Vicente Federico Luy. Poeta. (1961-2012).
foto de CARLA BARBEROLlueve y alguien está diciendo “llueve”.
Si me equivoco contradígame con amor, porque con amor digo.
Si erro póngame maestros, que luego yo les enseño, porque con amor hago.
O ustedes, ¿Por qué creen que llueve; porque hace falta? ¿creen que llueve porque sí? ¿por qué carajo creen que llueve?
Llueve; y no solo eso; la verdad es que hay un monton de gente diciendo “llueve”.
De a uno empiezan a notarlo, y no lo pueden evitar; simplemente dicen “llueve”.
Porque llueve.
Si me equivoco contradígame con amor, porque
con amor digo.
(De No le pidan peras a Cúper, 2003)
Quería volver a casa y lo decía, lo repetía con la insistencia y la desesperación de quien no es escuchado. Vicente Federico Luy, poeta, agregó a su biografía el jueves por la mañana una nueva muerte, esta vez con certificado de defunción. Sus restos serán cremados en Salta y luego trasladados a Córdoba, donde serán depositados junto a los de su abuelo, el poeta español Juan Larrea.
Algunas otras veces, partes de él se habían ido de este mundo en el que conoció los extremos de la felicidad, la locura y la tristeza y sobre cuya superficie ya no quería caminar sin ser amado del mismo modo en el que él mismo había amado: muy a fondo, muy sin que nada más importe, muy para siempre, siempre.
Eso es una pollera; eso es una mujer. Una mujer con un cigarrillo en la mano. Tiene las uñas pintadas y toma un té. Parece bonita. No me interesa ninguna otra cosa en el mundo.
(De La vida en Córdoba, 1999)
¿Quién fue Vicente Luy?
Un poeta. ¿Qué es la poesía? “En teoría, la única ciencia que se ocupa del problema”. Anecdóticamente hablando se lo recordará como miembro fundador de los Verbonautas, como editor y autor de un libro colosal en el que invirtió gran parte de su herencia, La vida en Córdoba. Se lo recordará por eventos de ligero escándalo social, como la vez que empapeló Córdoba con afiches con gente desnuda y la frase “lo esencial es invisible a los ojos”. O como la vez que armó un sitio de apuestas on line en la prehistoria de internet e intentó publicitarlo en Página/12 con un cartel que decía “apuesto 100 a que el Papa muere antes de fin de año”. No lo dejaron, y entonces empapeló Córdoba denunciando al diario por censura. O como la vez que descubrió que otro poeta, Alejandro Schmidt, había perdido a su madre en el mismo accidente aéreo en el que murieron sus padres, cuando Vicente tenía un año de edad. Y no sólo eso: Schmidt y Luy habían nacido el mismo día.
Anecdóticamente hablando, fue autor de una poesía confesional, de tono pedagógico en algunos casos, pero de una pedagogía divinamente perversa.
Lo que está mal está mal.
Pero lo que está bien
también está mal.
Charlalo con tus padres.-
(De Vicente habla al pueblo, 2007)
Su primer libro tiene un título clarísimo respecto de su diagnóstico de muerte: Caricatura de un enfermo de amor.
Inconscientemente vamos por un camino, y concientemente
nos ponemos a buscar otro camino, en vez de hacer
conciente el camino por el que vamos.-
(De Caricatura de un enfermo de amor, 1991).
Después incluyó fotos y recortes de diario y dibujos de sus novias en La vida en Córdoba, un libro gigantesco y vitalista, un salto de entusiasmo después de una orgía. No se hacían esas cosas en Córdoba, y él las hacía.
¿Por qué los secuestradores prosperan?
¿Por qué sonríen los diputados?
Tienen plan.
Vos no tenés plan.
(De La vida en Córdoba, 1999)
En ese tiempo fue anfitrión de fiestas delirantes en su casa de Salsipuedes, una vieja casona de campo convertida en búnker: Vicente le había mandado a Carlos Telleldín, procesado en el juicio de la Amia, un poema acusándolo de una violación. Cuando Telledín salió en libertad, Vicente temió por su vida e instaló vidrios blindados. Decía que esa casa tenía, además, un refugio antiatómico en el sótano.
Por esa época publicó Aviones y No le pidan peras a Cúper, libros de “poesía exprés” al calor de los acontecimientos sociales. Comenzó a desarrollar un estilo de aforismo poderoso: “Si va a morir gente, votemos quiénes”. Dos años más tarde reunió lo mejor de su poesía en La sexualidad de Gabriela Sabatini.
¿Venderle el alma al diablo? Sí, pero cara.
Y si se puede, venderle también otras cosas.
Y venderle a Dios lo que el diablo no compre.-
(De No le pidan peras a Cúper, 2003)
Hubo algo ahí, un cambio en su vida: sin posibilidad de disponer de tanto dinero, se vio obligado a dejar el tenis y los taxis a Córdoba. Solía contar que ir a terapia le había destapado recuerdos terribles de su infancia. Perdió peso y cinismo, y había un gesto suyo de cuando una idea venía a su mente, que ya no tenía la misma frecuencia ni la potencia de otras épocas. Se le ocurrió invertir en un proyecto digital y perdió mucho dinero, se peleó con sus amigos, comenzó a sentirse cada vez más perseguido.
Entre 2 tablitas de la persiana de la habitación de la casa que alquilo en Argañaraz y Murguia y San Carlos no cabe un marlo de choclo, pero sí una mirada asesina.
Por eso estoy paranoico.
(De Aviones, 2002).
Siguió editando poesía: Vicente habla al pueblo, ¡Qué campo ni campo! y más tarde Poesía popular argentina, su última antología y, decía, el primer libro que no debió pagar.
Sus últimos años fueron de miseria y sufrimiento: pasó una temporada internado en el Borda en Buenos Aires, y después de fugarse intentó reconstruirse en un departamento de Alberdi. Escribió un poema sobre un intento de volver a casa:
¿Qué sentí mientras esperaba dormirme?
Que ni estaba más lúcido ni más en contacto.
El desinterés cósmico; eso sentí.
(De ¡Qué campo ni campo!, 2008)
Le había puesto todas las fichas a vivir de la poesía, pero las cosas salieron mal, a pesar de que su obra marcó a una generación en Córdoba y comenzaba, de una manera cruelmente lenta, a ser reconocida fuera de la provincia. Se sentía “mental, sexual y tenísticamente disminuido”, y estuvo a merced de la sobremedicación durante varias temporadas.
Rataplán Eduardo no era el perro más fino del barrio,
pero era mío y lo pisó un tractor.
Yo no vi que lo pisara un tractor, pero lo pisó un
tractor. En la esquina de Ricchieri y la casa del
flaco Silva. Y casi no me dolió.
Yo sólo pensaba en Dios, y vivía en consecuencia.
No tenía mujer, tenía paciencia.
Pero Dios no vino a mí.
Agradecido, puto; realmente agradecido.
(De La vida en Córdoba, 1999)
En el último año había recuperado cierta rapidez para el chiste y había vuelto a escribir. Flaquito, tembloroso, tenía el aspecto de un pajarito después de millones de tormentas. No fui un buen amigo, pero él me siguió escribiendo: un día antes de su muerte me pidió que me hiciera cargo de sus últimos poemas, que los publique. El último mensaje en verso que me escribó lleva como título las iniciales de abuelo: JL. Dice:
Abuelo, abuelo Juan, me complicaste, pero a nadie amé en la vida como a vos.
Llevo 30 años sin poder hacer el duelo.
Es probable que el mundo sea más benévolo con él, ahora que ya no podemos darle la espalda. Tenía 50 años y dejó una obra conmovedora e inteligente, una de esas cosas que si no te ayudan a entender más el mundo al menos provocan que te pares en él de un modo diferente. Que prestes atención a determinadas cosas. Que ames para siempre, siempre.
¿Tus palabras no atraviesan las paredes?
Modifica tus palabras.
(De No le pidan peras a Cúper, 2003)
Provocó y no escuchó respuesta, o acaso no había respuesta posible para lo que Vicente pedía. Mantenía el humor en los peores momentos, se reía de la vida y de la muerte, y era generoso con todo lo bueno que producía. Uno de sus mails dice: “Fui a Pare de Sufrir/ y me dijeron que vuelva en Mayo/. Si llega a ser un gag, es mi regalo para vos”. Agradecido, puto. Realmente agradecido.-
http://www.lavoz.com.ar/ciudad-equis/murio-poeta-vicente-luy
El chico que se enfermó de amor, encontró la cura y la deshechó por completo.
Esta entrevista fue publicada en la sección Diálogo Exprés del suplemento Temas. Esta es la versión completa.
Ayer lo vi en el CCEC. Estaba flaquísimo y picante. Todavía tiembla un poco desde que pronosticó, en un poema, que Francesca Schiavone ganaría Roland Garrós. Aconsejó apostar, pero ninguno de sus amigos le hizo caso.
Pablo Natale me dijo que había que escribir una biografía de Vicente. Le respondí que lo estaba haciendo, de a poco, en cada entrevista que le hago. Si eso es cierto, esto es parte de lo más lindo que tiene mi trabajo.
Vicente Luy es autor de los libros de poesía Caricatura de un enfermo de amor, Aviones, No le pidan peras a Cuper, La sexualidad de Gabriela Sabatini, ¡Qué campo ni campo! y Poesía popular argentina. Es uno de los referentes de la nueva poesía argentina. Vive en Córdoba, donde creció junto a su abuelo, el poeta español Juan Larrea. Autobiográfico en extremo, en su obra da cuenta de una existencia que visita con la misma frecuencia la tragedia y la felicidad, y pinta el presente con cinismo, ironía y sentimentalismo.
¿Qué es la poesía?
¿En teoría? La única ciencia que se ocupa del problema. Pero, sólo en teoría. Hay poemas para tirar para arriba. Todo mundo escribe. Pero faltan poetas.
¿Para qué te sirve la poesía?
Para hacer amigos, para coger. Pero, aparte, no tiene que servirme para nada. Soy yo quien está a servicio; del ahora: la espiritualidad, encarnada en el presente.
¿Qué heredaste de tu abuelo Juan Larrea?
Heredè ya no tenerlo, no poder charlar. Y con ello su gracia inigualable, su fineza en el habla. Viajamos juntos, con la mochila que me dejó.
¿Cómo definirías tu concepto de poesía exprés?
No hay mucho que decir. La poesía exprés implica un lenguaje oral, rápido. Y, remite, como todo, a la política. Así hables sólo de sexo.
¿Qué partes de Córdoba te inspiran amor?
Jardín Espinosa, el Córdoba Athletic; la Boutique. Y la cancha de Juniors: ahí vi a Invisible.
¿Qué partes de Córdoba te inspiran odio?
La catedral, junto a la central de policía. O peor: la iglesia de los capuchinos. Pero la verdad es que ya no los odio. Todavía molestan, pero van perdiendo fuerza, como una vaca que choca contra otra. Hoy, pululan otras iglesias. Es tiempo de sectas.
¿A qué escritores cordobeses te gusta leer?
–Las viñetas de tu amiga, esas a las que pusiste letra, y presentaste al diario y te rebotaron. Eso me emocionó. Pero, en general no leo. Me aburren.
¿Qué importancia tiene la música en tu vida?
En términos de cantidad, mucha. A falta de poetas me educaron García y Spinetta. Aunque también Mafalda, y Dostoievski. Y los cineastas. El cine me parece el arte por antonomasia. Y la poesía no es un arte, entiéndanlo de una vez. Pero me preguntaste por la música. Escuchá Tonolec. Después de Sumo, lo + crudo que apareció. ¿Mi banda favorita? ¿hoy? Flopa-Manza-Minimal.
¿Por qué vale la pena vivir en Córdoba?
Por nuestras mujeres. Y por nuestros deportistas.
¿Usás a la poesía como estrategia de seducción?
Depende del grado de atracción; la necesidad; tu momento interior. Busco una mujer que no conozco. Así que a veces para a alguien por la calle. O en el colectivo. Me siento y digo cualquier cosa; si es ella, lo vamos a saber.
¿Funciona?
Claro que funciona. Pero ese no es el fín.
¿Qué te impide escribir más seguido?
Nada; escribo cuando quiero. Lo siento, pero es prioridad. Y jamás me siento a escribir; ya, no.
¿Cuál fue el peor error que cometiste?
Fueron varios, pero de todos escapé. Como del psiquiátrico. De la San Michelle. Todavía no saben cómo lo hice.
¿Recordás tu último momento de felicidad?
Sí; leyendo en San Telmo, en un bar, hará menos de un mes.
¿Quién debería ganar el próximo mundial de fútbol?
España. O nosotros, si Diego deja de mariconear y pone a Messi con 2 delanteros. Armando Pastore, y con Di María por izquierda, somos potencia. Lástima que no lo llevó a Cambiasso. Dicen, que porque tiene fama de puto. Sería imperdonable. Jugó un año monstruoso en el Inter. Un profesional, un ganador.
¿Alguna vez dejaste de ser un enfermo de amor?
Yo, sí. El hombre no.
¿Qué cosas te obsesionan?
Pastore. Quiero que se lesione Verón. Quiero ver a Javier. Es un placer. El mundial, sin él, no sería lo mismo para mí.
¿Por qué nunca tuviste un trabajo común?
Lo tengo ahora. Pero, creo, no será por mucho tiempo. Tengo planes.
¿Hay algo que hayas buscado siempre, siempre?
El amor de la manada.
¿Qué puede enseñarle el fútbol a la poesía?
Nada.
¿Y qué puede enseñarle la poesía al fútbol?
Solamente en lo individual: hacerte + inteligente, + perceptivo. Heinze, Coloccini, De Michelis, no son inteligentes.
¿Cuál es tu mayor preocupación en este momento?
– La de todos. No hay nada + espiritual que el dinero.
¿Qué cosas te hacen reír?
El placer. Peter Hammil tocando el piano me hizo reír. Seinfeld, García, Allen, Lynch; y el profundo Almodovar. Boogie el acetoso, cuando parco acota: "el único instrumento de cuerda que me gusta es la horca".Qué sé yo. Me he reído con chistes tuyos.
¿Qué hay que leer para entender el mundo, hoy?
Pondría al mundo en segundo plano. Empezaría por casa. Psicoterapia existencial, de Irvin Yalom.
¿En qué hay que gastarse el dinero?
¿El mío; o el del estado?
¿Por qué titulaste uno de tus libros “¡Qué campo ni campo!”?
–Incluye una escena en donde mato a la presidenta. En un ataque de violencia. Por la distribución de la riqueza. El título es un contrafrente. Igual, no estoy matando a la persona sino al jefe de estado. ¿Magnicidio se llama?
¿A vos te hizo juicio la ciudad, por pornografía?
Y lo perdió. Llamé a Martí, intendente por aquel entonces, como único testigo a mi favor. Él había salido a decir por televisión que si bien mi afiche no era pornográfico, no era estético, que había gente entrada en carnes… Se tiró contra la gente común. Un asesor, por el amor de Dios. Un nabo. Estamos gobernados por nabos; encima, mal intencionados. Y, los que esperan, son peores. Aunque, ya lo sabemos, unos y otros y los de más allá integran todos el mismo bando. Distribuyen, entre sus familias y sirvientes. Dijo Darín el otro día en una nota en este diario: "Lo 1ro es el hambre, la educación. Después, vemos." Agrego: es eso o la guerra. No sé cuántos somos; pero estamos. Y, llegado el momento, vamos a dar batalla. Esto, repito, es una vergüenza.
¿Talleres, o Belgrano?
–Talleres, Belgrano, Instituto, Racing... entre los 4 no hacen uno. Odio eso de los cordobeses; la cosa chiquita. Debiera haber un, el, glorioso Córdoba Futbol Club. Es algo que nos debemos. Acá vimos a Maradona, al Bocha, al Beto Alonso; al loco Gatti... Yo Primera B no veo ni ahí. En la calle, juegan mejor. Y esos campos de juego; deprimentes. Quiero un gran club, para recibir a grandes visitas.
¿Creés en el cielo y el infierno? ¿A qué lugar te correspondería ir?
Creo que todo está acá. Y empieza AHORA. Si no podés cambiar tu mente en un instante, ¿para qué pensás? Diego Cortès dixit.
Tenés la última palabra. ¿Cómo te querés despedir de esta entrevista?
Sonriendo.
http://vos.lavoz.com.ar/content/el-chico-que-se-enfermo-de-amor-encontro-la-cura-y-la-deshecho-por-completo