Melodías Argentinas - Independencia - Himno del Centenario
• Análisis Literario
• Contexto• Bibliografía
Himno del Centenario de la Independencia (1816-1916)
Letra: Carlos Guido Spano
Música: Juan Serpentini
Hoy la Patria festeja la gloria
de sus hijos preclaros, estoicos,
que resueltos, altivos y heroicos, destrozaron un yugo fatal.
Tucumán en Congreso los viera
de ser libres hacer juramento desplegando con ellos al viento
de Belgrano la insignia triunfal.
Cumple un siglo del hecho grandioso,
ya del mundo tenemos la palma
Hasta el cielo elevemos el alma,
pues nos colma de inmenso fervor.
¡Salve! ¡Salve! los bravos que dieron libertad a una tierra bendita,
cuya fama en la historia está escrita
con emblemas de orgullo y amor.
• Análisis Literario
Se trata de un himno sencillo, en cuatro estrofas, cuyo contenido es recordatorio de los hechos del 9 de Julio de 1816, cuando los patriotas “destrozaron un yugo fatal” independizándonos definitivamente de España. Fue escrita con motivo de cumplirse en 1916, el primer Centenario de la Independencia, por lo que comienza con la afirmación de que “Hoy la patria festeja gloriosa”.
En la segunda estrofa hace referencia al hecho histórico y el lugar donde aconteció (Congreso de Tucumán) y lo vincula con Belgrano como a uno de los principales protagonistas de la creación de símbolos que identifican desde entonces a todos los argentinos y que reafirman en nacimiento de una nación libre (Belgrano y la insignia triunfal).
En la tercera estrofa vuelve a mencionar que se “cumple un siglo del hecho grandioso” por el que los argentinos son reconocidos internacionalmente (“ya del mundo tenemos la palma”) e insta a compartir como compatriotas el sentimiento “de inmenso fervor” en el alma. Por último en la cuarta estrofa, utilizando verbos en imperativo (“¡Salve! ¡Salve!“) llama a honrar la memoria de “los bravos que dieron libertad a una tierra”, dando por descontada su “fama en la historia” escrita “con emblemas de orgullo y amor”.
La tercera edición de este Himno del Centenario de la Independencia se vendía a ochenta centavos; en edición para sexteto (1º y 2º violín, flauta, clarinete, cello, contrabajo y piano), a un peso con sesenta centavos. Y cada parte suelta, a veinte centavos.
El poema de Carlos Guido y Spano canta a la libertad y a la gloria de una Argentina en pleno crecimiento, por lo menos, para los pocos que dirigían los destinos del país.
Contexto
Carlos Guido y Spano, fue un poeta argentino cultor del romanticismo, hijo del general Tomás Guido -militar de las guerras de la independencia y amigo de San Martín- y de Pilar Spano, distinguida dama chilena; se conjugaron en él, el austero talento del padre y la gracia poética de su madre.
Nació en Buenos Aires, en 1827, donde transcurrió su infancia y cursó los primeros estudios. En 1840, su padre, embajador en Río de Janeiro, lo llevó a su lado junto con el resto de la familia. Se despertó en él, en plena adolescencia, la afición a las letras y las artes.
En 1848, fue enviado a París porque uno de sus hermanos se encontraba enfermo; allí templó su espíritu liberal y afinó su exquisita cultura políglota. Vuelto a Río de Janeiro, se mezcló en los círculos intelectuales.
De regreso a Europa, visitó Inglaterra, por cuya democracia manifestó gran admiración; en su paso por Francia, tuvo ocasión de presenciar la revolución liberal de 1848, cuyos ideales le despertaron gran admiración.
Cuando regresó a la patria, don Carlos, luego de 12 años, con conciencia de la situación política, dijo: “la pasión lo gobernaba todo”. Su padre era desterrado por el gobierno de Buenos Aires en manos de Juan Manuel de Rosas y toda la familia lo acompañó a Montevideo. Al terminar el exilio, regresó y vivió en el olvido más completo. Fueron años que él definió como signados por “aberraciones deplorables”: en 1854 la provincia de Buenos Aires aprobó su constitución unitaria y cimentó su separación del resto de la república que se organizaba con capital en Paraná al mando de Justo José de Urquiza. Guido vivió sustraído del quehacer público hasta 1859, cuando- aunando esfuerzos con los que luchaban por la nación desde Paraná- aceptó el cargo de Subsecretario de Estado en el Departamento de Relaciones Exteriores. Optó por los principios de la Confederación ante la fuerte preeminencia política del Estado de Buenos Aires. Desde entonces, se enfrentó con Bartolomé Mitre.
Spano renunció al cargo en octubre de 1861 y nuevamente se refugió en Montevideo. Sobrevino para él una época de mezquina lucha por la vida, que puso a prueba su natural optimismo y despreocupación por las cosas materiales.
Volvió a Brasil, patria de sus primeros sueños juveniles, en misión comercial; pero no era hombre para esta clase de empresas, y recaló otra vez en nuestro país, entre sus libros y versos, en medio de penurias económicas con la sola compensación de los afectos familiares.
En poco tiempo perdió a sus padres. Asolaba la ciudad la fiebre amarilla de 1871, y con infinita abnegación y simpatía humana, Guido y Spano se alistó como primer soldado en la cruzada defensiva. Debido a esta enfermedad, perdió también a su esposa, Micaela Lavalle.
Tantos dolores acumulados lo deprimieron profundamente. Pero logró recomponerse y en 1872, siendo Nicolás Avellaneda ministro de Domingo F. Sarmiento, fue nombrado Secretario del Departamento Nacional de Agricultura, de reciente creación.
En 1874, Carlos Guido se sumó a los defensores de Avellaneda, que había sido electo presidente, “contra la rebelión que promueve si no encabeza (según B. Sarlo), Mitre”. Quizá no reconociera Avellaneda sus méritos y su lealtad; así, don Carlos ya no volverá al escenario de las luchas políticas; serán en adelante los años del poeta admirado de Buenos Aires, consagrado por la minoría culta.
Ocupó varios cargos oficiales, entre los cuales se destacó como director del Archivo General de la Nación y como vocal del Consejo Nacional de Educación. Su actuación pública se extendió a la firme y activa oposición a la Guerra del Paraguay o Guerra de la Triple Alianza, y a la fundación de la Sociedad Protectora de Animales, al tiempo que se afirmaba cada día su fama literaria y crecía su popularidad.
Carlos Guido y Spano se había iniciado como poeta, publicando algunas composiciones en 1854, en la Revista el Paraná. Más tarde, plasmó su obra poética en dos volúmenes: Hojas al viento (1871), donde recopila sus obras desde 1854, y Ecos lejanos (1895), segundo de sus libros de poesía, recibido con unánime admiración; según la mirada crítica de Beatriz Sarlo, es ésta una obra “de madurez, aunque no sea la más perfecta ni la más rica de Guido: abunda la poesía de circunstancias, los “versos de álbum, el poema comprometido con la realidad política o la historia, tónica en la que Guido es menos feliz. […] Del hogar como célula primaria e integradora, Guido pasa […] a su concepto de patria: el hombre se mueve en dos ámbitos que se complementan y que son irrenunciables […].” [En Sarlo, Beatriz: “Los últimos románticos”, en: Historia de la Literatura Argentina, Tomo II, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1980, p. 196]
En prosa, publicó sus Misceláneas Literarias (1874), colección de sus traducciones. Y en 1879, editó “Ráfagas”, recopilación de artículos políticos, históricos, polémicos, obra que contiene críticas literarias y de personajes de la sociedad de su época, así como referencias autobiográficas. Hay allí descripciones en las que desenvuelve un admirable humor, mitad sajón y mitad latino, con sagaces reflexiones y juicios certeros.
Sigue vivo en obras como esta Trova, que se convirtió en tradicional afirmación patriótica popular:
“ He nacido en Buenos Aires.
Qué me importan los desaires
con que me trate la suerte!
Argentino hasta la muerte,
he nacido en Buenos Aires”
Fue Guido y Spano un poeta que amalgamó con sello muy personal, el sentido moderno de su poesía con un clásico equilibrio en la expresión de los sentimientos más tiernos y la contemplación casi pagana de la belleza.
Murió muy anciano el 25 de julio de 1918, habiendo conservado hasta los últimos tiempos toda la frescura y juventud de su espíritu, rodeado de jóvenes y viejos que lo visitaban y consultaban como respetado patriarca de las letras. Grandes homenajes oficiales y populares se rindieron en su tumba.
El Himno del Centenario escrito por Guido y Spano. El escritor León Benarós entiende que este himno es una de las composiciones patrióticas más olvidada.
El creador de la música de este Himno del Centenario de la Independencia fue Juan Serpentini, músico nacido en Recanati (Italia) en 1864 y fallecido en Buenos Aires en 1937, radicado en la ciudad de La Plata desde 1886.
Cursó contrapunto y composición con Juan Bautista Montano en la ciudad de La Plata (Provincia de Buenos Aires), donde fue director de enseñanza de música en escuelas y actuó como organista en la Iglesia de San Ponciano de esa ciudad.
Hizo varios arreglos a la música del Himno Nacional Argentino. Fue autor de dos Preludios y “La Platense”, para orquesta; de “Caridad”, cantata a tres voces iguales, solos, coro y orquesta y también musicalizó el Himno Oficial del club Gimnasia y Esgrima de la Plata escrito por Délfor B. Méndez. Este himno fue cantado por primera vez el 9 de julio de 1915 con motivo de la visita de una delegación del club River Plate Football Club de Uruguay a la ciudad de las diagonales.
Durante su estadía en Buenos Aires fue profesor en la Escuela Normal “Mariano Acosta”.
La música del Himno del Centenario será hecha para piano (reducida a piano) por Andrés Gaos, quien obtuvo, el primer premio de un concurso auspiciado por el gobierno de la provincia de Tucumán en ocasión de conmemorarse la fecha patria 9 de julio de 1916.
Andrés Gaos era un violinista gallego que, junto a su padre, llegó a Buenos Aires en 1895 y, a partir de ese momento, comenzó a componer música patriótica argentina –entre otras obras, un himno dedicado a Justo José de Urquiza-. Gaos se vanagloriaba de esa rápida inserción en el país receptor, decía: Me considero argentino no sólo por tener mi libreta de enrolamiento (Fernández García, Rosa María: Andrés Gaos. Biografías, Galicia, Xunta de Galicia, 2005, p. 71) y mencionaba como prueba de su argentinismo haber hecho arreglos a piezas musicales y danzas argentinas elaboradas por Julián Aguirre.
El argentinismo de Gaos iba más allá de la música, estuvo vinculado a organizaciones de derecha como la Liga Patriótica, también formó parte de la Asociación Wagneriana. En 1937, durante la Década Infame, integrantes del gobierno argentino nombraron a Gaos, Director de los Conciertos Sinfónicos Argentinos en la Exposición Universal de Paris. Esta designación recibió el apoyo de López Buchardo, director de la Asociación Wagneriana, quien lo caracterizó como una personalidad de la cultura argentina.
Bibliografía
-Benarós, León: “Carlos Guido y Spano y Juan Serpentini: un olvidado “Himno del Centenario de la Independencia” en Desmemoria, Re-vista de Historia, N°11, 1996, p. 163 a 165.
-Petriella, Mauricio y Sosa Miatello, Sara:
Diccionario Biográfico Italo-Argentino,
Buenos Aires, Dante Alighieri, s/f edición.
-Rey, José María: La actuación del profesor
Juan Serpentini en la Argentina, La Plata, 1933.
-Sarlo, Beatriz: “Los últimos románticos”,
en Historia de la Literatura Argentina, Tomo II,
Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1980.
-Fernández García, Rosa María: Andrés Gaos.
Biografías, Galicia, Xunta de Galicia, 2005
FUENTE:http://abc.gov.ar/lainstitucion/melodiasargentinas/htmls/independencia/centenario.html
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