo se acuerdan y se conocen hasta los pastos... todos me respondieron lo mismo: "íQué raro! ¿Casas?... por aquí no hay... hummm...
Otras veces el psiquiatra charlaba horas y horas con él, preguntando... preguntando... hasta que de nuevo reseñaba lo mismo, una y otra vez, como si se tratara de un sueño del que jamás despertaba.
-Cuando vos escuchaste por radio o por televisión lo de las Madres de Plaza de Mayo, después que pasaste por el lugar...tu mente, ¿no te habrá jugado alguna mala pasada?.
-íNo! Si yo las conocí antes de que dieran esas noticias.
-¿No habrá sido tu madre la que te contó, y vos, inconscientemente elaboraste los hechos hasta el punto de creer que fue todo realidad?
-íNo! Mi madre me lo dijo justamente esa noche. La noche en que encontré el papel en la campera.
-¿Qué papel?
-Sr. Comisario,... ya se lo dije... se lo repetí hasta el cansancio...Fue el día que las vi por última vez. Sin que yo me diera cuenta me dejaron ese mensaje en la ropa.
-Pero, ¿qué cosas te decían?
-Que les avisara a ustedes para que las incluyeran en las listas...por eso de los desaparecidos. ¿Para qué me pregunta si usted tiene el papel?
-íJa!, a lo mejor lo escribiste vos y te mandaste flor de cuento.
-íPero señor!, íésa no es mi letra! Y el papel es muy viejo.
-Pero, ¿qué decía el papel?
-"Vos sabés la verdad. Deciles nuestros nombres. Para que lo incluyan en las listas. Deciles, por favor".
-Sí, eso dice aquí. ¿Y cuáles eran esos nombres?
-íNo los sé, no los sé! íBasta por favor!
Un silencio enorme aplastó toda lógica, como refutando cualquier explicación.
La situación duró más de un mes. Por fin un día, cuando de tan agotado se sentía al borde de un quiebre psíquico, no hubo más preguntas.
El tiempo pasó. ƒl trató de olvidar. El pueblo se aturdió con nuevos chismorreos. La policía tuvo nuevos asuntos que resolver.
Û

Pero su tranquilidad duraría lo que un respiro entre dos sobresaltos. Como un reguero de pólvora el parte se extendió por el pueblo. Y decenas de "comedidos" vinieron con la noticia.
-Che, Tito, ¿te acordás del lugar donde encontraron los cuatro cadáveres? Algo pasó...dicen que apareció plantada una cruz con un cartel clavado donde se pueden leer nombres de mujeres...
-íPibe! íVos sí que debés saber! Che..., ¿quién escribió el cartel? Fuiste vos, ¿no es cierto? Porque dicen que sos el único que conoce los nombres...
-¿Hasta cuándo vas a seguir con esa idea fija? íEstás loco si creés que algún día se van a descubrir a los asesinos!
¿Cómo lograr que le creyeran? ƒl no había colocado ni escrito nada, ni nada sabía al respecto. Pero otra vez la cabeza le daba vueltas y la extraña desazón lo invadía hasta los huesos...siempre esa espina clavada en las sienes y en el alma.
Durante las semanas siguientes hubo más comentarios, con otros agregados... "les pusieron una corona de flores de papel"..."todos los días tienen un ramo de flores frescas"..."casi siempre son del campo",...¿cómo todavía no fuiste?".
No, era cobarde, no se animaba. No quería leer. No quería saber. No quería averiguar qué pasaba con la policía, ni qué averiguaciones estaría haciendo.
Pero llegaron hasta él. Y a pesar de su negativa en la participación del hecho, insistieron, preguntaron, desconfiaron...¿Quién sino él podría haber tenido semejante idea? Y otra vez los recuerdos, los nervios, los interrogantes.
Cuando lo dejaron en paz, sintió la necesidad de llegar hasta el lugar.
A la tardecita enfiló hacia el "camino de las moras".
El símbolo apenas se elevaba detrás de los altos yuyales. Dejó la camioneta a unos metros y se agachó para pasar por debajo del alambrado. Un instante después, en su cara se reflejaba el estupor: en el grueso tronco que conformaba la esquinera del alambrado estaba clavada una tosca cruz de madera. Y abarcando los dos trozos de quebracho, un cartel donde se podía leer, en letras blancas, con mala ortografía y pésima caligrafía, los cuatro nombres: Marta, Betina, Soledad y Chabela.
Un mareo repentino lo invadió. Dios, Dios, ¿qué era todo esto?...Si solamente él conocía los nombres, ¿quién podía haberlos escrito?, ¿qué mente perversa quería jugarle esa broma macabra?
Pero, ¿era una broma o un reclamo? ¿Intencionadamente escrito burdamente para no ser reconocido el autor? ¿Quién?, ¿quién, por Dios, lo había hecho?
No supo cuánto tiempo había transcurrido. Las luces de la ciudad titilaban a lo lejos como estrellas descendidas sobre el horizonte. Comprendió que no era la llegada de las sombras las que lo habían despertado de su ensimismamiento. Sintió el aliento en la nuca. Y el perfume. Y su piel tembló, como la primera vez...pero como en aquella oportunidad no sintió miedo alguno.
Se dio vuelta y la vio. La misma cara pálida, los ojos azules, la mirada hacia adentro.
-Chabela...
No se preguntó cómo era posible. Ni por qué a él. No se planteó la imposibilidad del hecho.
-¿Por qué estás aquí? ¿Por qué me elegiste a mí?
-Porque nunca olvidaste... no sos como los otros... vos tenés memoria... y me buscaste.
-Yo fui a verte Chabela... no pude sacarte de la cabeza..., pero en el cementerio hay sólo tres cruces, y ustedes eran cuatro. En las crucetas sólo se lee N.N... no están los nombres. Yo quería escribir el tuyo, Chabela, y llevarte rosas, pero no pude adivinar en cuál de las parcela estás vos. Y tampoco me diste ninguna señal.
-No te la voy a dar tampoco ahora. No seas egoísta... no pensés sólo en mí, sino en las cuatro... en lo que nos hicieron... en que nuestros asesinos caminan libremente por las calles, mientras nuestras familias nos buscan todavía..., íayudanos, Tito, ayudanos!...
-¿Ayudarlas? ¿Cómo?, ¿qué puedo hacer yo?
-Seguí insistiendo...contale esto a la policía, andá a todos los medios de comunicación, no te callés nada... deciles nuestros nombres, ahora sí, deciles nuestros nombres... y entonces me vas a encontrar, vas a saber dónde estoy.
Û

"Se ha reactivado un suceso criminal acaecido en el año..., con la presentación de un letrero en el que rezan nombres femeninos y una cruz de madera, justamente en el lugar donde fueron encontrados en aquella oportunidad cuatro cadáveres de mujeres, cubiertos con cal. Vuelve a crecer el dilema acerca de la identidad de quién o quienes cometieron un acto tan salvaje y el móvil impulsor. El Dr. ......., oriundo de la ciudad......, llegó hasta C..... y visitó las tumbas NN, donde se verificaron los rumores de que extrañamente quedaban sólo tres, y comentó que regresaría con una orden judicial para solicitar la exhumación de los cuerpos, para poder realizar así las pruebas de ADN, a fin de determinar sus identidades. Un misterio de hace más de veinte años busca ser develado...".
Û

Con una exhalación, Tito cerró el prestigioso periódico de la región donde de insertaba la noticia en su primera plana, junto a una fotografía del lugar donde había aparecido el símbolo con los nombres.
Atisbó a través de la ventana. Una llovizna pertinaz bruñía el asfalto. Suspiró. Los ojos hurgaron más allá de los vidrios y de la bruma.
-Al fin voy a saber Chabela... Chabela... Chabela... ¿Dónde estás?
Pero tampoco ahora sintió miedo. No negaba ninguna historia. ¿Quién puede asegurar dónde se encuentra la línea divisoria entre la vida y la muerte?
Y entre el viento y la llovizna, justo en el baldío de enfrente, apenas dibujada por el resplandor mortecino de la luz de la calle, distinguió la silueta... la misma de siempre, la que no podía olvidar, la que buscó con ahínco.
-Chabela...
Por un instante, la imagen pareció acercarse, flotando en la penumbra, o quizás tan sólo fue su mente y su recuerdo el que la volvía tangible... pero no, no era el rostro desvaído y los ojos azules de mirada angustiosa; ahora era una cara, solamente eso, pero nimbada de luz, que lucía una sonrisa dulce, serena... mientras aquella mano delgada se agitaba en el lento movimiento del adiós. En el aire húmedo se expandía un intenso olor a rosas.
Un instante después... o una horas, no supo precisar el tiempo transcurrido, aún parado frente a la ventana, comprobó que el viento había cesado, al igual que la llovizna. Sólo la luz de calle continuaba igual. Pero entendió el mensaje.
-Hasta pronto, Chabela, hasta pronto. La próxima vez que te encuentre, sabré quién sos, y qué fue lo que pasó. Siempre te voy a llevar rosas...te lo prometo... sé que pronto descansarás en paz.
Û

El tiempo de la verdad y la justicia había llegado. Chabela dejaba de ser, por fin, una larga espera.

fuentE: diario EL LITORAL



Concebir el origen

Por Estrella Quinteros
 
"Concebida mujer" es el nuevo libro de la autora corondina Lidia E. Lobaiza de Rivera. Se trata en este caso de poemas, ya que su bibliografía comprende también libros de narrativa y de literatura infantil. La publicación corresponde al N° 7 de la Colección Umbrales y ha sido impresa en Santa Fe.
Versos preliminares y cuatro subtítulos componen el libro. Desde su inicio y retomando el nombre de la obra, es comprensible la intención de realizar una exhaustiva cronología de su propia vida. En "Periplos de Aprendizaje", primer capítulo poético, dice: "Niña abeja colibrí gorrión y mariposa / pintan huellas / en la arena dorada./ Acuosa mirada del tiempo / en los huecos del alma". Y continúa en otro poema de esta forma: "Me basta desgranar un rosario de ocasos / y trepar hasta las faldas de una niñez de duendes, / asirme de la mano de una abuela de mirada celeste / con acento extranjero, / recordar su delantal a cuadros, ese vestido largo, / las puntillas guardadas en el baúl pesado de memoria y trabajo".
En "Jadeos en Búsqueda", entona la ilusión -páramo que fosforesce- en el paso de los días que van jalonando nuestra vida; entonces, ella escribe: "Armonía del aire que enreda / las dispersas siluetas de la niebla / fonemas como espumas / como notas / espejismo de ideas / que en torrente / resuman / en sonoro disfraz de mansedumbre / vapuleado / atavío de ceguera".
Las distintas etapas oscilan para su corazón en los títulos de los poemas, en sus frases convincentes y llenas en ocasiones de designios. Cuando arribamos a "Al sur de tantos sueños", tercera parte del libro, se habla a sí misma y nos dice: "Atravieso plural / y herida los setos / las espinas / la hora en que destierro puertas / arrío estandartes / me rindo y caigo ante mis ojos / costra hoja seca remolino marisma turbulencia".
En "Testigos del tiempo", última parte del libro, el mundo, los avatares de las contiendas, esa lucha que no perdona; y nos habla de hongos letales que saborean la untuosa boca de la muerte, vampiros succionan el trabajo y los sueños... Pero finalizando el poema leemos: "Y sin embargo, mi amor, aquí dentro, / el aire respira blancura de jazmines, / guarda horas sepias en los almanaques / que señalan las citas, los encuentros."
La poesía de Lidia Lobaiza de Rivera confluye como un río que busca su cauce, de manera vertiginosa, en el espejado ámbito de su propia esencia. Nítidamente expone la existencia en la cual se desmenuzan sueños, heridas, rompimientos, urgencias y toma para expresarlo su voz fuerte, personal y tan rica en los términos del lenguaje. Ella misma lo ha dicho una vez, le preocupa no repetir términos, sino vocablos que se ajusten a su consigna primera; damos ejemplos: zarca, légamo, tentenelaires, pancielo, etcétera.
Buceadora en el mágico mundo de las palabras, de sus sonidos, de sus alcances. Transfigura las frases poéticas que ansiosamente crecen a su alrededor, todos los poemas tienen un acoplamiento y una continuidad, por lo cual, aunque no sea muy notorio en una lectura primera, sí a medida que crece su contenido el lector lo puede atestiguar. Resultante: un canto único, personal, que recrea la instancia de concebir su origen. Lidia Lobaiza de Rivera es una poeta consustanciada con la vida que se expone, se recibe y se agradece, y que no renuncia a su condición de enaltecer la palabra en este nuevo logro literario.

fuente: diario EL LITORAL 


Publicaciones
Colección Umbrales

La Colección Umbrales acaba de editar dos nuevas obras: "Fin de la espera", de Lidia Ester Lobaiza de Rivera, y "Bocetos Literarios (aproximaciones a la obra de César Bisso, Danilo Doyharzábal y Gloria de Bertero)", de Belkys Larcher de Tejeda, ambas escritoras de la ciudad de Coronda, que continúan de este modo reafirmando la tarea literaria.
El primero se trata de un conjunto de cuentos, en los cuales prevalece la atmósfera y las distintas circunstancias por las que atraviesan sus protagonistas. Una precisa localización hace más creíbles las historias, e interesa a los lectores que pueden verse reflejados en el desarrollo de las temáticas abordadas. Su autora, Lobaiza de Rivera, acrecienta su tarea con la poesía, ya que otras obras suyas dan cuenta de su elocuencia y ponderable escritura.
En cuanto al trabajo presentado por Larcher de Tejeda, el mismo demuestra un gran conocimiento en el ensayo de tono breve, exponiendo obras de autores santafesinos contemporáneos, lo que hace más importante su elección, ya que muchas veces se deja de lado el accionar del escritor aún vivo y cercano, tomando por lo tanto esta responsabilidad seria y despojada de cualquier otro interés que no sea destacar el valor de estos autores.
Los tres escritores nombrados al comienzo, Bisso, Doyharzábal y Bertero, expresan profundamente ese sentimiento de arraigo a un lugar, que muchas veces significan etapas importantes en la vida de cada autor.
Es decir, infancia y juventud, experiencias y crecimiento, todo ello sumado al encantamiento de la palabra, expresando con acierto y belleza, hondura poética. La autora, Larcher de Tejeda, de manera acertada por su vocación literaria y por sus conocimientos sobre la escritura de la región, no lo deja pasar.
Esta colección Umbrales trabaja en nuestra ciudad para destacar y promocionar a los escritores locales; sin embargo se han de sumar próximamente dos autores de la ciudad de Buenos Aires, que dan preferencia por confianza y buena predisposición al interior del país, editando sus obras en nuestra ciudad.
Es de destacar que artistas plásticos santafesinos ilustran las portadas de los volúmenes. En el primero de los libros mencionados el maestro César Fernández Navarro y en el otro la artista Zulma Molaro. De esta manera se ensamblan arte y literatura, genuinos exponentes de una cultura que no decae.

Estrella Quinteros
(Editora de la Colección Umbrales) 
fuente: diario EL LITORAL , DE SANTA FE 

NOTA DEL EDITOR DE 
ESTE BLOG:

Las ventajas de Internet y el correo electrónico son innumerables...
Las desventajas: las malas noticias llegan tan rápido que nos cuesta acostumbrarnos a ellas...
Así de golpe, un triste mensaje de nuestra querida amiga poeta y escritora Monica Laurencena desde Santa Fe de la Veracruz (esa ciudad que tenemos metidas tan dentro de nosotros) nos trajo la mala nueva: la Parca sigue cosechando vidas, sin mirar a quien, sin importarle nada...y así de golpe, la notable y energetica poeta y escritora LIDIA ESTHER LOBAIZA DE RIVERO partió sin avisarnos, hacia su viaje sin retorno.
Las musas de CORONDA están de duelo, y nosotros, los lectores y/o colegas, sentimos que con cada uno que parte, tambien parte de nosotros se va y no vuelve.
Desde estas REMOTAS TIERRAS DE ISRAEL, acerco mi palabra de sentido pesame a sus familiares y a todas/os  aquellas personas que fueron sus amigas/os, admiradoras/es, lectores/as, alumnas/os.
Sugiero a la Municipalidad de Coronda nombrar una calle de su ciudad o una Biblioteca o Edificio de Cultura en nombre de su Ciudadana Ilustre, que bien se lo merece.
Lic. Jose Pivín
frente al puerto de Haifa
frente al mar Mediterráneo


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