viernes, 3 de agosto de 2007

Luzmaría Jiménez Faro

Por: Margarita Carrera

Luzmaría Jiménez Faro, tan extraordinaria poetisa como editora. Más de 200 libros de poetisas en su editorial: “Ediciones Torremozas, S. L. Madrid”. Las más destacadas en España y en América. La conocí por su esposo, Antonio Porpetta, poeta por todos los costados, famoso en todos los lugares del mundo en donde se cultiva y ama la poesía. Ella, callada, sencilla, discreta, no se me había revelado como poetisa. ¡Y que es! y de las mejores. Estando en su casa me hizo admirar los poemarios publicados, desde Safo hasta Carmen Conde. Y de pronto, Antonio me entrega un libro de Luzmaría, editado, claro, por “Ediciones torremozas”: “Mujer sin alcuza”. Sólo para justificar que es oportuno escribir poesía de protesta. Protesta de mujer. Inspirado el título en “Mujer con alcuza” de Dámaso Alonso, de quien toma el epígrafe: “Esta mujer no avanza por la acera de esta ciudad./ Esta mujer va por un campo yerto”. Luzmaría me deja helada. Sus poemas dolorosamente bellos, intensos, traspasan el alma. “Esta mujer, viajera de lo inmóvil” que “Desprende un viento frío de orfandades/ y un hálito de flores derrotadas”. La soledad, hermana de la muerte, su única compañera. Se asoma a su ciudad: “Madrid, cuatro millones de soledades”, deambulan por las calles: “Las bocas de los metros archivan prisas,/ calientan marginados...Por sus arterias se desangra sola...” Todos sus poemas, narraciones breves, envueltas en tragedia: “La amortajada”: “Altos cirios velaban su blancura... La muerta oye cómo cae la lluvia... Ruedan sobre la alfombra los claveles... La muerta está cansada... Ahora sólo quiere la muerte de los muertos”.

¿Y qué decir del poema que se llama “Niño” que fue inspirado en una noticia en un periódico madrileño: “Se ha encontrado un cadáver de niño en un contenedor de basura. Se busca a la madre”: “con su osamenta frágil de pájaro sin nido... huésped involuntario del frío y de la noche... La tierra generosa te acogerá en su seno,/ como una tierna madre te dará sus raíces...” Luzmaría ve por la TV cómo desalojan a una mujer de un piso en el que había más de una tonelada de basura: “atónita contempla/ las manos que derriban/ su devenir de sueños,/ su riqueza baldía”. También están las mujeres de la Habana “empapadas en ron... Color mulato de música habitado/ y caderas ciñéndose al sonido... jinetas de luna sin pecado...”

Otro poema excepcional (en verdad, todos son excepcionales) es, sin duda, el que celebra los cien años de su madre: “Dice mi madre que hace varias noches/ una mujer se sienta al borde de su cama... Mi madre me pregunta si puede ser la muerte... y yo procuro hablarle de cosas divertidas./ Dime ¿tú crees que ella me busca?... Pero la mirada de mi madre/ está cubierta por alas de penumbra... El único prodigio que tenemos es la vida. Yo la he gastado toda./ Por eso te pregunto si esa mujer de negro,/ oscuramente inmóvil podría ser la muerte./ Nos miramos. Miro para otro lado./ Dentro del pecho siento el hielo de la tarde.” Y así, todos los poemas encierran una dramática historia de mujeres. “Ellas, las asesinadas: Son una hilera de enlutadas sombras... Siemprevivas calladas. Siempremuertas...” Su poemario se lee fácil pero se siente hondo. Un nudo en la garganta. Lágrimas que afloran.




fuente: PRENSA LIBRE.COM GUATEMALA 26 DE JULIO 2007

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