¿Por qué recordar el Holocausto?
Por Bernardo Kliksberg
Para LA NACION
WASHINGTON Gonar Persson, primer ministro de Suecia, relató lo siguiente a la gran audiencia internacional reunida en el encuentro “Cuenta a tus hijos”: “Estos son los nombres de cinco niños judíos.
Cinco de los veinte que fueron ahorcados en el sótano de una escuela, colgados de clavos en la pared. El primero que amarraron era tan liviano, debido a las enfermedades y a la desnutrición, que la cuerda no lo ahorcaba. El SS tuvo que valerse de su propio peso para apretar el nudo. Luego colgó a los demás de dos en dos, de clavos diferentes.
Como cuadros en la pared”. En el juicio a Adolf Eichmann, uno de los testigos refirió lo que había visto: “Un oficial de la SS encontró a una mujer judía acercándose a la alambrada del gueto con un bebé de un año en brazos. Encañonó al bebé. La madre le imploró que no lo matara. Le arrancó al niño, disparó dos veces sobre ella, matándola, puso al bebé en el piso, tomó sus piernas y lo partió en dos”.
Reinhard Heidrich, jefe de la SS, recibió en Berlín el 2 de octubre de 1941 un informe de un lugar llamado Babi Yar, que Eugene Evtuhsenko inmortalizaría en un célebre poema.
El informe decía: “El Sonderkommando 4°, en colaboración con Einsatzgrup HG y dos comandos del Regimiento Sur de la Policía, ejecutaron a 33.771 judíos el 29 y 30 de septiembre”. Un camionero alemán Friz Hofer describió así la “operación”: “Los alemanes y sus colaboradores ucranianos apresaron a los judíos y los forzaron a bajar a un barranco.
No se hicieron distingos entre hombres, mujeres y niños. Dentro del barranco eran obligados a tumbarse sobre los cadáveres de judíos que habían muerto a tiros. Todo muy rápido. Los cuerpos estaban dispuestos en capas.
Un tirador de la policía pasaba y le disparaba a cada uno en la nuca, en el sitio en que estaba”. Según narró un testigo, una joven judía en Birkenau, antes de entrar en la cámara de gas, dijo: “Soy tan joven todavía.
No he experimentado nada de la vida. ¿Por qué debo ser víctima de una muerte como ésta? ¿Por qué?” La misma pregunta se escuchó hace pocos meses cuando 40 presidentes se reunieron en Auschwitz, a los 60 años de su liberación.
Una sobreviviente se apoderó del micrófono y preguntó: “¿Por qué fui traída a este lugar cuando tenía 16 años para ser convertida en una piltrafa? Me sacaron mi nombre y lo cambiaron por un número.
¿Qué derecho tuvieron de matar a mi familia?” También tenía 16 años Anna Frank. Había nacido para ser escritora.
Anotó en su diario: “Quiero ser de utilidad y alegría para la gente, y agradezco tanto a Dios que me haya dado la oportunidad de escribir”.
Los nazis la mataron, pero no lograron destruir su legado. Su diario es uno de los libros más consultados de la historia. Fue traducido a 62 idiomas.
En sólo tres años y siete meses, los nazis asesinaron a la luz del día a seis millones de judíos, entre ellos un millón y medio de niños, y a cinco millones de gitanos, homosexuales, testigos de Jehová, discapacitados y disidentes.
Suchonel, oficial SS de Treblinka, le contó a Claude Landzman: “Treblinka procesaba de 12.000 a 15.000 judíos a diario, con gas de escape.
Era una línea primitiva, pero eficiente, de producción para la muerte. No se puede comparar con Auschwitz, que era una fábrica”.
Saul Friedlander, eminente historiador del Holocausto, reflexiona que todo esto no hubiera sido posible si hubiera habido manifestaciones en contra, ocultamientos masivos de judíos, si los aliados hubieran puesto entre sus objetivos militares terminar con la matanza.
Hubo excepciones notables, como las del heroico Raul Wallenberg, el rey y el pueblo de Dinamarca, la Iglesia y la población de Bulgaria, que salvaron a miles.
Sigue en pie la pregunta de otro prominente historiador, Vidal Nacquet: “¿Por qué con la guerra ganada los aliados no bombardearon las vías férreas por las que 800.000 judíos estaban siendo llevados a la matanza en Auschwitz?”
Los jóvenes judíos comandados por Moredejai Anilevich (23 años), que llevaron a cabo la histórica rebelión del gueto de Varsovia el 19 de abril de 1943 sabiendo que les costaría la vida, dijeron que lo hacían en defensa del honor del pueblo judío y de todo el género humano y pidieron “no olvidar”.
Su grito resonó el 1° de noviembre último, cuando la Asamblea General de la ONU aprobó por unanimidad establecer el Día Anual de Recordación del Holocausto los 23 de enero de cada año, la fecha de liberación de Auschwitz.
La resolución fue presentada por Israel y 90 países, ocho de ellos musulmanes. Encomienda, asimismo, a la Secretaría General a promover una amplia acción educativa sobre el Holocausto, rechaza cualquier intento de negarlo y condena toda discriminación o violencia basada en la religión o la etnicidad.
Varios países hicieron su mea culpa. Alemania dijo que había sido el capítulo más oscuro de su historia; Austria, que había vivido “el dolor de saber que muchos austríacos tomaron parte en el mayor de todos los crímenes”.
Rumania y Francia autocriticaron el colaboracionismo en sus sociedades. Otros llamaron la atención sobre la excepcionalidad del Holocausto, como China: “El intento nazi de eliminar a todo el pueblo judío, paso a paso, no tiene precedente en la historia humana”.
Para Jordania, fue “un crimen de proporciones colosales”. Para Brasil, “el paradigma del genocidio”. La Argentina advirtió agudamente sobre el antisemitismo actual: “A pesar de los esfuerzos para combatirlo, el antisemitismo reemerge periódicamente en ataques a sinagogas, profanaciones de cementerios o las cínicas especulaciones de supuestos historiadores que relativizan o niegan lo que sucedió”.
Eliasson (Suecia), que presidió la trascendental sesión, la cerró afirmando: “Esta resolución llama a recordar los crímenes del pasado con la mirada puesta en prevenirlos para el futuro”.
Es de esperar que la lección haya sido aprendida y movilice al enfrentamiento activo de las limpiezas étnicas que siguen dándose en el mundo.
También es de esperar que estimule el repudio universal de llamados genocidas como los recientes del nuevo presidente de Irán a “borrar de la Tierra” un país entero, Israel, llamado que fue condenado por unanimidad por el Consejo de Seguridad de la ONU, el secretario general y muchos países.
El Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, sobreviviente del Holocausto, señaló: “Primero asesinaron a los judíos y ahora hay quienes quieren matarlos por segunda vez haciendo dudar de que las víctimas mismas existieron”.
Corresponde impedirlo y honrar su recuerdo, extirpando colectivamente las viejas y nuevas formas del antisemitismo, el racismo y la xenofobia.
El autor es asesor de la ONU, BID, Unicef, Unesco y otros organismos internacionales.
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