Por Ana Julia Jatar ,el 27 Feb, 2009
El 18 de noviembre de 2004 asesinan en Venezuela a uno de los fiscales más controversiales del gobierno de Chávez. ¿Cuál cree usted que fue la reacción de los agentes de seguridad del Estado? Pues allanar con ametralladoras en mano el colegio judío de Caracas. Eran las 7:30 de la mañana cuando entraron con sus cascos y armados hasta los dientes para tomar el colegio a la fuerza.
El 18 de noviembre de 2004 asesinan en Venezuela a uno de los fiscales más controversiales del gobierno de Chávez. ¿Cuál cree usted que fue la reacción de los agentes de seguridad del Estado? Pues allanar con ametralladoras en mano el colegio judío de Caracas. Eran las 7:30 de la mañana cuando entraron con sus cascos y armados hasta los dientes para tomar el colegio a la fuerza.
Supuestamente “buscaban armas” sin importarles el daño que le hacían al alma de los niños. Por supuesto que no consiguieron ni un solo indicio, ni un revólver ni un papel, nada que implicara al colegio en un acto de violencia.
Sólo mancharon con la tinta indeleble del miedo la conciencia de cientos de jóvenes inocentes. Los asesinos del fiscal nunca aparecieron –se presume porque gozan de la protección gubernamental – pero en diciembre de 2007 se produjo otro allanamiento al colegio judío de Caracas, esta vez con la excusa de descubrir “planes conspirativos” contra el gobierno de Hugo Chávez. Por primera vez en 200 años desde que los primeros judíos llegaron a Venezuela, esa comunidad se sintió terriblemente amenazada y desprotegida.
Pero la cosa sigue. El 30 de enero de 2009, 15 hombres armados entraron a una de las sinagogas más antiguas de Venezuela. Durante cinco horas profanaron el templo, escribieron grafiti antisemita en las paredes con leyendas como “Muerte a todos los Judíos” o “Judíos váyanse de aquí”. Más preocupante aún, se llevaron las computadoras con información confidencial de los miembros de la comunidad judía en Caracas.
Si bien es cierto que el gobierno de Chávez se apresuró a condenar el ataque, lo hizo de una extraña manera: insinuó que podían haber sido los “oligarcas” buscando desestabilizar al país. Luego de una “investigación” poco transparente, el gobierno anunció 10 días después, que se habían detenido a los culpables, quienes resultaron ser agentes de la policía de Caracas. Anunciaron que el móvil había sido el robo y que el rabino del templo le había quedado debiendo dinero a un ex guardaespaldas, cosa que el rabino negó. Y es que hasta la explicación del móvil tiene tintes antisemitas.
Uno se pregunta, si el motivo era el robo, ¿Por qué no se llevaron los objetos de plata del templo y los dejaron tirados en el piso? Si estos son – lo cual dudan algunos – los autores materiales del asalto a la sinagoga, ¿Quiénes son los autores intelectuales? Al final, estos son miembros de la policía del Estado venezolano.
La triste realidad es que en Venezuela hoy el antisemitismo es una política de Estado.
El 24 de diciembre de 2005 el presidente Chávez se refirió a los judíos como “los descendientes de quienes crucificaron a Cristo” y como “la minoría que ha tomado posesión de toda la riqueza del mundo”. Desde que el presidente Chávez llegó a la presidencia en 1999, un tercio de los judíos venezolanos se han marchado del país para rehacer sus hogares en tierras más amistosas.
Pero el gobierno de Venezuela insiste en que no es antisemita. Así lo repitió el Ministro de Relaciones Exteriores el jueves 12 de febrero en una rueda de prensa con corresponsales extranjeros en la sinagoga profanada. Lo que el público ignora es que esa rueda de prensa fue convocada unilateralmente por el Ministerio de Relaciones Exteriores sin conocimiento del rabino ni de ninguna de las autoridades de la sinagoga. En lo que podríamos describir como un espectáculo de amedrentamiento a la comunidad judía, el ministro de Relaciones Exteriores se presentó por sorpresa y conminó a las autoridades judías a aceptar que el caso estaba resuelto.
Mientras terminaba de escribir este artículo, me enteré que a nuestro hijo Michel Hausmann, director de teatro en Caracas, le acaban de comunicar que la orquesta con la cual había ensayado “El Violinista sobre el Tejado” a estrenarse este sábado, no podrá tocar por ser “una obra judía”, ya que pondría en peligro el subsidio que recibe del gobierno venezolano. Y además un explosivo de baja potencia fue lanzado contra un centro comunitario judío en el norte de Caracas hoy jueves 26 de febrero.
Tristemente, el uso de la violencia y la intimidación gubernamental es rampante en Venezuela y ha impactado no sólo a los judíos sino a todos los grupos que al tratar de mantener su autonomía son vistos como “enemigos de la revolución”.
Por eso les dejo a ustedes la siguiente reflexión, mientras los artistas venezolanos pierden el subsidio de su gobierno por el simple hecho ser judíos o asociarse con ellos, ¿puede el estado de Massachusetts seguir recibiendo los subsidios de petróleo venezolano sin pronunciarse sobre los abusos a los derechos humanos de los venezolanos por parte de su benefactor?
¿Qué dice sobre este tema Joe Kennedy, presidente de Citizens Energy, empresa que encargada de distribuir el petróleo subsidiado en Massachusetts? Los venezolanos esperan una respuesta.
Ana Julia Jatar es economista, escritora y analista; actualmente es Directora de Comunicaciones del Centro Carr para los Derechos Humanos en Harvard University.
Publicado originalmente en El Planeta de Boston, el 27/02/2009, página 7. Link a artículo original: AQUI
FUENTE: blog de ANA JULIA JATAR