domingo, 17 de agosto de 2008

GOMBROWICZIDAS :"LA CRUCIFICADA ", POR JUAN CARLOS GOMEZ

"Juana la Loca" era hija de los reyes católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, que le habían dado a España la unificación total: unidad religiosa, unidad territorial y política, fue heredera de un imperio en el que jamás se ponía el Sol.


Bellísima, inteligente y bien dotada para la música, Juana de Aragón y Castilla, segunda hija de los reyes católicos de España, pasó a la historia con el impiadoso apelativo de "Juana la Loca". Se lo ganó después de actos tan desmesurados como velar por espacio de diecinueve años el cadáver de "Felipe el Hermoso", su marido. Para los historiadores, el de ella no era un desequilibrio cualquiera: tuvo origen en un gran amor que ciertas circunstancias transformaron en locura.


Esta referencia a "Juana la Loca" es una buena introducción a relatos sobre algunas de las aventuras que corrió Gombrowicz en las que la locura y la heráldica aparecen como personajes.


La locura era un asunto que preocupaba realmente a Gombrowicz, la sangre enfermiza de los Kotkowski que había heredado de su madre pesaba sobre él como una amenaza de posibles perturbaciones psíquicas. Ese temor fue más intenso en los años en que su imaginación estaba desbocada y oscilaba entre la neurosis y la psicosis. La neurosis estaba radicada en la zona consciente de sus complejos a los que transformaba en un valor cultural escribiendo. La esfera de la psicosis le ocultaba, en cambio, sus trastornos psíquicos y el control era menor.


Como a Gombrowicz le gustaba experimentar en la vida de todos los días armaba numeritos teatrales con la heráldica y con la locura.


En una pensión distinguida, en la que se alojaba gente del mejor tono de la aristocracia, aterrizó un señor de apellido desconocido con unas maletas espléndidas y un traje sport deslumbrante. El hombre se equivocó, confundió la pensión, pero como había una habitación disponible lo alojaron. Se presentó con entusiasmo manifestando vivos deseos de tomar parte en la conversación, pero la conversación no lo quería, a pesar de que todos intentaban ser amables con él. Era un mundo pequeño que tenía sus propios argumentos, sus parientes y un estilo propio de bromear y provocar. La reacción normal hubiera sido el aburrimiento o la indiferencia, pero ese forastero quedó encantado precisamente por el hecho de que no comprendía nada.


El deslumbramiento por el secreto ajeno es bastante conocido, el pobre hombre vivía con la esperanza de que, finalmente, sería aceptado por los pensionados, pero cuando empezó a inmiscuirse en los asuntos del grupo fue rechazado. Gombrowicz, en su condición de escritor y oveja negra de ese pequeño círculo de gente respetable, se le acercó amistosamente y lo azuzó contra los demás, hasta que la situación alcanzó límites de locura y el miserable perdió la cabeza. Lo convenció de que su ropa y sus maletas eran demasiado nuevas, y de que ésa era la razón por la que lo trataban con malevolencia, como si fuera un advenedizo. Pasaron toda una tarde revolcando su vestuario en la basura y raspando sus maletas con un cuchillo para que parecieran viejos.


En las vísperas de la guerra, cuando Europa estaba arrastrada por la vanguardia, el proletariado, el surrealismo, el social realismo, el ocaso de la burguesía y del feudalismo, Gombrowicz maniobraba en una mesa del café Ziemianska de Varsovia con su abolengo: –Mi abuela es prima de los Borbones españoles.


Realizaba también actos de servidumbre, por ejemplo, le alcanzaba el azúcar a un poeta de clase social alta, y no al mejor poeta que era de familia pobre. Apoyaba la opinión de otro porque era de una familia de terratenientes: –La poesía es muy importante pero ante todo te aconsejo que no seas provinciano. Aparecían algunas protestas: –No, señores, el arte es un fenómeno esencialmente heráldico. Y así durante meses, años, con la imperturbable lógica del absurdo.


Los otros chillaban y vociferaban pero, poco a poco, sucumbían; una ya decía que su abuelo era terrateniente, otro, que la hermana de su abuela era del campo, otro más empezaba a dibujar su blasón en la servilleta.


"¿Socialismo? ¿Surrealismo? ¿Vanguardia? ¿Proletariado? ¿Poesía? ¿Arte? No. Un bosque de árboles genealógicos y nosotros a su sombra. Me dijo el poeta Broniewski: –¿Qué está haciendo? ¿Qué sabotaje es éste? ¡Usted ha logrado contagiar de heráldica hasta a los comunistas!


"El Pibe Luz, uno de los integrantes de la barra del Rex, probablemente estimulado por las maniobras que realizaba Gombrowicz con los contertulios en las mesas de café, nos comunicó una noche que era pariente lejano de "Juana la Loca", a partir de entonces fue conocido por todos nosotros como "Juano el Loco".


"Le ruego, Gómez, llámeme el martes (34-8792) porque quién sabe si no tendré para Vd. una proposición no carente del todo de interés. Me alegro de veras que no tendrán ya obligación de contestar a ésta y es por eso que la escribo, ya que no quisiera ponerlos en una situación molesta. A Dios, Gómez., a Dios, Alemán, a Dios, Cugat, Acevedo, Fernández, Pibe Luz etc. etc. a Dios"


Sea como Pibe Luz o como "Juano el Loco", Gombrowicz tenía la costumbre de torturar a este ingeniero comunista, durante horas el pobre se defendía con una sonrisita crispada hasta que no aguantaba más y se iba.


Sin alcanzar los niveles heráldicos y los estados de locura que caracterizaban algunas de las relaciones de Gombrowicz, yo también puedo poner sobre la mesa experiencias que rozan estos talantes aunque sean menos llamativas.


La Crucificada estaba tomando la costumbre de publicar gombrowiczidas en su blog sin mencionar mi nombre.


"Cuando publiqués gombrowiczidas tené la delicadeza de poner mi nombre, yo soy el autor ¿sabés? En caso contrario serás crucificada" "(...)


Me arranco los clavos con los dientes y con las manos ensangrentadas ya lo retiro.


Cuando recibí lo primero de Gombrowiczidas, fue citado en el blog con todos los datos pertinentes, no creí que fuera necesario citarlo cada vez. Los cuatro que han de visitar antiprímula saben de qué se trata. No obstante pido disculpas si resultó grosero o descortés no volver a mencionar su autoría. Me pareció bello ese escrito, no más. Mis respetos. Punto"


En una de las imágenes que forman parte de este gombrowiczidas aparece la Crucificada actuando junto a Norman Briski en el "Doble Concierto".


El grado de locura que debe tener una mujer representando el papel de la esposa de un pianista encarnado en el cuerpo de ese gran actor que es Norman Briski, no hace falta demostrarlo.

Mirta Bogdasarián y Norman Briski




PIBE LUZ==>
fuente: recibido directamente del autor,
junto con las fotos e ilustración,
el día 16 de agosto de 2008

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