martes, 11 de marzo de 2008





Novela de Ricardo Feierstein
“Consorcio utopía”



por Moshé Korin




Una reunión de consorcio es el puntapié inicial. Con esta escena típicamente cotidiana se inicia la última novela “Consorcio utopía” de Ricardo Feierstein.



Desde estos primeros diálogos nos damos cuenta de que no se trata de un consorcio cualquiera, sus integrantes pertenecen a la generación de la militancia setentista de la Argentina.

Se trata de un puñado de hombres y mujeres que han decidido proyectar y construir un sitio para convivir juntos los últimos años de sus vidas basándose en los ideales compartidos por décadas.

De éstos, ha nacido “Ciudad del Sol”, un predio situado en La Plata en el año 2010.


“Fue una noche, o varias, que resolvimos -con un grupo de compañeros, militantes de muchas décadas por un mundo mejor-, no ser una carga para nuestros hijos, como los padres de cada uno lo fueron para nosotros. La solución residía en lo mismo que sostuvimos durante años. Esfuerzo solidario, conjunción de pequeños destellos, proyecto compartido. Alimentación natural, sol y vida en contacto con la tierra, inexistencia de dinero, rotación del trabajo.”


En los primeros capítulos cada uno de los miembros va desplegando su vivenciar. Qué circunstancias externas los llevaron hasta allí, pero sobre todo, qué resortes internos e ilusiones cimentaron e impulsaron la particular decisión de construir y habitar “Ciudad del Sol” son aquí narrados.


En estos primeros capítulos se nos ofrecen las historias de vida a partir de las cuales el punto en común que los aunó en el pasado es expuesto desde lo disímil de cada experiencia, desde los distintos sentidos posibles de la militancia de la Argentina pasada y sus devenires actuales.


En forma casi de abanico se nos presentan uno a uno los sinuosos relatos de los personajes que nos cuentan su perspectiva en un tono claramente introspectivo apoyado en el recurso narrativo de la primera persona; recurso que Feierstein utiliza aquí en toda su potencialidad expresiva otorgándole un dinamismo dado por la sucesión de las distintas voces.


¿Qué ocurrió entre aquellos años y el presente? ¿Quiénes no están más? ¿Qué de ellos mismos ya no está y qué permanece aún imperdurable? ¿Quiénes fueron y quiénes son? ¿Cómo fueron siendo otros, aquellos jóvenes que fueron? ¿Cómo enfrentan sus posibles últimas décadas? Tales son las preguntas que atraviesan los relatos escritos con la profunda honestidad de quien busca el pensamiento sobre una tan hermosa como dolorida generación.


“Nuestro movimiento, por ejemplo. ¿Qué fue de nosotros? ¿Nos equivocamos en el devenir de la sociedad, fallamos en el conocimiento de nuestras limitaciones, fundamos una teoría que sólo resulta aplicable a menores de veinte años y luego se convierte en pegajosa nostalgia? ¿Cuántos mantuvieron la idea original, cuántos la arrojaron al desván de desvaríos juveniles?”


Estilo de autor


Estilísticamente podrían diferenciarse claramente dos partes de la novela. Al inicio, bajo el título “El espejo roto” Feierstein nos ofrece, esta sucesión de relatos en primera persona de la que recién hablamos, donde ésta asume la voz de cada uno de los habitantes del edificio.


Al inicio entonces, la novela se conforma a través de una secuencia en la cual las mismas situaciones son presentadas desde las diversas miradas de cada uno de los personajes.

Promediando el libro, la primera persona singular, -aunque debiera especificarse que se trata en realidad de una serie continua de “primeras personas singulares” o del desdoble múltiple de una “primera persona colectiva variable” tal como la llama el mismo Feierstein-, cede a la clásica narrativa de la tercera persona del narrador exterior. Al tiempo que la novela adquiere una veta de suspenso y misterio que roza el policial.


Y por último, nos encontramos con una ingeniosa modalidad de epílogo que merece que nos detengamos en ella un momento. En el epílogo, Ricardo habla sobre sí mismo como autor.


El escritor en el final, se torna un nuevo personaje más que entra así en la novela. Se trata de un guiño al amigo que lo conoce -pues evidencia un aire autobiográfico-, pero además de cierta complicidad con el lector atento que descubrirá en las páginas finales, la astucia intelectual y literaria de un escritor que sabe cerrar una novela de modo tal que su final se toque con su inicio, retomando así en un acto literario, aquello que en sus anteriores páginas fue una reflexión de uno de sus personajes apoyada en los dibujos de Escher:


“Una cuarta dimensión envolvente, onírica, donde el espacio puede girar sobre sí mismo para reencontrarse la cola.”


No es que se trate de un mero juego literario ingenioso, la honda sensibilidad de Ricardo siempre utiliza lo intelectual para conjugarse, jamás queda opacada ni dejada de lado sacrificialmente en pos del intelecto.

Muestra de ello es precisamente la frase elegida para representar este punto en el cual las dimensiones, los pliegues de la novela se vuelven sobre sí; la frase del punto de infinito que inaugura y cierra la novela: “la ilusión es una droga inocua que ayuda a vivir”.


La frase definitivamente no elegida por azar, resume la esencia, el nervio emotivo y reflexivo del libro.


Con “Consorcio utopía” estamos frente a la originalidad de una obra que brinda tanto la tensión del suspenso de la novela de misterio, sabiamente salpicada con bocanadas de humor, hasta la reflexión teórica de corte cercano a lo existencial, así como también las memorias de una generación que creció respirando y creyendo esa bella ilusión o utopía, o simplemente savia para el alma que es la posibilidad de cambio del hombre, del mundo y la historia.

Estos factores se potencian entre sí al confluir bajo la hábil pluma de Feierstein, haciendo de esta novela un ejemplar de múltiples riquezas.


Espejo de un escritor


Ricardo es un infatigable escritor, un hombre intelectual y emotivamente sediento que precisa volcar en la página aquello que lo ha desvelado, que lo ha conmovido en su fuero íntimo.

Es un hombre como pocos, un manantial de cualidades aparentemente disímiles que necesita derramarse sobre todo aquel suelo que encuentre fértil para desde allí hacer brotar una obra.


Él es arquitecto, periodista, crítico de espectáculos y autor de innumerables labores culturales, entre las que se destaca como director de la Editorial Milá en la AMIA. Como escritor, su talento se ha desarrollado a través de los años incursionando y consagrándose en los más variados géneros.

Nueve son sus colecciones de relatos entre las que se cuentan “Bailate un tango, Ricardo” (1973); “La vida no es un sueño” (1987); “Homicidios tímidos” (1996); “Postales imaginarias” (2002 y 2003).

Como poeta, ha publicado ya cinco volúmenes, el último de los cuales “Las edades/ The Ages” (2005) es una antología bilingüe en castellano e inglés publicada además en los Estados Unidos.
Dentro del género ensayo, su obra iniciada con “Judaísmo 2000” (1988); “Contraexilio y mestizaje” (1996) y la célebre “Historia de los judíos argentinos” (1993, 1999, 2006), conforma una referencia obligada sobre temática judía argentina.

Temática indiscutiblemente sensible para Ricardo y que ha sido por él delineada dentro de la prosa de la novela en la trilogía que conforma la saga “Sinfonía inocente” (1984), “Mestizo” (1988) y “La logia del umbral” (2001).


Para concluir sólo me resta decir que “Consorcio utopía” constituye un reflejo de cada una de estas prolíferas facetas y cualidades que configuradas dieron a luz esta tan exquisita como original novela. Que se trata de un reflejo, de múltiples espejos de Ricardo, lo dice el autor mismo en sus páginas, pero dejo a los lectores que encuentren todo aquello que además dice y de lo cual, seguramente, me reprocharía infinitamente privarlos.



fuente:

LA VOZ Y LA OPINION- Buenos Aires, 23 nov. 2007
http://www.lavozylaopinion.com.ar/cgi-bin/medios/vernota.cgi?medio=lavoz&numero=Octubre-Noviembre&nota=Octubre-Noviembre-4

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